Todos los días nos reunimos para alabar y bendecir a Dios nuestro Señor en la Santa Misa y en la Adoración, y lo hacemos con la fascinación armoniosa del canto y la música sagrada.
Nos insertamos así en la bimilenaria Tradición de la Iglesia, que al rendir culto de adoración a la Santísima Trinidad, se ha servido de la música y el canto, como ha dicho Juan Pablo II «para expresar los más profundos sentimientos religiosos del cristiano: la adoración, la acción de gracias, la súplica, la impetración, el dolor, el impulso espiritual»1 .
De ahí que enseñase el concilio Vaticano II: «La tradición musical de la Iglesia universal constituye un tesoro de un valor inestimable, que sobresale entre las demás expresiones artísticas, principalmente porque el canto sagrado, unido a las palabras, constituye una parte necesaria o integral de la liturgia solemne»2 .
Desde siempre la Iglesia estimó mucho el canto y la música sagrada como función ministerial: «En efecto, el canto sagrado ha sido ensalzado tanto por la Sagrada Escritura 3 como por los Santos Padres y los Romanos Pontífices, los cuales en los últimos tiempos, empezando por San Pío X, han expuesto con mayor precisión la función ministerial de la música sacra en el servicio divino»4 .
Unida a la liturgia, es oración, fomenta la unidad y solemniza la liturgia: «La música sacra, por consiguiente, será tanto más santa cuanto más íntimamente esté unida a la acción litúrgica, ya sea expresando con mayor delicadeza la oración o fomentando la unanimidad, ya sea enriqueciendo de mayor solemnidad los ritos sagrados. Además, la Iglesia aprueba y admite en el culto divino todas las formas de arte auténtico que estén adornadas de las debidas cualidades»5 .
Para nosotros el canto y la música sagrada tienen una importancia fundamental por su gran incidencia cultual, espiritual, cultural, formativa, estética, comunitaria… Es una forma eminente de tributar digno culto a Dios que no contradiga la grandeza de su infinita Majestad. Decimos culto digno en cuanto en armonía de dignidad artística y de superioridad espiritual exprese plenamente la fe para gloria de Dios y para edificación del Cuerpo místico6 .
No se puede afirmar que toda música sea sacra por el hecho de que algunos la inserten en la liturgia. No le debe faltar el sentido de la Iglesia «sin el cual el canto, en lugar de ayudar a fundir los espíritus en la caridad, puede ser fuente de malestar, de disipación, de rompimiento de lo sagrado, cuando no de división en la misma comunidad de los fieles»7 .
La música sacra forma parte integrante y necesaria de la liturgia misma. Es uno de los más altos signos manifestativos de la sacralidad litúrgica, y su finalidad sacra y sacramental, hacen que deba distinguirse de la música destinada a la diversión, a la evasión, o a la religiosidad genéricamente entendida.
Algunos Padres, como San Ambrosio, comparan el canto de los fieles, de elocuente solemnidad que expresa a la asamblea adorante, con el mar: «Sus salmodias rivalizan con el murmullo de las olas que chapotean levemente… ¿Qué es el canto del mar sino un eco de los cantos de la asamblea cristiana?… Mientras el pueblo ora en común, suena con estruendo como el reflujo de las olas espumantes, cuando el canto de los hombres, de las mujeres, de las vírgenes, de los muchachos hace eco a los responsorios de los salmos como el armonioso fragor de las olas»8 .
Notemos que el canto sagrado para que rivalice con el fragor de las olas del mar debe contar con la participación activa y conciente de todos, para ello es fundamental usar el libro de cantos y que la mente concuerde con la voz.
Como enseña San Agustín: «Canta a Dios quien vive de Dios: salmodia su nombre quien actúa por su gloria. Cantando así, salmodiando así, es decir, viviendo así, actuando así … preparad el camino a Cristo …»9 . Debemos cantar bellamente el cántico nuevo propio de quienes quieren vivir según la Ley nueva, de modo tal que: «¡Cante la voz, cante el corazón, cante la vida, canten los hechos!»10 .
Por eso el mismo Santo dice: «Cantar es propio del que ama»11 y también el antiguo proverbio: «El que canta bien, ora dos veces»12 . El canto es señal de júbilo del corazón (cfr. Hech 2, 46). Porque en definitiva: «Con el pueblo de Dios el Espíritu artista no puede errar»13 .
Hermano: ¡Canta y camina! ¡Camina y canta! «¡Cantad a Dios un cántico nuevo!» (Sal 149, 1). Toma con amor en tus manos este libro de cantos sagrados, aprovéchalo para unirte más bellamente a Jesucristo de Quien en verdad se dice: «Eres hermoso, el más hermoso de los hijos de Adán, la gracia está derramada en tus labios» (Sal 45, 3).Que te sirva para descubrir, día a día, cada vez más, que Dios ES la Belleza infinita. Debemos hacer que se cumpla en nosotros la profecía de Isaías: «mis siervos cantarán con corazón dichoso» (Is 65, 14).
1 Homilía durante la Misa celebrada en la basílica de San Pedro con ocasión del primer centenario de la Asociación italiana de Santa Cecilia, el 21 de septiembre de 1980; L’OR, (5-10-1980), pág. 19.
2 Constitución sobre la sagrada Liturgia, Sacrosanctum Concilium, nº 112.
3 cfr. Ef 5, 19; Col 3, 16.
4 idem nota 2.
5 idem nota 2.
6 cfr. Pablo VI, L’OR 25 de abril de 1971, pág. 9.
7 Pablo VI, idem.
8 Hexameron,III, V: PL 14, 165.
9 Enarrat. in Ps., 67, 5: PL 36, 814 s.
10 San Agustín, Enarrat.in Ps.,143, 2: PL 37, 1938; cit. por Juan Pablo II, L’OR, 2 de octubre de 1983, pág. 1.
11 Sermón 336, 1: PL 38, 1472.
12 Normas generales del Misal Romano nº 19, Misal romano, CEA., 1981, pág. 31.
13 San Ambrosio, Explanaciones Psalmorum,1, 9: PL 14, 925.