gracias

Recién estamos comenzando

Buenas noches dadas por el Padre Carlos Miguel Buela, V.E., a los seminaristas mayores, novicios y seminaristas menores del Instituto, el 25 de marzo de 1999, con ocasión del decimoquinto aniversario del nacimiento de nuestro Instituto.

En este día en que cumplimos quince años de vida como proyecto de congregación, creo que debemos dar gracias a Dios por haber logrado –según mi opinión particular– lo que queríamos, es decir, lograr que salgan sacerdotes con buena formación en un tiempo en que hay sacerdotes que no saben en qué consiste una buena formación sacerdotal para los tiempos actuales o cómo alcanzarla.

Desde mi punto de vista, se debe dar una buena formación de la inteligencia –y por eso siempre agradecemos el hecho de que nuestros seminaristas puedan conocer directamente a Santo Tomás de Aquino– pero también a una buena formación en el campo de la pastoral, porque de nada nos serviría tener grandes intelectuales si después no pisan la realidad; ¿de qué nos servirían pastores que vivan «en Júpiter» y que no se den cuenta que la realidad es otra a lo que ellos teóricamente piensan que debe ser así…? Y por eso creo que en el campo de la pastoral todo lo que ustedes aprenden acá –por ejemplo, cómo llegar a los jóvenes, qué ofrecerles; o bien todo lo que aprenden organizando en equipo la próxima Jornada de los Jóvenes que les pondrá en contacto con tantos de ellos, con sus inquietudes, con sus problemas… pienso que todo eso les es de mucho provecho para su formación pastoral y que en el día de mañana, todo lo que ustedes han aprendido como seminaristas lo van a poder transmitir a los demás.

También creo que debemos agradecer –de una manera especial– las Misiones, el hecho de poder estar evangelizando en tantos lados, ¡en tantos lados que son lugares difíciles! Son destinos difíciles: Papúa Nueva Guinea, la selva amazónica, Rusia, Egipto, China, Tayikistán; países paganos, países musulmanes…; países con una cultura primitiva, países con una cultura milenaria; países del primer mundo, países del segundo mundo, países del tercer mundo, y acá, que ¡estamos en el cuarto mundo!

Eso son enormes gracias de Dios que inspira el sentido de la misión. Hoy, después del almuerzo, una niña, una aspirantita, viene y me dice: «Padre, yo me ofrezco para ir a Sudán». Otro destino difícil… Bueno…, ¡a Sudán! Nadie le dijo vos tenés que ir a Sudán… Puede ser que Dios le inspiró y ella con generosidad respondió ofreciéndose ya desde ahora. Hablando de Sudán, nos llamaron por primera vez por teléfono desde Boma, por teléfono satelital que es el teléfono que tienen los médicos que atienden lo que ellos llaman «hospital». Están todos muy bien, les mandan muchísimos saludos a todos; me decía el padre Vicente Altamirano que en el día de hoy había pasado un antinof: «¿Tiró bombas?», le pregunté. «No, no, acá no. Se ve que iba a Narus a tirar». (Hablando de bombas, recemos especialmente para que termine lo que el Vaticano ha calificado como «una derrota de la humanidad» que es el inicio de acciones militares en Kosovo, en Servia, bombardeando la OTAN, por primera vez después de la segunda guerra mundial, a una nación independiente, sin permiso de las Naciones Unidas… ¡El número de víctimas que habrá! Han bombardeado también, no se sabe si por error, poblaciones civiles en la ciudad de Belgrado.)

Y si hablamos de las misiones, también tenemos que agradecer las fundaciones. Por gracia de Dios prácticamente todas las semanas o todos los meses –por así decirlo– hay nuevas fundaciones. El padre Londoño hoy nos habló de dos fundaciones firmadas por él en esta fecha, y además, está en trámite la fundación del noviciado en Ucrania, del que sólo faltan los papeles.

Con respecto a las vocaciones. Ya tenemos tres rusos en el Noviciado de Ucrania, cinco ucranianos en el mismo Noviciado, Dios nos ha regalado con la vocación del primer egipcio, Átef, que está ahora entre nosotros, como así con las vocaciones de americanos, chilenos, peruanos, brasileños, españoles, de italianos, y eso nunca pensamos que llegase a ser así. ¡Quince años! Y, sin embargo, da la impresión de que es mucho… ¡Quince años es muy poco tiempo! ¿Qué son en el tiempo de la Iglesia, que tiene casi 2000 años? ¿Qué serán quince años frente a 2000 años? ¡Nada, nada! Por eso yo creo que recién ahora comenzamos, recién ahora más o menos se han acomodado las cargas, por así decirlo. Hace poco tiempo que tenemos el Seminario religioso y hace poco tiempo –no hace tanto– que recién se pudo poner todos los programas, y las materias, y los profesores que queríamos. Pero hay que seguir evaluando las situación para corregir lo que haya que corregir. Nunca en las cosas humanas está todo hecho. Siempre –a priori y a posteriori–, siempre las cosas humanas son perfectibles. Y por eso debemos estar atentos porque puede haber alguna falla… ¡hay que corregir, hay que mejorar! Prácticamente hace muy poco tiempo que están saliendo todos los sacerdotes formados ya desde el noviciado. Por eso es que yo pienso que ahora viene lo mejor. Y además esa convicción la tengo desde el punto de vista espiritual, porque la cruz fecunda todo cuanto toca. Y ciertamente hay muchos de los nuestros que están tocados por la cruz y entonces ha de crecer, ha de aumentar la fecundidad.

No puedo olvidarme de las Servidoras. Han hecho su primer Capítulo General Ordinario; han estado reunidas discutiendo y conversando sus temas, sus cosas, tomando decisiones, legislando, eligiendo ellas su primera superiora general en Capítulo como Dios manda, saliendo elegida –como ya saben– la primera y única vocación holandesa. Eso es una cosa que es fuera común. La mayoría –el 98 por ciento de las Madres Capitulares– eran argentinas, ¡y eligen a una holandesa! Me decía Mons. Pecile, el Obispo que estuvo presente en la elección: «Ahí yo sentí en el corazón que estaba obrando el Espíritu Santo. Porque ¿cómo puede ser que todas siendo argentinas elijan a una holandesa?, es decir, están pensando en el mayor bien para el Instituto y por eso la eligen».

Bueno, como ustedes saben, dificultades no faltan ni faltarán. Probablemente tengamos algunas dificultades más. Como miembros de la Iglesia que somos a nosotros nos toca participar a nuestra medida de lo que vive la Iglesia peregrina en todos los tiempos. La Iglesia peregrina «entre las persecuciones de los hombres y los consuelos de Dios», como decía San Agustín. Y nosotros tampoco podemos estar al margen de eso. Seguiremos, con la gracia de Dios, recibiendo sus consuelos, sus bendiciones, que son todas estas cosas y muchas más, y seguiremos teniendo las dificultades que necesariamente se tienen que tener, por razón, en primer lugar, de nuestros pecados; por razón de no ser todo lo generosos que tendríamos que ser; por razón de nuestras limitaciones humanas… Pero ése es el combustible de las obras de Dios.

¡Damos gracias por tantas gracias recibidas en estos quince años y nos preparamos para recibir muchísimas gracias más! Cuando todo lo que está funcionando comience a tomar más vuelo, vamos a ver cosas muchísimo más grandes. Recién estamos comenzando. Le cantamos a la Virgen.