El gran tema y el tema central de la cruz es el Señor Jesucristo.
Él es el objeto principal de nuestra fe. Él es el sentido de nuestra vida. Él es la suma de todas nuestras más íntimas aspiraciones. Él toda nuestra esperanza. Él el gran amor de nuestra vida. Con Él todo tiene sentido. Sin Él la misma luz del sol es oscuridad. Él es el Enviado del Padre «me ha enviado» (Jn 8,43). Él es el Testigo que posee la verdad divina[1]. Él es el Profeta que trasmite con autoridad verdades divinas[2]. Él es el Maestro auténtico de la humanidad[3]. Él es, en hebreo, el Mesías prometido y esperado[4], y, en griego, el Cristo: «Hemos encontrado al Mesías ‑ que quiere decir, Cristo» (Jn 1,41). Él es el Rey de cielos y tierra[5]. Él es el Sacerdote según el orden de Melquisedec[6]. Él es el Siervo doliente de Yahveh que carga con nuestros pecados[7]. Él es el Hijo de David[8]. Él es el Hijo del Hombre[9].
Como decíamos en nuestro II Capítulo General Ordinario:
« ¡Gloria a Ti, Cristo, Verbo de Dios!
¡Gloria a Ti, Cristo, Segunda Persona de la Santísima Trinidad!
¡Gloria a Ti, Cristo, Hijo del Padre!
¡Gloria a Ti, Cristo, que nos envías el Espíritu Santo!
¡Gloria a Ti, Cristo, Hijo del Hombre!
¡Gloria a Ti, Cristo, Hijo de María!
¡Gloria a Ti, Cristo, León de Judá!
¡Gloria a Ti, Cristo, Cordero de Dios!»
Y seguíamos diciendo:
¡Gloria a Ti, Cristo, Esperado de las naciones!
¡Gloria a Ti, Cristo, Primogénito entre los muertos!
¡Gloria a Ti, Cristo, Verbo eterno!
¡Gloria a Ti, Cristo, autorretratado en las bienaventuranzas!
¡Gloria a Ti, Cristo, rico en misericordia!
¡Gloria a Ti, Cristo, el Amor más amado!
¡Gloria a Ti, Cristo, nuestro contemporáneo!
¡Gloria a Ti, Cristo, el Testigo fiel!
¡Gloria a Ti, Cristo, Rey de reyes y Señor de los señores!»[10].
¡Toda nuestra vida religiosa debe ser un hermoso e incisivo himno de gloria a Jesucristo, el Verbo Encarnado! Lo será en la medida que sigamos su camino marcado por sus mandamientos, sus consejos y las bienaventuranzas[11].
Debemos hacer la experiencia del Señor en nosotros, para poder hacer que nuestros hermanos y hermanas también puedan conocer integralmente a Jesucristo. Para ello, por el conocimiento, por el amor y por el servicio, hay que unirse a su Persona, hay que tener su mismo Espíritu, hay que asimilar su doctrina, frecuentar sus sacramentos -en especial, la Eucaristía y la Confesión-, hay que imitar sus ejemplos, amar a su Madre, estar en comunión cordial con su Iglesia.
- Cristo quiere ser nuestro «amigo»[12].
- Cristo quiere ser nuestro «compañero»[13].
- Cristo quiere ser nuestro «camino»[14].
- Cristo quiere ser nuestra «verdad»[15].
- Cristo quiere ser nuestra «vida»[16].
- Cristo quiere ser nuestro «resurrección»[17].
- Cristo quiere ser nuestra «alegría»[18].
- Cristo quiere ser nuestra «roca»[19].
- Cristo quiere ser nuestro «sol»[20].
- Cristo quiere ser nuestra «salvación»[21].
- Cristo quiere ser nuestra «esperanza»[22].
- Cristo quiere ser nuestra «felicidad»[23].
- Cristo quiere ser nuestro «único Soberano»[24].
- Cristo quiere ser nuestra «paz»[25].
- Cristo quiere ser nuestra «fuerza»[26].
- Cristo quiere ser nuestra «sabiduría»[27].
- Cristo quiere ser nuestro «amor»[28].
Cristo Jesús, nuestro Señor, es todo eso para nosotros… ¡ y muchísimo más! Por eso nosotros, siempre: «Queremos fundarnos en Jesucristo, que ha venido en carne (1 Jn 4,2), y en sólo Cristo, y Cristo siempre, y Cristo en todo, y Cristo en todos, y Cristo Todo, porque la roca es Cristo y nadie puede poner otro fundamento (1 Cor 3,11)»[29].
La Virgen al pie de la cruz
« Sin esposo, porque estaba
José de la muerte preso;
sin Padre, porque se esconde;
sin Hijo, porque está muerto;
sin luz, porque llora el sol;
sin voz, porque muere el Verbo;
sin alma, ausente la suya;
sin cuerpo, enterrado el cuerpo;
sin tierra, que todo es sangre;
sin aire, que todo es fuego;
sin fuego, que todo es agua;
sin agua, que todo es hielo;
con la mayor soledad
que humanos pechos se vieron …»[30].
En fin, siempre será para nosotros verdad que:
« No, Jesús o María; no, María o Jesús.
Ni Jesús sin María; ni María sin Jesús.
No sólo Jesús, también María; ni sólo María, también Jesús.
Siempre Jesús y María; siempre María y Jesús.
A María por Jesús: He ahí a tu Madre (Jn 19,27).
A Jesús por María: Haced lo que Él os diga (Jn 2,5).
Primero, Jesús, el Dios‑hombre; pero luego, María, la Madre de Dios.
Él, Cabeza; Ella, Cuello; nosotros, Cuerpo.
Todo por Jesús y por María; con Jesús y con María;
en Jesús y en María; para Jesús y para María.
En fin, sencillamente: Jesús y María; María y Jesús.
Y por Cristo, al Padre, en el Espíritu Santo»[31].
[1] Cfr. Mt 11,27.
[2] Cfr. Mt 21,31.
[3] Cfr. Jn 13,13.
[4] Cfr. Dan 9, 25. 26; Jn 1,41; 4,25.
[5] Cfr. Sal 2, 45 (Vg 44); 72 (Vg 71); passim.
[6] Cfr. Sal 110 (109); Za 6,12-15.
[7] Cfr. Is 42,1-7; 49,1-7; 50,1-11; 52,13 al 53,12.
[8] Cfr. Mt 22, 42; Mc 12,35.
[9] Cfr. Mt 16, 13; 17,22; 16,27-28; Jn 12,32-34; passim.
[10] II Capítulo General Ordinario, El Nihuil, Argentina, 1994, Ed. del Verbo Encarnado, San Rafael 1994, p. 32-33.
[11] Cfr. C.I.C., Tercera parte: La Vida en Cristo, n. 1691-2557.
[12] Cfr. Jn 15,14.
[13] Cfr. Lc 24,13-35.
[14] Cfr. Jn 14,6.
[15] Ibídem.
[16] Ibídem.
[17] Cfr. Jn 11,25.
[18] Cfr. Lc 2,10.
[19] Cfr. 1Cor 10,4; Rom 9,33; 1Pe 2,8.
[20] Cfr. Lc 1,78.
[21] Cfr. Lc 2,30; Hech 4,12.
[22] Cfr. Mt 12,21.
[23] Cfr. 1Tim 6,15.
[24] Ibídem.
[25] Cfr. Ef 2,14.
[26] Cfr. 1Cor 1,24.
[27] Ibídem.
[28] Cfr. 1 Jn 4,8.
[29] Constituciones del Instituto del Verbo Encanado, 7.
[30] Lope de Vega, Cancionero Divino, «A la soledad de Nuestra Señora», Apostolado de la Prensa, Madrid 1947, p. 119-120.
[31] Constituciones del Instituto del Verbo Encarnado, n. 47.