vivieron con nosotros

Acerca de quienes vivieron con nosotros

1. Quien distingue, no hace potingue

A pesar de nuestros pocos años de experiencia de vida religiosa, tenemos muchos miembros; y, también, muchas personas han pasado por nuestras comunidades.

Muchos postularon entrar a nuestra Congregación (en formación) y no continuaron, otros llegaron a ser miembros de nuestros Institutos, en especial consagración, y luego se apartaron, por distintas motivos, de los mismos. Nos referimos a quienes, en algún momento, vivieron con nosotros, o fueron miembros de votos temporales, o de votos perpetuos, o, además, integraron nuestra Congregación como sacerdotes ministeriales.

Quienes estuvieron algún tiempo viviendo con nosotros: en general, salieron por alguno de los dos motivos siguientes:
a- Vieron que no tenían vocación;
b- Se les dijo que tenían que salir porque no se le veía idoneidad para nuestra Congregación.

Quienes fueron miembros de votos temporales: como se sabe pasado el término temporal de los mismos quedan liberados de sus promesas; si deciden terminar la experiencia religiosa antes del término temporal deben pedir dispensa a quien corresponde.

Quienes fueron miembros de votos perpetuos: Aquí no hay la misma facilidad. Es materia de elección inmutable, como enseña San Ignacio de Loyola [171-172], pero con grave causa la Iglesia concede el indulto de salida del Instituto. No se puede tener en nuestras comunidades a nadie que no lo quiera, porque los males serían más grandes.

Quienes fueron, además, miembros como sacerdotes ministeriales:
– Hay quienes han ido a otros Institutos y otras Diócesis y siguen ejerciendo, dignamente, el ministerio. Como se decía en España “ancha es Castilla”, en todas partes de la Iglesia se puede dar gloria a Dios y trabajar por la salvación de las almas. De hecho algunos de ellos nos piden predicaciones, hacen ejercicios espirituales con nosotros, nos envían vocaciones, están haciendo fundaciones, etc., es decir, mantenemos con muchos muy vivos los vínculos fraternos.
– Otros dejaron el sacerdocio (son los casos, humanamente, más dolorosos): entre estos, algunos regularizaron su situación con la Iglesia, otros no sabemos.

2. Siempre hay dos términos de la relación

En lo que respecta a nosotros debemos tener siempre en cuenta frente a estas situaciones dos enseñanzas de San Pablo: “el que crea estar en pie, mire no caiga” (1Co 10,12) y “trabajad con temor y temblor por vuestra salvación” (Fil 2,12). Todos nosotros debemos estar convencidos de tener, como decía San Francisco Javier: “mis infinitésimos pecados” , porque como decía San Agustín: “Que pecado comete un hombre, que yo no pueda cometer…” . No nos corresponde a nosotros juzgar a nadie, sino tener misericordia con todos. Hay tantísimas circunstancias en la vida de los hombres, que generalmente desconocemos, por lo que no podemos juzgarlos con justicia. Los Superiores tienen obligación grave de actuar según derecho, en los casos determinados por el mismo derecho canónico y no más.

La falta de perseverancia es algo que siempre ha pasado y pasará en la Iglesia. Cuenta San Juan Bautista de la Concepción una aparición del Señor que tuvo San Francisco de Asís: «Abro mi libro y leo estas palabras de una revelación sancta que tuvo san Francisco, y decía así: “estaba un día san Francisco muy afligido porque se le iban los pocos frailes que al principio tenía, y apareciósele Cristo y dícele: Francisco, ¿qué lloras?; esta religión ¿es tuya o mía? Respondió: Señor, tuya. – Pues, si es mía y ésos se fueren ¿no traeré yo otros?; y si no los hubiere nacidos ¿no haré yo que nazcan?” . Leo esto y otras cosas que en su confirmación allí estaban escritas; y quítense mis penas pensando que aquella era piedra que de resultidame había a mí dado. Entro en mí y digo: esta Religión no es mía sino de Dios, a su cuenta se van, él traerá a otros o los buscará; y si no es hacienda mía sino suya, a su cuenta se pierde» . Y en otro lugar de sus obras : «…A esto alude lo que un día dijo Cristo a san Francisco, cuando lloraba la poca perseverancia de unos novicios: “Ven acá, Francisco –dice Cristo– esta religión ¿es tuya o mía? Respondió el santo: Tuya, Señor. Pues no llores, que a mi cuenta está el proveerla y aumentarla. Yo soy Señor de todas las criaturas y pondré en el corazón de los que conviene que vengan a poblar esta religión”» .

3. Vivir la caridad

Lo que nunca debemos olvidar es vivir el precepto de la caridad y pedimos perdón si alguna vez hemos faltado, queriendo o sin querer.

4. Ayuda mutua

Asimismo debemos ayudarnos los unos a los otros en todo lo que podamos. Todos somos hijos de Dios. Todos tenemos el mismo Padre celestial. Por todos Jesucristo derramó su sangre. Todos deberemos presentarnos un día delante del Juez supremo. Todos tenemos la misma Madre que nos protege.

Finalmente, a todos les estamos inmensamente agradecidos, por los momentos inolvidables que hemos vivido tan intensamente, y por el bien concreto que han hecho a la Iglesia y a nuestra pequeña familia, ya que sin muchos de ellos no hubiésemos podido fundar en tantos lugares. Y el Señor asegura que no quedará ningún bien hecho sin su justa recompensa.

5. Participación en los bienes espirituales

Además, salvo que alguno no lo quiera, los seguimos considerando como miembros de la Tercera Orden, participando del tesoro espiritual de nuestra familia.

Cartas y escritos de San Francisco Javier,  Doc. 59 (BAC, Madrid4 1996) 226; cfr. Doc. 15,  91; Doc. 97, 405.

Cfr. Sermón 99,6: «Nullum est enim peccatum quod fecit homo, quod non possit facere et alter homo…».

Hieronimo Piatti, Libro del bien del estado religioso. Compuesto en latín por el padre…, de la Compañía de Jesús. Traducido en romance por el P. Francisco Rodríguez, de la misma Compañía, Medina del Campo, por Sanctiago del Canto, 1595. El pasaje aludido, citado a memoria, en ff. 132v-133-r. Cf. Carisma y misión, 118.

Rechazo o rebote de algo.

San Juan Bautista de la Concepción, Obras Completas II, Memoria de los orígenes de la descalcez trinitaria,  (BAC; Madrid 1997) 120.

San Juan Bautista de la Concepción, Obras Completas III, Apuntes sueltos en torno a la reforma, 962.

Es cuanto el santo, según refiere él mismo, leyó, en Valdepeñas siendo aún recoleta, en un libro de Jerónimo Piatti. Cf. Memoria de los orígenes de la descalcez trinitaria, 11,4 (II, 120-121).