jóvenes

Diálogo para I Jornada de los jóvenes

I jornadas de los jóvenes , San Rafael, 1997

I Parte

 A) Diálogo.

Queridos hermanos y hermanas,

¡Jóvenes que han venido de distintos lugares de la Patria!:

Vamos a iniciar nuestra procesión llevando en andas al Cristo, Eterno Sacerdote, de nuestro Templo parroquial, a la Cruz de los Jóvenes, a Nuestra Señora de los Dolores y a los Santos Apóstoles Pedro y Pablo en tallas de madera esculpidas en China y que quedarán en nuestro Templo como ofrenda votiva y recuerdo de estas Primeras Jornadas de la Juventud de 1997.

En el transcurso de esta procesión haremos un diálogo con algunas partes de la Carta Apostólica del Sumo Pontífice Juan Pablo II que escribiera en 1985 con ocasión del Año Internacional de la Juventud “A los jóvenes y a las jóvenes del mundo”. Pensamos que es una manera hermosa de unirnos al Papa y a los jóvenes del mundo entero que en estos momentos se encuentran con él en París celebrando la XII Jornada Mundial de la Juventud. De esta manera, podemos decir que dialogaremos con el Papa (tan sólo cambiaremos algunas palabras para mejor comprensión).

1. ¿Por qué la Iglesia da tanta importancia a los jóvenes?

Porque si el hombre es el camino fundamental y cotidiano de la Iglesia[1],/ entonces se comprende bien por qué la Iglesia/ atribuye una especial importancia al período de la juventud/ como una etapa clave de la vida de cada hombre.

2. ¿El bien de la juventud es sólo de los jóvenes?

Nuestra juventud no es sólo algo nuestro,/ algo personal o de una genera­ción,/ sino algo que pertenece al conjunto de ese espacio/ que cada hombre recorre en el itinerario de su vida/ y es a la vez un bien especial de todos./ Un bien de la humanidad misma.

3. ¿Por qué la esperanza está en los jóvenes?

En nosotros está la esperanza,/ porque pertenecemos al futuro, y el futuro nos pertenece./ En efecto, la esperanza está siempre unida al futuro,/ es la espera de los “bienes futuros”./ Como virtud cristiana ella está unida a la espera de aquellos bienes eternos/ que Dios ha prometido al hombre en Jesucristo[2]./ Y contemporáneamente esta esperanza,/ en cuanto virtud cristiana y humana a la vez,/ es la espera de los bienes que el hombre se construirá/ utilizando los talentos que le ha dado la Providencia.

4. ¿Qué quiere decir que a los jóvenes corresponde el futuro?

Cuando decimos que a nosotros nos corresponde el futuro,/ pensamos en categorías humanas transitorias,/ en cuanto que el hombre está siempre de paso hacia el futuro./ Cuando decimos que de nosotros depende el futuro, pensamos en categorías éticas,/ según las exigencias de la responsabilidad moral/ que nos impone atribuir al hombre como persona/ -y a las comunidades y sociedades compuestas por personas-/ el valor fundamental de los actos,/ de los propósitos,/ de las iniciativas y de las intenciones humanas.

5.  Dice el Papa: queridos jóvenes, en esta dimensión, el primer y fundamental voto que la Iglesia, a través de mí, formula para vosotros jóvenes, en este año … es que estéis “siempre prontos para dar razón de vuestra esperanza a todo el que os la pidiere” como escribió San Pedro, el primer Papa (1 Ped 3, 15).

6. ¿Jesucristo hablaba con los jóvenes?

En muchos pasajes del Evangelio Jesús de Nazaret encuentra a jóvenes./ El pasaje del joven rico[3],/ las dos resurrecciones: la de la hija de Jairo[4]/  y la del hijo de la viuda de Naím[5], y otros más.

7. ¿Jesucristo sigue hablando así con los jóvenes?

Sí, Cristo habla así con un joven,/ con un muchacho o muchacha;/ conversa en diversos lugares de la tierra/ en medio de las diversas naciones, razas y culturas./ Cada uno de nosotros es un potencial interlocutor en este coloquio.

8. ¿Son importantes las palabras de Jesús a los jóvenes?

Sí. Se puede decir que estas palabras/ contienen una verdad particularmente profunda sobre el hombre en general/ y, en especial,/ la verdad sobre la juventud humana./ Son en verdad importantes para los jóvenes.

9. ¿Por qué se experimenta el período de la juventud como riqueza?

Hay razones -incluso de tipo objetivo-/ para pensar en la juventud como en una singular riqueza/ que el hombre experimenta precisamente en tal período de su vida…/ Efectivamente,/ el período de la juventud es el tiempo de un descubrimiento particularmente intenso del “yo” humano/ y de las propiedades y capacidades que éste encierra./ A la vista interior de la personalidad en desarrollo de un joven o de una joven/ se abre gradual y sucesivamente aquella específica/ -en cierto sentido única e irrepetible-/ potencialidad de una humanidad concreta,/ en la que está como inscrito el proyecto completo de la vida futura./ La vida se delinea como la realización de tal proyecto,/ como “autorrealización”.

10. ¿Cuál es la riqueza del joven?

Es la riqueza de descubrir y a la vez de programar,/ de elegir, de prever y de asumir como algo propio las primeras decisiones,/ que tendrán importancia para el futuro/ en la dimensión estrictamente personal de la existencia humana.

11. Esa riqueza que es la juventud, ¿debe acaso alejar a los jóvenes y a las jóvenes de Cristo?

 El Evangelio no dice esto ciertamente;/ el mismo examen del texto del joven rico/ permite concluir más bien en sentido opuesto./ En la decisión de alejarse de Cristo/ han influido en definitiva sólo las riquezas exteriores,/ lo que el joven poseía (“la hacienda”)./ No lo que era./ Lo que él era, precisamente en cuanto joven/ -es decir, la riqueza interior que se esconde en la juventud-/ le había conduci­do a Jesús. Y le había llevado a hacer aquellas preguntas,/ en las que se trata de manera más clara del proyecto de toda la vida./ ¿Qué he de hacer?/ “¿Qué he de hacer para alcanzar la vida eterna?”./ ¿Qué he de hacer para que mi vida tenga pleno valor y pleno sentido?

12. ¿Cómo se manifiesta la riqueza de los jóvenes?

La juventud de cada uno de nosotros…/ es una riqueza que se manifiesta precisamente en estas preguntas…/ durante la juventud ellas se imponen de un modo particularmente intenso,/ incluso insistente.

13. ¿Quiénes se hacen de modo particular esas preguntas?

De manera particular estas preguntas esenciales se las hacen nuestros contemporáneos,/ cuya vida está marcada, ya desde la juventud, por el sufrimien­to:/ por alguna carencia física,/ por alguna deficiencia,/ por algún “handicap” o limitación,/ por la difícil situación familiar o social./ Si a pesar de todo ello su conciencia se desarrolla normalmente,/ la pregunta sobre el sentido y valor de la vida se convierte en algo esencial/ y a la vez particularmente dramático,/ porque desde el principio está marcada por el dolor de la existencia.

14. ¿Cómo debemos actuar, a fin de que nuestras vidas tengan pleno sentido y valor?

Sólo Dios es el último fundamento de todos los valores;/ sólo Él da sentido definitivo a nuestra existencia humana.

15. ¿Qué significa sólo Dios es bueno?

Sólo Dios es bueno significa:/ que en Él y  sólo en Él todos los valores tienen su primera fuente y su cumplimiento final;/ en Él “el alfa y la omega, el principio y el fin”/ (Ap 21, 6). Solamente en Él hallan su autenticidad y confirma­ción definitiva./ Sin Él/ -sin la referencia a Dios-/ todo el mundo de los valores creados queda como suspendido en un vacío absoluto,/ pierde su transparencia y expresividad./ Sin Él el mal se presenta como un bien y el bien es descartado.

16. ¿Por qué sólo Dios es bueno?

Porque Él es amor./ Cristo da esta respuesta con las palabras del Evange­lio,/ y sobre todo con el testimonio de la propia vida y muerte:/ “Porque tanto amó Dios al mundo, que le dio su unigénito Hijo”/ (Jn 3, 16). Dios es bueno porque es amor (1 Jn 4, 8.16).

17. ¿De dónde brota la pregunta por el sentido de la vida?

La pregunta sobre el valor, la pregunta sobre el sentido de la vida,/ forma parte de la riqueza particular de la juventud./ Brota de lo más profundo de las riquezas y de las inquietudes,/ que van unidas al proyecto de vida que se debe asumir y realizar.

18. ¿Cuál es la pregunta que le hacemos a Jesús?

Es claro que, cuando nos ponemos ante Cristo,/ cuando él se convierte en el confidente de los interrogantes de nuestra juventud,/ no podemos poner una pregunta diversa de la del joven del Evangelio:/ “¿Qué he de hacer para alcanzar la vida eterna?”./ Cualquier otra pregunta sobre el sentido y valor de nuestra vida/ sería, ante Cristo, insuficiente y no esencial.

19. Acerca del destino eterno del hombre, ¿quién es el maestro y el testigo?

Cristo no sólo es el “maestro bueno” que indica los caminos de la vida sobre la tierra./ É1 es el testigo de aquellos destinos definitivos/ que el hombre tiene en Dios mismo./ É1 es el testigo de la inmortalidad del hombre./ E1 Evangelio que él anunciaba con su voz/ está sellado definitivamente con la cruz y la resurrección en el misterio pascual.

20. ¿Hay muchos que encierran al hombre en los límites de este mundo?

 [Sí, son muchos los que se cierran a la trascendencia…]/ eliminando toda pregunta del hombre sobre el valor y el sentido de la vida./ Frente a todos estos programas,/ a los modos de ver el mundo y a las ideologías,/ Cristo repite constan­temente:/ “Yo soy la resurrección y la vida”/ (Jn 11, 25).

B) Rezo del Santo Rosario

Pésame Dios mío, y me arrepiento de todo corazón de haberos ofendido, pésame por el infierno que merecí y por el cielo que perdí, pero mucho más me pesa porque pecando ofendí a un Dios tan bueno y tan grande como vos, antes querría haber muerto que haberos ofendido y propongo firmemente no pecar más y evitar todas las ocasiones próximas de pecado. Amén.

En el primer misterio contemplamos la Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo.

(Un Padrenuestro, diez avemarías y un gloria.)

C) Canto

A Dios queremos.

1.   A Dios queremos, Virgen María,

llena los votos del corazón;

a Ti clamamos, ¡oh Virgen ­pía!,

escucha, ¡oh Madre!, nuestra oración.

 2.   A Dios queremos: nuestra plegaria

repita el cielo, la tierra, el mar;

suene en la playa más solitaria

donde se eleva cristiano altar.

Estribillo

Bendice, ¡oh Santa Madre!,

la voz de nuestra fe,

a Dios queremos es nuestro Padre,

a Dios queremos es nuestro Rey. (bis)

II Parte

A)  Diálogo

21. ¿Qué debe hacer el que quiere hablar con Cristo?

Si queremos hablar con Cristo adhiriéndonos a toda la verdad de su testimonio,/ por una parte hemos de “amar al mundo”;/ porque Dios “tanto amó al mundo”, que le dio su Hijo unigénito”/ (Jn 3, 16); y, al mismo tiem­po, hemos de conseguir el desprendimiento interior/ respecto de toda esta realidad rica y apasio­nante que es “el mundo”./ Hemos de decidirnos a plantearnos la pregunta sobre la vida eterna.

22. ¿Cómo debemos comprender la temporalidad?

 E1 cristianismo nos enseña a comprender la temporalidad/ desde la perspectiva del reino de Dios,/ desde la perspectiva de la vida eterna./ Sin ella, la temporalidad,/ incluso la más rica o la más formada en todos los aspectos,/ al final lleva al hombre sólo a la inevitable necesidad de la muerte.

23. ¿Qué normas determinan las bases del comportamiento humano?

Los 10 mandamientos de la Ley de Dios determinan las bases esenciales del comportamiento,/ deciden el valor moral de los actos humanos,/ permanecen en relación orgánica con la vocación del hombre a la vida eterna,/ con la instaura­ción del reino de Dios en los hombres y entre los hombres./ Permanecen como punto clave del código de la moralidad/ las tablas del Decálogo del monte Sinaí/ y cuya cumbre es el sermón de la montaña (Mt caps. 5, 6 y 7) y el mandamiento del amor[6].

24. Este código, ¿también está inscrito en el corazón del hombre?

Este código de moralidad encuentra al mismo tiempo otra redacción./ Dicho código está inscrito en la conciencia moral de la humanidad,/ de tal manera que quienes no conocen los mandamientos,/ esto es, la ley revelada por Dios,/ “son para sí mismos ley”/ (Rm 2, 14). Así lo escribe san Pablo en la carta a los Romanos;  y añade a continuación:/ “Con esto muestran que los preceptos de la ley están inscri­tos en sus corazones,/ siendo testigo su conciencia”/ (Rom 2, 15).

Y la conciencia se presenta como testigo de aquella ley./ Esta conciencia son “las sentencias con que entre sí unos y otros se acusan o se excusan”[7]./ Cada uno sabe hasta qué punto estas palabras corresponden a nuestra realidad interior;/ cada uno de nosotros desde la juventud experimenta la voz de la conciencia./ La recta conciencia responde a las respectivas obras del hombre con una reacción interior:/ ella acusa o excusa./ Hace falta, sin embargo, que la conciencia no esté desviada;/ hace falta que la formulación fundamental de los principios de la moral/ no ceda a la deformación bajo la acción de cualquier tipo de relativismo o utilitaris­mo.

25. ¿A quiénes se dirige la respuesta de Jesús?

La respuesta que Jesús da a su interlocutor del Evangelio/ (“Si quieres entrar en la vida guar­da los mandamientos”)/ se dirige a cada uno y a cada una de nosotros./ Cristo nos interroga sobre el estado de nuestra sensibilidad moral/ y pregunta al mismo tiempo sobre el estado de nuestras conciencias./ Es ésta una pregunta clave pare el hombre;/ es el interrogante fundamental de nuestra juventud,/ válida para todo el proyecto de vida/ que, precisamente, ha de construirse durante la juventud./ Su valor es el que está más estrechamente unido/ a la relación que cada uno de vosotros tiene respecto al bien y al mal moral.

26. ¿Han de ser juzgados nuestros actos?

Si es verdad que “está establecido que los hombres mueren una sola vez”/ es también verdad que el tesoro de la conciencia,/ el depósito del bien y del mal,/ lo lleva al hombre más allá de la frontera de la muerte/ para que, en presencia de Aquél que es la santidad misma,/ encuentre la última y definitiva verdad sobre toda su vida:/ “Después de esto viene el juicio” (Heb 9, 27).

27. Aquí dice el Papa: “Deseo que la juventud os dé una base robusta de sanos principios; que vuestra conciencia consiga ya en estos años de la juventud aquella transparencia madura que en vuestra vida os permitirá a cada uno ser siempre “personas de concien­cia”, “personas de principios”, “personas que inspiran confianza”, esto es, que son creíbles. La personalidad moral así formada constituye a la vez la contribución más esencial que vosotros podréis aportar a la vida comunitaria, a la familia, a la sociedad, a la actividad profesional y también a la actividad cultural o política, y, finalmente, a la comunidad misma de la Iglesia con la que estáis o podréis estar ligados un día”.

28. ¿Es esto importante?

Justamente aquí asumen un significado decisivo los mandamientos del Decálogo y del Evangelio,/ especialmente el mandamiento de la caridad que abre al hombre hacia Dios y hacia el prójimo./ La caridad, de hecho,/ es “el vínculo de la perfección”/(Col 3, 14). Por medio de ella maduran más plenamente el hombre y la fraternidad interhumana.

29. ¿Debe orientarnos siempre el dictamen de nuestra conciencia?

Desde los tiempos más antiguos/ el dictamen de la conciencia orienta a cada sujeto humano hacia una norma moral objetiva/ que encuentra su expresión concreta en el respeto de la persona del otro/ y en el principio de no hacerle lo que no quere­mos que se nos haga.

30. “Jesús poniendo en él los ojos, le amó”. ¡Deseo que experimentéis una mirada así! ¡Deseo que experimentéis la verdad de que Cristo os mira con amor!

31. ¿Jesús mira con amor a los jóvenes?

Él mira con amor a todo hombre./ E1 Evangelio lo confirma a cada paso./ Se puede también decir que en esta “mirada amorosa” de Cristo/ está contenida casi como en resumen y síntesis todo el Evangelio./ Si buscamos el principio de esta mirada, es necesario volver atrás,/ al libro del Génesis,/ a aquel instante en que, tras la creación del hombre “varón y mujer” Dios vio que “era muy bueno”/ (Gen 1, 31). Esta primera mirada del Creador se refleja en la mirada de Cristo/ que acompaña la conversación con el joven del Evangelio.

32. ¿Cómo confirmó Jesús esa mirada?

Sabemos que Cristo confirmó y selló esa mirada con el sacrificio redentor de la cruz,/ puesto que precisamente por medio de este sacrificio,/ aquella “mirada” ha alcanzado una particular profundidad de amor./ En ella está contenida una tal afirmación del hombre y de la humanidad/ de la que sólo Cristo, redentor y esposo, es capaz./ Solamente Él conoce lo que hay en el hombre/ (cf. Jn 2, 25), conoce su debilidad pero conoce también y sobre todo su dignidad.

33. A ustedes les dice el Papa: “Deseo a cada uno y a cada una de vosotros que descubráis esta mirada de Cristo y que la experimentéis hasta el fondo. No sé en qué momento de la vida. Pienso que el momento llegará cuando más falta haga; acaso en el sufrimiento, acaso también con el testimonio de una conciencia pura como en el caso del joven del Evangelio, o acaso, precisamente en la situación opuesta: junto al sentimiento de culpa, con el remordimiento de conciencia. Cristo de hecho, miró también a Pedro en la hora de su caída cuando por tres veces había negado a su Maestro (cf. Lc 22, 61).

34. ¿Necesitamos de esa mirada amorosa?

A1 hombre le es necesario esta mirada amorosa;/ le es necesario saberse amado,/ saberse amado eternamente y haber sido elegido desde la eternidad./ A1 mismo tiempo, este amor eterno de elección divina/ acompaña al hombre durante su vida como la mirada de amor de Cristo./ Y acaso con mayor fuerza en el momen­to de la prueba,/ de la humillación, de la persecución, de la derrota,/ cuando nuestra humanidad es casi borrada a los ojos de los hombres,/ es ultrajada y pisoteada;/ entonces la conciencia de que el Padre nos ha amado siempre en su Hijo,/ de que Cristo ama a cada uno y siempre,/ se convierte en un sólido punto de apoyo para toda nuestra existencia humana./ Cuando todo hace dudar de sí mismo y del sentido de la propia existencia,/ entonces esta mirada de Cristo,/ esto es, la conciencia del amor que en Él se ha mostrado más fuerte que todo mal y que toda destrucción,/ dicha conciencia nos permite sobrevivir.

35. ¿Por qué el joven pregunta “¿Qué me queda aún?”

En la conciencia moral del hombre, y concretamente del hombre joven,/ que forma el proyecto de toda su vida,/ está escondida la aspiración a “algo más”./ Este deseo se siente de diversos modos/ y podemos advertirlo también/ entre aquellas personas que dan la impresión de estar alejadas de nuestra religión.

36. ¿Qué pasa cuando el joven pregunta sobre el “algo más”? “¿Qué me queda aún?”.

Jesús lo mira con amor y este amor encuentra aquí un nuevo significado./ E1 hombre es conducido interiormente por el Espíritu Santo/ desde una vida según los mandamientos a otra vida consciente del don,/ y la mirada plena de amor por parte de Cristo expresa este “paso” interior./ Jesús añade:/ “Si quieres ser perfecto, ve, vende cuanto tienes,/ dalo a los pobres y tendrás un tesoro en los cielos,/ y ven y sígueme” (Mt 19,12).

37. ¿Cristo sigue llamando a vocaciones de especial consagración?

Sí./ La Iglesia halla el “sígueme” de Cristo[8] al comienzo de toda llamada al servicio en el sacerdocio ministerial,/ que en la Iglesia católica de rito latino/ está unida simultáneamente a la responsable y libre elección del celibato./ La Iglesia encuentra el mismo “sígueme” de Cristo al comienzo de la vocación religiosa/ en la que, mediante la profesión de los consejos evangélicos/ (castidad, pobreza y obediencia),/ un hombre o una mujer reconocen como suyo el programa de vida/ que el mismo Cristo realizó en la tierra  por el reino de Dios/ (Mt 19,12). A1 emitir los votos religiosos,/ estas personas se comprometen a dar un testimonio concreto del amor de Dios/ por encima de cualquier cosa/ y, a la vez, de aquella llamada a la unión con Dios en la eternidad que se dirige a todos./ No obstante esto,/ es necesa­rio que algunos den un testimonio excepcional de tal llamada ante los demás.

B) Rezo del Santo Rosario

En el segundo misterio contemplamos la Ascención de Nuestro Señor Jesucristo a los Cielos.

(Un Padrenuestro, diez avemarías y un gloria.)

C) Canto

Himno a los Mártires de Barbastro

 1.   Jesús ya sabes soy tu soldado,

siempre a tu lado yo he de luchar,

contigo siempre y hasta que muera,

una bandera y un ideal.

¿Y qué ideal?

Por Ti, Rey mío, la sangre dar.

2.   No me detengas en mi carrera,

voy sin espera por Ti a luchar:

que a nadie temo, nada me espanta,

pues me agiganta gran ideal.

¿Y qué ideal?

Por Ti, Rey mío, la sangre dar.

3.   Si el enemigo su fuerza agota

y en mi derrota soñando está,

sabré pararle su golpe rudo

con el escudo de mi ideal.

¿Y qué ideal?

Por Ti, Rey mío, la sangre dar.

III Parte

A) Diálogo.

38. Agrega el Papa: “Los recuerdo también, porque el “sígueme” de Cristo, precisamente en este sentido excepcional y carismático, se hace sentir la mayoría de las veces ya en la época de la juventud; y, a veces, se advierte incluso en la niñez… Esta es la razón por la que deseo decir a todos vosotros, jóvenes, en esta importante fase del desarrollo de vuestra personalidad masculina o femenina que si tal llamada llega a tu corazón, no la acalles. Deja que se desarrolle hasta la madurez de una vocación. Colabora con esa llamada a través de la oración y la fidelidad a los mandamientos. “La mies es mucha” (Mt 9,37). Hay una gran necesidad de que muchos oigan la llamada de Cristo: “Sígueme”. Hay una enorme necesidad de sacerdotes según el corazón de Dios. La Iglesia y el mundo actual tienen urgente necesidad de un testimonio de vida entregada sin reserva a Dios, del testimonio de este amor esponsal de Cristo, que de modo particular haga presente el reino de Dios entre los hombres y lo acerque al mundo”.

39. E1 hombre pregunta, pues, a Dios: “¿Qué me queda aún?”,¿cuál es tu plan respecto de mi vida?, ¿cuál es tu plan creador y paterno?, ¿cuál es tu voluntad?

  En este contexto el “proyecto” adquiere el significado de “vocación de vida”,/ como algo que es confiado al hombre por Dios como tarea./ Una persona joven, al entrar dentro de sí/ y a la vez al iniciar el coloquio con Cristo en la oración,/ desea casi leer aquel pensamiento eterno que Dios Creador y Padre tiene con ella./ Entonces se convence de que la tarea que Dios le asigna es dejada comple­tamente a su libertad,/ y, al mismo tiempo, está determinada por diversas circuns­tancias, de índole interior y exterior./ La persona joven, muchacho o muchacha,/ examinando estas circunstancias, construye su proyecto de vida/ y a la vez reconoce este proyecto como la vocación a la que Dios la llama.

40. ¿Sólo son llamados por Dios los sacerdotes y las religiosas?

Hay que observar aquí/ que, en el período anterior al Concilio Vaticano II,/ el concepto de “vocación” se aplicaba ante todo respecto al sacerdocio y a la vida religiosa,/ como si Cristo hubiera dirigido al joven su “sígueme” evangélico única­mente para estos casos./ El Concilio ha ampliado esta visual./ La vocación sacer­dotal y religiosa ha conservado su carácter particular/ y su importancia sacramental y carismática en la vida del pueblo de Dios./ Pero al mismo tiempo, la toma de conciencia,/ renovada por el Vaticano II,/ de la participación universal de todos los bautizados en la triple misión de Cristo profética, sacerdotal y real,/ así como la conciencia de la vocación universal a la santidad[9],/ hacen ciertamente que toda vocación de vida humana,/ al igual que la vocación cristiana,/ corresponda a la llamada evangélica.

41. ¿Hay distintos caminos para el ‘Sígueme’ de Cristo?

El “sígueme” de Cristo se puede escuchar a lo largo de distintos caminos,/ a través de los cuales andan los discípulos y los testigos del divino Redentor./ Se puede llegar a ser imitadores de Cristo de diversos modos,/ o sea no sólo dando testimonio del reino escatológico de verdad y de amor,/ sino también esforzándose por la transformación de toda la realidad temporal/ conforme al espíritu del Evange­lio[10]./ Es aquí donde comienza también el apostolado de los seglares,/ inseparable de la esencia misma de la vocación cristiana.

42. ¿Qué importancia tienen para los jóvenes el bautismo y la confirmación?

Es menester que reflexionemos también -y más seriamente-/ sobre el significado del bautismo y de la confirmación./ En efecto, el depósito fundamental de la vida y de la vocación cristiana está contenido en estos dos sacramentos./ De ellos parte el camino hacia la eucaristía/ que contiene la plenitud del don sacramen­tal concedido al cristiano:/ toda la riqueza de la Iglesia se concentra en este sacra­mento de amor./ A la vez, siempre en relación con la eucaristía,/ debemos reflexio­nar sobre el tema del sacramento de la penitencia,/ que tiene una importancia  insustituible en la formación de la personalidad cristiana,/ especialmente si está unida a él la dirección espiritual,/ es decir, una escuela sistemática de vida interior.

43. ¿El matrimonio es un gran sacramento?

Dios ha creado al ser humano: hombre y mujer,/ introduciendo con esto en la historia del género humano/ aquella particular “duplicidad” con una completa igualdad, si se trata de la dignidad humana,/ y con una complementariedad maravi­llosa, si se trata de la división de los atributos,/ de las propiedades y las tareas,/ unidas a la masculinidad y a la feminidad del ser humano.

44. Nos dice el Papa: “Por lo tanto os pido que no interrumpáis el diálogo con Cristo en esta fase extremadamente importante de vuestra juventud, más aún, os pido que os empe­ñéis todavía más”.

45. Por tanto, ¿cuáles son las dos cosas a las que Cristo puede llamar?

Cuando Cristo dice “sígueme”, su llamada puede significar:/ te llamo aún a otro amor;/ pero muchas veces significa: “sígueme” a mí que soy el esposo de la Iglesia, mi esposa…;/ ven, conviértete tú también en el marido de tu mujer…,/ conviértete en la esposa de tu marido./ Convertíos ambos en participantes de aquel misterio, de aquel sacramento,/ del cual en la carta a los Efesios se dice que es grande:/ grande “referente a Cristo y a la Iglesia”(Cf. Ef 5, 32).

46. El Papa nos enseña: “Deseo que creáis y os convenzáis de que este gran problema (el matrimonio) tiene su dimensión definitiva en Dios, que es amor, en Dios, que en la unidad absoluta de su divinidad, es a la vez una comunión de personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Deseo que creáis y os convenzáis de que este vuestro “gran misterio” humano tiene su origen en Dios que es el Creador, que está arraigado en Cristo redentor, que como el esposo “se ha donado totalmente”, y a todos los esposos y esposas enseña a “donarse” de acuerdo con la plena capacidad de la dignidad personal de cada uno y cada una. Cristo nos enseña el amor esponsal”.

47.  ¿Qué significa emprender el camino de la vocación matrimonial?

Emprender el camino de la vocación matrimonial significa aprender el amor esponsal día tras día, año tras año;/ el amor según el alma y el cuerpo,/ el amor que “es longánime, es benigno, que no busca lo suyo… todo lo excusa”;/ el amor, que “se complace en la verdad”,/ el amor que “todo lo tolera”(Cf. 1Cor 13, 4-7).

48.  Nos sigue diciendo Juan Pablo II: “Vosotros, jóvenes, precisamente tenéis necesidad de este amor si vuestro futuro matrimonio debe “superar” la prueba de toda la vida… Pienso que el futuro del hombre se decide en buena medida por los caminos de este amor, inicialmente juvenil, que tú y ella… o tú y él descubrís a lo largo de vuestra juventud. Esta es -puede decirse- una gran aventura, pero es también una gran tarea… Hoy los principios de la moral cristiana matrimonial son presentados de modo desfigurado en muchos ambientes. Se intenta imponer a ambientes y hasta a sociedades enteras un modelo que se autoproclama ‘progresista” y “moderno”. No se advierte entonces que en este modelo el ser humano, y sobre todo quizá la mujer, es transformado de sujeto en objeto (objeto de una manipulación específica), y todo el gran contenido del amor es reducido a mero “placer”, el cual, aunque toque a ambas partes, no deja de ser egoísta en su esencia. Finalmente, el niño, que es fruto y encarnación nueva del amor de los dos, se convierte cada vez más en “una añadidura fastidiosa”. La civilización materialista y consumista penetra en este maravilloso conjunto del amor conyugal -paterno y materno-, y lo despoja de aquel contenido profundamente humano, que, desde el principio, llevó una señal y un reflejo divino.

49. ¡Queridos jóvenes amigos! ¡No os dejéis arrebatar esta riqueza! No grabéis un contenido deformado, empobrecido y falseado en el proyecto de vuestra vida: el amor “se complace en la verdad”. Buscadla donde se encuentra de veras. Si es necesario, sed decididos en ir contra la corriente de las opiniones que circulan y de los “slogans” propagandísticos. No tengáis miedo del amor, que presenta exigencias precisas al hombre. Estas exigencias -tal como la encontráis en la enseñanza constante de la Iglesia- son capaces de convertir vuestro amor en un amor verdadero”.

50. ¿Por dónde pasa la historia de la humanidad?

La historia de la humanidad pasa desde el comienzo-y pasará hasta el fin- a través de la familia./ E1 ser humano forma parte de ella mediante el nacimiento que debe a sus padres:/ al padre y a la madre,/ para dejar en el momento oportuno este primer ambiente de vida y amor y pasar a otro nuevo./ “A1 dejar al padre y a la madre”, cada uno de vosotros…, los lleva dentro consigo,/ asume la herencia múltiple, que tiene su comienzo directo y su fuente en ellos y en sus familias.

51. ¿Hay que comprometerse en seguir trasmitiendo la misma herencia?

Sí. Nosotros mismos, seguiremos,/ [según nuestras respectivas vocacio­nes],/ transmitiendo la misma herencia…/ Debemos hacer todo lo que está a nuestro alcance pare asumir este patrimonio espiritual,/ para confirmarlo, mantenerlo e incrementarlo.

52. ¿Esto sólo nos afecta a nosotros o también a nuestra Patria?

 Esto se convierte para nosotros en una cuestión de conciencia familiar/ y, consiguientemente, nacional:/ es una cuestión de corazón, una cuestión de con­ciencia./ E1 concepto de “patria” se desarrolla mediante una inmediata contigüidad con el concepto de “familia”/ y, en cierto sentido, se desarrolla el uno dentro del ámbito del otro.

53. ¿Es la juventud el tiempo del discernimiento de los talentos?

Cada uno de nosotros reconoce progresivamente aquel “talento” o aquellos “talentos”,/ que son propiedad de cada uno de nosotros,/ y comenzamos  a servirnos de ellos de modo creativo,/ comenzamos a  multiplicarlos./ Esto se realiza por medio del trabajo.

54. ¿Qué demuestra la variedad de talentos?

Demuestra también la múltiple riqueza de descubrimientos que la juventud conlleva./ Si hacemos referencia al Evangelio, se puede decir que la juventud es el tiempo del discernimiento de los talentos./ Y es a la vez el tiempo en el que se entra en los múltiples caminos,/ a través de los cuales se han desarrollado y siguen desarrollándose/ toda la actividad humana, el trabajo y la creatividad.

55. ¿Puede trabajar el joven?

E1 trabajo, que es característico del período de la juventud,/ constituye ante todo una preparación al trabajo de la edad madura,/ y por ello, está unido a la escuela.

56. ¿Puede instruirse?

La instrucción es uno de los bienes fundamentales de la civilización humana./ Aquella tiene una importancia particular para los jóvenes./ De ella depende también en gran medida el futuro de toda la sociedad.

57. ¿Cuál es en este campo el problema fundamental?

Cuando nos planteamos el problema de la instrucción,/ del estudio, de la ciencia y de la escuela,/ surge un problema de importancia fundamental para el hombre y especialmente para el joven./ Es el problema de la verdad./ La verdad es la luz de la inteligencia humana./ Si desde la juventud la inteligencia humana intenta conocer la realidad en sus distintas dimensiones,/ esto lo hace con el fin de poseer la verdad:/ para vivir de la verdad./ Tal es la estructura del espíritu huma­no./ E1 hambre de verdad constituye su aspiración y expresión fundamental.

B) Rezo del Santo Rosario

En el tercer misterio contemplamos, la venida del Espíritu Santo sobre María Santísima y sobre los apóstoles.

(Un Padrenuestro, diez avemarías y un gloria.)

C) Canto

Himno a Nuestra Señora de los Dolores

1.   ¡Ay! Madre de los Dolores,

la de los ojos mojados,

déjame secar tu llanto

confesando mis pecados.

 ¡Ay! Virgen de los Dolores,

perdona mis desvaríos,

ojos de paloma herida,

dále alegría a los míos.

 Estribillo

Dulce Madre Dolorida, que estás junto a la cruz,

donde está sufriendo el Señor;

mi alma pobre en Ti confía,

Señora ruega a Jesús que yo sepa darle mi amor.

IV Parte

A) Diálogo.

58. ¿Qué nos dice Jesús?

Cristo dice: “Conocerás la verdad, y la verdad os hará libres”/(Jn 8, 32). De las palabras contenidas en el Evangelio, éstas ciertamente están entre las más importantes./ Se refieren, en efecto, al hombre en su totalidad./ Explican el funda­mento sobre el que se edifican desde dentro, en la dimensión del espíritu humano,/ la dignidad y la grandeza propias del hombre./ E1 conocimiento que libera al hombre no depende únicamente de la instrucción,/ aunque sea universitaria puede poseerlo también un analfabeto,/ no obstante esto, la instrucción, como conocimien­to sistemático de la realidad/ debería servir a esta dignidad y grandeza./ Por lo tanto, debería servir a la verdad.

59. ¿Siempre deberemos realizar el servicio a la verdad?

E1 servicio a la verdad se realiza también en el trabajo/ que seremos llamados a desarrollar una vez finalizado el programa de nuestra instrucción./ Debemos adquirir en la escuela las capacidades intelectuales, técnicas y prácticas/ que nos permitan ocupar útilmente nuestro lugar en el gran taller del trabajo humano./ Pero aun siendo verdad que la escuela debe preparar al trabajo, incluso al manual,/ es también verdad que el trabajo es en sí una escuela de grandes e importantes valores:/ posee tal elocuencia, que aporta una contribución válida a la cultura humana.

60. Dice el Papa: “Vosotros os preguntáis: ¿Tiene la sociedad necesidad de mí? ¿podré encontrar un trabajo adecuado que me permita ser independiente, formarme una familia con unas condiciones dignas de vida y, ante todo, de tener mi propia casa? En una palabra: ¿es verdad que la sociedad espera mi aporte?… La gravedad de estos interrogan­tes me apremia a recordar también en esta circunstancia a los gobernantes y a todos los responsables de la economía y del desarrollo de las naciones, que el trabajo es un derecho del hombre y, por consiguiente, debe ser garantizado dedicando a ello los cuidados más asiduos y poniendo en el centro de la política económica la preocupación por crear unas posibilidades adecuadas de trabajo para todos y principalmente para los jóvenes, que con tanta frecuencia sufren hoy ante la plaga del desempleo”.

61. ¿El trabajo es un bien del hombre?

Todos estamos convencidos de que “el trabajo es un bien del hombre/ -es un bien de su humanidad-/ porque mediante el trabajo el hombre no sólo transfor­ma la naturaleza adaptándola a las propias necesidades,/ sino que se realiza a sí mismo como hombre,/ es más, en un cierto sentido se hace más hombre”[11].

62. Los jóvenes, ¿deben auto-educarse?

En efecto, aunque no hay duda de que la familia educa/ y de que la escuela instruye y educa,/ al mismo tiempo, tanto la acción de la familia como de la escuela, quedaría incompleta y podría incluso ser estéril,/ si cada uno de nosotros, jóvenes, no emprende por sí mismo la obra de la propia educación./ La educación familiar y escolar deben procurarnos sólo algunos elementos para la obra de la autoeduca­ción.

63. ¿Cuál es el programa esencial para los jóvenes?

En este campo las palabras de Cristo:/ “Conoceréis la verdad y la verdad os hará libres” viene a ser un programa esencial./ Los jóvenes -si nos podemos expresar así- tienen un congénito “sentido de la verdad”./ Y la verdad debe servir para la libertad:/ los jóvenes tienen también un espontáneo “deseo de libertad”.

64. ¿Qué significa ser libre?

Ser “verdaderamente” libres/ significa saber usar la propia libertad en la verdad./ Ser verdaderamente libres no significa en modo alguno hacer todo aquello que me gusta o tengo ganas de hacer./ La libertad contiene en sí el criterio de la verdad, la disciplina de la verdad./ Ser verdaderamente libres significa usar la propia libertad para lo que es un bien verdadero./ Continuando, pues,/ hay que decir que ser verdaderamente libres significa ser hombre de conciencia recta,/ ser responsables, ser un hombre “para los demás”.

65. ¿La educación puede ser construida desde dentro?

En efecto, una tal estructura interior,/ en la que “la verdad nos hace libres” no puede ser construida solamente “desde fuera”./ Cada uno ha de construirla “desde dentro”;/ edificarla con esfuerzo, con perseverancia y paciencia (lo cual no siempre es tan fácil para los jóvenes)./ E1 Señor Jesús habla también de esto cuando subraya que sólo “con la perseverancia” podemos “salvar nuestras almas”/ (Lc 21, 19) . “Salvar la propia alma”: he aquí el fruto de la autoeducación.

66. ¿Cómo se realiza el ‘proyecto de vida’?

El “proyecto de vida” se realiza ya en la fase de la juventud/ si nosotros, mediante el trabajo, la instrucción y especialmente mediante la autoeducación,/ creamos la vida misma construyendo el fundamento del sucesivo desarrollo de nuestra personalidad./ En este sentido se puede decir que “la juventud es la esculto­ra que esculpe toda la vida”/ y la forma que ella confiere a la concreta humanidad de cada uno de nosotros, se consolida en toda la vida.

B) Rezo del Santo Rosario

En el cuarto misterio contemplamos la Asunción de la Santísima Virgen María, en cuerpo y alma al Cielo.

(Un Padrenuestro, diez avemarías y un gloria.)

C) Canto

¡Oh María!

1.   Oh María, madre mía;

oh consuelo del mortal,

amparadme y guiadme

a la patria celestial.

2.   Con el ángel de María

las grandezas celebrad,

transportados de alegría

sus finezas publicad.

V Parte

A) Diálogo

67. Se lamenta el Papa: “¡Cuántos jóvenes, conquistados por la fascinación de engañosos espejismos se abandonan a las fuerzas incontroladas de los instintos o se aventuran por caminos aparentemente ricos en promesas, pero en realidad privados de perspectivas auténticamente humanas!… Siento la necesidad de repetir aquí cuanto escribí en el mensaje que a vosotros precisamente he dedicado para la Jornada Mundial de la Paz: “Algunos de vosotros podéis sentiros tentados a huir de vuestra responsabilidad; en los ilusorios mundos del alcohol y de la droga, en efímeras relaciones sexuales sin compromi­so matrimonial o familiar, en la indiferencia, el cinismo y hasta la violencia. Estad alerta contra el fraude de un mundo que quiere explotar o dirigir mal vuestra energía y ansiosa búsqueda de felicidad y orientación”[12]… Y a todos aquellos que con tentaciones o ilusiones de signo vario intentan destruir vuestra juventud, no puedo menos de recordar las pala­bras de Cristo cuando habla del escándalo y de aquellos que lo provocan: “Ay de aquél por quien vengan los escándalos. Mejor fuera que le atasen al cuello una rueda de molino y le arrojaran al mar antes que escandalizar a uno de estos pequeños”(Lc 17, 1) … ¡Pala­bras severas! Particularmente graves en la boca de aquél que vino a revelar el amor. Pero quien lee atentamente estas palabras del Evangelio, debe sentir cuán profunda es la antítesis entre el bien y el mal, entre la juventud y el pecado”.

68. ¿Habla el Evangelio de la juventud de Nuestro Señor?

El Evangelio habla de la juventud misma de Jesús de Nazaret./ Son palabras breves,/ aunque abarcan el período de treinta años transcurridos por él en el hogar familiar,/ al lado de María y de José, el carpintero./ El evangelista Lucas escribe:/ “Jesús crecía (o progresaba) en sabiduría y edad y gracia ante Dios y ante los hombres” (Lc 2, 52)/. Así pues, la juventud es un “crecimiento”.

69. ¿La juventud es ‘crecimiento’?

Sí,/ la juventud es un “crecimiento en edad y en sabiduría”.

70. ¿Qué significa para los jóvenes este crecimiento en “edad”?

El crecimiento “en edad” se refiere a la relación natural del hombre con el tiempo;/ este crecimiento es como una etapa “ascendente” en el conjunto del pasar humano./ A este corresponde todo el desarrollo psicofísico;/ es el crecimiento de todas las energías, por medio de las cuales se constituye la normal individualidad./ Pero es necesario que a este proceso corresponda el crecimiento “en sabiduría y en gracia”.

71. ¿Qué comprende el crecimiento “en sabiduría”?

Conviene que la juventud sea un “crecimiento” que lleve consigo la acumulación gradual de todo lo que es verdadero, bueno, y bello,/ incluso cuando ella esté unida “desde fuera” a los sufrimientos,/ a la pérdida de personas queridas y a toda la experiencia del mal,/ que incesantemente se hace sentir en el mundo en que vivimos.

72. Para crecer, ¿son necesarios el esfuerzo y la fatiga?

A cada uno de nosotros es necesaria esta fatiga y este esfuerzo,/ en los que no sólo se temple el cuerpo,/ sino que el hombre entero pruebe el gozo de dominarse y de superar los obstáculos y resistencias./ Ciertamente, éste es uno de los elemen­tos del “crecimiento” que caracteriza la juventud./ Esta fatiga y este esfuerzo poseen también su calificación bíblica,/ especialmente en San Pablo, que compara toda la vida cristiana a una competición en el estadio deportivo[13].

73. ¿Es necesario el contacto con la naturaleza?

Es necesario que la juventud sea un “crecimiento”./ Para ello es de enorme importancia el contacto con el mundo visible,/ con la naturaleza./ Esta relación nos enriquece durante la juventud/ de modo distinto al de la ciencia sobre el mundo “sacada de los libros”…/ Nos enriquece de manera directa./ Se podría decir que, permaneciendo en contacto con la naturaleza,/ nosotros asumimos en nuestra existencia humana el misterio mismo de la creación,/ que se abre ante nosotros con inaudita riqueza y variedad de seres visibles,/ y al mismo tiempo invita constante­mente hacia lo que está escondido, que es invisible. Juan Pablo II expresa un deseo para con los jóvenes: “Por esto deseo también a vosotros, jóvenes, que vuestro crecimiento “en edad y sabiduría” tenga lugar mediante el contacto con la naturaleza. ¡Buscad tiempo para ello! ¡No lo escatiméisl Aceptad también la fatiga y el esfuerzo que este contacto supone a veces, especialmente cuando deseamos alcanzar objetivos particularmente importantes. Esta fatiga es creativa, y constituye a la vez el elemento de un sano descanso que es necesario, igual que el estudio y el trabajo”. ¿De qué habla a los jóvenes el “libro de la naturaleza”? La sabiduría/ –ya sea por boca de los libros inspirados[14]  “como por el testimonio de muchas mentes geniales–/ parece poner en evidencia de diversos modos “la transparencia del mundo”./ Es bueno para el hombre leer en este libro admirable,/ que es el “libro de la naturaleza”, abierto de par en par a cada uno de nosotros./ Lo que una mente joven y un corazón joven leen en él/ parece estar sincronizado profundamente con la exhortación a la sabiduría:/ “Adquiere la sabiduría, compra la inteligencia…/ No la abandones y te guardará; ámala y ella te custodiará” (Prov 4, 5s).

74. Para crecer, ¿hay que conocer las obras del hombre?

Este “crecimiento” tiene también lugar a través del contacto con las obras del hombre,/ y más aún, con los hombres vivos…/ La juventud parece ser particular­mente sensible a la verdad, al bien y a la belleza,/ que están contenidas en las obras del hombre./ Permaneciendo en contacto con ellas en el terreno de tantas culturas diversas,/ de tantas artes y ciencias,/ nosotros aprendemos la verdad sobre el hombre (expresada tan sugestivamente también en el salmo 8),/ la verdad que es capaz de formar y de profundizar la humanidad de cada uno de nosotros.

B) Rezo del Santo Rosario

En el quinto misterio contemplamos la Coronación de la Virgen María como Reina y Señora de todo lo creado.

(Un Padrenuestro, diez avemarías y un gloria.)

C) Canto

A Dios queremos.

1.   A Dios queremos en la enseñanza

porque la infancia desde su albor

lleve en su alma fe y esperanza,

y a Jesús ame, su Redentor.

2.   A Dios queremos, en la familia,

Dios en las almas de nuestro amor.

Píos y castos son los hijos,

y a Dios den todos gloria y honor.

 Estribillo

Bendice, ¡oh Santa Madre!,

la voz de nuestra fe,

a Dios queremos es nuestro Padre,

a Dios queremos es nuestro Rey. (bis)

VI Parte

A) Diálogo

75.  ¿Con qué medios contribuimos al crecimiento “en gracia”?

Se da este “crecimiento” mediante el contacto con Dios./ Puede ayudar para ello –indirectamente– también el contacto con la naturaleza y con los hombres;/ pero de modo directo ayuda en ello especialmente la oración./ ¡Orar y aprender a orar!/ Abrir nuestros corazones y nuestras conciencias ante aquél que nos conoce mejor que nosotros mismos./ ¡Hablar con él! Profundizar en la palabra de Dios vivo, leyendo y meditando la Sagrada Escritura./(…) Estos son los métodos y medios para acercarse a Dios y tener contacto con él.

76. ¿Cómo actúa Dios cuando nosotros usamos estos medios para acercarnos a Él?

Debemos recordar que se trata de una relación recíproca./ Dios responde también con la más “gratuita entrega de sí mismo”,/ don que en el lenguaje bíblico se llama “gracia”./ Por eso, debemos tratar de vivir siempre en gracia de Dios!

77. En la actualidad, el crecimiento formativo de la juventud, ¿se da en ambientes unifor­mes?

Nuestra juventud se forma a veces en ambientes uniformes desde el punto de vista de las confesiones,/ a veces diferenciados en lo religioso o incluso al límite entre fe y no creencia,/ ya sea bajo forma de agnosticismo o de ateísmo presentado de diversos modos.

78. En nuestro tiempo, a pesar de las diferencias, ¿qué cosas unen a los jóvenes en común?

Parece que ante algunos problemas/ estas múltiples y diferenciadas comuni­dades de jóvenes sienten, piensan y reaccionan de manera muy parecida./ Por ejemplo, parece que nos une a todos una actitud similar/ ante el hecho de que centenares de miles de hombres vivan en extrema miseria e incluso mueran de hambre,/ mientras simultáneamente se emplean cifras vertiginosas en la producción de armas nucleares,/ cuyos arsenales ya en el momento presente son capaces de provocar la autodestrucción de la humanidad.

79. ¿Qué otros peligros amenazan al mundo que a los jóvenes les toca vivir?

Hay también otras tensiones y amenazas parecidas,/ a escala hasta ahora desconocida en la historia de la humanidad./ Todos somos conscientes de que en el horizonte de la existencia de miles de millones de personas,/ que forma la familia humana de finales del segundo milenio después de Cristo,/ parece perfilarse la posibilidad de calamidades y de catástrofes/ de una magnitud verdaderamente apocalíptica.

80. Ante este panorama, ¿qué preguntas los jóvenes tienen el derecho de hacer a las generaciones anteriores?

Los jóvenes, podemos preguntar justamente a las generaciones anteriores:/ ¿Por qué se ha llegado a esto?/¿Por qué se ha alcanzado tal grado de amenaza contra la humanidad en nuestro planeta?/ ¿Cuáles son las causas de la injusticia que hiere nuestra vista?/¿Por qué tantos mueren de hambre?/ ¿Por qué tantos millones de prófugos en diversas fronteras?/ ¿Tantos casos en los que son vilipen­diados los derechos elementales del hombre?/ ¿Tantas cárceles y campos de concentración, tanta violencia sistemática y muertes de personas inocentes,/ tantos maltratamientos al hombre y torturas,/ tantos tormentos infligidos a los cuerpos humanos y a las conciencias humanas?/ (…) ¿Por qué un progreso tan grande de la humanidad/ –que no puede compararse con ninguna época anterior de la historia–/ en el campo de la ciencia y de la técnica;/ por qué el progreso en el dominio de la materia por parte del hombre se dirige en tantos aspectos, contra el hombre?

81. Sin embargo, ¿cuál es la pregunta fundamental que deben hacerse los jóvenes cristia­nos?

Justamente preguntamos, aun con miedo interior:/ ¿Es quizás  irreversible este estado de cosas? ¿Puede ser cambiado?/¿Podremos cambiarlo nosotros? Nosotros nos preguntamos justamente esto./ Sí, es ésta la pregunta fundamental en el ámbito de nuestra generación.

82. ¿Cómo responde Cristo a todas estas preguntas?

Cristo responde, al igual que respondía a los jóvenes de la primera genera­ción de la Iglesia,/ con las palabras del Apóstol San Juan:/ “Os escribo, jóvenes, porque habéis vencido el maligno./ Os he escrito a vosotros, porque conocéis al Padre…/ Os he escrito, jóvenes, porque sois fuertes y la palabra de Dios permanece en vosotros” (1 Jn 2, 13s.).

83. Estas palabras escritas en el siglo I, ¿son una respuesta válida para nuestro tiempo?

Las palabras del Apóstol, de hace casi dos mil años, son también una respuesta para hoy./ Expresan el sencillo y fuerte lenguaje de la fe,/ que lleva consigo la victoria contra el mal que hay en el mundo./ “Esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe” (1Jn 5, 4).

84. ¿En dónde radica la trascendencia de esta respuesta del apóstol San Juan a los problemas de nuestro tiempo?

Estas palabras están llenas de la experiencia apostólica/ –y de las genera­ciones cristianas sucesivas– /de la cruz y de la resurrección de Cristo./ En esta experiencia se ratifica todo el Evangelio./ Se ratifica, entre otras cosas, la verdad contenida en el coloquio de Cristo con el joven.

85. ¿A qué se refiere el Apóstol San Juan cuando escribe que los jóvenes son fuertes?

E1 Apóstol escribe que nosotros, los jóvenes, somos fuertes con la doctri­na divina,/ la doctrina que está contenida en el Evangelio de Cristo y se resume en la oración del “Padre nuestro”./ ¡Sí! Somos fuertes con esta enseñanza divina, somos fuertes con esta oración.

86. ¿Por qué somos fuertes con la doctrina divina, resumida en el “Padrenuestro”?

Somos fuertes porque ella infunde en nosotros el amor, la benevolencia,/ el respeto del hombre, de su vida, de su dignidad, de su conciencia,/ de sus convic­ciones y de sus derechos.

87. ¿Cuál es la eficacia de la oración del Padrenuestro?

 La oración del “Padrenuestro” aleja los corazones humanos de la enemis­tad, del odio, de la violencia,/ del terrorismo, de la discriminación,/ de las situacio­nes en que la dignidad humana y los derechos humanos son conculcados.

88. ¿Qué hace falta para ser fuertes?

E1 Apóstol dice: “Jóvenes, sed fuertes”;/ hace falta solamente que “la palabra de Dios permanezca en nosotros”./ Entonces, seremos fuertes.

89. ¿Para qué objetivos necesitamos ser fuertes?

Necesitamos ser fuertes para poder llegar a los mecanismos ocultos del mal, a sus raíces/ y así conseguir cambiar el mundo gradualmente,/ transformarlo, /hacerlo más humano, más fraterno, y al mismo tiempo, más según Dios.

90. En definitiva, necesitamos ser fuertes para vencer al Maligno. ¿Y qué se refiere San Juan cuando escribe que los jóvenes han vencido al Maligno?

E1 Apóstol escribe: “¡Habéis vencido al Maligno!”./ Es así./ Conviene remontarse constantemente a las raíces del mal y del pecado en la historia de la humanidad y del universo,/ como Cristo se remontó a estas mismas raíces en su misterio pascual de la cruz y de la resurrección./ No hay que tener miedo de llamar por su nombre al primer artífice del mal: al Maligno.

91. ¿Cuál es la táctica que el Maligno utiliza para engañar y vencer a los hombres, especialmente a los jóvenes?

La táctica que él usaba y usa/ consiste en no revelarse, a fin de que el mal, sembrado por él desde el principio,/ reciba su desarrollo por parte del hombre, de los sistemas mismos y de las relaciones interhumanas,/ entre las clases y entre las naciones…/ para  hacerse también cada vez más pecado “estructural”, y dejarse identificar cada vez menos como pecado “personal”.

92. ¿Puede el Maligno separar absolutamente al hombre de Dios y contraponerlo a Él?

No se puede separar al hombre de Dios y contraponerlo a Dios./ Esto sería contra la naturaleza del mundo y contra la naturaleza del hombre,/ contra la verdad intrínseca que constituye toda la realidad./ Verdaderamente el corazón del hombre está inquieto, hasta que no descansa en Dios./ Estas palabras del gran Agustín nunca pierden su actualidad[15].

93. ¿Qué es lo principal que debemos aprender para hacer feliz la experiencia de la juventud?

Feliz será la experiencia de la juventud, si gradualmente aprendemos de ella aquella esencial verdad sobre el hombre/ –sobre cada hombre y sobre uno mismo–/ la verdad que es sintetizada así en el insigne texto de la constitución pastoral Gaudium et spes:/ “E1 hombre, única criatura terrestre a la que Dios ha amado por sí misma,/ no puede encontrar su propia plenitud si no es en la entrega sincera de sí mismo a los demás”[16].

Mensaje final

Dice Juan Pablo II: “He aquí pues, jóvenes amigos, que yo pongo en vuestras manos esta Carta, que se inspira en el coloquio evangélico de Cristo con el joven y nace del testimonio de los apóstoles y de las primeras generaciones cristianas. 

El Concilio Vaticano II, que llamó a los jóvenes “esperanza de la Iglesia”  y a los jóvenes de entonces –igual que a los jóvenes de hoy y siempre– dirigió su “último mensa­je”, en el que la Iglesia es presentada como la verdadera juventud del mundo, como la que “posee aquello que hace la fuerza y el encanto de la juventud: la facultad de alegrarse con lo que comienza, de darse gratuitamente, de renovarse y de partir de nuevo para nuevas conquistas”[17].

En las Bodas de Caná la Madre de Cristo dirige a los hombres, presentes allí para servir durante el banquete, estas palabras: “Haced lo que él os diga”’ (Jn 2, 5). É1, Cristo.

Yo repito estas palabras de la Madre de Dios y las dirijo a vosotros, jóvenes, a cada uno y a cada una: “Haced lo que Cristo os diga”. Y os bendigo en el nombre de la Trinidad Santísima. Amén.

B) Canto

Cristo Jesús

1. Cristo Jesús, en ti la patria espera

gloria buscando con intenso ardor

guíala tú, bendice su bandera

dando a su faz, grandísimo esplendor

 2. Cristo Jesús, poblados y desiertos,

piden Señor tu santa bendición.

Duerman en paz nuestros queridos muertos

¡Salva el hogar, la patria y religión!

 Estribillo

Salve, divino foco de amor,

Salva al pueblo argentino

escucha su clamor

Salva al pueblo argentino

Sagrado Corazón.

C) Letanías de la Virgen


[1] Cf. Juan Pablo II, encíclica Redemptor hominis, 14: AAS 71 (1979), 284s.

[2] Cf. Rom 8,19.21; Ef 4,4; Flp 3,10s; Tit 3,7; Heb 7,19; 1Ped 1,13.

[3] Cf. Mc 10, 17-22; Mt 19, 16-22; Lc 18, 18-23.

[4] Cf. Mc 10, 22ss.

[5] Cf. Lc 8, 49-56.

[6] Cf. Mt 22, 37-40; Mc 12, 29-31; Lc 10, 27.

[7] Rom 2,15.

[8] Cf. Mc 10,21; Jn 1,43; 21,23.

[9] Cf. Concilio Ecuménico Vaticano II, Constitución dogmática Lumen gentium, sobre la Iglesia, 39-42.

[10] Cf. Concilio Ecuménico Vaticano II, Constitución pastoral Gaudium et spes, sobre la Iglesia en el mundo actual, 43-44.

[11] Juan Pablo II, Encíclica Laborem Excercens, 9: AAS. 73 (1981), pp. 599s.

[12] Mensaje para la celebración de la Jornada Mundial de la Paz, 1985, nº3: AAS. 77 (1985), p.163.

[13] Cf. 9, 24-27.

[14] Cfr. por ejemplo Sal 104 (103); 19 (18); Sab 13, 1-9; 7, 15-20.

[15] Cf. San Agustín, Confesiones I, 1: CSEL 33, p. 1.

[16] Concilio Ecuménico Vaticano II, Constitución pastoral Gaudium et spes, sobre la Iglesia en el mundo actual, 24.

[17] Mensaje del Concilio Vaticano II a los jóvenes: AAS 58 (1966), p. 18.