misionero Diego Cano

Misioneros en lejanos países

Misioneros en lejanos países

Villa de Luján, 22 de abril de 1994

1 – Según los Santos Evangelios

Hay palabras del Señor que quedan en el alma católica con fuerza particular, por ejemplo, las que se refieren al mandato misional de Cristo resucitado, a los Apóstoles:

– ‘me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, por todo el mundo, y haced discípulos a todas las gentes. Sabed que yo estoy con vosotros todos los dias hasta el fin del mundo’ (Mt 28, 18-20).

– ‘y les dijo: «id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación. El que crea y sea bautizado, se salvará; el que no crea, se condenará’ (Mc 16, 15-16).

– ‘y les dijo: «así está escrito que el Cristo padeciera y resucitara de entre los muertos al tercer día y se predicara en su nombre la conversión para perdón de los pecados a todas las naciones, empezando desde Jerusalén. Vosotros sois testigos de estas cosas. Mirad, y voy a enviar sobre vosotros la Promesa de mi Padre. Por vuestra parte permaneced en la ciudad hasta que seáis revestidos de poder desde lo alto.»’ (Lc 24, 46-49).

– ‘Jesús les dijo otra vez: «la paz con vosotros. Como el Padre me envió, también yo os envío.» Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.»’ (Jn 20, 21-23).

Dos elementos en común tienen estos cuatro textos:

1º La dimensión universal de la tarea encomendada a los Apóstoles: ‘A todas las gentes…’, ‘por todo el mundo… a toda la creación…’, ‘a todas las naciones’ (Act 1, 8). Como muy bien dice José María Pemán:

‘mientras exista un confín
de tierra sin alabar
al que nos vino a salvar,
la tierra no tiene fin’.

2º ‘La certeza dada por el Señor de que en esa tarea ellos no estarán solos, sino que recibirán la fuerza y los medios para desarrollar su misión’. Para ello da la presencia y el poder del Espíritu y la ayuda de Jesús‘…colaborando el Señor con ellos’ ( Mc 16, 20).

Las diversas acentuaciones de los cuatro textos, en resumen, son las siguientes:

– en Mateo el acento misional está puesto en la fundación de la Iglesia y en su enseñanza.
– en Marcos se presenta la misión como proclamación o kerigma.
– en Lucas la misión se presenta como testimonio.
– en Juan resalta el ‘mandato’ (= misión), lo que Él recibió del Padre lo confía a los Apóstoles.

2 – ¿Qué experimentamos nosotros?

Nuestra pequeña familia religiosa ha tenido la gracia de poder, en estos cortos diez años de vida, cumplir con el mandato del Señor de manera mucho más espléndida de lo que se podían imaginar los más optimistas. Es así que colaboramos en la misión ‘ad gentes’ en Jerusalén, en Rusia, en China insular, además enviamos,establemente, misioneros a Perú (Arequipa, Chapi, Cusco…), a Estados Unidos (New York, Fall River, California…), a Ucrania, y, proximamente, a Guyana inglesa, a Brasil, a Egipto, a …¡donde Dios quiera!

¿Qué es lo que se experimenta cuando se envía sacerdotes a lugares tan dispares y tan difíciles? Pues varios son los sentimientos más profundos que hay en el alma.

a- Inmensa alegría.

El envío sólo puede hacerse en la fe, y por amor. La fe en el poder de Cristo resucitado y en la fuerza imparable del Espíritu Santo, fe por la que los santos ‘sometieron reinos’ (He 11, 33), fe por la que Abraham: ‘… al ser llamado por Dios, obedeció y salió para el lugar que había de recibir en herencia, y salió sin saber a dónde iba. Por la fe, peregrinó por la Tierra Prometida como en tierra extraña, habitando en tiendas, lo mismo que Isaac y Jacob, coherederos de las mismas promesas. Pues esperaba la ciudad asentada sobre cimientos, cuyo arquitecto y constructor es Dios’ (He 11, 8-10). Y por el amor ‘…que no morirá jamás’ (1 Co 13, 8), como dice San Agustín: ‘Contra la fuerza de la caridad, el mundo no puede hacer nada’. Por amor a Dios y por amor a los hombres.

De la fe y del amor brota una alegría incontenible…¡poder poner nuestro granito de arena en la gran obra de la misión! Alegría de la que participan todos los que son realmente miembros de nuestra familia religiosa. Alegría que se palpa cuando se lee alguna crónica de las misiones, cuando nos mandan fotos o videos y de mil maneras más. Alegría inconmensurable … ‘os envío…’

Alguien podría decir que somos pocos, que no estamos preparados, y que ante la magnitud de la empresa somos sólo una gota de agua en el océano, sí, le podemos responder con palabras de la Madre Teresa de Calcuta: ‘somos una gota de agua en el océano, pero sin nosotros el océano tendría una gota de agua menos’.

b- Confianza ilimitada en Dios.

Fundamentándonos en la Palabra de Dios ‘…y no puede fallar la Escritura’ (Jn 10, 35), en el Resucitado y en el Espíritu, tenemos una confianza inconmovible en que la providencia de Dios dará todo lo necesario para que nuestros sacerdotes puedan desempeñar cumplidamente su misión. Día a día experimentamos aquí la mano amorosa de nuestro Padre del cielo, que no nos deja faltar nada, pues lo mismo sucede en otras partes del globo terraqueo: ‘mirad las aves del cielo: no siembran, ni cosechan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellas?… Observad los lirios del campo, cómo crecen; no se fatigan, ni hilan. Pero yo os digo que ni Salomón, en toda su gloria, se vistió como uno de ellos. Pues si a la hierba del campo, que hoy es y mañana se echa al horno, Dios así la viste, ¿no lo hará mucho más con vosotros, hombres de poca fe?. No andéis, pues, preocupados diciendo: ¿qué vamos a comer?, ¿qué vamos a beber?, ¿con qué vamos a vestirnos? Que por todas esas cosas se afanan los gentiles…‘(Mt 6, 26 y ss.).

Ciertamente que las dificultades que se encuentran son muchas y muy arduas, idiomas extranjeros intrincados, costumbres distintas, miserias clamorosas, complicaciones políticas, arbitrariedades de todo tipo, falta de apoyos humanos, lejanía de la madre patria y de los amigos, climas muy frios o muy calurosos, muy secos y muy húmedos, etc., pero muy por encima de todo ello está Dios ‘que hace salir su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos’ (Mt 5, 45). Ante esto siempre recordamos un hecho en la vida de San José de Cupertino, aparentemente le habían dado un ‘mal’ destino, cuando alguien se lo hizo notar candorosamente preguntó: ‘¿Dios está allí?’, – ‘Sí’, le respondieron, -‘Entonces para mí es un buen lugar’, replicó.

Nuestros jóvenes sacerdotes se emulan entre ellos queriendo ir a los destinos más difíciles, porque están convencidos que ‘Dios no se deja ganar en generosidad por nadie’. Y así nosotros nos desangramos en misioneros, y en misioneros con grados académicos, pero parafraseando a Tertuliano podemos decir ‘la sangre de misioneros es semilla de cristianos’, es semilla de más vocaciones a la vida consagrada.

Por eso, como leímos que hacía San Bernardo, los enviamos sin dinero, una porque no lo tenemos, y, otra, para que mejor experimenten el poder de Dios que de un confín al otro de la tierra reina con su amorosa providencia.

c- Grandes sueños.

Entendemos que ‘es todo un mundo el que es necesario rehacer desde su fundamento; de salvaje hacerlo humano; de humano hacerlo divino, es, decir según el corazón de Dios’ y para ello hay que trabajar en todos los frentes culturales, educativos, asistenciales, sociales…y hay que estar dispuestos a encarar todos los emprendimientos que sean necesarios.

Por ejemplo, habría que editar en esas lenguas los escritos de la Santos Padres y Doctores de la Iglesia; habría que fundar grandes Universidades y Seminarios; ponerse a la cabeza de los medios de comunicación social; destacarse en el vivir concretamente la caridad de Cristo, especialmente, con los más pobres y necesitados; fundar Parroquias; rescatar y preservar las grandes y valiosas riquezas culturales de esos pueblos, sus idiomas, su folklore, sus artistas, su literatura y teatro, sus sanas costumbres, su liturgia… Tal vez, por el hecho de ser argentinos podremos tener mayor respeto por las legítimas diferencias culturales y, predicando el Evangelio en todo su integridad, al mismo tiempo, cuidar de no imponer la ‘cultura’ occidental, que hace rato dejó de ser cristiana. En Africa pedía el Papa que se cuidasen ‘de las miasmas del liberalismo occidental’.

¿Por qué no se podrá repetir la gesta de los grandes misioneros de todos los tiempos? ¿Será Dios menos fuerte ahora que entonces? ¿Por qué no se podrá reeditar, con genio distinto la obra de ellos? Dios no falla, los que fallamos somos nosotros. Si fue la gracia la que movió a San Ireneo en las Galias; a San Benito en Italia;San Paladio en Escocia; San Patricio en Irlanda; San Agustín de Cantorbery en Inglaterra; San Eloy en Flandes; San Kilien en Franconia; San Willibrordo y San Swibert en Frisia; San Bonifacio en Alemania; San Huberto en Brabante; San Ascanio en Dinamarca y Suecia; los Santos Cirilo y Metodio entre los eslavos; San Meinhart en Livonia; San Otón en Pomerania; los dominicos y franciscanos en Grecia, Armenia, Etiopía, Tartaria, Noruega…en el Congo; en el nuevo mundo San Pedro Claver, San Francisco Solano, Santo Toribio de Mogrovejo; la obra ciclópea de los jesuitas en tantas partes, San Francisco Javier en India, Molucas, Japón…; Mateo Ricci en China; Nobili en la India; San Luis María Grignion de Montfort el oeste de Francia; y otros grandes misioneros como San Vicente Ferrer; San Felipe Neri; San Vicente de Paul; San Francisco de Sales; Francisco Pallú; ; San Alfonso María de Ligorio; San Pablo de la Cruz; San Leonardo de Puerto Mauricio; San Antonio María Claret; San Juan María Vianney; San Gaspar del Búfalo; los Padres Blancos del Card. Lavigerie; los Oblatos de María Inmaculada entre los esquimales; los Picpus en Australia; el Beato Anchietta, los Mártires rioplatenses, el Beato Junípero Serra, San Maximiliano Kolbe; Pío XI, el Papa de las misiones; los Padres del Vaticano II con ‘la Iglesia es esencialmente misionera’; Juan Pablo II, el gran Papa misionero… y miles y miles de grandes misioneros que con la santidad y el genio plantaron la Iglesia de Cristo en los cinco continentes y en las circunstancias más difíciles y más adversas… si la gracia fue lo que los movió y pudieron, ¿por qué no nos podrá mover a nosotros? Creer que uno no puede hacer la misión, es IRRACIONAL y refutado por el ejemplo de tantos otros. Podemos imaginar, como lo hacía San Agustín, que esos santos: ‘se burlaban de mí con cariño y decíanme con ironía: ¿Y tú no podrás lo que pudieron éstos y éstas? ¿Acaso éstos y éstas lo pudieron por sí mismos y no en su Dios y Señor? Confías en tí mismo y por eso dudas. ¡Arrójate en su seno! No temas que se aparte y caigas. Arrójate seguro; Él te recibirá y te sanará’.

d- Comunión.

Ninguno de nuestro Padres misioneros se considera solo o aislado, aún en medio de las heladas estepas rusas, o navegando en un junco, o atravesando un desierto de sal y de arena… toda nuestra familia religiosa está con él.

Hay, por decirlo así, momentos fuertes de comunión. El principal es la Santa Misa donde todos participamos del mismo y único sacrificio de Cristo, donde todos comemos y bebemos de su mismo y único Cuerpo y Sangre: ‘porque aun siendo muchos, un solo pan y un solo cuerpo somos, pues todos participamos de un solo pan’ (1 Co 10, 17). ¡Unidad inefable!

Nos sabemos íntimamente unidos en Cristo y en la Virgen, en el Cuerpo físico y en el Cuerpo místico de Cristo, en la fe , esperanza y caridad, en el Colegio Episcopal del que formamos parte en nuestro grado: ‘todos los sacerdotes … están adscriptos al Cuerpo Episcopal…’, en ser ‘sucesores de los Apóstoles en el sacerdocio a quienes fue dado el poder de consagrar, ofrecer y administrar el Cuerpo y Sangre del Señor, así como el de perdonar o retener los pecados…’, en la misma consagración y misión.

Vivimos en muy distintos husos horarios, algunos en las antípodas, en distintos hemisferios, en oriente y occidente, en el norte y en el sur, con muy distintos niveles de vida, en variadas lenguas: árabe, inglesa, italiana, española, china (taiwanes y mandarín), rusa, ucraniana, quechua, etc., pero ‘todos somos uno en Cristo Jesús’ (Ga 3, 28). A pesar de la lejanía experimentamos lo del Salmo: ‘¡oh, qué bueno, qué dulce habitar los hermanos todos juntos!’ (Ps 133, 1), pero aún más, podemos decir que gracias a la lejanía, más se aumenta nuestra unión, porque como decía un escritor francés el amor es a la distancia lo que el fuego es al viento, si el amor es pequeño la distancia lo apaga, pero si es grande la distancia lo aviva.

3 – Incomprensiones.

Como suele suceder ante las cosas que no ocurren habitualmente algunos no comprenden que, habiendo tanta necesidad de sacerdotes en la Argentina, los nuestros vayan a otras partes. A ellos les decimos que vamos a donde nos piden los Obispos, nosotros no podemos entrar en ninguna Diócesis a menos de ser llamados por el responsable de la misma. Estimamos que es sumamente providencial que no nos llamen los Obispos argentinos, poque en caso contrario probablemente no habríamos fundado en el exterior, y, además, estamos convencidos que el Dios que no se deja ganar en generosidad, a través de los nuestros, bendecirá más abundantemente la Iglesia que peregrina en la Argentina. Tal vez no esté tan lejano el día en que no seamos extranjeros en nuestro propio país. De hecho a nosotros nos bendice con vocaciones de Perú, Chile, México, España, Italia, Inglaterra, Estados Unidos, etc.

Uno nos acusó de practicar ‘un internacionalismo forzado’, ese tal parece no darse cuenta que vivir aquí en San Rafael es ‘un nacionalismo forzado’. Pero fuera de bromas en nuestra Congregación nadie es obligado a vivir fuera del país. Hemos tenido 1 (un) caso de no adaptación en un país extranjero y, cuando nos enteramos, le dijimos que volviese. Y si volviese a reiterarse esa situación, todos nuestros religiosos saben que volveríamos a hacer lo mismo. Por gracia de Dios con el número de vocaciones que tenemos podemos hacer esto, sin mayores dificultades.

A algún otro le pareció una imprudencia mandar jóvenes sacerdotes a Rusia sin saber el idioma y resulta que ¡a los 6 (seis) meses ya traducen a Vladimir Soloviof! Nos hacen pensar en aquello del Evangelio ‘…atan pesadas cargas… pero ellos ni con un dedo hacen por moverlas’ (Mt 23, 4).

Otros han dicho que mandamos al exterior a los sacerdotes ‘que nos hacen sombra’, así lo han dicho de los Padres Walker, Sergio Perez, Mazzeo, etc. El primero es Provincial de nuestra provincia anglófona, viajó para hacer los contactos con los señores Obispos de Chicago, California, Fall River, China, Guyana, etc. y está estudiando, ¡nada menos!, que en la Fordham University de New York. El segundo, luego de licenciarse, con altas notas, en Patrística, es el superior del Monasterio contemplativo de Los Coroneles y miembro del Consejo General. El tercero, junto con el Padre Sack está en Buguruslam (Rusia) donde por primera vez en la historia, gracias a ellos, se creó una Parroquia, ‘Santos Pedro y Pablo’. Esto lo afirman algunos que viven acobachados en las cuatro paredes de sus cuartos enmohecidos. Ignoran que para poder fundar en lugares tan difíciles hay que mandar a los mejores. ¿Por qué hay gente que, sin fundamento, emiten tales juicios? Tal vez porque a ellos le ‘hacen sombra’ hasta las plantitas ‘Bonsai’. Las almas grandes, por el contrario, se engrandecen más al tener al lado a los mejores, y el tener a los mejores les engrandece más el alma. Sócrates fue más grande por tener por discípulo a Platón. A Platón no lo hizo chico el tener por discípulo a Aristóteles, y éste fue más grande por tenerlo por discípulo a Alejandro Magno. El padre espiritual auténtico encuentra su mayor gozo al saber que sus hijos espirituales son mucho mejores que él. Los que no tienen hijos nunca sabrán esto. ¿Acaso se disminuyó San Alberto Magno por tener un alumno como Santo Tomás de Aquino? ¿O Blanca de Castilla por tener como hijo a San Luis, Rey de Francia? Hay que tener alma de ratón para poder pensar lo contrario.

Nosotros debemos creer en las palabras de Jesucristo: ‘Id por todo el mundo…’ (Mc 16, 15) y no en estos aprendices de gurú que mientras la Iglesia arde por los cuatro costados, se están preguntando por la composición química del agua -como decía Mons. León Kruk-; y en vez de prender una vela maldicen la oscuridad. ‘Id por todo el mundo…’ dijo el mismo que dijo: ‘el cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán’ (Mt 24, 35), que es el Único que tiene ‘palabras de vida eterna’ (Jn 6, 68).