Gulag

Circular de viaje 15: Complemento II

3. b) Kolyma: «Puerta del infierno».

Si bien en cualquier lugar de Rusia donde uno se encuentre siempre tiene cercano un Gulag, Magadan y la circundante región de Kolyma están más directamente colegadas a los horrores de estos campos. Inmediatamente después al hallazgo de oro, ocurrida en 1932, los prisioneros comenzaron a llegar en tropeles. La ubicación era perfecta para los superintendentes de los Gulag: aprisionada en el hielo, distanciada 9.000 Km. de Moscú, con las montañas y el hielo que en invierno constituían barreras naturales y que en verano dejaban paso al fango y los mosquitos, hacían que las posibilidades de escapar fuesen nulas.

Como en la mayor parte de Rusia, los prisioneros no tenían ropas o alojamientos adecuados para soportar las heladas temperaturas  o comida suficiente para afrontar las 14 horas diarias de trabajo, ni tampoco tenían instrumentos para construir los caminos o excavar en las minas. El viaje para llegar hasta aquí, a bordo de los trenes o buques abarrotados de gente hasta más no poder, causó la muerte de muchos prisioneros. En una ocasión en el tentativo de desafiar al invierno una nave permaneció encallada en el hielo de regreso desde Vladivostok. Llegó a la costa de Kolyma nueve meses más tarde: los 3000 prisioneros a bordo habían muerto congelados. Se calcula que fueron dos millones las personas deportadas aquí desde el inicio del «Gran Terror» de Stalin (1937-1938) y su muerte en 1953.

Todos los prisioneros de los Gulag conocían Kolyma y vivían aterrorizados con la idea de ser deportados al lugar que llamaban «el planeta» (por su lejanía) o «la puerta del infierno» (por sus condiciones). Pocos sobrevivían a los trabajos de tala de árboles para la construcción de nuevos caminos y eran miles los que morían congelados, por esta razón el camino estatal de Kolyma que une Magadan con Yakutsk es llamado «el camino de los huesos».

Muchos visitadores afirman que en Rusia se dice y se ve muy poco de los Gulag. En el famoso libro de Alexander Solzhenitsyn, Archipiélago Gulag: 1918-1956,  el escritor habla de la necesidad de hacer un film que muestre estos horrores al mundo.  En realidad Magadan –construida casi totalmente por los internos de los Gulag (y también por los prisioneros de guerra japoneses)- se ha confrontado con su pasado mucho más que Moscú u otras ciudades. La Máscara del Dolor es tal vez el más conmovedor símbolo de las víctimas de los Gulag en todo el país.   

 4. Ferrocarriles.   

        Hay 87.000 Kms. De vías ferroviarias.

        

 5. Las mártires Olimpia y Lorenza.

 

En la taiga, al N. de Novosibirsk, cerca de Tomsk, en la región de Siberia, en Rusia, en el campo de concentración de Kharsk, en 1950 murieron mártires por amor a Cristo, soportando toda clase de pruebas en la persecución antirreligiosa. Ellas fueron la Beata Olimpia (Olga) Bidà, virgen y mártir de la Congregación de Religiosas de San José, cuya fiesta se celebra los 28 de enero; y la Beata Lorenza (Leocadia) Harasymiv, virgen de la misma Congregación, su fiesta es el 26 de agosto. El 27 de junio de 2001 las beatificó Juan Pablo II en Lvov. Ceremonia en la que participamos varios sacerdotes, seminaristas y Hermanas SSVM. Son patronas de la comunidad de Servidoras de Omsk.

         6. Algunos encuentros.

Tan sólo dos de los muchos encuentros tenidos en este viaje.

En Jabarovsk hemos conocido al P. Christoff Koval párroco de Santa Teresita del Niño Jesús en la Península de Kamchatka, en la ciudad de Pietropauvlovsk. Quiere construir el nuevo Templo y casa parroquial. Hay que ayudarlo.

En Irkutsk hemos conocido al P. Jozef Ganovsky, de 73 años, sacerdote salesiano, misionero en Yakutsk (ciudad levantada a la vera del río Lena, de 4.565 Km. de largo, del cual tomó su pseudónimo Lenin; allí llega en avión, luego debe desplazarse en automóvil a Aldan que queda a 14 horas de viaje). Su vocación misionera se la debe al Cardenal Tomko que en una conferencia dada en Nitra (Eslovaquia), el 19 de setiembre de 2005, dijo que había que ofrecerse a la Misión.

         7. El sermón del Cardenal Angelo Sodano

El broche de oro del viaje peregrinación por las tierras de Rusia fue la Santa Misa de la Dedicación del Templo de Kazan, celebrada por S.E.R el Señor Cardenal Angelo Sodano. Allí dijo[1]:

«Hace mucho tiempo que deseo venir a Kazán para saludar a todos y agradecer juntos al Señor por todos los dones que en estos últimos tiempos ha concedido a esta comunidad, como a toda vuestra bella e histórica ciudad.

En primer lugar siento el deber de saludar al nuncio, el arzobispo Antonio Mennini, al cual me liga una antigua amistad desde el tiempo en que era Secretario de Estado del Papa Juan Pablo II, de feliz memoria. Saludo también al querido Pastor de vuestra diócesis, el obispo Clemens Pickel, y a todos los sacerdotes presentes. En modo particular me es grato saludar a la Comunidad religiosa del Verbo Encarnado, a su Superior General, el padre Carlos Buela, a vuestro querido párroco, el padre Diógenes, y a todas las religiosas aquí presentes.        

A los hermanos de la Iglesia Ortodoxa de Kazán, aquí representados por Su Excelencia Reverendísima, el arzobispo Anastasij, a las distinguidas autoridades civiles y en particular al Señor Sindaco, Señor Ilsur Raisovic Metshin, llegue asimismo el saludo más cordial juntamente al agradecimiento por la generosa contribución que han dado a la construcción de este nuevo y espléndido templo.

A todos, Pastores y fieles, autoridades y pueblo de Kazán, traigo la Bendición del Papa Benedicto XVI, que está muy cercano a vosotros y hoy se une a nosotros en la oración de agradecimiento al Señor por el don de este hermosa Iglesia.

En el Salmo 83 hemos cantado las bellas palabras que desde  hace siglos resuenan en nuestras iglesias, con ocasión de su dedicación:

“Cuán amables son tus moradas,

Oh Señor de los Ejércitos…

Feliz quién habita en tu casa,

Siempre canta tus alabanzas”.

Después en la primera lectura hemos escuchado una hermosa página del libro del Génesis, que nos describe el sueño de Jacob. Él ve una escalera que iba del cielo a la tierra, con ángeles que subían y bajaban por ella. Despertándose, Jacob tomó la piedra que había colocado debajo de su cabeza como almohada, la erigió como estela y derramó aceite sobre ella, diciendo: “Esta será una casa de Dios” (Gen 28,22).

También hoy nosotros consideramos cada templo como una casa de Dios, un lugar con una escalera misteriosa por la cual Dios desciende hacia nosotros con sus dones y nosotros podemos después subir hacia Él con nuestras oraciones.

Para nosotros los cristianos esta escalera misteriosa está simbolizada adecuadamente por la Cruz de Cristo. Este nuevo templo dedicado a la Exaltación de la Santa Cruz recordará a todos tal realidad. En la Cruz Cristo ha conducido al Padre a los hombres de todo tiempo  y en la Cruz ha, después, ofrecido a los hombres los dones de la Redención. Por esto la liturgia nos enseña a orar así: “Te adoramos, oh Cristo, y Te bendecimos, porque con tu Santa Cruz has redimido al mundo”.

Hermanos y hermanas en el Señor, el incienso perfumado que usamos en este solemne rito, de la Consagración de vuestra nueva Iglesia indica bien que este es un lugar de oración. El humo que sube hacia lo alto expresa el movimiento del espíritu humano hacia Dios, mientras que el incienso que se quema muestra el ofrecimiento de nuestra vida a Aquel que nos la ha donado. A Dios, queremos ofrecerla cada vez que venimos a rezar. Como María Santísima en el día de la Anunciación, también nosotros queremos decir: “He aquí la esclava del Señor, se haga en mí según tu Voluntad”.

Queridos fieles de Kazán, el Evangelio de este día nos ha recordado además que la casa de Dios es también la casa del amor fraterno entre nosotros. Hemos de hecho escuchado la invitación que nos ha dirigido Jesús en el discurso de la montaña, cuando nos dice: “Si presentas tu ofrenda sobre el altar y allí te acuerdas que tu hermano tiene algo contra ti, deja tu don delante del altar y ve primero a reconciliarte con tu hermano y después regresa a ofrecer tu don” (Mt 5,23-24).

El lugar del encuentro con Dios se convierte así también el lugar del encuentro con el hombre. Como hijos del mismo Padre que está en los cielos, aquí nos sentimos hermanos y hermanas y nos empeñamos en ayudarnos mutuamente. Sobre la puerta de vuestra hermosa Iglesia podríamos escribir: “Aquí se entra para amar a Dios, de aquí se sale para amar a los hombres”.

Queridos fieles de Kazán, no podría terminar estas palabras, sin deciros que hoy sentimos también presente entre nosotros a María Santísima, así como ella estuvo presente en el Cenáculo con los Apóstoles en el día de Pentecostés.

En esta República de Tatarstán, la Madre del Señor es particularmente venerada y amada. Frente al ícono de la Virgen de Kazán ha rezado también durante varios años el Papa Juan Pablo II, de feliz memoria, confiando a su materna intercesión a todos los discípulos de Cristo que viven en esta tierra bendita.

También hoy, Jesús repite a cada uno de sus discípulos aquello que dijese al Apóstol Juan en el Calvario: “Hijo, he aquí a tu Madre” (Jn 19,27).

 ¡A Ella, como Madre Nuestra, hoy, entonces, nos confiamos! ¡Ella interceda siempre por nosotros y nos guíe al encuentro definitivo con Cristo en la patria eterna del cielo. Amen!».