Cristo vivo
Por razón de necesidad, la necesidad de tener tantos misioneros «ad gentes», seguimos desarrollando temas que dicen relación directa con el diálogo interreligioso, en especial, en este año de preparación al gran Jubileo del 2000, como señala la «Tertio millennio adveniente».1
Como estamos en América y en la Exhortación apostólica postsinodal Ecclesia in América el Santo Padre Juan Pablo II expone el deseo de la Iglesia en América de conducir a los hombres y mujeres de este continente al encuentro con Cristo vivo, punto de partida para una auténtica conversión y para una renovada comunión y solidaridad, pienso que nuestros misioneros deben dar particular testimonio de haberse encontrado, de verdad, con Cristo vivo. Y ello debe manifestarse, también, en el diálogo interreligioso.
Para la búsqueda de Cristo vivo, presente en su Iglesia, Su Santidad sugiere «en primer lugar: la Sagrada Escritura leída a la luz de la Tradición, de los Padres y del Magisterio, profundizada en la meditación y la oración. Un segundo lugar para el encuentro con Cristo es la sagrada Liturgia: Cristo está presente en el celebrante que renueva en el altar el mismo y único sacrificio de la Cruz (…) y está presente sobre todo bajo las especies eucarísticas. También en el amor a los necesitados en quienes está presente el Señor Jesús, por eso no se debe descuidar un tercer lugar de encuentro con Cristo: las personas, especialmente los pobres, con los que Cristo se identifica». 2
Ciertamente que, la voz de orden en este momento histórico es encontrar a Cristo vivo.
En el documento «El cristianismo y las religiones», de la Comisión Teológica Internacional, podemos encontrar los grandes pasos para llegar al encuentro con Cristo y donde se nos dice que la cuestión cristológica está siempre presente en toda problemática teológica: «Ambas están íntimamente conexas. La dificultad mayor del cristianismo se ha focalizado siempre en la “encarnación de Dios”, que confiere a la persona y a la acción de Jesucristo las características de unicidad y universalidad en orden a la salvación de la humanidad». Y se pregunta: «¿Cómo puede un acontecimiento particular e histórico tener una pretensión universal? ¿Cómo entrar en un diálogo interreligioso, respetando todas las religiones y sin considerarlas de antemano como imperfectas e inferiores, si reconocemos en Jesucristo y sólo en Él al Salvador único y universal de la humanidad?».3
I. Cristo: el anhelo de todas las religiones del mundo.
1. En todas las religiones el hombre busca a Dios, pero en el cristianismo Dios busca al hombre.
Con claridad expresa Juan Pablo II que Cristo«no se limita a hablar “en nombre de Dios” como los profetas, sino que es Dios mismo quien habla en su Verbo Eterno hecho carne. Encontramos aquí el punto esencial por el que el cristianismo se diferencia de las otras religiones, en las que desde el principio se ha expresado la búsqueda de Dios por parte del hombre. El cristianismo comienza con la Encarnación del Verbo. Aquí no es sólo el hombre quien busca a Dios, sino que es Dios quien viene en Persona a hablar de sí al hombre y a mostrarle el camino por el cual es posible alcanzarlo (…) El Verbo Encarnado es, pues, el cumplimiento del anhelo presente en todas las religiones de la humanidad: este cumplimiento es obra de Dios y va más allá de toda expectativa humana. Es misterio de gracia. En Cristo la religión ya no es un “buscar a Dios a tientas” (cf. Hech 17, 27), sino una respuesta de fe a Dios que se revela… Cristo es el cumplimiento del anhelo de todas las religiones del mundo y, por ello mismo, es su única y definitiva culminación».4 También agrega el Santo Padre: «En Jesucristo Dios no sólo habla al hombre, sino que lo busca. La Encarnación del Hijo de Dios testimonia que Dios busca al hombre».5
«Pero la fe cristiana tiene su propia estructura de la verdad: las religiones hablan “del” Santo, “de” Dios, “sobre” él, “en su lugar” o “en su nombre”. Sólo en la religión cristiana es Dios mismo el que habla al hombre en su Palabra».6 Por eso: «…el testimonio de la fe en Jesucristo, el Salvador, …es el corazón verdadero de la fe y de la vida de la Iglesia».7 De ahí que sea un absurdo separar el anuncio de Jesucristo del diálogo.
2. La personalización del hombre en el cristianismo.
En ese buscar Dios al hombre –propio del cristianismo- la encarnación de la Persona del Verbo hace posible la personalización del hombre. Porque «sólo este modo de hablar posibilita al hombre su ser personal en un sentido propio, a la vez que la comunión con Dios y con todos los hombres. El Dios tripersonal es el corazón de esta fe. Sólo la fe cristiana vive del Dios uno y trino».8
3. ¿Pretendemos los cristianos una “superioridad”?
Algunos ven al cristianismo creyéndose superior a cualquier otra religión: «A la única mediación salvífica de Cristo para todos los hombres se le atribuye, por parte de la posición pluralista9 , una pretensión de superioridad; por ello se pide que el cristocentrismo teológico, del cual se deduce necesariamente esta pretensión, sea sustituido por un teocentrismo más aceptable». Pero frente a esto hay que dar una respuesta, y esa respuesta es doble:
– Desde la fe: «Frente a esto hay que afirmar que la verdad de la fe no está a nuestra disposición».
– Desde a una estrategia de diálogo: «que pide una reducción del dogma cristológico para excluir esta pretensión de superioridad , optamos, mas bien –con el fin de excluir una “falsa” pretensión de superioridad– por una aplicación radical de la fe cristológica a la forma de anuncio que le es propia. Toda forma de evangelización que no corresponda al mensaje, a la vida, a la muerte y a la resurrección de Jesucristo, compromete este mensaje y, en última instancia, a Jesucristo mismo.10
4. Ni Jesucristo, ni su Evangelio, ni su Iglesia tienen una pretendida “superioridad”.
El Evangelio no tienen nada de espíritu de superioridad, de arrogancia, de coacción, de opresión. A este respecto: «La verdad como verdad es siempre “superior”; pero la verdad de Jesucristo, en la claridad de su exigencia, es siempre servicio al hombre; es la verdad del que da la vida por los hombres para hacerlos entrar definitivamente en el amor de Dios. Toda forma de anuncio que busque ante todo y sobre todo imponerse sobre los oyentes o disponer de ellos con los medios de una racionalidad instrumental o estratégica, se opone a Cristo, evangelio del Padre, y a la dignidad del hombre de la que él mismo habla».11
5. La base del diálogo es la condición humana común…
«La constante que subyace a todos los problemas del hombre y la mujer no es más que la muerte. Sufrimiento, pecado, fracaso, decepción, incomunicación, conflictos, injusticias… La muerte está presente en todas partes y en cada momento como la trama opaca de la condición humana. Cierto, el hombre, incapaz de exorcizar la muerte, hace todo lo posible para no pensar en ella. Y no obstante es en ella donde resuena con más intensidad la llamada del Dios viviente. Es el signo permanente de la alteridad divina, pues sólo el que llama la nada al ser puede dar la vida a los muertos».12
6. Hay una única pregunta seria en el pensar religioso.
«La única pregunta seria, porque es existencial e ineludible, sin la cual los discursos religiosos son “alibis” (son otra cosa, dejan de ser discurso religioso) es ésta: ¿asume o no el Dios viviente la muerte del hombre? No faltan respuestas teóricas, pero no pueden esquivar al escándalo que permanece: ¿Cómo puede Dios permanecer oculto y silencioso ante el inocente herido y el justo oprimido? Es el grito de Job y de toda la humanidad».13 Como dice Juan Pablo II: «La respuesta emerge, se podría decir, de la misma materia de la que está formada la pregunta».14
II. Presentar a Cristo vivo.
¿Cuál es la respuesta cristiana? «La respuesta es “crucial”, más allá de todas las palabras: en la Cruz el Verbo es silencio. Pendiente de su Padre, le encomienda su aliento. Y no obstante ahí está el encuentro de todos los humanos: el hombre está en su muerte y Dios se le une en ella. Sólo el Dios amor es vencedor de la muerte, y sólo por la fe en él el hombre es liberado de la esclavitud de la muerte. La zarza ardiente de la Cruz es así el lugar oculto del encuentro. El cristiano contempla en ella a “aquel que han atravesado”, y de ella recibe “un Espíritu de benevolencia y de súplica” (Jn 19, 37; Zac 12,10)».15
La cruz de Cristo, para la que se encarnó, es al mismo tiempo pregunta y respuesta, llevadas a la máxima expresión posible, del dolor y de la muerte.
Presentar a Cristo vivo no es caer en la pretensión de superioridad. Esto es así, porque Cristo es el anhelo de todas las religiones del mundo. Porque la persona de Cristo nos hace más “persona” y porque es la mejor respuesta al problema insoslayable, para todo hombre y mujer: el problema del sufrimiento y la muerte.
Por eso quiero terminar esta homilía con unas palabras que pronunciara la Madre Teresa de Calcuta que expresan, muy bellamente, lo que para los cristianos es la dignidad de la persona:
«Las personas son irrazonables, inconsecuentes y egoístas. Ámalas de todos modos.
Si haces el bien, te acusarán de tener oscuros motivos egoístas. Haz el bien de todos modos.
Si tienes éxito, y te ganas amigos falsos y enemigos verdaderos. Lucha de todos modos.
El bien que hagas hoy, será olvidado mañana. Haz el bien de todos modos.
La sinceridad y la franqueza te hacen vulnerables. Sé sincero y franco de todos modos.
Lo que has tardado años en construir puede ser destruido en una noche. Construye de todos modos.
Da al mundo lo mejor que tienes y te golpearan a pesar de ello. Da al mundo lo mejor que tienes de todos modos».16
A estas hermosísimas palabras de la Madre Teresa yo me atrevo agregar algunas ideas más que, tal vez, pueden hacer bien:
Es muy difícil el diálogo ecuménico. Inténtalo de todos modos.
Más difícil es el diálogo interreligioso. Sin embargo, algo podés hacer de todos modos.
¿Qué aumentan en el mundo los que no conocen a Cristo? Sé misionero de todos modos.
¿Qué el mundo se derrumba? Sé un joven que tiene esperanza de todos modos.
Y si pareciera que su derrumbe te va a aplastar, sonríe de todos modos.
Tus pecados te hacen desesperar. Arrepiéntete, y confía en Dios de todos modos.
El mundo es invadido por el sexo sin responsabilidad y la pornografía galopante. Sé puro de todos modos.
Los medios de comunicación quieren convencerte que sólo en el tener está la felicidad. Trata de tener alma de pobre de todos modos.
La autoridad es injusta y prepotente. Sos religioso, obedece de todos modos.
Ama a Jesús y a María de todos modos.Y de todos modos tendrás ayuda para seguir adelante.
De todos modos somos “fuertes en nuestra debilidad” (cf. Heb 11, 33; 1 Cor 1, 27).
En toda situación, en toda circunstancia, en todo dolor, piensa que, de todos modos, “el Verbo se hizo carne” (Jn 1, 14) y alza bien alto la bandera de la caridad, de todos modos.
La caridad, de todos modos, “no morirá jamás” (1 Cor 13, 8).
La Madre del Verbo encarnado nos alcance esta gracia. Ella, que estuvo al pie de la cruz, de todos modos.
NOTAS
1 Mientras se aproxima el tercer milenio, carta apostólicaen preparación al Jubileo del año 2000, n. 53.
2 Cf. nº 12
3 Comisión Teológica Internacional, El cristianismo y las religiones, 18. El texto fue aprobado en forma específica, con el voto de la Comisión, el 30 de setiembre de 1996, y ha sido después sometido a su presidente, el Card. J. Ratzinger, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el cual ha dado su aprobación.
4 TMA, 6.
5 Ibidem, 7.
6 El cristianismo y las religiones, 103.
7 Pontificio Consejo para el diálogo interreligioso y la Congregación para la evangelización de los pueblos,Diálogo y anuncio, n. 59.
8 Ibidem.
9 Hay que hacer notar que, según el Cardenal Joseph Ratzinger: «La llamada teología pluralista de las religiones…ocupa hoy –por lo que respecta a la fuerza de su problemática y a su presencia en los diversos campos de la cultura– el lugar que en el decenio precedente correspondía a la teología de la liberación», en revista Gladius, Buenos Aires, abril 1997, n. 38, p. 9.
10 El cristianismo y las religiones, 104
11 Idem.
12 Idem, 113.
13 Idem, paréntesis nuestro.
14 Salvificis doloris, 18.
15 El cristianismo y las religiones, 113.
16 De todos modos, un llamado de amor y esperanza expresado por la Madre Teresa de Calcuta que apareció publicado en diario La Nación, 2/1/99, sec. 4, p. 10.