Queridos hermanos y hermanas:
Ya que nos visitan tantos niños y niñas voy a tener que cambiar el sermón para ellos, para que, por lo menos, les quede una idea.
Hoy celebramos la Fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz. ¿Por qué? Porque en la Cruz, ¿quién murió? Jesús. Y por eso la Cruz tiene una fuerza particular, de manera especial contra el mal.
I
Voy a contar una historia. Es un hecho real. Había una gran actriz, en su momento famosa, Eva Levallier. En la época -alguna de las personas mayores recordará tal vez de haber oído, no porque la hayan conocido- de “La Mistinguè”. Fue una gran actriz -francesa también- que era famosa porque tenía un coche descapotable en aquella época y resulta que murió manejando el coche porque el chal que llevaba se enganchó con una rueda trasera del auto y la ahorcó.
De esa época más o menos es lo que voy a contar. Se llamaba Eva Levallier. Era muy hermosa. Pero ella notaba cuando se miraba al espejo –y todos los días, como las artistas, se miraba al espejo- que se iba arrugando. La piel se empieza a poner vieja.
Y entonces no se le ocurre mejor cosa que hacer un pacto con el diablo. Va a una sesión espiritista y a través del médium hace pacto para seguir siendo hermosa, seguir siendo joven.
Ojo que esto no es cosa de los que están dejando de ser jóvenes solamente. Yo he tenido varios casos así de …. consecuencias a veces más que funestas. Lo que pasa con algunos jóvenes cuando se ponen con el juego de la “copa”, o de la “huija”, o las “tablitas”. No hay que jugar con eso. Porque es jugar con fuego y a veces puede ser fuego del infierno.
Bueno, ella hizo el pacto. Ese pacto normalmente se firma con sangre.
Pero, ella notaba que seguía envejeciendo, se seguía arrugando. Seguían las arrugas. Se seguía poniendo vieja. Entonces va al espiritista, al médium y cuando es el momento como de trance, increpa al diablo:
Le dice: -“¡Sos un mentiroso!”. (El diablo siempre miente…siempre es mentiroso) “¡Sos un mentiroso! Me prometiste que iba a conservar la belleza y resulta que día a día la estoy perdiendo”.
Y el otro le dice: “Lo que pasa es que hay fuerzas muy poderosas que te defienden. ¡dejá de hacerte la señal de la Cruz cuando pasa un féretro!”
Un difunto, un muerto llevado al cementerio. Yo no se los niños y las niñas de hoy, no se como se los educa, pero a nosotros mi abuela nos enseñó cuando pasaba un difunto –en aquel entonces se lo llevaba en carroza tirada por caballos- había que hacerse la señal de la Cruz y había que rezar un Ave María por el difunto para que Dios tenga misericordia de él. Eso era una cosa común. Bueno, ella (Eva Levallier) tenía esa costumbre, la tenía desde niña.
Dice: -“¡Desde niña que me hago la señal de la Cruz cuando pasa un cadáver y no puedo no hacerme la señal de la Cruz”
-“Bueno, vos no te podés dejar de hacer la señal de la Cruz, yo no te puedo conservar hermosa”.
Y así fue que de una manera maravillosa, Eva Levalier fue salvada de ese pacto tremendo que nunca hay que hacer porque tiene consecuencias peligrosas.
Pacto que finalmente el diablo quiso hacer con nuestro Señor Jesucristo cuando le dice: “Si te arrodillas delante de mí, te daré todos los reinos de la tierra”. Es un pacto, es un trato. Jesucristo le dijo: “¡No!”. Así hay que hacer. Hay que decir: “¡No!”. Y si un chico, una chica vienen con esas cosas raras: “¡No!”.
La Cruz tiene poder sobre las potencias del mal. Así se disfracen de la manera que hoy día buscan disfrazarse. La Cruz es más poderosa.
¿Y por qué es más poderosa la Cruz? Por eso. Porque en la Cruz murió el Hijo de Dios.
II
La Cruz también es poderosa para convertir.
Había un misionero. Gran predicador. Que tenía que predicar la misión en una Parroquia, en un pueblo. Pero no era como esta Iglesia que de aquel lado tiene libre y de este lado tiene libre. Sino que estaba pegada a otra casa que era un galpón. Era una herrería. Y el herrero era enemigo de la religión. Era enemigo de Jesucristo. Era enemigo de los sacerdotes.
Entonces resulta que el padre misionero se pone a predicar y del otro lado el herrero, el que trabaja el hierro, agarró la masa y empezó a pegar sobre el yunque. El yunque es esa barra de hierro donde se golpea el hierro que se quiere doblar, de la forma que se quiere doblar. Y se pone eso que se quiere al fuego y se lo golpea para que tome la forma que el herrero quiere. Así se hacen las rejas, así se hacen algunas ventanas, así también se hacen esos sillones de jardín.
Y entonces: “¡Pum, pum, pum, pum!”. Cuando predicaba el misionero. No se escuchaba nada. Se quedaba afónico el misionero. En aquella época no estaban estos aparatitos (micrófonos). Se quedaba afónico, nadie entendía nada porque sólo se escuchaba: “¡Pum, pum, pum, pum!”.
El padre misionero que era un hombre muy santo, se decía: “Qué problema es esto. ¿Cómo lo arreglo?”. Se encomienda a la Virgen. Reza. Va luego a la sacristía. Y ve que había un crucifijo en hierro. Estaba la Cruz. Y sobre la Cruz, Cristo. Y en una de las manos de Cristo faltaba el clavo.
Entonces le dice al monaguillo que le había ayudado en la Misa: -“Mirá, vení. Andá al vecino, al herrero y decile que me haga el favor de ponerle el clavo en la mano que falta al Cristo”.
Fue el niñito allí, llevó el Crucifijo de hierro. El herrero lo ve. Era el único herrero del pueblo. Decir que no era demasiado feo. Se iba a enterar todo el mundo. Entonces, casi sin mirar, le pone a Cristo, en la mano, el clavo que faltaba.
Llegó a la tarde, a la nochecita, el momento de la predicación misionera. El misionero ya se estaba preparando para escuchar de vuelta los martillazos contra el yunque. Nada. Silencio. Pudo predicar perfectamente. Al día siguiente el herrero le manda el Cristo crucificado ya con el clavo. Y cuando llega el momento de la misión lo ve entrar por detrás. Como hace la gente sencilla con sombrero en mano, dándolo vueltas, mirando así con los ojos gachos, pero levantándolos un poco. Mucho dar vuelta el sombrero, de la vergüenza que tenía, porque había hecho mal al golpear con fuerza el yunque para que la gente no escuchara el sermón.
Termina el sermón. Se acerca al misionero: “Padre, tengo que confesarme”. ¡El poner el clavo en la Cruz de Cristo, en la mano de Cristo, le hizo tomar conciencia de que Cristo había muerto por sus pecados! Por esos tantos pecados que tenía, sobre todo esos pecados de oponerse a la religión de Jesucristo que con tanto amor por nosotros murió en la Cruz.
III
Conozco muchos casos así.
Una de ellos nos enseña cómo la Cruz perdona nuestros pecados. Conozco el caso de un crucifijo –todavía se conserva- en la Iglesia de santa Eulalia, en la Isla de Mallorca, en Las Baleares.
Había un penitente que iba a confesarse a menudo. Siempre diciendo los mismos pecados, siempre prometiendo arrepentirse ¡y nunca dejaba de cometer los pecados! Entonces el sacerdote dice: “No, a este ya no le puedo dar la absolución. No le puedo decir: ‘Yo te perdono tus pecados’. No, porque no tiene propósito de enmienda”. Y se lo dice: “No puedo perdonarte los pecados: vos no querés cambiar. Vos seguís siendo tonto. En vez de darte cuenta que Jesús te está hablando, perdés el tiempo. En vez de darte cuenta que Jesús te ama, sos un tonto. Así que yo no te doy la absolución”.
Dentro del confesionario había un Cristo Crucificado. Y se escucha que ese Cristo habla: “Yo te absuelvo de tus pecados”, le dice Cristo. Y le dice al sacerdote: “Yo morí por él. Yo derramé mi Sangre por él. ¿Vos que has hecho por él?”.
Lo que nos da a entender que la Misericordia de Dios, esa Misericordia que brota de la Cruz de Cristo, es más grande que todo lo que nosotros podamos pensar. De modo tal que jamás, nunca, nadie, puede desesperar de la salvación de alguno por muy malo que sea. ¿Por qué? Porque el Hijo único de Dios derramó su sangre en la Cruz por amor de todos y cada uno de nosotros.
IV
Por eso aprendamos en este día y siempre, a tener mucho amor a Jesús Crucificado. Eso que dice San Pablo: “No quiero saber nada fuera de Jesucristo Crucificado” en la Carta a los Corintios (2, 2). Y en la Carta a los Gálatas: “Líbreme Dios de gloriarme fuera de la Cruz de Nuestro señor Jesucristo, por quien el mundo está crucificado para mí y yo estoy crucificado para el mundo”(6, 14).
De manera especial en este día pedimos por las Servidoras que con santo orgullo llevan la Cruz de Matará que es su Santo Patrono, el Cristo Crucificado de la Cruz de Matará. Para que siempre sepan abrazarse, amar y no bajarse nunca de la Cruz. Porque como decía San Pablo, y lo vemos hoy día tanto, desgraciadamente: “Porque muchos viven según os dije tantas veces, y ahora os lo repito con lágrimas, como enemigos de la cruz de Cristo” (Fil 3, 18).
Le pedimos esta gracia a la Virgen.