Muy dulce cosa es el amor de los amigos. El mismo Cielo es gozar de la vista de Dios y del amor de los amigos. En este sentido, dulcísima cosa es el amor a los santos y el amor de los santos. Un amor crece a compás del otro: experimentamos la protección de nuestros santos patrones y crecemos en confianza de su intercesión ante el trono de Dios. Pocas cosas hay que llenen tanto de consuelo a un alma devota como el amor a nuestros amigos del Cielo: ¡Los santos!
Hoy, fiesta de los 51 Beatos Mártires de Barbastro, patrones secundarios de nuestro Seminario Mayor «María, Madre del Verbo Encarnado», quiero referirme a dos cosas: primero, nuestros deberes para con los santos; y segundo, el ejemplo de devoción a los santos que nos dan los Beatos Mártires de Barbastro.
- Los veneramos porque son ejemplo:
«Veneramos la memoria de los santos del Cielo por su ejemplaridad»[1];
- Porque vigorizan la unidad de la Iglesia al formar con ellos un consorcio:
«Pero más aún con el fin de que la unión de toda la Iglesia en el Espíritu se vigorice por el ejercicio de la caridad fraterna[2]. Porque así como la comunión cristiana entre los viadores nos acerca más a Cristo, así el consorcio con los santos nos une a Cristo, de quien, como de Fuente y Cabeza, dimana toda la gracia y la vida del mismo Pueblo de Dios[3]»[4].
- Es sumamente conveniente que los amemos, ¡Son amigos!, ¡son coherederos!, ¡son hermanos!, ¡son bienhechores!:
«Es, por tanto, sumamente conveniente que amemos a estos amigos y coherederos de Cristo, hermanos también y eximios bienhechores nuestros; que rindamos a Dios las gracias que le debemos por ellos; que “los invoquemos humildemente y que, para impetrar de Dios beneficios por medio de su Hijo Jesucristo, nuestro Señor, que es el único Redentor y Salvador nuestro, acudamos a sus oraciones, protección y socorro”[5]»[6].
- Porque el amor que tenemos a los santos se dirige a Cristo:
«Todo genuino testimonio de amor que ofrezcamos a los bienaventurados se dirige, por su propia naturaleza, a Cristo y termina en Él, que es “la corona de todos los santos”[7], y por Él va a Dios, que es admirable en sus santos y en ellos es glorificado[8]»[9].
- Debemos unirnos sobre todo en la Misa:
«La más excelente manera de unirnos a la Iglesia celestial tiene lugar cuando -especialmente en la sagrada liturgia, en la cual la virtud del Espíritu Santo actúa sobre nosotros por medio de los signos sacramentales- celebramos juntos con gozo común las alabanzas de la Divina Majestad[10], y todos, de cualquier tribu, y lengua, y pueblo, y nación, redimidos por la sangre de Cristo[11] y congregados en una sola Iglesia, ensalzamos con un mismo cántico de alabanza a Dios Uno y Trino. Así, pues, al celebrar el sacrificio eucarístico es cuando mejor nos unimos al culto de la Iglesia celestial, entrando en comunión y venerando la memoria, primeramente, de la gloriosa siempre Virgen María, mas también del bienaventurado San José, de los bienaventurados Apóstoles, de los mártires y de todos los santos[12]»[13].
- El culto a los santos consiste en la intensidad del amor activo:
«Enseñen, pues, a los fieles que el verdadero culto a los santos no consiste tanto en la multiplicidad de actos exteriores cuanto en la intensidad de un amor activo, por el cual, para mayor bien nuestro y de la Iglesia, buscamos en los santos “el ejemplo de vida, la participación de su intimidad y la ayuda de su intercesión”[14]»[15].
- Porque enriquece copiosamente el culto a Dios:
«Pero también hagan comprender a los fieles que nuestro trato con los bienaventurados, si se lo considera bajo la plena luz de la fe, de ninguna manera rebaja el culto latréutico tributado a Dios Padre por medio de Cristo en el Espíritu, sino que más bien lo enriquece copiosamente[16]»[17].
- Algunos ejemplos de santa familiaridad de los mártires de Barbastro con los santos:
«El Sr. Ramón Novich me dijo pocas horas antes de ser fusilado:
- que en los ejercicios espirituales de fines de agosto del 1935 (terminados el día de su santo patrón) había pedido a Santa Teresita del Niño Jesús la gracia de llegar a morir mártir, o sufriendo mucho, de parte de los enemigos de la Religión Católica, y que se había atrevido a pedirle una prueba que consiste en sufrir ya algo extraordinario antes de terminar la carrera y añadió, “esta prueba me vino a los dos días, era un sufrimiento moral que me hizo sufrir mucho y me duró una semana larga, estaba objetivamente cierto que aquello era la prueba que había pedido”.
Antes de un año (pues faltaban todavía unos días), se va a cumplir también la gracia pedida. Efectivamente el día 13 de agosto a la una menos veinte minutos de la mañana, le fusilan los enemigos de la Religión Católica»[18].
«La lectura espiritual se reducía a leer el Oficio o lecciones que trae el breviario en el común de los Mártires, o de algún santo particular, como en el día de San Lorenzo, el oficio del Santo.
Al atardecer rezábamos el rosario de la comunidad, por pequeños grupos, en la forma ya indicada. Al comenzar el mes de agosto dedicado a nuestra excelsa Titular y Madre, el Corazón de María, hacíamos, en la misma forma, el ejercicio de la novena al Inmaculado Corazón de María que trae el “Maná Cristiano”. Terminamos una novena y comenzamos otra que mis compañeros terminaron en el Cielo»[19].
- Compromiso de los Beatos seminaristas: su misión en el Cielo:
«Los Sres. Ramón Novich, José Amorós, Javier Luis Brandés, Miguel Massip y algún otro:
-Ya que no podemos ejercer el sagrado ministerio en la tierra, trabajando por la conversión de los pecadores, haremos como Santa Teresita del Niño Jesús, pasaremos nuestro Cielo haciendo bien a la tierra»[20].
«El Sr. Rafael Briega me dijo:
-Hágale saber al R. P. José Fogued que, ya que no puedo ir a China, como siempre lo había deseado, ofrezco gustoso mi sangre por las Misiones de China, y que desde el Cielo rogaré por ellas»[21].
- Compromiso de los santos con las misiones y su Congregación:
«ofrecíamos gustosos nuestra vida por amor de Jesús y de la Madre del Cielo; por la Congregación querida, para la que auguraban una época de aumento de personal, de paz, y de expansión gloriosa; por nuestras Misiones; por el reinado del Sagrado Corazón de Jesús y por la extensión de la devoción al Inmaculado Corazón de María. Hicimos nuestras encomiendas al Rvmo. P. General y a nuestras familias»[22].
«El R. P. José Pavón, y el Sr. Juan Sánchez:
-Digan al Rvmo. P. General que el día en que se anuncie a la comunidad nuestro fusilamiento levanten el silencio del refectorio y hagan fiesta»[23].
«¡Adiós, querida Congregación! Tus hijos, Mártires de Barbastro, te saludan desde la prisión y te ofrecen sus dolorosas angustias en holocausto expiatorio por nuestras deficiencias y en testimonio de nuestro amor filial, generoso y perpetuo.
¡Viva Cristo Rey! ¡Viva el Corazón de María! ¡Viva la Congregación! Adiós, querido Instituto. Vamos al Cielo a rogar por ti. ¡Adiós, adiós!»[24].
Queridos hermanos:
Enseña Santo Tomás que: «Cuanto más perfecta ha sido la caridad de los santos que ya están en la patria celestial, tanto más interceden por aquellos que están todavía en camino, ya que pueden ayudarlos con sus oraciones; y cuanto más unidos están a Dios, son tanto más eficaces estas oraciones suyas. Así se realiza el orden divino que hace refluir sobre los inferiores la excelencia de los superiores, como la claridad del sol se derrama en el aire»[25]. ¡Cuánto deben interceder por esta comunidad del Seminario Mayor nuestros santos patrones mártires! ¡Cuántas gracias que derraman a manos llenas por nosotros! ¡Cómo nos llenan con la dulzura de su amor sin límites, ya que dieron su vida, también, por cada uno de nosotros! ¡Son nuestros amigos del Cielo!
[1] Concilio Ecuménico Vaticano II, Constitución dogmática sobre la Iglesia «Lumen gentium», 21/11/1964, n. 50.
[2] Cf. Ef 4, 16.
[3] Cf. Pio XII, Carta Encíclica «Mystici Corporis Christi», 29/06/1943, n. 216.
[4] Concilio Ecuménico Vaticano II, «Lumen gentium», n.50.
[5] Concilio Tridentino, Decreto «De invocatione… Sanctorum», 03/12/1563, Dz 984 (1821).
[6] Concilio Ecuménico Vaticano II, «Lumen gentium», n.50.
[7] Breviario Romano, Invitatorium in festo Sanctorum Omnium.
[8] Cf. 2Tes 1, 10.
[9] Concilio Ecuménico Vaticano II, «Lumen gentium», n.50.
[10] Cf. Concilio Ecuménico Vaticano II, Constitución sobre la liturgia «Sacrosanctum Concilium», 04/12/1963, n. 104.
[11] Cf. Ap 5, 9
[12] Cf. Canon de la misa romana.
[13] Concilio Ecuménico Vaticano II, «Lumen gentium», n.50.
[14] Misal Romano, del prefacio concedido a las diócesis de Francia.
[15] Concilio Ecuménico Vaticano II, «Lumen gentium», n.50.
[16] Cf. San Pedro Canisio, Catechismus Maior seu Summa Doctrinae christianae, c. III, Ed. crít. F. Streicher, Parte I, p. 15-16, n. 44 y p. 100-101, n.49.
[17] Concilio Ecuménico Vaticano II, «Lumen gentium», n.51.
[18] De la «Relación del Sacrificio de la Comunidad de Barbastro hecha por Pablo Hall, C.M.F., testigo y compañero de los Mártires hasta la víspera, 13 de agosto de 1936». Actas del Proceso Diocesano, 812-813.
[19] De la «Relación del Sacrificio.», 786.
[20] De la «Relación del Sacrificio.», 814.
[21] De la «Relación del Sacrificio.», 1024.
[22] De la «Relación del Sacrificio.», 802.
[23] De la «Relación del Sacrificio.», 813-814.
[24] Faustino Pérez, Testamento de los mártires de Barbastro. Positio. Summarium: Documenta. Epístola Dni. Faustino Pérez, pp. 152-153 (Italiano); Summarium documentorum additum: Escritos Martiriales, pp. 106-107, texto original.
[25] Santo Tomás, Suma Teológica, II-II, 83, 11.