vocaciones

Que hay que hacer para no tener vocaciones

 Homilía pronunciada por el p. Carlos Miguel Buela, el domingo del IV de Pascua, XXXVI Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, en el Seminario «María, Madre del Verbo Encarnado».

Hoy quiero hacer un sermón peligroso. En rigor de verdad es un anti-sermón, porque  mi finalidad es mover a los que me escuchan a que NO HAGAN NUNCA lo que voy a decir. Además, como estos son tiempos de peligros y asechanzas, para que no se me interprete mal, y para no  herir suspicacias, desde el mismo comienzo declaro que sólo me dirijo a ustedes, no pretendo hacer ningún tiro por elevación, ni referirme a otras instituciones, ni criticarlas. Corresponde que diga la frase cliché: «cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia».

Pero aún más. Para evitar cualquier malentendido y evitar efectos no queridos y no buscados, me voy a dirigir solamente al Rector de nuestro Seminario mayor «María, Madre del Verbo Encarnado».

Querido Padre Elvio Fontana:

Hoy, 4to. Domingo de Pascua, domingo del Buen Pastor, la Iglesia toda reza en la XXXVI Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones. En este día quiero decirte lo que, a mí modo de ver, hay que hacer para no tener vocaciones.

 1. Acerca de la captación vocacional:

Como «la vida engendra la vida»1, la manera más eficaz para que no se despierten  vocaciones de especial consagración es formar comunidades sin vida, sin ningún entusiasmo, lo cual se logra con una pastoral de mantenimiento, que es lo mismo que pastoral del «no hagan olas». Sin incisividad, sin actualidad, sin contacto con los seres concretos de carne y hueso, de esta época. En fin, una pastoral nominalista, de escritorio, una pastoral de espera y no de propuesta, una pastoral superficial que no cale hondo, una pastoral no entusiasmante.

Para ello el sacerdote no debe ser padre, no debe ser hermano, ni amigo, ni pastor. Así no trasmitirá vida, ni fraternidad, ni amor de amistad, ni dará la vida por nadie. Lo cual se logra al no tener fe viva, ni esperanza invencible, ni caridad ardiente. Así se vivirá un cristianismo triste, sin grandes ideales, burgués, formalista, exterior. Sin frutos notables.

Ayuda mucho para ahuyentar las vocaciones presentar las dificultades del ministerio sacerdotal y de la vida religiosa como insuperables, no creyendo que la gracia de Dios puede más que todas las dificultades. También ayuda el dar la impresión de que hay que ser digno para poder pensar en una eventual vocación (¡cómo si hubiese alguien digno!).

 2. Acerca de la naturaleza de la vocación:

No creer que las vocaciones consagradas son obra de Dios, sino obra de los hombres, obra meramente humana. Éste es el punto crucial. De esta manera, rezar para que Dios envíe vocaciones no será lo más importante. A lo más, algunos,  rezarán como los mesalianos sin poner medios eficaces para alcanzar lo que piden. Se privilegiará la propaganda publicitaria, incluso con mucho mal gusto, algunas poco inteligentes, otras ridículas, otras irreverentes, otras irreales, otras hilarantes. Te ofrezco algunos ejemplos que puedes tener en cuenta:

a) Quizás puedas editar una propaganda vocacional acompañada de viñetas con mensaje «subliminal» como ésta:  «Si no sabes hablar (figura de un tartamudo); si crees tener poca edad (dibujo de un bebé); si te sientes incapaz (dibujo de un niño que no puede levantar una torre con sus cubos); si te sentís débil (dibujo de un debilucho tirado en el piso); atado; confundido; poco importante (dibujo de una persona escondida en un tacho de basura); ¡PERO!, estás en búsqueda, te importan los demás y quieres entregar lo más grande que tienes, ¡VEN Y SÍGUEME! Firmado: Jesús. ¡PIÉNSALO! STOP»;

b) O tal vez, para mayor marketing puedes probar con esta propaganda vocacional de USA: «WE’RE LOOKING FOR A FEW STRONG MEN!» («¡ESTAMOS BUSCANDO HOMBRES FUERTES!»). Sale una foto de un sacerdote vistiendo de blue jeans, con gorra roja, camisa escocesa sobre una negra camisa clerical con riguroso clergyman –condición necesaria, a pesar del ridículo, para identificar al personaje como sacerdote–, con sus pies en remojo en un fuentón, lo que probablemente quiera indicar su cansancio tras una larga caminata con sus jóvenes campamenteros, que le asedian por arriba, por el costado…, uno con una mochila, otro con una caña de pescar, otro jugando con una viborita… Y el sacerdote mirando hacia arriba, resignado, como diciendo: «¡lo que tengo que aguantar!»;

c) O tal vez con esta otra: «DIOS AL TELÉFONO». «¿Qué pasa con tu número cuando Dios te llama? “OCUPADO”. Más tarde, Señor… Ahora estoy ocupado. Cuando termine. Tal vez, mañana. “SIN TONO”. Fuera de onda. Desconectado. Apático. Frío. Desganado. “EQUIVOCADO”. No… No soy yo… –número equivocado. No insista. Cuelgue por favor. “NO CONTESTAN”. Timbre insistente. Silencio. Egoísmo. Sordera para Dios. Rechazo. “COLGARON”. Clic! ¡No! Ruptura con Dios. Desamor. Diálogo interrumpido. En cambio, cuando Él te hable, para lo que sea, contéstale: Hola… sí, soy yo. Te escucho. Aquí estoy. Habla Señor. Sí… Sí… como quieras, así sea, con todo gusto. Por Ti, mi Dios, por mi hogar, por mi Patria, por el mundo. Hasta luego… Señor»;

d) Otra propaganda presenta a religiosos vestidos correctamente con sus respectivos hábitos clericales (sotana, baberito, crucifijo, o rosario con los quince misterios…), cuando en realidad algún que otro anciano de tales congregaciones usa todavía el hábito propio, que tanto llaman la atención y tanto agrada su uso entre los fieles, abandonado por los de menos edad, que han preferido a cambio una crucecita en la solapa, ¡cuando mucho…!;

e) Otra: «More Life than you Ever Imagined…» («Más vida que la que te hayas imaginado…»). A continuación, una foto realmente inimaginable de cuatro monjas mayores: una tocando una corneta, otra un violín, otra una guitarra, otra una bandolina. Seguidamente, la invitación: Is God inviting you to consider the … life?» («¿Acaso Dios te invita a que consideres la vida …?»);

f) Y por último, aunque hay muchos ejemplos más, un dibujo de un físico culturista que podría ser Silvester Stallone o un Arnold Schwarzenegger levantando con los brazos extendidos y tensos por encima de la cabeza una barra con enormes pesas en los extremos, con la siguiente inscripción: «La Iglesia necesita de gente valiente y decidida. ¿Piensas tú que Cristo dijo éstas palabras a gente débil? “El Reino de Dios se alcanza a la fuerza y solamente los esforzados entran en él”. SI QUIERES ACEPTAR EL DESAFÍO QUE CRISTO TE OFRECE, ESCRÍBENOS O ACÉRCATE A: …».

Una mera propaganda externa, de muy poco sirve, para despertar vocaciones.

Si la vocación no es obra principalmente de Dios, no se han de buscar seguidores exclusivamente de Jesucristo, sino obsecuentes de uno mismo. Pretender que sigan a una mera persona humana es la mejor disposición para que no nos siga nadie. Sólo el seguimiento exclusivo de Jesucristo hace posible que el hombre, varón y mujer, se decida y persevere en una vocación que excede las fuerzas humanas.

Para no tener vocaciones, debes presentar la vida sacerdotal y religiosa color rosa. Todo consolación y resurrección. Toda alegría y comprensión. Todo éxitos, bonanza y facilismo. No decir nunca que es cruz, y después cruz, y por último, cruz, y siempre, cruz. Y que hay que estar dispuestos a crucificarse con Cristo, día a día, minuto a minuto. Y que hay mucho para penar, para dolerse y para llorar porque los sacerdotes son «los ojos de la Iglesia, cuyo oficio es llorar los males todos que vienen al cuerpo»2.

Para no tener vocaciones, debes coaccionar a los candidatos buscando, indebidamente, de convencerlos que tienen vocación (aún cuando se vea que no tienen idoneidad). Es decir, teniendo por el candidato un interés que se ve que Dios no tiene (porque si no tiene idoneidad es porque Dios no se la dio). Y con melindres, suspicacias y sutilezas no aconsejarle, vivamente, que no entre o que salga, cuanto antes, del Seminario. Esos que claramente no tienen vocación serán ocasión de que muchos otros la pierdan. Y los superiores que no cuiden, tempestivamente, que sólo queden los que tienen vocación probada, al perder la confianza de los buenos en su capacidad de discernir las vocaciones, también se convierten en ocasión de que otros la pierdan. No hay cosa, tal vez, que haga perder más vocaciones en los Seminarios, que los superiores cuando se vuelven «perros mudos»3.

Aunque a decir verdad la costumbre más extendida es dilatar la entrada, justamente, porque no se cree o se duda de que es Dios el que llama. Cuando llama Dios se requiere una respuesta al estilo de los Apóstoles: «Ellos dejaron al instante las redes y le siguieron» (Mt 4, 20), y San Pablo: «… al instante, sin pedir consejo ni a la carne ni a la sangre…» (Gal 1, 16). Cuando se pretende que las vocaciones maduren en el mundo, el mundo, generalmente, se traga las vocaciones.

Incluso hay algunos que directamente dicen que un candidato no tiene vocación y no por que hayan comprobado que no hay idoneidad, sino por otras razones subjetivas de ellos. Porque les parece, por pálpito, por corazonada, por no simpatizar con el candidato, o porque creen que tienen el don de la cardiognosis. Si son jóvenes porque son jóvenes; si mayorcitos porque tienen mucha edad. Conocemos el caso de Jean Luc:

– «Vos pensás que tenés vocación porque tu hermano es sacerdote», le dijo un obispo;

– «Pero yo entré primero al Seminario»;

– «¿¡?!…Sé un buen laico».

En la actualidad es el primer sacerdote incardinado en Asia Central.

3. Acerca de la pastoral vocacional:

Seguir haciendo esa suerte de reclutamiento o leva masivos, sin discernimiento, o sea, sin hacer selección. O peor aún, tener discernimiento estrábico, es decir, hacer selección, pero al revés, desechando a los buenos y aceptando a los que no tienen subiecto. Algunos ponen límites artificiales, como la edad, los oficios, la historia precedente… y  multiplican, sin ton ni son, las normas para la admisión, de tal modo que crean, de hecho, impedimentos insalvables. Por ejemplo:

– «NN. dice que no hay que ordenar hasta que el candidato tenga 28 años (El Código de Derecho Canónico pide sólo 25 años), pero yo pienso que tendría que exigirse tener 30 años porque recién allí se puede considerar maduro a un candidato y se puede esperar más en su perseverancia».

– «¿Usted propone hacer lo que hacen los jesuitas?».

– «Eso mismo, ¡hombre!, ¡qué formación tienen!»,

– «Pero, ¡durante el generalato del P. Arrupe dejaron el ministerio más de 12.000 jesuitas ordenados a los 30 años!

– «¡¿?!».

Por ejemplo, algunos dicen que si ya entró algún familiar no hay que dejar entrar a otro porque está influenciado por el primero. No dejan entrar a los primos hermanos, con lo que no tendrían vocación apostólica los Apóstoles Santiago primos hermanos del Señor; ni tampoco si son hermanos, con lo que no tendrían vocación apostólica Pedro y Andrés, Santiago y Juan; otros no aceptan a los hijos únicos, con lo que si nuestro Señor hoy pidiese entrar a un seminario no sería admitido.

O afirmar rotundamente: «Aquí por tres generaciones no habrá vocaciones» (menos mal que no pensó así nuestro Señor, ni los Apóstoles; todavía se estaría por fundar la Iglesia).

Nunca digas –«aquellos, de tal Congregación, son malos», porque les harás una propaganda gratuita (¡cómo les ha pasado a muchos de los que me están escuchando!) y tendrán muchas vocaciones y después tendrás que inventarte excusas para justificar tu esterilidad, y dirás: «ambiente cálido»…, «los atraen con música y deporte…», «ahora se los ve bien, pero ¿dentro de 50 años…?»,  «les lavan el cerebro», «algo raro hacen, dónde van tienen vocaciones y nosotros ninguna»…

Lo que voy a decir ahora es infalible para no tener vocaciones: ¡dejar que el Seminario se llene de tipos «alcanzame la polvera»! Cuando lleguen a formar grupo verás como proliferan las murmuraciones, los despechos, los resentimientos, verás un clima de intrigas palaciegas y suspicacias retorcidas, se pincharán con la pestaña todo el día, los verás meneándose acompasadamente y sacando el cuero a cuanto se les cruce por delante y, entonces: ¡Chau, misión! Y los que se respeten un poco se irán y no tendrás que estar dando de comer a 150 seminaristas hambrientos. En algunos lados se prefiere a los «masculinos, pero no fanáticos» porque piensan que no les traen problemas y los pueden manejar a gusto, y rechazan a los que tienen personalidad, porque tienen miedo  que quieran pasar por encima de su autoridad.

4. Acerca de la formación:

Éste tal vez sea el punctum dolens del tema, como dijera Juan Pablo II:  «…es preciso encontrar para estas vocaciones una formación adecuada. Diría que la condición de una verdadera vocación es también una formación justa. Si no la encontramos, las vocaciones no llegan y la Providencia no nos las da».4

Tener un equipo de formadores heterogéneo y si son de tendencias contrapuestas, mejor aún, así los seminaristas podrán hacer, como suelen hacer los hijos de padres separados, que piden permiso a uno y a otro, hasta obtener lo que quieren. Aunque también se da la postura contraria, una homogeneidad tal que impida toda legítima diversidad, cortando a todos por un mismo molde. La exclusión de las legítimas diferencias, siempre produce marginados, a los que luego fatalmente tendrás que discriminar.

Deben ser distantes: atendiendo a los seminaristas desde detrás del escritorio. Que pongan énfasis en lo meramente exterior y secundario. Que sean mentirosos, de tal manera que nadie les crea y se destruya la convivencia concorde. Que desarrollen en el Seminario un clima policial, de espionaje, de delación, de acepción de personas. Que sean avinagrados, de mal humor. Que se les deba rendir pleitesía. Que desconfíen de todos ya que la desconfianza por sistema hace desaparecen las relaciones filiales, fraternas y paternales, propias de un clima de familia. De manera especial, que no vivan la virtud de la eutrapelia, de tal manera que estén todos tensionados, con stress, como quien dice, trepándose las paredes. No alentar el canto y menos el canto con júbilo, o confundir los roles: en la Misa cantos folklóricos, de campamento, o profanos; y en el comedor, polifónicos o gregoriano. Hay una cierta gnosis musical, que ayuda a mezclar las cabezas.

En lo doctrinal: instalar la convicción de que está todo en crisis, que no hay certezas sobre nada, que todo es opinable, que sólo vale la búsqueda, pero siempre que no se encuentre nada, dedicar grandes panegíricos a las ideologías de moda, al último artículo de teología que apareció en la última revista de última. Si alguno cae en el pecado imperdonable de tener alguna certeza, sin más echarlo, porque es un soberbio. La Biblia que sea todo midrash y hay que desmitologizarla, o sea, nada de histórico ni de sobrenatural. Nada de metafísica, ni de estética. Sólo sentimientos y el kitsch, el mal gusto. Nada de Santo Tomás, aunque es más elegante nombrarlo un poco, dándoles a los jóvenes la impresión de que lo conocen. No hay nada más explosivo que las mezclas gnósticas que producen cabezas gnósticas.

En lo espiritual: trabajar para que no tengan «motor propio», en especial, no dándoles una auténtica espiritualidad sacerdotal, tan solo, a lo más, un barniz de espiritualidad laical. Nada de los clásicos de la espiritualidad, basta y sobra con algunos de los caracterizados best-seller sincretistas de moda. Que no haya recia disciplina, que cada uno elija la hora en que quiere levantarse, si participar o no de la Misa y demás actos de oración. Que los ejercicios espirituales sean compartidos entre todos, sin silencio y sin penitencia.

Borrada la espiritualidad sacerdotal, hay que atosigarlos con toda la problemática temporal, que es directa competencia de los laicos. Que desaparezca de sus vidas el horizonte de lo sobrenatural. Así dejaran de tener motivos válidos para una vocación de especial consagración. Para ello, también sirve mucho jugar con lo sagrado, ridiculizar, ironizar, hacer chistes con las cosas sagradas: Biblia, Tradición, Magisterio, Santos Padres, Doctores, Liturgia, los Santos, la virginidad consagrada… todo lo sagrado hay que hacerlo, dosificadamente, ocasión de burla. Cuando se logre que jueguen con lo sagrado, nada tendrán por sagrado y ni su vocación, ni sus personas, ni sus promesas serán sagradas. Hay que trabajar para que no pierdan el tiempo pensando en la eternidad, en las postrimerías, ya que, como toda verdadera vocación de especial consagración, constitutivamente está como entretejida con lo eterno, quitado éste, desaparece aquella.

Que no ayuden en concreto a los pobres, porque sino la opción preferencial por ellos deja de ser ideología y vivir en concreto la caridad con los más necesitados les dará un corazón sacerdotal compasivo con las necesidades del prójimo. Y por atender a sus pobres Dios te dará vocaciones y la perseverancia de las mismas.

De manera especial, hay que evitar por todos los medios que se les predique sobre la presencia verdadera, real y sustancial de Jesucristo en la Eucaristía, y particularmente, sobre el hecho de que la Eucaristía es sacrificio. Como el acto principal del sacerdote es el sacrificio 5, quitándoseles el sacrificio pierde su razón de ser el querer ser sacerdotes (por eso en estos tiempos, la única gran religión monoteísta que tiene sacerdotes es el cristianismo – los católicos y los ortodoxos son los únicos que tienen sacerdocio válido–, mientras que los judíos y los musulmanes no tienen sacerdocio, porque no tienen sacrificio; los rabinos y los muecines sólo tienen oficio magisterial). Si no le tienen una gran devoción a la Eucaristía, no hay manera de que aprendan lo que es la caridad cristiana, ni el peso incalculable de la eternidad6, ni la audacia y generosidad requeridas para la aventura misionera del «Ite…».

Enseñarles una pastoral que maltrate a la gente, al pueblo sencillo y fiel, que les hagan sentir la autoridad, que desconfíen de todos diciéndose: «a mi nadie me va a engañar». Que no visiten a las familias de sus apostolados. Ni jueguen con los niños y jóvenes. Hay que borrar de sus jóvenes corazones todo pensamiento misionero. Si no quieren a nuestro pueblo, ¿cómo van a querer a otros que, para colmo, hablan otras lenguas?

Enseñarles a tener mucha familiaridad con las chicas, así suelen formarse matrimonios católicos, de los que tenemos más necesidad que de vocaciones consagradas.

Enseñarles que los laicos deben ocupar el lugar de los sacerdotes y que lo hacen con más solvencia. De tal manera que se mezclen los papeles7.

Que no sepan cocinar, que no laven su ropa, ni limpien sus habitaciones, que no sean peluqueros, ni mecánicos, ni electricistas, ni cuiden de la chacra, ni trabajen en la imprenta… Y mejor dejarlos los tres meses de vacaciones en su casa. Pero si te obligan a un mes de convivencia, que ésta sea aburrida, nada de trepar las altas cumbres y descender a abismos peligrosos, nada de descubrir nuevas picadas, nada de deportes terrestres, náuticos o aéreos como los hacen jóvenes de la misma edad… esas convivencias se convierten en una aburridera fenomenal y sólo será una combinación de mate, cigarrillos, lecturas del autor que esté de moda en el Seminario y faltas de caridad. Clima ideal para obstaculizar las vocaciones.

Y experimentar siempre, todas las cosas, aún las más evidentes. Total los seminaristas son como los cobayos. En el experimentar cosas nuevas, sobre todo si son utopías, muchos quedarán en el camino.

Querido Padre Elvio:

De manera que, para no tener vocaciones, no tienes que hacer caso a los documentos del Concilio Vaticano II que tratan especialmente sobre cómo se debe formar integralmente a los futuros sacerdotes 8. No tienes que hacer caso de los documentos papales de Juan Pablo II al respecto9. Para no tener vocaciones, tampoco tienes que hacer caso de los documentos de las Congregaciones Romanas, por ejemplo, a los documentos emitidos por la Congregación para la Educación Católica10. Tampoco debes tener en cuenta lo propuesto por los otros dicasterios de la Santa Sede11 . Para no tener vocaciones, debes hacer caso omiso a las indicaciones de los documentos del C.E.L.A.M.12. Y no tienes que hacer caso de los documentos de la Conferencia Episcopal Argentina al respecto13.

Cuando hagas todo esto y tengas que cerrar tu seminario por quedarte sin seminaristas, mírate ufano en el espejo y ensaya varias veces en voz alta, para después repetirlo innumerables veces: «Los Seminarios Mayores son un invento del Concilio de Trento y están superados, ¡ya no sirven para nuestra época!».

(Que la Santísima Virgen te dé a entender, que tenés que hacer, exactamente, lo contrario).

 NOTAS:

(1) Juan Pablo II, Homilía, 10 de mayo de 1981.

(2) San Juan de Ávila, Escritos sacerdotales, BAC, p. 209.

(3) Cf. Isaías 56, 10.

(4)  L’Osservatore Romano, 19 de junio de 1988, p. 23.

(5) S. Th., 3, 22, 4: «…in sacrificio offerendo potissime sacerdotis consistit officium».

(6) Cfr. 2 Cor. 4, 17.

(7) No tener en cuenta, por ejemplo, de la Congregación para el clero, Consejo Pontificio para los laicos y otros Dicasterios, Instrucción sobre algunas cuestiones relativas a la colaboración de los fieles laicos en el ministerio de los sacerdotes, 15 de agosto de 1997.

(8) Decreto Presbyterorum Ordinis, sobre el ministerio y vida de los presbíteros (1965); Decreto Optatam totius, sobre la formación sacerdotal (1965).

(9) S.S. Juan Pablo II, exhortación apostólica postsinodal Pastores dabo vobis sobre la formación de los sacerdotes en la situación actual, del 25 de marzo de 1992; exhortación apostólica Vita consecrata sobre la vida consagrada y su misión en la Iglesia y en el mundo, del 25 de marzo de 1996; carta apostólica Los Caminos del Evangelio, a los religiosos y religiosas de América Latina con motivo del V Centenario de la Evangelización del Nuevo Mundo, del 29 de junio de 1990.

(10) Normas básicas de la formación sacerdotal (la «Ratio studiorum») (1970); La enseñanza de la filosofía en los Seminarios (1972); Orientaciones para la educación en el celibato sacerdotal (1974); La formación teológica de los futuros sacerdotes (1976); La enseñanza del derecho canónico para los aspirantes al sacerdocio (1977); Instrucción sobre La formación litúrgica en los Seminarios (1979); Carta Circular sobre algunos aspectos más urgentes de la formación espiritual en los Seminarios (1980); Orientaciones educativas sobre el amor humano (1983); La pastoral de la movilidad humana en la formación de los futuros sacerdotes (1986); Orientaciones para el estudio y la enseñanza de la Doctrina social de la Iglesia en la formación sacerdotal (1986); Orientaciones sobre la formación de los futuros sacerdotes para el uso de los instrumentos de la comunicación social (1986); Orientaciones para el estudio y la enseñanza de la Doctrina social de la Iglesia en la formación sacerdotal (1988); La Virgen María en la formación intelectual y espiritual (1989); Instrucción sobre El estudio de los Padres de la Iglesia en la formación sacerdotal (1989);  Directrices sobre la preparación de los formadores en los seminarios (1994).

(11) Secretariado para la Unión de los Cristianos, El ecumenismo en la formación superior (1970); el más reciente promulgado en conjunto por la Congregación para la Educación Católica y el Pontificio Consejo para la Unidad de los cristianos; o el documento de la Congregación para la Doctrina de la fe, La vocación eclesial del Teólogo; el Documento conclusivo del II Congreso Internacional de obispos y otros responsables de las vocaciones eclesiásticas (1981) y Diez años después (Síntesis), (1992); Pottisimus institutionis, de la CIVCSVA (1990), Nuevas vocaciones para una nueva Europa (1998).

(12) III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano; Documento de Puebla en los nn. 659-776; IV Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, Santo Domingo,Conclusiones, nn. 65-93.

(13) Normas para la formación sacerdotal en los Seminarios de la República Argentina (1984); La formación para el sacerdocio ministerial. Plan para los Seminarios de la República Argentina (1994)