China

La Milenaria China

No podemos pensar en la Misión “ad Gentes” sin darle un lugar especial a China, el país más poblado del mundo, con más de 1.200.000 habitantes, o sea, la quinta parte de la población mundial, razón por lo que considero que es esencial colaborar con la evangelización del pueblo chino. Me parece que el mejor modo de realizar esta tarea es analizando la evolución histórica de la evangelización en China, dado que es preciso continuar la obra de los santos mártires y de tantos misioneros que han abocado sus vidas a la misión allí. Además, nos sentimos sumamente alentados a esta tarea apasionante, por la clara invitación del Papa Juan Pablo II cuando dice que hacia el Continente asiático en particular: “debería orientarse principalmente la misión ad Gentes” (Redemptoris missio, 37).

        Creo que es capital tener en cuenta los errores cometidos en los anteriores intentos de evangelización, para pedir perdón y para evitarlos; y conocer los grandes aciertos, para imitarlos.

1. Breve historia de la evangelización en China

        Según los entendidos, cinco fueron las grandes corrientes evangelizadoras en China. Quisiera aclarar que hay que tomar con pinzas lo que aquí se señala como posibles errores en las anteriores evangelizaciones, porque nunca ha sido –ni es– uniforme la realidad en ese inmenso país continente, por razón de su extensión, de la muy numerosa población, las grandes distancias, los distintos hábitat geográficos, incluso la disparidad cultural e idiomática. La realidad china siempre es multifacética y poliédrica.

I. Primera corriente evangelizadora (s. VII)

        Probablemente en los primeros siglos de la era cristiana se habrían desarrollado intentos aislados de evangelización en China, pero solo en el 635 el cristianismo hizo su entrada oficial. La misión es iniciada por los monjes nestorianos, y durará hasta el siglo X. El fin de la presencia cristiana en China se debió a dificultades de comunicación, las dificultades políticas, la resistencia de las religiones tradicionales y el carácter elitista de los monjes que no lograron insertarse en el pueblo.

        En este primer período la inculturización del Evangelio a través de la liturgia ha sido un gran acierto. De esta época nos han llegado himnos a la Trinidad y a la Eucaristía.  Hay que destacar, teniendo en cuenta que eran los nestorianos los protagonistas de esta primera corriente evangelizadora, la fidelidad e integridad en la predicación de la doctrina cristiana. Se enseña la Trinidad, la Encarnación, la Pasión y la Resurrección. También realizaron una hábil adaptación idiomática de términos como “Iscin” por Jesús, “Mishino” por Mesías.

        Se lleva a cabo un fecundo diálogo interreligioso, especialmente con el taoísmo y el budismo. Asimismo el nestorianismo realizó una profunda inserción en la cultura literaria china. Entre otros aciertos misioneros podemos simplemente mencionar el trabajo educativo fundando escuelas de estudios de la Biblia, y la notable influencia de la vida contemplativa y monástica. Hubo una marcada proyección social y una gran influencia del testimonio de las obras de la misericordia. A su vez los monjes se preocuparon de realizar una acercamiento a la clase gobernante, hablando de una triple lealtad (Dios, emperador y parientes). Después de la expulsión de los misioneros el cristianismo sufrió una expansión más allá de la Gran Muralla, que redundó en beneficio del cristianismo para Asia Central.

II. Segunda corriente evangelizadora (s. XIV)

        El primer contacto entre el catolicismo y China se realizó en el s. XIII, gracias a la invasión de los mongoles tártaros. Dentro de las dificultades y errores de este nuevo período podemos mencionar la falta de misioneros. El apóstol de este período, fray Juan de Montecorvino, inició la misión solo y durante once años trabajó sin compañía. Esta escasez de sacerdotes puede atribuirse a la falta de ímpetu misionero que sufrió la Iglesia en China; por parte de Europa se desoyeron pedidos de misioneros y se malograron ocasiones preciosas de evangelización. A su vez, y conectado con lo anterior, hubo negligencias en la atención espiritual de China. Y todo esto parece derivar de que la misión fue asumida solamente por una Orden, los franciscanos.

        Las malas relaciones con los nestorianos, al fracasar todo intento de conciliación, obstaculizaron el trabajo. Fruto de esto fue que los católicos no fueran bien vistos, y  que después de diez años de trabajo, los bautizados eran 6000 aunque “habrían podido ser 30.000 sin la calumnias de los nestorianos”, acota Fray Juan de Montecorvino.

        Dentro de los aciertos de esta época podemos mencionar la instauración de la jerarquía eclesiástica en China (siete franciscanos fueron consagrados obispos para llegar hasta China y consagrar a Juan de Montecorvino, que fue el primer arzobispo de Pekín). También fue un gran acierto el uso de la música y del arte sacro como medio de inculturación. Al igual que en la primera corriente hay apoyo de la autoridad civil, a la cual los misioneros pudieron llegar, en esta oportunidad, grangeándose el beneplácito del emperador.

        En todo este período (cosa que se repetirá en el futuro), fue muy importante la visión benévola y objetiva que los misioneros tuvieron de los pueblos chinos. En este sentido recobran una gran importancia las crónicas de los misioneros franciscanos que contribuyeron al conocimiento de China en Europa.

        El fin de esta segunda etapa se origina en 1368 con una sublevación nacional en el sur de China, expulsando a los mongoles Yuan; la nueva dinastía de los Ming (1368-1644) instauró una política de reivindicación de los valores nacionales. Son expulsados los sacerdotes, y la realidad de la Iglesia en Europa, ante nuevas invasiones turcas (Tamerlán 1369-1405) y las dificultades internas (Cisma de Occidente 1378-1417), junto a la peste negra, hace imposible el restablecimiento de las relaciones entre Europa y Asia.

III. Tercera corriente evangelizadora (s. XVI)

        Las compuertas de China habían sido reabiertas por el P. Matteo Ricci, pero no fue fácil franquearlas. No obstante las numerosas dificultades afrontadas, los años que van de 1610 a 1700 fueron los más destacados y decisivos en la historia del cristianismo en China hasta 1900.

        Podemos señalar como desaciertos de este período, la oposición y el impedimento para que se instaure el clero y la jerarquía autóctona. Otros de los errores fue la prohibición de la liturgia en chino. Asimismo, a la poco edificante “controversia sobre los ritos” le cupo una gran responsabilidad en el estancamiento misional del siglo XVIII. El triste epílogo de esta controversia fue un golpe muy duro para el cristianismo en China: la Constitución “Ex illo die” de Clemente XI prohibiendo el uso de las palabras “Tien” y Shang-Ti” para designar a Dios, declarando supersticiosos los ritos en honor de Confucio y de los antepasados y obligando a todos los misioneros a presentar juramento de que rechazarían cualquier acomodación. A causa de esta se desató una fuerte persecución para los católicos chinos, y tuvo serias repercusiones para los misioneros.

        Se pueden mencionar otras causas que habrían motivado el estancamiento de las misiones en el siglo XVIII, como la supresión de la Compañía de Jesús (1773), las pérdidas infligidas al Cristianismo por la revolución francesa, la progresiva declinación del poder y apoyo de España y Portugal.

        Dentro de los aciertos de este período, que iluminarían la misión en China para los próximos siglos, se encuentra la adopción de una nueva metodología: el p. Valignano, visitador y superior de las misiones de los jesuitas en las Indias orientales, ideó un método adecuado para abrir una brecha en el muro impenetrable del imperio del medio: “Aprender a leer, escribir y hablar la lengua mandarina y adecuarse a las costumbres de los chinos”, sobre la base de las palabras de San Pablo: “hacerse todo con todos”. A tal efecto hizo venir a Macao al p. Miguel Ruggieri en 1579 y, en 1582, al p. Matteo Ricci y los dejó totalmente libres para que pudiesen prepararse convenientemente.

        Los misioneros debían actuar con gran prudencia en los contactos con la clase dirigente. También debían evitar el celo desordenado de convertir a mucha gente y tenían prohibido el trato con los portugueses de Macao y con los españoles. A su vez desde los comienzos se delineó el método que habrían de seguir: sin abandonar al pueblo, concentraron sus fuerzas y energías sobre los dirigentes de la sociedad.  Como los letrados eran la espina dorsal de la burocracia china se hizo hincapié en una sólida preparación cultural de los misioneros.

        También se esforzaron en realizar una adaptación a las costumbres. Es de destacar el ejemplo del P. Ricci: en un primer momento adoptó la vestimenta de los budistas, denominados “bonzos”, por parecerles más cercanos al cristianismo. Pero en los últimos años de su misión cambió radical y audazmente: externa y espiritualmente los misioneros serán, a partir de ese momento, “predicadores letrados”.

        En otro campo, el P. Ricci realizó una adaptación en los conceptos. Siguiendo el método que habían utilizado los primeros apologistas cristianos con relación a la filosofía griega, el p. Ricci asumió algunos términos y categorías del pensamiento chino para expresar las verdades cristianas y filosóficas (como sustancia y accidentes). Uno de los hechos más positivos de este período se conecta con la actividad del grupo de misioneros, en su casi totalidad jesuitas, que continuaron ofreciendo a la cortes sus servicios como sabios, científicos o artistas realizando una mediación cultural a lo largo de dos siglos,  cumpliendo un rol capital como agentes de intenso intercambio cultural entre China y Europa.

        En una famosa carta-memoria de 1917 a su obispo, Mons. Reynaud, el p. Lebbe reconocía que “ya había llegado la hora de fundar una Iglesia indígena viviente y fecunda con el establecimiento de un clero indígena completo, nombrando obispos chinos y confiándoles la dirección de las diócesis”. “Debido al olvido de tan importante cuestión sólo se ha logrado formar colonias espirituales y no, según el ejemplo dado por los apóstoles, Iglesias vivientes. Nos hemos acostumbrado a que el campo de nuestro apostolado sea un feudo de una raza o de una congregación”.

        Fue un gran acierto la  institución de un clero autóctono. En 1654 fue ordenado el primer sacerdote chino. El p. Lo fue consagrado obispo en 1685 y nombrado vicario apostólico de Nankín. La Congregación de “Propaganda Fidei” de la Santa Sede, instituyó nuevas estructuras eclesiásticas para la misión: en especial, figuras canónicas por medio de las cuales Roma intentaba librarse de los condicionamientos del patronato portugués.

        Hay que destacar que a pesar de la persecución los cristianos chinos demostraron una fuerza de resistencia admirable. Se registraron algunas apostasías, pero en su mayoría las comunidades se mantuvieron fieles. Un buen número sacrificó su vida y hubo ejemplos conmovedores que igualan el heroísmo de los primeros mártires cristianos.

IV. Cuarta corriente evangelizadora (s. XIX-XX)

        Un error importante en este período fue solicitar la protección de las potencias europeas invasoras de China. Se llegó a considerar, en la conciencia popular, al cristianismo como un instrumento del imperialismo. Los privilegios otorgados a los misioneros y cristianos causaron un hondo malestar. Dentro de este desacierto se encuentra el haber aceptado para los misioneros rangos y honores debidos a los mandarines (los obispos estaban equiparados a los gobernadores y los misioneros a los intendentes). Si bien los misioneros estaban animados por la buena intención de difundir el cristianismo, los medios empleados no fueron correctos y chocaron con la susceptibilidad china. Esto determinó el surgimiento de una pésima opinión acerca de la religión cristiana, y que se pensara de ella como un instrumento de agresión de las naciones imperialistas. Esta impresión existe todavía hoy en China.

        En 1851, un sínodo no oficial de vicarios apostólicos en Shanghai recomendó la institución de una jerarquía similar a la de Europa, con obispos y arzobispos. Roma desafortunadamente rechazó esta sugerencia por encontrarla demasiado arriesgada. En esta misma época los intereses de las distintas congregaciones prevalecen sobre los de la Iglesia y la misión se toma a sí misma como fin, cayendo en el error de un “congregacionalismo” misional. Otro desacierto fue la “occidentalización” del cristianismo: la Iglesia se presenta con características occidentales en las expresiones del culto (liturgia, ritos, música, arte), la catequesis, la teología; falta una verdadera asunción de la cultura y de los valores tradicionales chinos, fruto de una mentalidad occidental, sobre todo norteamericana, que no se adapta a las costumbres y a las situaciones locales.  A todo  esto se suma la falta de influencia intelectual del catolicismo, actividad en la cual se destacaron los protestantes.

        Como aciertos de esta época, se da un apoyo de la Iglesia a la inculturación. Así Mons. Celso Constantini, delegado de la Santa Sede, inicia una nueva metodología que aconsejaba una separación progresiva de la protección e intervención de las naciones imperialistas; el establecimiento de una jerarquía autóctona; respetar el genio y lo bueno existente en las tradiciones chinas y en su patrimonio cultural; y finalmente adoptar un método conforme a las tradiciones apostólicas, con un estilo de vida más sencillo y la participación activa de los laicos.

        Todo esto produjo intensos propósitos de inculturación y grandes apóstoles de la misma, como el ejemplo del beato Freinademetz, quien se propuso hacerse “chino con los chinos” y no ver la realidad con ojos europeos. Para él hay que “sentir y pensar como los chinos”. Así también merecen un lugar especial los padres del PIME.

        La preparación de un clero chino tuvo una importancia radical. Y cuando Pío XI, en 1926, consagra 6 obispos chinos instituyendo la jerarquía autóctona, inauguró una nueva era de gran dimensión para la historia de la Iglesia en China. A su vez, los misioneros intentaron crear una corriente de pensamiento católico, enraizado en la cultura china, que influyera en el país. Se funda, en 1908, la primera universidad católica; y en 1927, en Pekín, se funda la universidad católica con el nombre de Fu Jen.

        Dentro de otros aspectos, se realiza una activa pastoral juvenil, se movilizó a la juventud a la misión bajo la Acción Católica en sus distintas ramas. El delegado apostólico también alentó a los artistas a despojar el arte sacro de sus formas extranjeras, como así también la música.

V. Quinta corriente evangelizadora (desde 1948 a hoy)

        Me resulta difícil referirme a esta quinta corriente todavía en curso ya que falta la necesaria perspectiva histórica para valorarla correctamente.

2. La clave de la evangelización de China es Gaudium et Spes 36.

        Estimo que la “carta magna” para la actual evangelización de China (además de Evangelii nuntiandi y Redemptoris missio) es la Constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual, particularmente en el n. 36 que trata sobre “La justa autonomía de la realidad terrena”.

        Allí se enseña:

1. “Muchos de nuestros contemporáneos parecen temer que, por una excesivamente estrecha vinculación entre la actividad humana y la religión, sufra trabas la autonomía del hombre, de la sociedad o de la ciencia“.

        Es muy comprensible que, entre quienes no tienen fe en Dios, ni en el misterio del Verbo encarnado, no se perciba con claridad el hecho de que existe una doble realidad, natural y sobrenatural, “sin confusión, sin cambio, sin división, sin separación, en modo alguna borrada la diferencia de naturalezas por causa de la unión, sino conservando, más bien, cada naturaleza su propiedad…” (1). Así es que casi les resulta imposible entender que hay una doble comunidad: una, política, y, otra espiritual; y que el cristiano es hombre de dos Reinos, el de su patria terrena, a la que debe amarla hasta dar su vida por ella si es necesario, y la patria celestial. Ambos amores no se contraponen, sino que se coordinan en una síntesis superior. Resulta muy difícil comprender que ambas fidelidades se ayudan recíprocamente y se complementan maravillosamente en el mismo ser humano.

2. “Si por autonomía de la realidad se quiere decir que las cosas creadas y la sociedad misma gozan de propias leyes y valores, que el hombre ha de descubrir, emplear y ordenar poco a poco, es absolutamente legítima esta exigencia de autonomía“.

        Es una consecuencia de nuestra fe el reconocimiento, leal y fiel, de que el hombre, la sociedad civil, la ciencia, etc. tienen leyes y valores propios que hay de descubrir, emplear, defender, ordenar, respetar, valorar, etc. Y es absolutamente legítima esa autonomía de las realidades temporales, terrenas. Es la realidad del binomio naturaleza y gracia.

3. “No es sólo que la reclamen imperiosamente los hombres de nuestro tiempo. Es que además responde a la voluntad del Creador. Pues, por la propia naturaleza de la creación, todas las cosas están dotadas de consistencia, verdad y bondad propias y de un propio orden regulado, que el hombre debe respetar con el reconocimiento de la metodología particular de cada ciencia o arte“.

        Ello es así no porque lo exijan en la actualidad los hombres. Sino, por razones de mayor hondura: a- Es voluntad de Dios; b- Lo exige la naturaleza misma de la creación, por la que todo tiene consistencia, verdad y bondad propias; c- Tienen un propio orden. La fuerza de las cosas reclaman y exigen tal autonomía. Y su falta de respeto es un atentado a la naturaleza y es un atentado contra el Autor de la naturaleza: Dios.

4. “Por ello, la investigación metódica en todos los campos del saber, si está realizada de una forma auténticamente científica y conforme a las normas morales, nunca será en realidad contraria a la fe, porque las realidades profanas y las de la fe tienen su origen en un mismo Dios“.

        El Autor, tanto de las realidades profanas como de las realidades de fe, es el mismo, por tanto, no hay posibilidad alguna de colisión entre ambas realidades (2). Como no debería haber problemas entre la sociedad civil y la Iglesia si se respetase la realidad de cada una. “Que no arrebata los reinos temporales, Quien viene a traer el reino celestial” (3). Lamentablemente en el pasado se cometieron errores de ambas partes. Errores de los cuales los hombres nunca estaremos libres de volver a cometer.

5. “Más aún, quien con perseverancia y humildad se esfuerza por penetrar en los secretos de la realidad, está llevado, aun sin saberlo, como por la mano de Dios, quien, sosteniendo todas las cosas, da a todas ellas el ser. Son, a este respecto, de deplorar ciertas actitudes que, por no comprender bien el sentido de la legítima autonomía de la ciencia, se han dado algunas veces entre los propios cristianos; actitudes que, seguidas de agrias polémicas, indujeron a muchos a establecer una oposición entre la ciencia y la fe“.

        Este tema está magníficamente explicitado en la reciente encíclica de Juan Pablo II “Fides et ratio”.

6. “Pero si autonomía de lo temporal quiere decir que la realidad creada es independiente de Dios y que los hombres pueden usarla sin referencia al Creador, no hay creyente alguno a quien se le oculte la falsedad envuelta en tales palabras“.

        Absorber en la realidad profana la realidad sagrada es el esfuerzo de toda gnosis y una de las permanentes tentaciones del espíritu humano.

7. “La criatura sin el Creador desaparece. Por lo demás, cuantos creen en Dios, sea cual fuere su religión, escucharon siempre la manifestación de la voz de Dios en el lenguaje de la creación. Más aún, por el olvido de Dios la propia criatura queda oscurecida“.

        Cuando se pretende separar a la criatura del Creador, la criatura desaparece, se disuelve, se difumina. Dios es el que ilumina con luz siempre nueva toda la creación, incluso, la sociedad civil.

        Nunca el asiático Jesucristo hará mal a la gran China, porque siempre, todo lo que obró ha sido bueno y muy bueno, a pesar de sus malos instrumentos que somos nosotros. También la asiática María de Jerusalén es Madre del gran pueblo chino.

3. Epílogo

        En fin, hemos tenido la inmensa gracia de Dios de conocer algo del país continente, China. Lo que más nos llamó la atención fue su gente. Mucha gente por todos lados. La mayoría con una sonrisa en los labios. Y nos parecía oír las palabras del Salvador del mundo: “Alzad vuestros ojos y contemplad los campos, que ya están blanquecinos para la siega” (Jn 4, 35), y aquellas otras: “… tengo otras ovejas… es preciso que yo las traiga y oirán mi voz, y habrá un solo rebaño y un solo pastor” (Jn 10, 16). ¡En todas partes me parecía percibir las ‘semillas del Verbo’! ¡Ya está dada la ‘preparatio Evangelica’! ¡Cuántos de ellos pertenecerán al alma de la Iglesia! Y, a pesar de las grandes diferencias culturales y lingüísticas, me parecía estar en mi propia Patria. ¡Cuánto más se sentirán en su propia Patria el asiático Jesús de Nazareth y la asiática María de Judá! ¡En China, Cristo quiere ser chino! Los chinos no podrán percibirlo como extranjero.

                                                                                                                               


Notas

* Artículo publicado en el primer número de la revista “La unión del cielo y la tierra”, editada por los sacerdotes del IVE que se encuentran misionando en China.

(1) Concilio de Calcedonia, Dz. 148.
(2) Es muy útil leer Gilberth K. Chesterton, Santo Tomás de Aquino.
(2) Himno de Epifanía