resucitado

Cristo resucitado: hombre perfecto

 Homilía predicada por el R.P. Carlos M. Buela durante la solemne Vigilia de Pascua de Resurrección en el seminario «María, Madre del Verbo Encarnado».

 

I

¡Cristo ha resucitado! Es decir, su alma gloriosa volvió a unirse a su cuerpo, a ese cuerpo que fue clavado y que padeció los dolores de la cruz, al cual transformó en glorioso e inmortal. Por tanto, la humanidad santísima de Nuestro Señor fue la primera en alcanzar el máximo de plenitud a la que es llamado todo ser humano, sea varón o mujer, constituyéndose Cristo de esta manera en el máximo modelo de la humanidad redimida, que alcanzará la plenitud en tanto y en cuanto siga la doctrina de Jesucristo y los ejemplos de Él.

Esta es una Pascua del todo especial ya que es la Pascua del año 2000. En el siglo que hace poco ha terminado hemos visto que el hombre ha sido brutalmente manipulado. Baste pensar en los lager, en los gulag, en los laogais, en los bunkers, en las guerras (dos guerras mundiales), el lavado de cerebros, la manipulación genética humana, la conculcación de los derechos: a nacer, a vivir, a tener responsablemente hijos, al trabajo, a la paz, a la libertad, a la justicia social, a participar de las decisiones que hacen al bien común; los genocidios, las discriminaciones, sin contar con las plagas de las adicciones con el cortejo de las depresiones y demás alteraciones de la salud psíquica. Como dijo Su Santidad Juan Pablo II en Puebla: “Quizás una de las más vistosas debilidades de la civilización actual esté en una inadecuada visión del hombre. La nuestra es, sin duda, la época en que más se ha escrito y hablado sobre el hombre, la época de los humanismos y del antropocentrismo. Sin embargo, paradójicamente, es también la época de las más hondas angustias del hombre respecto a su identidad y destino, del rebajamiento del hombre a niveles antes insospechados, época de valores humanos conculcados como jamás lo fueron antes”.

Por eso, en esta solemne Vigilia de Pascua de Resurrección del 2000, me pareció que podía ser provechoso que reflexionásemos, a la luz de Cristo resucitado, sobre la verdad del hombre, es decir, sobre la verdad de cada uno de nosotros.

II

1º- ¿Cuáles son las verdaderas características del ser humano?

En primer lugar, el ser humano, cada uno de nosotros, es uno, con una unidad actual: en este momento somos conscientes de que somos uno, no somos dos ni tres, ni diez, somos uno. Pero también con una unidad que se mantiene a través de toda nuestra historia: somos plenamente conscientes que éramos aquel niño que jugaba detrás de los autitos y los camioncitos, que jugaba con los soldados y le gustaban los días de lluvia porque la mamá le contaba cuentos, viendo pasar la gente por la vereda. Y después de más grandes, tenemos clara conciencia de que somos el mismo. Somos uno.

Pero además, somos únicos. Cada uno de nosotros, aun en el caso de los mellizos o el de los gemelos, y aun en el caso de que pueda darse la clonación humana. La persona humana es única. Habrá un parecido, una gran semejanza, pero hay todo un mundo que es nuestro mundo interior que es único.

Pero también somos irrepetibles. Así como no hay dos impresiones digitales iguales, así tampoco hay dos seres iguales. En una misma familia con un mismo padre y una misma madre, y con una misma educación, sin embargo, qué distintos que son los hijos. Uno es más vivo, otro es más lerdo. Uno es más divagante, el otro más tímido; uno vago, el otro trabajador. Unos tiene unas habilidades, otros tiene otras.

Pero además, no solamente somos uno, únicos, irrepetibles, sino que cada uno de nosotros ha sido eternamente ideado, eternamente pensado por Dios, desde antes que existiésemos sobre la tierra, desde antes que existiesen nuestros padres, desde antes que existiese el mundo. Desde toda la eternidad, desde que Dios es Dios, hemos sido pensados por la mente divina. Así como un artista piensa primero en el dibujo que después quiere plasmar en la tela. Se piensa primero y luego se realiza lo pensado. Así ha hecho Dios. ¡Eternamente pensados!

eternamente elegidos: “Este sí, que exista, en tal época, tales características”.

Y, por tanto, eternamente amados. Cada hombre, varón y mujer. Todos los hombres, todo varón, toda mujer, ¡eternamente amado por Dios!

 

III

Todo lo cual configura una serie de particularidades insoslayables del ser humano. La columna vertebral, por así decirlo, del humanismo cristiano es recogida perfectamente por la Constitución Pastoral Gaudium et spes, que excluye, justamente, las falsas visiones del hombre, que pululan en estos tiempos, por no tener en cuenta a Cristo resucitado:

1. En primer lugar, la fe ilumina el plan de Dios sobre el hombre, excluyendo todo racionalismo. Y así dice: “La fe todo lo ilumina con nueva luz y manifiesta el plan divino sobre la entera vocación del hombre. Por ello orienta la mente hacia soluciones plenamente humanas”1.

2. La dignidad del hombre está dada por su naturaleza, contra el subjetivismo, que niega la realidad de una naturaleza humana: “La Biblia nos enseña que el hombre ha sido creado «imagen de Dios», con capacidad para conocer y amar a su Creador, y que por Dios ha sido constituido señor de la entera creación visible para gobernarla y usarla glorificando a Dios. ‘¿Qué es el hombre para que tú te acuerdes de él? ¿O el hijo del hombre para que te cuides de él? Apenas lo has hecho inferior a los ángeles al coronarlo de gloria y esplendor. Tú lo pusiste sobre la obra de tus manos (sobre todo el mundo visible). Todo fue puesto por Ti debajo de sus pies’ (Ps 8, 5-7)” 2.

3. Ese hombre ha sido creado para vivir en comunidad, contra el individualismo del liberalismo: “Pero Dios no creó al hombre en solitario. Desde el principio los hizo hombre y mujer (cfr. Gen l,27). Esta sociedad de hombre y mujer es la expresión primera de la comunión de personas humanas. El hombre es, en efecto, por su íntima naturaleza, un ser social, y no puede vivir ni desplegar sus cualidades sin relacionarse con los demás”3. Son las verdades claves del humanismo cristiano.

4. El hombre, por su naturaleza, trasciende el universo, contra la idolatría y el magicismo: “No se equivoca el hombre al afirmar su superioridad sobre el universo material y al considerarse no ya como partícula de la naturaleza o como elemento anónimo de la ciudad humana. Por su interioridad es, en efecto, superior al universo entero;…”4. Eso soy yo y cada uno de nosotros.

5. El hombre por naturaleza es intelectual, tiene una capacidad de pensar, contra todo materialismo: “…la naturaleza intelectual de la persona humana se perfecciona y debe perfeccionarse por medio de la sabiduría, la cual atrae con suavidad la mente del hombre a la búsqueda y al amor de la verdad y del bien. Imbuido por ella, el hombre se alza por medio de lo visible hacia lo invisible”5. Esa es la dignidad del hombre. Es capaz de pensar.

6. La naturaleza intelectiva y la libertad se expresan en la conciencia, contra los manipuladores de conciencias: “La fidelidad a esta conciencia une a los cristianos con los demás hombres para buscar la verdad y resolver con acierto los numerosos problemas morales que se presentan al individuo y a la sociedad. Cuanto mayor es el predominio de la recta conciencia, tanto mayor seguridad tienen las personas y las sociedades para apartarse del ciego capricho y para someterse a las normas objetivas de la moralidad”6.

7. La dignidad humana exige que el hombre obre en conciencia y, además, libremente, contra el totalitarismo y la coacción: “La dignidad humana requiere, por tanto, que el hombre actúe según su conciencia y libre elección, es decir, movido e inducido por convicción interna personal y no bajo la presión de un ciego impulso interior o de la mera coacción externa” 7.

8. La grandeza del ser humano: la libertad. La libertad es una característica propia del ser humano, que es libre por ser espiritual, porque tiene una inteligencia racional y porque tiene una voluntad libre. Así lo creó Dios. Eso es ser creado “a imagen y semejanza de Dios”. Los animales no fueron creados a imagen y semejanza de Dios, porque no tienen alma espiritual, no tienen inteligencia racional ni voluntad libre; y todo esto contra el determinismo y el fatalismo: “El hombre logra esta dignidad cuando, liberado totalmente de la cautividad de las pasiones, tiende a su fin con la libre elección del bien y se procura medios adecuados para ello con eficacia y esfuerzo crecientes” 8.

9. Pero ciertamente, dado el estado de pecado, el hombre, que está llamado por Dios a Dios, no puede llegar a la unión con Él si no tiene el auxilio de la gracia; contra el pelagianismo: “La libertad humana, herida por el pecado, para dar la máxima eficacia a esta ordenación a Dios, ha de apoyarse necesariamente en la gracia de Dios”9. Por eso la necesidad de los sacramentos dignamente recibidos para vivir según la estatura que Dios quiere para nosotros, según su plan creador y redentor.

10. Y, por ello, la vocación del hombre, de todo varón, de toda mujer (y es la vocación suprema que puede tener) es la vida eterna: “El máximo enigma de la vida humana es la muerte… Mientras toda imaginación fracasa ante la muerte, la Iglesia, aleccionada por la Revelación divina, afirma que el hombre ha sido creado por Dios para un destino feliz situado más allá de las fronteras de la miseria terrestre. Dios ha llamado y llama al hombre a adherirse a Él con la total plenitud de su ser en la perpetua comunión de la incorruptible vida divina. Ha sido Cristo resucitado el que ha ganado esta victoria para el hombre, liberándolo de la muerte con su propia muerte”10.

11. Por eso, esta es la razón más elevada de la dignidad humana. Aun del corrupto, aun del vicioso, aun de aquel degradado. Por la simple y sencilla razón de que ha sido creado a imagen y semejanza de Dios. Por la simple y sencilla razón de que Cristo murió en la cruz por ese hombre. Por la sencilla razón de que ese hombre, que en estos momentos tal vez está en lo peor de lo peor, también está llamado por Dios a la vida eterna, al cielo. “La razón más alta de la dignidad humana consiste en la vocación del hombre a la unión con Dios”11. Contra el humanismo ateo, porque “sobre todo, el hombre es llamado, como hijo, a la unión con Dios y a la participación de su felicidad”12. Si nosotros tuviésemos más en cuenta esto, aunque seguiríamos teniendo problemas porque estamos en un valle de lágrimas, siempre estaríamos iluminados con una luz superior que nos dice que estamos llamados para una felicidad sin fin y que todas las miserias de este mundo son nada en comparación con la gloria a la cual Dios nos tiene destinados.

12. Y, finalmente, la última verdad de esta síntesis de lo que es el auténtico humanismo cristiano es que en Jesucristo se ilumina el misterio del hombre, contra todas las visiones anticristianas del hombre: “En realidad, el misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado… Cristo nuestro Señor, Cristo, el nuevo Adán, en la misma revelación del misterio del Padre y de su amor, manifiesta plenamente el hombre al propio hombre y le descubre la sublimidad de su vocación… El Hijo de Dios con su encarnación se ha unido, en cierto modo, con todo hombre”13.

IV

2º- ¿Cuál es la razón de la paradoja de que a pesar que en este tiempo tanto se habla del hombre, sin embargo, tanto se ha atacado al hombre hoy día?

“¿Cómo se explica esta paradoja? -seguía diciendo el Papa en Puebla- Podemos decir que es la paradoja del humanismo ateo. Es el drama del hombre amputado de una dimensión esencial de su ser -el Absoluto- y puesto así frente a la peor reducción de su ser”.

En efecto, baste recordar a los ideólogos de turno, cómo reducen la dimensión del ser del hombre. Así, por ejemplo, se dijo: “el hombre es un trabajador” (Karl Marx); “el hombre es una pasión inútil” (Jean Paul Sartre); “es un ser movido por la libido” (Sigmund Freud); “es un forjador de símbolos” (Paul Ricoeur); “es un creador de utopías” (Ernest Bloch); “es lo que come” (Feuerbach) -este comía zanahorias- (risas del auditorio); “es un haz de cargas electromagnéticas” (Bertrand Russel); “es un ser para la muerte” (Heidegger); “es lo que juega” (Huizinga); “es lo que ve”, como pasa hoy día con la televisión, el homovidens, esclavo de la teletonta (Giovanni Sartori); “es un ser cultural”… Todas son definiciones parciales que amputan gran parte del ser del hombre y que terminan produciendo los grandes desequilibrios que tenemos que soportar. Desequilibrios sociales, económicos, políticos, culturales, jurídicos, psicológicos. Ninguno de ellos dice: “El hombre es hijo de Dios”. Estas falsas visiones del hombre y la mujer, potenciados en grados nunca vistos en la historia de la humanidad por los medios de comunicación social, constituyen un atentado permanente, día a día y momento a momento, a la naturaleza, dignidad, vocación y destino eterno de los hombres y mujeres de nuestro tiempo.

V

Por eso, queridos hermanos y hermanas:

En esta sublime noche de Pascua recordemos que:

¡No somos sólo materia, que termina definitivamente en la tumba!

¡No somos sólo una máquina de trabajo, que sólo sirve para producir cosas y ganar dinero!

¡No somos sólo un ser para consumir bienes materiales!

¡No somos sólo seres que sólo hacen lo que les gusta, lo que les da la gana!

¡No somos sólo seres que son juguetes de un destino inexorable!

¡No somos robots, somos libres, con la libertad que nos ganó Cristo!

¡Tenemos un alma espiritual e inmortal!

¡Somos capaces de entender y tenemos una voluntad libre capaz de amar y de elegir!

¡Estamos llamados a la vida eterna!

¡Nuestra vida no termina aquí! ¡Hay horizontes más amplios!

Nos lo recuerda la Resurrección del Señor y la Doncella de Nazareth que también resucitó. Cristo resucitado es el baluarte inexpugnable, a través de los siglos, para la defensa del hombre, de todo hombre y de todos los hombres.

Esta es la visión colosal del hombre y la mujer que tiene la Iglesia, y que ha mantenido a través de 2000 años de historia, luchando y defendiendo al varón y a la mujer por haber sido creados a imagen y semejanza de Dios.

Y al igual que pasa en nuestro poderoso ciprés, en cuya copa juegan los últimos rayos del atardecer, en cada una de nuestras almas siempre juegan los rayos de luz del Dios Todopoderoso, que nos ilumina con su gracia y que nos ama mucho, porque ¡somos sus hijos!

¡Somos hijos de Dios!

 

 NOTAS

1. Guadium et Spes 11.

2. Guadium et Spes 12.

3. Ibid.

4. Guadium et Spes 14.

5. Guadium et Spes 15.

6. Guadium et Spes 16.

7. Guadium et Spes 17.

8. Ibid.

9. Ibid.

10. Guadium et Spes 18.

11. Guadium et Spes 19.

12. Guadium et Spes 21.

13. Guadium et Spes 22.