De galaxias y dinosaurios

I

En toda la historia de la humanidad hubo tendencias más o menos grandes, más o menos fuertes, de evadirse de la realidad.

Incluso por parte de los hombres hay una cierta evasión ordenada que es conveniente. Pensemos en el juego ordenado –no compulsivo–; pensemos en la eutrapelia, que es una virtud; más aún, en algunos casos esa evasión es necesaria e incluso es de ley divina positiva, como es el caso del descanso dominical, como también es el caso de las fiestas religiosas. Aunque, si bien lo pensamos, son más aparentes que reales estas evasiones a las que nos referimos, porque en el fondo –cuando son ordenadas y más aún cuando son mandadas– son afirmaciones rotundas de lo fundante del ser.

Pero no pasa lo mismo con todas las formas de evasión. Hoy quiero referirme a un aspecto de las formas de evasión, una evasión   que puede llegar a ser mala e, incluso, patológica.

Decía Juan Pablo II a los jóvenes en el Estados Unidos, el 1º de octubre de 1979, que frente a los graves problemas actuales «muchos tratarán de huir de las propias responsabilidades, refugiándose:

– en el egoísmo,

– en los placeres sexuales,

– en la droga,

– en la violencia,

– en el indiferentismo,

– o en una actitud de cinismo».(1)

Son formas de evasión malsanas, y, finalmente, estamos sumergidos –lo queramos o no– en toda una «cultura de la evasión», a la que también podemos llamar una «cultura de la ficción», que a muchos les impide contactar con la realidad.

    II

Por ejemplo, ¿qué modelos se les impone a los jóvenes en estos últimos años? ¿Qué modelos les presenta a los niños y a los jóvenes la «gran educadora» de estos tiempos, que es la televisión? Si a los dieciséis años un adolescente ha dedicado 46.6200 horas a dormir, 22.454 horas a ver televisión., y apenas 13.440 al colegio (2) , es evidente que la televisión –queramos o no– se constituye en un punto de referencia insoslayable para la formación del joven.

Si es mujer, en estos últimos años la televisión le habrá presentado como modelo, por ejemplo:

– a «Los ángeles de Charly»;

– o «la mujer policía»;

– o «la mujer biónica»;

– o «la mujer maravilla»;

– o en dibujos animados a «Seilor Moon», etc.

¿Y si es varón? Si es varón, de hecho, le habrán presentado como modelo:

– al «hombre invisible»;

– o la reciedumbre del «hombre nuclear»;

– o en parentesco con los arácnidos propondrán al «hombre araña»;

– o semejante a los peces, le habrán presentado como modelo «Mark Harris, el «hombre palmípedo», el hombre de la Atlántida;

– o imitando a las aves será el «hombre volador»: Supermán,

– o en un símil con los gorilas será el «hombre verde»: el increíble Hulk.

Conozco casos que han ocurrido de chicos que se han tirado con su capita desde la azotea de su casa y se hicieron de crema en el piso. Estando en Caseros en el colegio Cristo Rey un chico imitó al increíble Hulk, se enojó con la mamá, y pegó con el brazo en la mesa un golpe seco: ¡ta! ¡Y se lo quebró el brazo en tres! Porque algunos no distinguen la ficción de la realidad.

Hoy en día en que todo ha cambiado, evidentemente los modelos se los imponen muchas veces los dibujitos: «Los Simpsons», «South Park», «Crapstson Villas», «Ranma y medio», «Dr. Katz», «Cuttlas», «Baby Blues», «Futurama», «Seilor Moon», «Dragon Ball Z», «Pakemón»: con sus personajes Pikachu, Squirtle, Charmander, Bulbasaur.

«Los dibujos que impuso el mercado nipón tuvieron consecuencias en las preferencias de los chicos, que dejaron los rastis y los peluches por los más violentos guerreros. Ahora “Dragon Ball Z” y “Pokémon” (ambos de origen japonés) encabezan las preferencias infantiles».(3)

Es interesante saber que la Warner, para no quedarse atrás en el mercado, mandó hacer estudios de mercado acerca de los personajes de los dibujitos y en ese estudio dicen que los personajes son los dibujos de la «generación Y». «En realidad, bajo esa letra de abecedario, el marketing puso en foco a la nueva franja de adolescentes que, se supone, será la nueva masa consumidora. “Los ‘Animados Y’ –dice el estudio de Warner– parecen llegar a televidentes que responden al humor, la ironía y, aparentemente, a la cruda verdad que definitivamente se acepta cuando viene de un personaje animado».(4)   ¿Cuáles son las características de estos personajes animados? Suelen ser «descreídos, nihilistas, aventureros, impertinentes, ácidos, groseros, ofensivos… Todas estas definiciones caracterizan a la mayoría de los personajes de los dibujos animados de este fin de milenio. Ya no están de moda las fábulas tradicionales en las que los buenos triunfan sobre los malos»(5), concluye el estudio de Warner.

De hecho, hoy día en los recreos, ya no es como en nuestras épocas, que lo más picaresco era la mancha venenosa sino que juegan al estilo de los dibujitos: «El juego más popular, en los recreos de los colegios primarios de varones, consiste a jugar a Pokémon. “Si un chico es Sandshrew y pelea contra otro Squartor, puede usar sus poderes imaginándolos. Hay chicos que juegan a que son entrenadores y se quieren convertir en pokedecs y te enseñan técnicas de ataque”, dijo Paco, con tono catedrático».(6)

«Las técnicas de ataque que los chicos imitan de los dibujos no son nada amables: consisten en quemar al otro con una cola imaginaria, matarlo con un chorro de agua, electrocutarlo con un toque mágico, o dormirlo eternamente dándole a comer moras».(7)

     III

La huida puede ser deformante, y así es curioso de constatar que en muchos casos se da esa huida para atrás o, al contrario, se da la huida para adelante, como se puede ejemplificar en dos temas de películas: los dinosaurios y las galaxias. Con esta característica: los dinosaurios vencieron a las galaxias. Son las películas más taquilleras de todos los tiempos, las películas más vistas.

«”Jurassic Park, el mundo perdido” (…) conserva el liderazgo como el film más visto en la historia de los EE.UU. en su fin de semana de estreno».(8)

La cuarta película de la saga de la «Guerra de las galaxias», «según cifras oficiales, “Episodio I. La amenaza Fantasma” obtuvo una recaudación 61,8 millones frente a los 72,1 que había logrado la secuela de “Jurassic Park”, en mayo de 1997.

Entre su estreno y la víspera, el film de George Lucas amasó 102,8 millones de dólares, una cifra impresionante, pero algo menos de los esperado en virtud de las extraordinarias expectativas generadas por el film. Varios analistas habían predicho que la ganancia bruta llegaría a los 140 millones, vaticinio que no llegó a cumplirse».(9)

Y no solamente hay esto sino que algunos fans, por ejemplo, de «La Guerra de las galaxias» hacen una especie de culto de esto y se visten como los personajes de las «guerras de las galaxias» y tienen todo el cotillón, como los chiquitos tienen todo el cotillón de los dibujos animados… ¡adiós a los peluches!

Pareciera, incluso, que en esto suelen encontrar algo místico. Vaya como ejemplo la descripción de una fanática de las «Guerras de las galaxias», decepcionada porque no le gustó la cuarta serie de la saga. Ella dice:

«Cuando las dos palabras “Star Wars” (“La guerra de las Galaxias”) aparecen en la intensa pantalla de color negro y miles de pequeñas estrellas comienzan a hacerse cada vez más cercanas, el público deja de respirar y cuando los primeros acordes del tema de John Williams dan paso a esa música tan familiar, el alma colectiva se conecta con las imágenes con una intensidad impresionante.

Incluso los cursis diálogos son recibidos con un silencio reverencial. Nadie, con excepción seguramente de un crítico colado en la sala, se ríe cuando Liam Neeson anuncia solemnemente: “Percibo una alteración en la Fuerza”, o ante el grito de Jack Lloyd, “Yupiii”, cuando viaja con los dos caballeros Jedi…

El film es una extravagancia de efectos especiales. Hay más de 2000 efectos que aparecen en más del 90 por ciento de los cuadros (en los films más tecnológicos no llegan a 300). Pero como la producción del séptimo arte más esperada de todos los tiempos, es decepcionante…

No es que no haya acción. La carrera entre naves voladoras resulta animada y trae un poco de la adrenalina que nos provocaban los enfrentamientos entre las naves del Imperio y de la Federación. El diseño de los escenarios, la tecnología usada e incluso la cinematografía son escalofriantemente buenos. Pero la tensión, el romance, el ritmo de entrelazar escena con escena están extrañamente ausentes en esta película…

Nadie de quien verdaderamente enamorarse o de quien preocuparse. ¡Cómo extrañamos a Han Solo, aquel héroe reluctante, y su coqueteo con la princesa Leia!…

Cuando la película termina y aparece en la pantalla la leyenda “Producida y dirigida por George Lucas”, la música de Williams se introduce de nuevo en el inconsciente colectivo, y el resultado –dice la periodista– es un orgasmo tribal de entusiasmo. Es una explosión de energías dionisíacas, una afirmación de que el hombre es una animal que adora contar y escuchar cuentos.

La gente se pone de pie y aplaude. Se entrega a la visión de Lucas».(10)

Y no hago aquí mención de las desviaciones teológicas graves y serias, por ejemplo que con respecto a este film se señalan en la Revista Dialogo 24, que tiene muy serias reservas desde el punto de vista teológico.

     IV

    Pues así pasa con muchos de nosotros. No desarrollamos los talentos que Dios nos ha dado por no vivir el presente. Y así muchos de nosotros nos escapamos hacia atrás, hacia el Jurassic Park o nos escapamos hacia delante, hacia las galaxias. Así pasa sobre todo ahora que estamos a fin de año. Muchos estarán pensando: «¡Cuánto tiempo perdí este año!», «¡Cuánto podría haber estudiado!» ¡Y se quedan con eso! En vez de decir: «Ahora voy a estudiar con todo…», con lo que pueda porque es el momento presente el que está en juego.

O hay otros que están re-jugados y ya hay varias materias que les fue mal y ni quieren pensar en Jurassic Park y entonces se lanzan al futuro en una nave espacial: «El año que viene va a ser distinto»… para lo mismo repetir el año que viene.

    Y lo mismo pasa en todos los talentos que Dios nos ha dado.

Por eso debemos aprender a vivir el tiempo, y no sólo como Cronos, el tiempo este que va pasando, por así decirlo el tiempo físico, sino vivir el tiempo como Kairós, como el tiempo de la salvación, de la gracia.

Por eso que San Pablo dice que «hay que redimir el tiempo» (Ef 4,16), hay que evangelizar el tiempo, hay que santificarlo. Y el tiempo que tenemos en nuestras manos es este tiempo presente. El que pasó, ¡pasó!, ya no va a volver. Si lo dejamos pasar por culpa propia hay que pedir perdón a Dios y entregarse en manos de su misericordia. Y el tiempo que va a venir, no lo conocemos. Quizás alguno de nosotros en las vacaciones… ¡patapufete!, (¡uno menos en Jurassic Park!). ¿Lo sabemos? No lo sabemos, pero el tiempo futuro hay que ponerlo en manos de la providencia, así como el tiempo pasado lo tenemos que poner en manos de la misericordia. Por eso también San Pablo dice: «ahora es el tiempo propicio, ahora es el día de la salvación» (2 Co 6, 2).

    En el Concilio Vaticano varias veces se nos recuerda esto, por ejemplo, en la Gaudium et Spes, 39:

– «No obstante, la espera de una tierra nueva no debe amortiguar, sino más bien avivar, la preocupación de perfeccionar esta tierra donde crece el cuerpo de la nueva familia humana, el cual puede de alguna manera anticipar un vislumbre del nuevo mundo»;

– o bien: «El Concilio exhorta a los cristianos, ciudadanos de la ciudad temporal y de la ciudad eterna, a cumplir con fidelidad sus deberes temporales, guiados siempre por el espíritu evangélico. Se equivocan los cristianos que, pretextando que no tenemos aquí ciudad permanente, pues buscamos la futura, consideran que pueden descuidar las tareas temporales, sin darse cuenta que la propia fe es un motivo que les obliga al más perfecto cumplimiento de todas ellas según la vocación personal de cada uno».(11)

    ¡Tenemos que hacer rendir nuestros talentos! ¡Ahora!

     V

    ¿Y cuál es la escuela privilegiada en la que se aprende a hacer del «Cronos» «Kairós»? Es la Santa Misa. Allí de una manera magnífica el cristiano aprende a valorar las cosas invisibles que hacen referencia a las relaciones entre Dios y el hombre. Allí el cristiano valora de una manera adecuada:

– Respecto del pasado: porque en el pasado está la causa de nuestra santificación, la Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor; por eso la Misa es signo rememorativo de la Cena y del Gólgota y, por tanto de la Encarnación, y también de la creación –como tenemos oportunidad de decir en el ofertorio–, y de la caída ya que es necesaria la Redención. Y en la Misa se hace mención a la historia sagrada precedente: «Este es el cáliz de la nueva alianza en mi sangre».

– Respecto del presente: En la Misa aprendemos a valorar no solamente el verdadero pasado –no el pasado de ficción sino el verdadero pasado que, por el memorial sacramental se hace presente de manera eficaz en cada Misa–, sino que también aprendemos a valorar el presente, porque la forma de nuestra santificación, que consiste en la gracia y en las virtudes, ante todo, por el cuerpo y sangre de Cristo presente bajo las especies; es el signo demostrativo de las realidades presentes. Observemos que el sacerdote dice: «esto es mi cuerpo», «ésta es mi sangre», «en este altar…» Y, en segundo lugar, por razón de la unión de Cristo con nosotros y entre nosotros.

– Respecto del futuro: el verdadero futuro, no la ficción de las galaxias, sino el futuro real, el único futuro verdadero ya que el fin último de nuestra santificación es la vida eterna. Y en la Misa está ese signo prefigurativo o profético de la gloria futura, y por eso decimos: «hasta que Él venga». Toda la Misa es una tensión escatológica hacia el fin último del hombre.

    VI

    Por eso, enseñémosle nosotros a los jóvenes a contactar con la realidad, aprendiendo nosotros primeros. (¡hay tantos padres “astronautas” hoy día!).

    Tomemos como modelos a Jesucristo, que «es el mismo ayer, hoy y siempre» (Heb 13, 8); tenemos como modelo a la Santísima Virgen, a quien llamarán «bienaventurada todas las generaciones».

    La realidad es mucho más extasiante que la fantasía, la verdad es más gratificante que la mera imaginación. La ficción es menos rica en aventuras que la estricta realidad, la evasión es infinitamente vacía así como el más mínimo adarme de amor es esplenderosamente pleno.

    Osemos la extraordinaria aventura de amar a Dios y de amar al prójimo. ¡Cristo nos enseña!

    Continuaba Juan Pablo II, hablando a los jóvenes: «hoy yo os propongo la opción del amor, que es lo contrario de la huida. Si vosotros aceptáis realmente este amor que viene de Cristo, éste os conducirá a Dios… Cualquier cosa que hagáis de vuestra vida, haced que sea un reflejo del amor de Cristo».(12)

    Se lo pedimos a la Virgen.

 

Notas

(1) Homilía en el «Boston Common», L´Osservatore Romano nº 41, 14/10/1979, p. 9.

(2) La Nación, 5/10/1999, p. 10. Fuete: Total Research Argentina en enero de 1997.

(3) Valeria Burrieza, Angelicales y endemoniados, La Nación, 11/11/1999, sec. 4, p. 5.

(4) Dibujitos a lo grande, por Verónica Bonacchi, La Nación, 07/07/1999, sec. 4, p. 4.

(5) Ibídem.

(6) Ibídem.

(7) Ibídem.

(8) Las galaxias no pudieron vencer a los dinosaurios, La Nación, 24/05/1999, sec. 4, p. 1.

(9) Ibídem.

(10) Carmen Alicia Fernández, La decepción galáctica, La Nación 23/05/1999, sec. 4, p. 5.

(11) Concilio Vaticano II, Constitución pastoral Gaudium et Spes, 43.

(12) Homilía en el «Boston Common», L´Osservatore Romano nº 41, 14/10/1979, p. 9.