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El sacerdote y el espíritu

Quiero que ahora vayamos, espiritualmente, al Cenáculo y al Calvario. Al Cenáculo porque allí adelantó Jesucristo su sacrificio de la cruz y ordenó sacerdotes a los Apóstoles dándoles el poder de convertir el pan y el vino en su Cuerpo y Sangre, y al Calvario, porque allí consumó su sacrificio redentor que perpetúan los sacerdotes, sucesores de los Apóstoles, sobre al altar hasta el fin de los tiempos.

En rigor de verdad, el misterio del sacerdocio sólo se aclara a la luz del misterio del Verbo Encarnado.[1]

Quiero referirme, aplicándolo al sacerdote, a un pasaje del Evangelio de San Juan que dice: El último día de la fiesta, el más solemne, Jesús puesto en pie, gritó: «Si alguno tiene sed, venga a mí, y beba el que crea en mí», como dice la Escritura: «De sus entrañas brotarán ríos de agua viva». Esto lo decía refiriéndose al Espíritu que iban a recibir los que creyeran en él. Porque aún no había Espíritu, pues todavía Jesús no había sido glorificado (Jn 7, 37-39).

1. «De sus entrañas…»

El sacerdocio católico es eminentemente interior ya que es el sacerdocio propio de los ministros de la Nueva Alianza (2Cor 3, 6), la cual es principalmente interior ya que es el amor de Dios que ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado (Ro 5, 5).

Por eso el sacerdocio católico es un misterio que sólo puede ser conocido a la luz de la fe sobrenatural, que Dios da a quien quiere, análogamente a lo que enseña San Juan: …que no de la sangre, ni de la voluntad carnal, ni de la voluntad del varón, sino de Dios son nacidos (1, 13). De allí, que sólo puede descubrirse con una actitud profundamente contemplativa, con una contemplación hecha vida, y con el estudio de la teología hecha contemplación.

Esa es la razón profunda por la cual pocas personas entienden correctamente lo que es el sacerdocio católico, por la falta de una visión de fe. Por eso tan a menudo el sacerdote es signo de contradicción a semejanza de su Maestro. Por eso también, a pesar de las grandes tendencias contrarias a la fe que hay en el mundo, siempre habrá quienes, contra viento y marea, más allá de lo que pretenda la mentalidad dominante, querrán consagrar y consagrarán sus vidas al único Señor que merece ser servido, que es el único que tiene palabras de vida eterna (Jn 6, 68).

2. «…brotarán ríos…»

Es la vida imparable e indestructible. Es la comunión con la Santísima Trinidad por estar unidos, por doble título, a las fuentes inexhaustas de la Vida que no pasa, de la Vida que no muere.

Es la comunión con Jesucristo, el único sacerdote del Nuevo Testamento, de quien participamos los sacerdotes ministeriales. Es la comunión con la Eucaristía, y demás sacramentos, que nos incorpora vitalmente, más y más, en Jesucristo.

Es la comunión con la Palabra de Dios vivo, que engendra vida, comentada por los Santos Padres, los grandes teólogos y santos, enseñada con autoridad por Pedro vivo y los sucesores de los Apóstoles unidos a él.

3. «… de aguas vivas…»

Es el empuje avasallador del Espíritu Santo a la misión hasta los confines del mundo. De ahí el gran cuidado que el sacerdote debe tener de hacer caso a San Pablo: No extingáis el Espíritu Santo (1Te 5, 19).

Los ríos caudalosos de aguas vivas que deben brotar del sacerdote verdadero, no son otra cosa que el Espíritu Santo de Dios, que nos hace «caudalosos de espíritu»,[2] capacitándonos para formar santos. No debemos ser esquivos a la aventura misionera.

La gracia de Dios, que debemos distribuir, es como el agua que limpia las almas del pecado por la predicación, por el bautismo, la confesión y la Eucaristía.

4. Cambiar la imagen del sacerdocio.

Hoy día, con la masónica pretensión de dar por abolidos los misterios de la Santísima Trinidad y del Verbo Encarnado, se da el ataque frontal para cambiar el origen, la naturaleza, la acción, la vocación y la misma identidad del sacerdocio católico: en Cristo mismo, en el sacerdocio ministerial y, también, en el sacerdocio común de los fieles.

Por ejemplo, se busca cambiar la imagen del sacerdocio ministerial.

-Respecto a la misión: Algunos no buscan convertir al mundo, sino identificarse con él; otros no administran los sacramentos; hay quienes no truenan contra el pecado, que atenta contra la dignidad del hombre; hay quienes no trabajan para formar santos; otros no tienen ninguna inquietud por la misión; etc.

 -Respecto a la comunión: Se hace la relectura de los documentos del Magisterio eclesiástico de todos los tiempos, de los ejemplos de los santos sacerdotes. Ir contra las mismas raíces, caer en la falsa originalidad y creer que la Iglesia comienza con uno.

-Respecto al misterio: El esclavizarse a la exterioridad, ocuparse sólo de lo temporal, secularizarse, aburguesarse, apagar el fuego del Espíritu, perder el sentido del misterio. En una palabra ser un play boy, un «juglar de las ideas».

Pero estos intentos nunca dejarán de ser vanos intentos, porque el único Sacerdocio de Jesucristo no es algo modelable según los gustos de cada cual, sino que ya viene dado por el Sumo y Eterno modelo de Sacerdote, que no se sujeta a las modas culturales o a los variables y cambiantes influjos de los medios masivos de comunicación. El sacerdocio católico siempre florecerá en santos y grandes santos, ya que «las aguas vivas» no se apagarán en todos.


[1] Parafraseamos al Concilio Ecuménico Vaticano II, Constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual «Gaudium et Spes», 22; allí se refiere al misterio del hombre, por eso pensamos que, a fortiori, puede aplicarse al sacerdote.

[2] San Juan de Ávila, Sermones, III (Madrid 1970), 230.