clavo

El clavo penetrante es una llave

El clavo penetrante es una llave

Homilía predicada por el p. Carlos Miguel Buela el Viernes Santo de 1999, en la Iglesia Nuestra Señora de los Dolores

      Hemos estado reflexionando acerca de lo que callada, pero elocuentemente, nos gritan las «cicatrices» de la tierra: el pozo de Jacob, Guijón con el túnel de Ezequías y Siloé, el sepulcro de Lázaro, y, en esta Semana Santa, semana mayor de la Cristiandad, reflexionamos sobre la más importante: el sepulcro de nuestro Señor.

     Hoy reflexionaremos sobre las cicatrices del cuerpo del Señor.

     Enseña San Bernardo: «El clavo penetrante es una llave»1, refiriéndose, evidentemente, a los clavos con que fue tachonado a la cruz el Salvador del mundo. Lo cual, por extensión, también puede aplicarse de alguna manera a ese clavo más grande, que fue la lanza que le atravesó el costado.

 1. Los clavos

     Jesucristo no fue atado a la cruz, como también se solía hacer en la antigüedad, sino que fue clavado, como se ve de manera indubitable por el hecho de que después de resucitado muestra como señal de identidad para indicar que era Él –el mismo a quien habían crucificado–, «sus manos y sus pies» (Lc 24, 39.40; Jn 20,20), con el agujero provocado por los clavos que lo traspasaron. ¿Por qué muestra las manos y los pies? Porque en ellos estaba el agujero provocado por los clavos que lo traspasaron.

     Los clavos, llamados «clavi travales», eran muy largos y gruesos (eran cuadrados de unos 8 milímetros de lado). Para las manos se los clavaba en el espacio Descot, entre las dos filas de huesos del carpo, a unos 8 centímetros, más o menos, de la base del dedo mayor, entre los huesos semilunar, piramidal, ganchudo y grande. Afecta al nervio mediano, sensitivo y motor, lo cual debe haber producido un dolor enormemente grande. Para los pies, según los estudios del Dr. Barbet2, poniendo el pie izquierdo delante del derecho, hundieron el tercer clavo entre el segundo y el tercer dedo en el metatarso del pié.

    «Clavos amargos y  acerados», los llamó San Melitón de Sardes.3

     La lanza atravesó el quinto espacio intercostal, entre la quinta y sexta costilla derecha, a unos 12 cm. del centro del abdomen, provocando una herida de unos 4 cm. de ancho en el eje mayor y 1 ½ cm. de ancho en el eje menor.

     Además, hay que recordar, que en la Sábana Santa se pueden contar entre 100 y 120 heridas provocadas la mayor parte de ellas en la flagelación.

 2. ¿Por qué llave? ¿Qué es? ¿Qué hace?

     ¿Por qué dice San Bernado «el clavo penetrante que es una llave»? De hecho en la Sagrada Escritura se utiliza en varias oportunidades la imagen de las llaves. Así por ejemplo: «tengo las llaves de la Muerte y del Hades… Esto dice el Santo, el Veraz, el que tiene la llave de David… la llave del pozo del Abismo…» (Ap 1, 18; 3, 7; 9,1). Es una metáfora hermosísima. El visir del faraón era el que cargaba sobre sus hombros las llaves del palacio del faraón. Era el que tenía el poder de abrir y cerrar las puertas del palacio. Esa costumbre egipcia es tomada en Israel. El mayordomo de palacio del rey David era el que llevaba las llaves de palacio. Por eso, se dice en la Sagrada Escritura: «Sobre sus hombros un imperio», significando esa llave grande que el mayordomo de palacio llevaba sobre sus hombros. También se habla de la llave del pozo del abismo: «Tenía en su mano las llaves del pozo del abismo» (Ap 20, 1). Nuestro Señor también utiliza esta imagen de la llave: «¡Ay de vosotros, doctores de la Ley, que os habéis apoderado de la llave de la ciencia; y ni entráis vosotros ni dejáis entrar!» (Lc 11,52); y la más célebre de todas las metáforas de las llaves, es cuando le da a Pedro los poderes: «A ti te daré las llaves del reino de los Cielos» (Mt 16,19).

    La palabra llave viene del latín «clavis». Es el instrumento de hierro u otro material, con guardas que se acomodan a las de una cerradura, y que sirve para abrirla o cerrarla. En el texto de San Bernardo se utiliza en sentido figurado, según las acepciones 13 y 14 del Diccionario de la Real Academia: «Medio para descubrir lo oculto o secreto, clave» y también, «Principio que facilita el conocimiento de otras cosas».

     En este sentido, las Llagas de Cristo son la clave para descubrir lo que hay oculto en su corazón.

 3. «Dentro de tus llagas, escóndeme»

     Las Llagas de Cristo nos enseñan, por ejemplo, que Jesús es el médico de nuestras almas porque sanó nuestros males con sus llagas, como dice San Pedro: «Llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que, muertos al pecado, viviéramos para la justicia, y por sus llagas  habéis sido curados» (1 Pe 2, 24). Esto último es cita de Isaías (53, 5-6).

     Por eso San Beda dice, comentando el versículo del Evangelio «no tienen necesidad de médico los sanos, sino los que están enfermos», que Jesús «decía esto a los escribas y fariseos que, considerándose justos, evitaban el trato con los pecadores. Se llama médico a Sí mismo quien, con un modo admirable de curar, fue herido por nuestras iniquidades: “por sus llagas hemos sido sanados”».4

     De ahí que las sagradas Llagas hayan sido siempre para todos los cristianos, de todos los tiempos, su refugio y esperanza. Como enseña el Angélico: «Los santos ponen su nido en las Llagas de la muerte de Cristo, que es la piedra firme, es decir, ponen su refugio y esperanza».5 Dice esto explicando que «el Espíritu Santo apareció en forma de paloma para designar sus siete dones, representados en las propiedades de la paloma. (…) La paloma hace su nido en las grietas de las rocas, lo que toca al don de la fortaleza, con la que los santos hacen su nido, es decir, ponen su refugio y esperanza en las Llagas de la muerte de Cristo, que es la roca firme»6. Allí hay que hacer nido, allí hay que refugiarse, allí hay que buscar nuestra esperanza… ¡en las Llagas de Nuestro Señor Jesucristo!

     Tan importantes son las Llagas de Jesucristo que, por altísimas razones, permanecen en su cuerpo resucitado. Se preguntaban los antiguos Padres, con esa sabiduría que los caracteriza, ¿cómo puede ser  que un cuerpo glorificado, que es glorioso y que resucita con toda hermosura, vaya a tener heridas que, ciertamente son un defecto?. Responde San Agustín: «…sabía Él porqué guardaría sus cicatrices. Primero, para enseñar a Tomás, el cual no creería sino tocaba y veía; luego, para mostrarlas en el juicio como argumento a los infieles y pecadores. No para decirles como a Tomás: “porque me viste, has creído”, sino para convencerles diciéndole: “he aquí al hombre al cual crucificasteis, ved las heridas que le infligisteis, conoced el costado que atravesasteis, porque por vuestra causa fue abierto, y sin embargo no quisisteis entrar”».7

     Una gran mujer de nuestro tiempo, prácticamente contemporánea nuestra, beatificada hace poco, la beata María Faustina Kowalska, recibió del Señor muchas enseñanzas al respecto. Por ejemplo, Jesús le dice: «Niña mía, únete fuertemente a mí durante el sacrificio y ofrece al Padre Celestial mi Sangre y mis Llagas para impetrar el perdón por los pecados…».8

    «…Te tengo inscripta sobre mis manos. Has quedado grabada en la herida profunda de mi Corazón».

   «…por ti he permitido que fuera abierto con una lanza mi Sagrado Corazón y he abierto para ti una fuente de misericordia. Ven y toma las gracias de esta fuente con el recipiente de la confianza. No rechazaré jamás a un alma que se humilla, tu miseria será hundida en el abismo de mi misericordia. ¿Por qué deberías cuestionar conmigo sobre tu miseria? Hazme el favor, dame todas tus penas y toda (tu) miseria, y yo te colmaré con los tesoros de (mis) gracias. (…) estréchate a mis heridas y saca de la Fuente de la Vida todo lo que tu corazón puede desear. Bebe copiosamente de la Fuente de la Vida y no desfallecerás  durante el viaje. Fija la mirada en el esplendor de mi misericordia, y no temas a los enemigos de tu salvación. Glorifica mi misericordia».9

   «…Hacia el final de las letanías vi una gran luz con Dios Padre en el centro. Entre ésta luz y la tierra vi a Jesús clavado en la Cruz de tal forma que Dios, deseando mirar hacia la tierra, tenía que hacerlo a través de las Llagas de Jesús…».

     En otra oportunidad: «Cuando volvimos a casa, entré un momento en la capilla y enseguida oí en mi interior una voz: “Una hora de meditación sobre mi dolorosa Pasión tiene un mérito mayor que un año entero de flagelaciones a sangre. La meditación sobre mis Llagas dolorosas es de gran provecho para ti y a mí me da un gran gozo…».10

      «A través del Verbo Encarnado hago conocer el abismo de mi Misericordia».11  (El libro donde están los escritos de la Beata Kowalska tiene el Imprimatur de Mons. Cándido Rubiolo, Arzobispo de Mendoza).

      Queridos hermanos y hermanas:

      Debemos refugiarnos siempre en las sagradas Llagas de nuestro Señor. Debemos, como cuando niños, jugar a las escondidas en ellas. ¡Jugar a las escondidas escondiéndonos en las Llagas de Nuestro Señor! En el Anima Christi pedimos que el Señor lo haga con nosotros: «Dentro de tus llagas, escóndeme».

     Debemos decirle con los poetas: «¡Clavadme Vos a Vos en vuestro leño / y tendréisme seguro con tres clavos».12  Allí está esperándonos: «Espera, pués, y escucha mis cuidados… / Pero ¿cómo te digo que me esperes / si estás para esperar los pies clavados?».13  Y, si nos espera, es porque nos quiere recibir: «Brazos rígidos y yertos, / por dos garfios traspasados, / que aquí estáis, por mis pecados, / para recibirme abiertos, para esperarme clavados».14

     Aprendamos por las Santas Llagas a ver por dentro al Señor y desde las Llagas a ver afuera. Las Llagas son una llave. Y aprendamos en cada Misa el valor infinito de las Llagas de Cristo, como dice, hermosamente, en una oración Santo Tomás de Aquino: «No veo las Llagas que palpó Tomás; y sin embargo te confieso “mi Dios”; hazme siempre creer más en ti, en ti tener esperanza y amarte siempre más. ¡Oh memorial de la muerte del Señor!, ¡Pan vivo que da la vida al hombre, dale a mi mente el vivir de ti, y el gustarte siempre dulcemente allí!».15

     Por todas sus Llagas sufrió mucho el Señor; por una sóla no sufrió, porque ya estaba muerto cuando se la provocaron. Pero la que casi muere al escuchar el seco golpe de la lanza fue María. Por eso, aprendamos también, de la Virgen María, a conocer el valor de las Llagas del Salvador: «María no decayó de la dignidad que correspondía a la Madre de Cristo: habiendo huido los Apóstoles, permanecía en pie ante la cruz, y contemplaba con ojos piadosos las Llagas de su Hijo, no como quien espera la muerte de su tesoro sino la salvación del mundo».16

 NOTAS:

 (1) Sobre el Cantar de los Cantares, sermón 61.

(2) Dr. Pierre Barbet, La Passion de N.S. Jésus Christ selon le Chirurgien, passim.

(3) Fragm., XVI.

(4) «Seipsum medicum dicit, qui miro medicandi genere vulneratus est propter iniquitates nostras, et eius livore sanati sumus»: San Beda, citado por Santo Tomás en Catena Aurea in Marcum, cap.  II, 2; versión castellana de Cursos de Cultura Católica, Buenos Aires, 1948, t. III, p. 28.

(5) «…ita et sancti…, in plagis mortis Christi, qui petra firma est, nidum ponunt, idest suum refugium et spes»: Rábano, citado por Santo Tomás en: Catena aurea in Mathaeum, cap. III, lectio 7, versión castellana: Cursos de Cultura Católica, Buenos Aires, 1948, t. I, p. 88.

(6) «Item columba in cavernis petrae nidificat. Quod pertinet ad donum fortitudinis, qua sancti in plagis mortis Christi, qui est petra firma, nidum ponunt, ides, suum refugium et spem»: S. Th. III, q. 39, a. 6, ad 4.

(7) Super Evangelium Joannis, cap. 20, lectio 6.

(8) Beata María Faustina  Kowalska, La Divina Misericordia en mi alma. Diario, Obra de Jesús Misericordioso, Arquidiócesis de Mendoza, Argentina, 1992, p. 20.

(9) Ibid., pp. 406-407.

(10) Ibid., p. 128.

(11) Ibid., p. 39.

(12) Lope de Vega, Cancionero divino, p.150.

(13) Ibid., p.154.

(14) José María Pemán, «Ante el Cristo de la Buena Muerte», Suma Poética, B.A.C., Madrid  1950, p. 353.

(15) Pies preces, 11.

(16) Santo Tomás, Catena aurea in Joannem, capítulo 19, lectio 8; versión castellana: Cursos de Cultura Católica, Buenos Aires, 1948, t. V, p. 423.