persecución

Signos de los tiempos VI

Sermón predicado el 27 de mayo de 2006 en la Casa Provincial de las SSVM, en Segni.

  Hablaremos hoy de otros temas de actualidad, y que son dos fenómenos relacionados directamente entre sí que en nuestros tiempos han adquirido dimensiones planetarias: primero, la cristofobia y persecución y odio contra todo lo cristiano; y segundo, en estrecha relación con lo primero, la liquidación de la cristiandad y por ende de la civilización y cultura europeas.

 I. La Cristofobia en un mundo lleno de odio

 En nuestra patria más de una vez en los últimos tiempos Mons. Aguer ha denunciado la campaña mediática, a nivel mundial, contra la Iglesia, que por la extensión y simultaneidad de los ataques «ya tiene las características de una conspiración. No se trata –señala— de episodios aislados: numerosos hechos recientes indican en su simultaneidad que se avanza contra el cristianismo en cuanto tal, atacando su centro vital […]. Últimamente se ha desatado en todo el mundo una ola prepotente, impúdica de desprecio y odio a Jesucristo. No sólo a la Iglesia o a los cristianos, sino al mismo Cristo».

Y esto sostenido por una conspiración del silencio, principalmente por parte de los medios y de los dadores de sentido, pero también por el silencio cobarde de los cristianos: «la flojedad, la desidia, la inacción de los cristianos que sufren sin chistar que se insulte a su Señor y que se manoseen las realidades más santas de la religión es una triste señal de cómo se ha debilitado la fe y su proyección en la cultura de pueblos que alguna ver se gloriaron de su vinculación filial con la Iglesia de Cristo» [1] .

 Verificaba también esta realidad Roberto De Mattei, director de la revista italiana Radici Cristiane, en la nota editorial del mes de diciembre [2] :

 1. Imaginemos que una manifestación de católicos se dirige a una mezquita o a una sinagoga y la pintarrajean con escritos ultrajantes para después orinar sobre los muros del templo. Tal acto de profanación habría sido estigmatizado desde las páginas de todos los periódicos y provocaría inmediatas tomas de posición políticas e interrogaciones parlamentarias, mientras la indignación contra el integrismo católico alcanzaría niveles elevadísimos.

2. Algo así ocurrió el pasado 22 de octubre, pero el silencio fue general. El hecho es que los protagonistas no eran manifestantes católicos sino antiglobalización, y el objeto del ultraje no era una mezquita ni una sinagoga sino una Iglesia católica, la iglesia del Carmen de Turín. Del acto sacrílego no ha hablado en Italia ningún periódico excepto Il Tempo de Roma, ni ningún político, con la excepción del presidente del Senado Marcelo Pera, que calificó este silencio de escandaloso.

 3. Análogamente, el presidente de la Conferencia Episcopal italiana, Card. Camillo Ruini, ha sido objeto de una increíble agresión verbal durante una transmisión radiofónica en la que el locutor, un tal Mario Tosí, lo definió como «el más peligroso de todos los residuos tóxicos, a eliminar como sea». El mismo personaje añadió que el mejor periodo de la historia fue la España de la guerra civil, cuando los sacerdotes «eran perseguidos hasta las iglesias y crucificados en las cruces en el lugar de  Jesucristo» (“Il Giornale”, 22 de septiembre de 2005).

 4. Aún más escandalosa que estos episodios es la falta de indignación que los acompaña.

En 2003 un estudioso norteamericano de religión judía, Joseph Weiler, definió como «cristofobia» la testarudez con que los jefes de Estado europeos se negaban a citar el cristianismo en el preámbulo de la nueva Constitución europea. Ahora, un brillante periodista francés, Michel de Jaeghere, ha publicado una investigación sobre la cristofobia que revela toda la extensión del fenómeno.

En los últimos cuarenta años y a pesar de la “apertura al mundo”, el catolicismo ha desaparecido progresivamente, o mejor, ha sido excluido sistemáticamente de la escena política, social y cultural, mientras que la hostilidad a la Iglesia católica, a sus representantes y a su magisterio se ha ido haciendo cada vez más virulenta.

 5. Si un best seller blasfemo como El Código da Vinci de Dan Brown acusa a la Iglesia de haber escondido la verdad sobre Jesucristo, otro libro que encabeza las listas de éxito es el Tratado de ateología de Michel Onfray, quien afirma que «ningún documento contemporáneo ni ninguna prueba arqueológica permite concluir acerca de la realidad de la existencia histórica de Cristo», e invita a «una laicidad postcristiana, atea y militante».

En España, Zapatero transforma este laicismo militante en un proyecto político antitético a la gran perspectiva de recristianización de Europa a la que llama Benedicto XVI.

El Papa invita a los católicos a no reducir la religión a la esfera privada e individual, sino a dar testimonio valiente de Jesucristo, siguiendo el ejemplo de algunas figuras del siglo pasado como el obispo, recientemente beatificado, Clemens von Galen. La virtud del coraje y de la esperanza son necesarias en un momento en el que el cristianismo está vivo, como han demostrado los funerales de Juan Pablo II, pero en el que cuando intenta salir de las catacumbas para hacer oír públicamente su propia voz es intimidado y agredido.

Jesucristo es aún piedra de contradicción en Europa y en el mundo.

 II. La liquidación de la civilización en Europa

          Tal campaña contra la Iglesia en Europa equivale a un suicidio cultural, ya que mina sus mismas bases. Lo verifica en un interesante artículo Paul Belien, periodista y escritor que vive en Bruselas. Fundador del «Centre for the New Europe» y editor en jefe del The Brussels Journal, es de las personas mejor informadas sobre lo que se cuece en el entorno europeo [3] . Destacamos algunos puntos:

 1. «Los actuales problemas de Europa son totalmente auto infligidos. Sin embargo, esto no significa que el resultado sea menos catastrófico. Al subvertir las raíces de su propia cultura cristiana –proceso que empezó con la Ilustración francesa— se creó un vacío religioso y cultural en el corazón de la civilización europea. El colapso de la fe en todos sus valores nos ha llevado a un colapso demográfico que no sorprende a nadie porque una civilización que ya no cree en su propio futuro también rechaza la procreación».

 2. «La cultura laica es hedonista y sólo valora la vida presente porque no cree en la vida después de la muerte. Por eso se rendirá ante cualquier amenaza de muerte; porque esta vida es la única que tiene para perder. Por eso aceptará la sumisión sin pelear por su libertad. Nadie pelea para defender la bandera del hedonismo, ni siquiera los mismos hedonistas».

 3. «A Europa le falta lo que Estados Unidos todavía tiene, es decir lo que se conoce corno “reservas conservadoras”, o como lo explicó el sociólogo alemán Arnold Gehlen hace más de treinta años, “reservas de energía nacional y confianza en sí misma, elementalidad y generosidad, riqueza y potencial de todo tipo”. Estados Unidos, a diferencia de Europa, ha permanecido ligada en mayor medida a sus raíces de valores cristianos tradicionales. No dudo que si estos valores siguen decayendo en Estados Unidos la cultura americana se colapsará como la cultura europea, que ya se ha colapsado. Sin embargo, Estados Unidos puede aprender de la inminente catástrofe europea y evitar un destino similar».

 4. «Supongo que uno puede sentirse triste por todo esto, pero tristeza no es lo que yo siento. Uno puede sentir compasión por aquellos que mueren en accidentes, caen en las guerras o son asesinados (como la incontable cantidad de bebés sin nacer que desaparecen cada día) pero ¿puede uno compadecerse de aquellos que han matado su propio futuro por los placeres del presente? El aprieto en que está Europa, repito, es totalmente  auto infligido. El Islam no tiene la culpa. La tiene el laicismo».

«La década venidera será testigo de la guerra entre los valores del Islam y los “valores” laicos de la izquierda decadente, hedonista y postmarxista. Hemos visto los asesinatos de Pim Fortuyn y de Theo van Gogh, el preludio de una guerra civil francesa en noviembre pasado, el caso de las viñetas danesas. Es sólo el principio del principio. No me considero pesimista, simplemente realista. Es muy claro quién va a perder y de quién es la culpa».

 5. Y sabemos muy bien nosotros que la causa está en “le trahison du clergé”, que ha sido y es la “apostasía de Jesucristo”.

          La Virgen nos conceda la gracia de jamás traicionar a Nuestro Señor y defender la fe de siempre.


[1] Sermón de la Misa del Domingo de Ramos 2006. Fuente: DyN.

[2] Seguimos libremente esta editorial hasta el final de este primer punto, según la traducción deCristiandad, marzo 2006, pp. 46-47.

[3] Seguimos el artículo de la revista Cristiandad, marzo 2006, p 46.