negro manuel

El milagro de la carreta

Queremos recordar la historia del milagro de la carreta detenida junto al río de Luján.

En 10 puntos dividimos la crónica del acontecimiento que, en líneas generales, es un resumen de las crónicas del fraile mercenario Pedro Nolasco de Santa María y del presbítero Felipe José Maqueda, con algún dato de la tradición.

Se tomaron los puntos comunes. “El original del relato del mercedario se halla en la Basílica Nacional de Luján; la narración de Maqueda en diversas bibliotecas, como en la del Museo Colonial de Luján, en la Mitre de Buenos Aires y en otras varias partes”[1]. Seguimos casi a pie juntillas el escrito del máximo historiador contemporáneo de María de Luján, Mons. Juan Antonio Presas.

1. “En aquel tiempo que Portugal y España se regían por una sola Corona y que, por tanto, el comercio entre ambas era libre y según el mejor cómputo por los años de 1630…”

El hecho milagroso aconteció cuando España y Portugal vivían bajo una misma Corona, su comercio era libre, y por los años de 1630.

Así es;  por esos años el comercio marítimo batió récord por el número de navíos que entraron en el puerto de Buenos Aires y en el valor de las mercancías que alcanzaron una suma fabulosa[2].

2. “…un portugués, llamado Farías, pidió a un amigo suyo del Brasil le trajese una imagen de la Concepción de María para venerarla en la Capilla, que en su estancia de Sumampa, jurisdicción del Tucumán, estaba fabricando. Un marino, amigo suyo, cumplió el encargo y le trajo no una, sino dos imágenes de Nuestra Señora, bajo la advocación una, de la Concepción, y otra, de la Madre de Dios. Acondicionadas ambas en dos cajones fueron subidas a una carreta y emprendieron viaje al Norte”.

El portugués se llamaba Antonio Farías de Saá que pidió al Brasil una imagen de la Concepción, que le fue traída por un marino amigo suyo y que le llegó a nuestras playas en marzo del año indicado. Por esa fecha encontramos en los archivos de Córdoba, Sumampa y Santiago del Estero, los datos genealógicos de Farías, famoso hacendado de Sumampa, por la línea de tres familias[3]. En cuanto a su amigo, Andrea Juan, piloto del barco[4] llega en su embarcación a Buenos Aires a fines de marzo de 1630, y era amigo -como dicen las crónicas- de quienes fueron favorecidos por las Santas Imágenes.

La Imagen fue ciertamente hecha en Brasil, en el valle de Paraíba, en la ciudad de S. Pablo. Los talleres brasileños eran celebrados en esa época por la confección de imágenes, y las que llegaron a nuestra tierra son precisamente de la técnica de ese lugar.

3. “Al llegar a las orillas del río Luján se detuvieron los troperos para pasar la noche en la estancia de Rosendo”.

Hoy se sabe perfectamente quién era Tomás Rosendo y dónde tenía su estancia, junto al río Luján, muy cerca del camino real. Hay que ubicar la estancia a la altura del pueblo, llamado hoy Villa Rosa, en el partido de Pilar. Repasando las sucesiones y reparticiones de tierras se llega, sin dificultades graves, hasta ese tal Rosendo, comprobando la veracidad del aserto[5].

4. “A la madrugada siguiente, al intentar proseguir la marcha, los bueyes no pueden mover el carro. Se quita peso a la carreta, pero en vano. Después de mucha labor bajan a tierra el cajoncito que contiene la imagen de la Virgen en su título de la Concepción y todo marcha bien”.

En la mañana del tercer día, las carretas que llevaban las dos Santas Imágenes se niegan a avanzar y nadie puede hacerlas moverse de su lugar.

Tocamos aquí el punto capital que los fieles llamamos: “milagro” o de “fe”, y cuya interpretación escapa a la ciencia.

Para quitar peso a la carreta se bajaron de ella varias cajas, pero las carretas no avanzaban, sólo lo hacen cuando es bajado un pequeño cajoncito que contenía la imagen de la Inmaculada Concepción de la Virgen.

5. “Los troperos entienden que aquello era un aviso del Cielo, que les decía que tal imagen debía quedarse allí, para ser venerada en el lugar. Y así lo cumplieron”.

La historicidad de los hechos es verdaderamente asombrosa, una Imagen se queda en Luján y la otra sigue su camino a Sumampa, a pesar de la distancia hasta Santiago del Estero y de las dificultades del camino, es exacta la noticia de que una de las dos imágenes llegó al Norte y allí se le levantó Capilla, quedando la otra en Luján. Esto se puede ver en la obra La Consolación de Sumampa, de Bravo y Taboada. Los arrieros del convoy dejan la Santa Imagen de la Inmaculada en la casa de Rosendo.

6. “Llevada por los arrieros a la casa de Rosendo, los dueños le levantaron un pequeño Oratorio”.

La familia del hacendado levantó una pequeña Capilla para la veneración de la Imagen[6]. La investigación ha comprobado fielmente estos datos. Un documento de 1645 escribe que: “A las espaldas de la casa de los dueños de la estancia existe una Capilla pequeña, y en ella una hechura de Nuestra Señora, de bulto, de barro, de altor de media vara”. Es ésta una descripción perfectísima de la Santa Imagen que veneramos en el actual santuario de Nuestra Señora de Luján.

 El doctor Héctor H. Schenone, perito en el estudio de la imaginería colonial, asegura: “Los hallazgos documentales esclarecen la historia de nuestra Patrona, y las deducciones que de ellos se obtienen permiten confirmar mucho de lo que la tradición establecía. Un dato muy significativo es la constancia del material con la que estaba hecha la estatua de la Virgen de Luján, y que figura en los inventarios. Tal referencia es poco frecuente y ello señala su procedencia. No puede extrañar entonces que un lusitano asentado en nuestras tierras encargase a un compatriota que le trajera una pequeña estatua. Todo ello es muy claro para quienes nos hemos dedicado al estudio de las artes en la zona del Río de la Plata, región que con mayor o menor intensidad recibió desde muy temprano el aporte de artesanos o de obras que venían del Brasil[7].

7. “Divulgando el portento, comenzaron los fieles a venerar a Nuestra Señora en aquella Santa Imagen, y Ella correspondió explicándose con repetidos prodigios y milagros. La imagen era de media vara de alto, con las manos juntas ante el pecho”.

El lugar estuvo un tiempo muy concurrido por la gente devota que iba a visitar a la Santa Imagen milagrosa. Los cronistas atribuyen el traslado de la estatua a las incomodidades que sufrían los peregrinos en el lugar. Existe constancia documental de 1671 que certifica la peregrinación del Cura Rector de la Catedral de Buenos Aires, Dr. Gregorio Suárez Cordero: como por ejemplo en el Archivo General de Indias, Sevilla, Audiencia de Charcas, 284[8].

8. “Dedicaron a su culto un negro, llamado Manuel”.

La familia de la estancia puso al servicio de la Santa Imagen a un negro llamado Manuel.

Este personaje fue en los últimos tiempos piedra de tropiezo para la historia de Nuestra Señora de Luján. Su presencia ensombrecía el relato, pues figura tan leal y servicial era considerada por los racionalistas sencillamente como un mito. Pero la paciente labor investigadora del Ing. Enrique Fraga García, dio sus frutos, y se encontró un documento capital del negro Manuel. Así hoy sabemos que realmente existió, que nació en Cabo Verde, aproximadamente en 1604, que sirvió a la Virgen en la ermita por más de 40 años, que además se casó con una criolla llamada Beatriz el 25 de enero de 1630, y que murió a la edad de 82 años el 25 de enero del año 1698[9].

9. “Largo tiempo después la Capilla cae en despoblado y una señora, doña Ana de Matos, compra al Cura Juan de Oramás, heredero de los Rosendo, la Santa Imagen y la lleva a su estancia, ubicada en la actual ciudad de Luján, para hacerle allí honrosa Capilla…”

La crónica añade que doña Ana Matos, cordobesa, compró la Santa Imagen al cura Juan de Oramás, administrador de los bienes de Rosendo y que ella la llevó a su estancia, levantándole Capilla pública, donando a ese fin tierras a la Santa Imagen.

La figura de Ana de Matos es clave en la historia de Nuestra Señora de Luján, y el material hallado sobre dicha mujer es mucho. Uno de los descubrimientos más estupendos, habrá sido sin duda haberse encontrado el documento de donación de tierras a la Santa Imagen para erigirle Capilla, pues eso marca el punto inicial de la actual ciudad de Luján. Ya no caben dudas, Luján surgió a la vida en el año de 1682. Pero además este documento tiende un puente entre el pasado y el mercedario Santa María, que la tratara por aquellos años. Porque Ana de Matos sabía a fondo la verdadera la historia de la Virgen de Luján, por haber conocido a los primitivos dueños de la Santa Imagen y el modesto Oratorio de la familia, y por lo tanto pudo transmitir fielmente al mercedario todos los detalles de esta historia. Así pues, el relato del fraile Santa María se convierte -por el papel que desempeñó en el caso de esta distinguida mujer, que enlaza dos épocas- en una crónica casi ocular. Más todavía, al ser citado Juan de Oramas con motivo de la venta se garantiza mejor el relato lujanense, pues jamás nadie de alma noble hubiese forjado una historia, que dejara al cura Oramas bastante mal conceptuado. Es pues la figura de Ana de Matos una de las personas de más peso que acreditan la crónica de Luján[10].

10. “… con la ayuda del Mayordomo de la Virgen, Manuel Casco de Mendoza, y el Capellán, don Pedro de Montalbo. Finalmente, el obispo Antonio Azcona Imberto confirmó la Capellanía de Montalbo”.

Finalmente la tradición lujanense nos habla de un mayordomo de la Virgen, llamado Manuel Casco de Mendoza, porteño, que ejerció su  oficio por 33 años y murió entre el 7 y el 14 de enero de 1709; del primer Capellán del templo, don Pedro de Montalbo, que lo fue por 16 años, con gran celo, desinteresadamente y con un gran espíritu mariano, y murió el 12 de febrero de 1701; y del Obispo Antonio Azcona Imberto, Obispo de Buenos Aires que confirió la capellanía a don Pedro de Montalbo, celoso devoto de María Santísima[11].

Con lo expuesto se puede constatar que todos los datos han sido perfectamente analizados y comprobados. Esto es una garantía de verdad que la ciencia no puede objetar y que favorece al espíritu para recibir la fe.

Por eso afirma el gran historiador Guillermo Furlong: “Certísimo es que conscientemente ya nadie puede referirse al milagro y a los hechos fundamentales tocantes a la historia de Nuestra Señora de Luján y de Sumampa, valiéndose de la palabra leyenda, ya que ésta nada tiene que ver con la verdad histórica, cierta e inconmovible, como aparece ella con los nuevos hallazgos tan vastos y tan científicamente convincentes”[12].

Nuestra fe en la Imagen milagrosa de María de Luján se basa sobre el sólido fundamento de la verdad histórica, científicamente convincente.

[1] J. A. Presas, Luján ante la ciencia y la fe (Buenos Aires  1978) 21, n.9.

[2] J. A. Presas, Luján ante la ciencia y la fe (Buenos Aires  1978) 28.

[3] La documentación sobre la genealogía de la familia Farías puede verse en J. A. Presas, Nuestra Señora en Luján y Sumampa (Buenos Aires 1974). Trabajaron en este estudio el Dr. Raúl A. Molina, el Dr. Ignacio Tejerina Carreras, presidente del Centro de Estudios Genealógicos de Córdoba y Mons. Gerardo T. Farrel, profesor de Ciencias Sociales.

[4] Como consta en el Archivo General de la Nación, libro IX, 48-3-2, 638 y libro IX, 48-3-8, 232.

[5]  De Rosendo y su estancia ver: J. A. Presas, La estancia del Milagro (Buenos Aires 1977); Nuestra Señora en Luján y Sumampa (Buenos Aires 1974). De gran aval son los estudios del profesor Miguel H. González.

[6] Archivo General de la Nación, libro IX, 48-4-5, 159.

[7] Carta particular del Dr. Schenone. cf. J. A. Presas, Nuestra Señora en Luján y Sumampa (Buenos Aires 1974) 169.

[8] También se puede ver: J. Torre Revello, Documentos históricos y geográficos relativos a la conquista y colonización rioplatense, I (Buenos Aires 1941) 287. El primero que advirtió en ese documento el hecho de la romería fue el p. Cayetano Bruno.

[9] Archivo General de la Nación, libro IX, 48-6-2, 164 y libro IX, 48-4-5, 115.

[10] Archivo General de la Nación, libro IX, 49-2-9, 109. Afirman algunos que con Ana de Matos se cierra la protohistoria de Nuestra Señora de Luján, pues el curso de esta historia en adelante corre sin dificultades.

[11]  Archivo General de la Nación, libro IX, 48-9-4, 77 y libro IX, 41-6-6, exp. 12. La muerte de Manuel Casco de Mendoza acaecida en la primera quincena de enero de 1709 cierra la parte más valiosa de la documentación mariano-lujanense. De la Capellanía de Montalbo se nos habla en Archivo General de la Nación, libro IX, 48-7-5, 301; y en los libros parroquiales de la Catedral de Buenos Aires de la época, y hoy conservados en el Archivo de la Basílica de la Merced de la Capital.

[12] Citado por J. A. Presas, Nuestra Señora en Luján y Sumampa (Buenos Aires 1974) 22.