Homilía pronunciada por el p. Carlos M. Buela el domingo 21 de marzo de 1999 en el Seminario “María, Madre del Verbo encarnado”.
I.
Cantamos recién en el oficio de Laudes: “Montes y cumbres bendecid al Señor” (Dn 3, 67). Es lo podemos hacer en los campamentos que realizamos en Bariloche, recorriendo hermosos lugares. Y también, podemos decir que, de manera espiritual, recorremos los montes y cumbres santos en este peregrinar cuaresmal.
Así, el primer domingo de cuaresma subimos al Monte de las Tentaciones, donde las lauras de los monjes cuelgan como estalactitas y estalagmitas, que fue testigo de la derrota del diablo; allí celebramos la victoria de Cristo sobre Satanás. El segundo domingo de cuaresma subimos al monte de la Transfiguración, al monte Tabor; allí, Cristo se mostró superior a Moisés y Elías. Luego, fuimos al valle que limita con el Monte Garizím, donde Cristo se presenta a la Samaritana y le pide de beber: “Tengo sed” (Jn 4, 7) y se proclama la fuente de “agua viva” (cf. Jn 7, 37). Luego subimos, mejor dicho, atravesamos el Monte Ofel y llegamos a Siloé; allí Cristo se proclamó la luz del mundo: “Yo soy la luz del mundo” (Jn 8, 12). Hoy iremos al Monte de los Olivos, a una ciudad que está al sudeste de Jerusalén: Betania. Hoy nos quedaremos en Betania.
Y precisando más: en estos últimos domingos fuimos como introduciéndonos en unas “llagas” o “cicatrices”. Como rezamos en la oración Anima Christi: “dentro de tus llagas, escóndenos”, figurando las espirituales escondidas en las llagas de Cristo, así, de manera parecida estuvimos como escondiéndonos, espiritualmente, en lo que podemos llamar las “llagas” de Tierra Santa. Así, nos introducimos en las cicatrices del Monte de las Tentaciones y del Tabor; en la del pozo de Jacob: “Te daré agua viva”; en la del túnel de Ezequías y Siloé. Hoy nos introduciremos en la llaga del sepulcro de Lázaro. Debemos recordar que la llaga más famosa está en el monte Gareb, en Jerusalén, donde a través de los siglos quedó la llaga más importante de la tierra: el sepulcro vacío de Jesús, la anástasis o el lugar de la Resurrección, que recordaremos en Pascua. Asimismo, otra llaga famosa, que aún hoy día se puede ver, es el sepulcro de Pedro en la colina Vaticana, en Roma.
II.
Betania es una ciudad que se ubica en el flanco sudeste del Monte de los Olivos, a 15 estadios (2800 mts.) de Jerusalén, y está sobre la calle que baja a Jericó. Entre una población de mayoría musulmana están dos comunidades cristianas: los franciscanos de Tierra Santa y los Ortodoxos. Estos datos permitieron identificar el lugar con la actual villa que los árabes llaman: “el-´Azariya”, esto es: “el pueblo de Lázaro”.
Betania, tiene mucho que decir, aún desde el punto de vista de la etimología de la palabra hebrea. Así, por ejemplo: Orígenes la traducía como “Casa de obediencia”; otros leyeron Betania como “Casa de dolor”; “Casa de las miserias”; “Casa de ruego”; “Casa de los higos ó dátiles”.
Albright (1) la identifica con la “Ananyah” del Antiguo Testamento, según Neh 11, 32, que sería la “casa de Ananías” en el territorio de Benjamín. En época bizantina recibió el nombre de “Tó Lazarion” – en recuerdo de la resurrección de Lázaro – de donde se origina el nombre árabe posterior de “Eizariyah”.
Lázaro significa “Dios socorrió” y es forma apocopada de Eleázaro, nombre muy frecuente en la Sagrada Escritura. En la actualidad la villa árabe se llama “al-Azariyé”, alteración del nombre latino Lazarium.
1. Betania es famosa por tres cosas:
– En Betania está la casa de Marta, María y Lázaro, los amigos de Jesús: “Yendo ellos de camino, entró en un pueblo; y una mujer, llamada Marta, le recibió en su casa. Tenía ella una hermana llamada María, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su Palabra, mientras Marta estaba atareada en muchos quehaceres. Acercándose, pues, dijo: « Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola en el trabajo? Dile, pues, que me ayude. » Le respondió el Señor: « Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola. María ha elegido la parte buena, que no le será quitada” (Lc 10, 38-42).
– En Betania está la casa de Simón, el leproso, donde María ungió los pies a Cristo: “Hallándose Jesús en Betania, en casa de Simón el leproso, se acercó a él una mujer que traía un frasco de alabastro, con perfume muy caro, y lo derramó sobre su cabeza mientras estaba a la mesa. Al ver esto los discípulos se indignaron y dijeron: « ¿Para qué este despilfarro? Se podía haber vendido a buen precio y habérselo dado a los pobres. » Mas Jesús, dándose cuenta, les dijo: « ¿Por qué molestáis a esta mujer? Pues una obra buena ha hecho conmigo. Porque pobres tendréis siempre con vosotros, pero a mí no me tendréis siempre. Y al derramar ella este ungüento sobre mi cuerpo, en vista de mi sepultura lo ha hecho. Yo os aseguro: dondequiera que se proclame esta Buena Nueva, en el mundo entero, se hablará también de lo que ésta ha hecho para memoria suya” (Mt 26, 6-13).
– Pero sobre todo, Betania es famosa porque allí hay una “cicatriz de la tierra”, el sepulcro de Lázaro, mencionado por todos los itinerarios de peregrinos: “Entonces Jesús les dijo abiertamente: « Lázaro ha muerto, y me alegro por vosotros de no haber estado allí, para que creáis. Pero vayamos donde él. » … Cuando llegó Jesús, se encontró con que Lázaro llevaba ya cuatro días en el sepulcro. Betania estaba cerca de Jerusalén como a unos quince estadios, y muchos judíos habían venido a casa de Marta y María para consolarlas por su hermano. …Entonces Jesús se conmovió de nuevo en su interior y fue al sepulcro. Era una cueva, y tenía puesta encima una piedra. Dice Jesús: « Quitad la piedra. » Le responde Marta, la hermana del muerto: « Señor, ya huele; es el cuarto día. » Le dice Jesús: « ¿No te he dicho que, si crees, verás la gloria de Dios? » …Quitaron, pues, la piedra… Entonces Jesús … gritó con fuerte voz: « ¡Lázaro, sal fuera! » Y salió el muerto, atado de pies y manos con vendas y envuelto el rostro en un sudario” (Jn 11, 14-17.19-40.43-44).
2. En este siglo se hicieron excavaciones en Betania:
1. El p. Silvestre Saller – desde el año 1949 hasta el año 1953- en ellas tuvieron en cuenta sobre todo la zona de la Iglesia franciscana y de la tumba de Lázaro. Dice que “fuera de la gruta, hacia el occidente de la nueva Iglesia de los griegos ortodoxos, son visibles ahora los cimientos de la torre erigida para defensa del monasterio de san Lázaro por orden de la reina Melisenda”(2) .
2. Y las excavaciones complementarias del p. Agustín Patacconi.
3. La tradición del sepulcro de Lázaro es muy antigua:
– Eusebio de Cesarea, hacia el 330, indica: “Todavía hoy se muestra el lugar de Lázaro; a dos millas de la Aelia Capitolina se mostraba la cripta de Lázaro.”
– El peregrino de Burdeos, hacia el 333, a quien el guía hace ver la cripta donde había estado enterrado Lázaro.
– San Jerónimo, en el 390, habla de una primera iglesia levantada cerca del lugar de Lázaro.
Luego se levantaron otras iglesias más: la segunda iglesia en el siglo V-VI, bizantina; la tercera, en el siglo XII, medieval; la cuarta sobre el sepulcro de Lázaro, en el siglo XII; la quinta: el santuario franciscano, construido en 1954. Y la sexta iglesia de los griegos ortodoxos.
A pesar de las guerras, invasiones, destrucciones y obstáculos de todo tipo, la tradición del sepulcro de Lázaro atravesará los siglos incólume. Y nunca se le opondrá otra. Esto está confirmado desde el punto de vista arqueológico.
III.
Ahora quiero referirme, brevemente, a dos situaciones del Evangelio que tienen su relación con Betania.
1. El diálogo de Jesús y Marta: “Yo soy la resurrección y la vida”
“Fue, pues, Jesús, y se encontró con que llevaba ya cuatro días en el sepulcro. Estaba Betania cerca de Jerusalén, como unos quince estadios, y muchos judíos habían venido a Marta y María para consolarlas por su hermano. Marta, pues, en cuanto oyó que Jesús llegaba, le salió al encuentro; pero María se quedó sentada en casa. Dijo, pues, Marta a Jesús:
-Señor, si hubieras estado aquí, no hubiera muerto mi hermano, pero sé que cuanto pidas a Dios, Dios te lo otorgará.
Dijo Jesús:
– Resucitará tu hermano.
Marta le dijo:
– Sé que resucitará en la resurrección en el último día.
Dijo Jesús:
– Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque muera, vivirá; y todo el que vive y cree en mí no morirá para siempre. ¿Crees esto?
Dijo ella:
– Sí Señor; yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, que ha venido a este mundo.” (Jn 11, 17-27).
Es una declaración fundamental de Jesús, espléndida. La fe en la resurrección de los muertos era creencia universal en la ortodoxia de Israel. Pero no sabían que el Mesías fuese el agente de esta resurrección. Cristo, que se presentó como el Mesías, es la causa eficiente de la resurrección de los muertos. El es la Resurrección, porque el Padre le dio el “tener vida en sí mismo” (Jn 5, 26), y por eso, Él es causa de la resurrección de los muertos, tanto de la del alma (cf. Jn 5, 26), como de la del cuerpo (cf. Jn 5, 28. 29).
El poder dar la vida y resucitar es atributo exclusivo de Dios. Cristo, con esta enseñanza, se proclama Dios.
Cristo usa estas dos palabras “resurrección” y “vida” por las dos clases de hombres: los vivos y los muertos; a los dos tipos de hombres Cristo da la resurrección y la vida. “Todo el que vive y cree en mí, aunque muera, vivirá”. ¿Cómo es esto? Esta pregunta se dirige a cada uno de nosotros. Tal como está redactada aquí esta expresión: el que cree en Cristo, “aunque muera, vivirá”; o lo que es lo mismo: éste creyente “no morirá para siempre”. Valoradas ante el contexto de la muerte física de Lázaro, no harían pensar más que en la resurrección física. Aunque muera físicamente, el creyente en Cristo, con su cuerpo, vivirá. El alma es, físicamente, inmortal por ser espiritual, pero vivirá, sobrenaturalmente, porque al tener fe formada en Cristo, muere en gracia.
La resurrección de Lázaro, causada por ser Cristo la Resurrección, fue corporal; y también está vinculada a la fe en Cristo, que da la vida sobrenatural, la cual trae aneja la resurrección, aquí milagrosamente anticipada, aunque en forma imperfecta. Y Lázaro creía en Cristo. Y de Santa Marta tomamos la respuesta: “Sí, Señor, creo”.
Toda Betania es una manifestación firmísima de la fe viva en Nuestro Señor Jesucristo y para todo el que cree en Él, toda Betania, es la certeza de que habrá vida, y que la vida es la última en vencer. Marta confiesa: “Creo, Señor que resucitará…”
2. La resurrección de Lázaro
“Jesús, otra vez conmovido en su interior, llegó al monumento, que era una cueva tapada con una piedra. Dijo Jesús: Quitad la piedra … Quitaron la piedra” y Jesús resucitó a Lázaro.
Jesús quiere ir al monumento para ver a Lázaro muerto. Entonces llama a María y Cristo, al verla llorar a ella y a los que estaban con ella, sin duda con verdadera emoción, lloró también. Se conmovió. En la época de nuestro Señor no había sala velatoria para los difuntos, sino que se dedicaban los tres primeros días para llorar al ser querido y luego había 4 días de duelo. Estos están llorando todavía, porque Lázaro era muy querido por los judíos. Los judíos presentes decían: “¡Cómo le amaba!”. En esas lágrimas de Cristo quedaron santificadas todas las lágrimas que nacen del amor y del dolor.
Ante la tumba de Lázaro, Cristo recuerda a todos, especialmente a Marta, que crea en Él, pues esta fe le hará ver la gloria de Dios, que aquí es el poder divino que Él tiene como Dios. Entonces oró al Padre elevando los ojos, como lo hacía en momentos solemnes y dice: “Padre te doy gracias…”. Luego ordenó a la muerte que deje paso nuevamente a la vida diciendo: “Lázaro, sal fuera”. La aparición de Lázaro debió ser escalofriante, ya que salió todo amortajado Cristo también ordena: “Soltadle y dejadle ir”.
IV.
Queridos hermanos y hermanas:
Pidamos crecer en la fe en Nuestro Señor Jesucristo. Él nos amó como los amó a sus amigos de Betania, y al igual que Lázaro quiere que participemos de la vida de la gracia, que bebamos del agua viva.
Pidamos conocimiento interior, una fe grande, capaz de trasladar montañas, de trasladarnos al monte de los Olivos, al flanco oriental, al sepulcro de Lázaro y de ahí escuchar con los oídos del alma: “Yo soy la resurrección… quien crea en mí, aunque muera vivirá”.
NOTAS
(1) P. DONATO BALDI, Guida di Terra Santa, Edizioni Custodia di Terra Santa, Gerusalemme, 1973, p. 101.
(2) Excavations at Bethany, [1949-1953