Quiero dar mi pequeño testimonio. De muchacho hicimos varios campamentos en la Villa Cura Brochero cerca de Mina Clavero, Provincia de Córdoba, conocida como “Traslasierra”. Allí, y en otras partes, además de conocer las distintas obras realizadas por el Cura Gaucho pude conocer a varios ejercitantes de las tandas organizadas por Brochero. Por ejemplo, en la pampa alta del cerro Champaquí, vivía Don Tomás Dominguez, quien con su peonada hacía todos los años sus Ejercicios en la entonces llamada Villa del Tránsito, que recordaba con especial cariño: Duraban 8 días “No como ahora”, teníamos saetas a la mañana y por la noche, el último día los despertaban con campanillas y saetas de resurrección, por las noches el Cura se ponía delante de todos, mirando al Jesús Nazareno, cantábamos el salmo 50 “Miserere” y todos imitando al Cura nos disciplinábamos.
Otra persona que conocí muy bien era Doña Dora, nacida en Brochero, de la familia del Cura, quien nos prestaba su casa de vacaciones a orillas del río Panaholma. Ella, de carácter muy extrovertido y mandona, llevada por su mamá hizo sus primeros Ejercicios a los 17 años. El primer día se reía de todo. Cuando llegó la noche y tuvo lugar la clásica toma de disciplina, al sentir los silbidos y chasquidos de los latiguillos, tuvo miedo, se puso a llorar y se escondió en el confesonario. Aprovechó mucho de los Ejercicios.
El Beato José Gabriel del Rosario Brochero nació en los aledaños de Santa Rosa de Río Primero (Córdoba, Argentina) el 16 de marzo de 1840. Era el cuarto de 10 hermanos, que vivían de las tareas rurales de su padre. Creció en el seno de una familia de profunda vida cristiana. Ingresó al Colegio Seminario Nuestra Señora de Loreto el 5 de marzo de 1856 y fue ordenado sacerdote el 4 de noviembre de 1866.
Desempeñó su ministerio sacerdotal durante la epidemia de cólera que desbastó Córdoba. A fines de 1869 asumió su extenso Curato de San Alberto, de 4.336 kilómetros cuadrados, con poco más de 10.000 habitantes que vivían en lugares distantes, sin caminos y sin escuelas, incomunicados por las Sierras Grandes de más de 2.000 metros de altura. El estado moral y la indigencia material de sus habitantes eran lamentables. El corazón apostólico del P. Brochero no se desanima, sino que desde ese momento dedicará toda su vida no sólo a llevar el Evangelio sino a educar y promocionar a sus habitantes.
En 1870 comenzó a llevar a hombres y mujeres a Córdoba, para hacer los Ejercicios Espirituales. Recorrer los 200 km. requería tres días a lomo de mula, con una caravana de quinientas personas. Al regresar, después de nueve días de silencio, oración y penitencia, sus feligreses iban cambiando de vida, seguían el Evangelio y buscaban el desarrollo de la zona.
En dos años, con sus feligreses, construyó la Casa de Ejercicios de Villa del Tránsito (localidad que hoy lleva su nombre). Fue inaugurada en 1877 con tandas que superaron las 700 personas, pasando por la misma, durante el Ministerio parroquial del Beato Cura Brochero, más de 70.000 personas. También construyó la casa para las religiosas, el Colegio de niñas y la residencia para los sacerdotes.
Construyó más de 200 kilómetros de caminos y varias iglesias, fundó pueblos y se preocupó por la educación de todos. Solicitó ayuda ante las autoridades y obtuvo mensajerías, oficinas de correo y estafetas telegráficas. Proyectó el ramal ferroviario que atravesaría el Valle de Traslasierra uniendo Villa Dolores y Soto (provincia de Córdoba, Argentina) para sacar a sus queridos serranos del «abandono de todos, pero no de Dios», como solía repetir.
Predicó el Evangelio asumiendo el lenguaje de sus feligreses para hacerlo comprensible a sus oyentes.
Celebró los sacramentos, llevando siempre lo necesario para la Misa en su mula “Malacara”. Ningún enfermo quedaba sin los sacramentos, para lo cual ni la lluvia ni el frío lo detenían. “Ya el diablo me va a robar un alma”, decía.
El Beato cura Brochero tuvo un papel activo en la epidemia de cólera que se desató en Córdoba. «Se le veía correr de enfermo en enfermo, ofreciendo al moribundo el religioso consuelo, recogiendo su última palabra y cubriendo las miserias de sus deudos. Este ha sido uno de los períodos más ejemplares, más peligrosos, más fatigantes y heroicos de su vida», señaló su amigo Ramón J. Cárcano.
Se entregó por entero, especialmente a los pobres y alejados, a quienes buscó para acercarlos a Dios. Días después de su muerte, un diario no católico de Córdoba escribe: «El Cura Brochero contrajo la enfermedad que lo ha llevado a la tumba, porque visitaba durante mucho tiempo y hasta abrazaba a un leproso abandonado por ahí». Debido a su enfermedad renunció al Curato. Murió leproso y ciego el 26 de enero de 1914.
«La vida la vivo en la fe en el Hijo de Dios, que me amó y se entregó por mí». (Gal 2, 20)
Dice Jeremías 15-16: «Cuando se presentaban tus palabras, yo las devoraba. Tus palabras eran mi gozo y la alegría de mi corazón». La fe del Beato Cura Brochero creció porque él cultivó, a lo largo de toda su vida, un profundo y vivo amor a la Palabra de Dios y fue constante en su simple fidelidad de oración de cada día.
El Beato Cura Brochero fue un hombre de fe. Vivió gozosamente el Misterio cristiano. Y vivió la alegría de su Sacerdocio. Solamente así se puede entender su vida y su ministerio sacerdotal. Gracias a su fe, “enamorado” del Señor en la Eucaristía y de sus feligreses (“amorosos”, los llama en una de sus cartas), su entrega fue total, permanente y alegre. Su vida de fe se nutrió de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio, la Misa diaria, aún en sus largos viajes, y en su habitación de enfermo, su Rosario, el Breviario que llevaba a la cintura, según testigos, y que rezaba diariamente. “Vivía según la fe”, anota un testigo. De ahí su caridad pastoral y su muerte en cruz. En ella encontró sostén y fortaleza en su larga enfermedad y, gracias a ella, él pudo decir antes de morir: «Yo me fío de la Misericordia de Dios».
Sin una fe así, como donación personal a Cristo y, al mismo tiempo, heroica, hubiera sido imposible llevar a cabo toda la obra que cumplió. (No hubiera sido un instrumento apto…). Y supo inculcar, además, como viejo “doctrinero” y tesonero “catequista”, a sus fieles, ese espíritu de Fe, que aún perdura, extendiéndose a toda su Provincia y a la Argentina.
ORACIÓN (para pedir su pronta canonización):
Señor, de quien procede todo don perfecto: Tú dispusiste que el Beato José Gabriel del Rosario Brochero fuese pastor y guía de una porción de tu Iglesia, y lo esclareciste por su celo misionero, su predicación evangélica y una vida pobre y entregada; te suplicamos que completes tu obra, glorificando a tu Siervo con la corona de los Santos. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
(Padre Nuestro, Ave María y Gloria).