Homilía predicada por el p. Carlos M. Buela, en el Seminario Mayor “María, Madre del Verbo Encarnado”
Una vez más, vamos a trasladarnos, espiritualmente, a Tierra Santa.
I
Dos de los proyectos de canalización de agua en Jerusalén relacionados con el Manantial o Fuente de Gijón son: el canal de Siloé y el Túnel de Ezequías, conocido erróneamente como el Túnel de Siloé(1).
El punto de partida de este trazado, es decir, el término a quo, es la fuente de Gijón (o Gihón). También llamada Guijón, que significa “Fuente de la Virgen”, que en árabe es Ain Sitti Maryam. Porque María, al igual que Jesús y sus apóstoles, descendían a Guijón en busca de agua, como hoy lo hacen judíos, que allí toman su baño ritual. Es la única fuente de Jerusalén, el único manantial de Jerusalén. El historiador Tácito reconoce que sin esa fuente Jerusalén jamás habría sido lo que es (2). También es llamada “Fuente de la Escalera”, porque tiene 32 escalones para llegar hasta ella. En lengua árabe es Aín Umm ed-Derej.
En la fuente de Guijón fue ungido el rey Salomón, en medio de una lucha por la sucesión dinástica, llena de intrigas, el relato bíblico dice: “Entonces, el sacerdote Sadoc, el profeta Natán y Benaias, hijo de Yehoyadá, los kereteos y los peleteos, bajaron a Salomón montado sobre la mula del rey David y lo llevaron a Guijón. El sacerdote Sadoc tomó del santuario el cuerno del aceite y ungió a Salomón. Sonó la trompeta y todos gritaron: ¡Viva el rey Salomón! Luego todo el pueblo subió tras él tocando flautas y organizando tal algazara que la tierra se estremecía bajo el estruendo” (1 Re 1, 38-40).
El canal de Siloé (no confundir con el túnel de Ezequías) es un acueducto a cielo abierto que corre por la pendiente externa de la Ciudad de David y conduce el agua de Guijón a un gran embalse en la parte más baja del Valle de Tyropeon; una de las aberturas en el canal permitían la irrigación de los campos a lo largo del Kidrón (es el Valle del torrente Cedrón). El canal puede ser identificado con el Shiloah mencionado por Isaías, durante el reinado del Rey Acaz, como “ …las aguas de Siloé que corren mansamente…” (3).
El agua brota de la colina del Ofel, y todavía hoy sigue su curso por el túnel excavado en tiempos del rey Ezequías (reinó entre los años 716-687 a.C.).
En el otro extremo del canal, el término ad quem de este túnel, está la alberca, pileta, cisterna o piscina de Siloé. Siloé viene de una palabra hebrea, Shiloah, que significa “el que envía” o “enviado”.
Ain Silwan, o sea, la piscina de Siloé, tiene unos 16 m. de largo por unos 4 ó 5 m. de ancho. Aquí en Siloé, sucedió el milagro de la curación del ciego de nacimiento, que nos relata San Juan. Cristo dijo: “debo realizar las obras del que me envió mientras es de día; viene la noche, cuando nadie puede trabajar. Mientras estoy en el mundo, soy luz del mundo. Dicho esto escupió en tierra e hizo lodo con la saliva y se lo aplicó a los ojos, y le dijo: Anda, lávate en la piscina de Siloé –que quiere decir enviado-. El fue, se lavó y volvió con vista” (Jn 9, 1-7). Los cristianos siempre recordaron aquí la curación del ciego de nacimiento. Muy hermosamente dice San Agustín: “Lavó los ojos en aquella piscina que quiere decir enviado, es decir, fue bautizado en Cristo”(4)
II
El túnel de Ezequías es el más fascinante y osado de todos los proyectos israelitas que se haya tenido para el suministro de agua. Conducía toda el agua del Manantial de Guijón a través de un túnel subterráneo hasta Tyropeon, del otro lado de la colina de la Ciudad de David. Ya en este tiempo, el Tyropeon, estaba incluido dentro de la ciudad fortificada. Se hace referencia al túnel en la narrativa bíblica como uno de los mayores logros de Ezequías: “se ha traído el agua dentro de la ciudad” (5) , principalmente dentro del área recientemente fortalecida, al oeste de la Ciudad de David.
El túnel fue descubierto por E. Robinson en 1838 y explorado más tarde por Ch. Warren (en 1868) y el padre H. Vincent. El túnel de Ezequías corre bajo la cumbre de la Ciudad de David haciendo extraordinarias curvas en forma de S (varios de nuestros sacerdotes estudiantes es Roma han podido recorrerlo. Ver mapa adjunto). La excavación fue realizada por dos grupos de trabajadores que hacían la tarea desde los extremos opuestos hasta encontrarse en un cierto punto.
Su larga historia, resumida, es la siguiente:
1. Los jebuseos, entre los siglos XVIII-XVI a.C., desde la cima del Ofel hacen una excavación vertical (digamos un pozo) hasta la fuente.
2. Siglos más adelante, para regar el valle hacen una acequia exterior a lo largo del monte, por donde probablemente Joab haya entrado a Jerusalén (6) .
3. Otra parcialmente interior que corría a la gran piscina en el extremo inferior del Tyropeon, la Birket el-Hamra de Acaz.
4. Hacia el año 700 a. C., el rey Ezequías hace construir el túnel más interior al monte hacia una nueva piscina junto a la anterior, a unos 80 m. al norte, allí donde, en el siglo V, Eudoxia hizo levantar una Iglesia en memoria del milagro que realizó nuestro Señor.
El túnel de Ezequías fue perforado inmediatamente antes del asedio de los asirios en el año 720 a. C. Su longitud es aproximadamente de 533 m., la altura variable (la altura media es de 1,63 m.) y el desnivel entre un extremo y el otro es de 2,27 m.
III
En una inscripción de la época, hallada a pocos metros de la salida del túnel en una de las paredes del mismo, se contaba brevemente la historia de su perforación. La obra se llevó a cabo comenzando por los dos extremos, llegando a juntarse los obreros aproximadamente a la mitad, tras un breve titubeo en los últimos metros y resuelto merced al ruido de los picos. La finalidad del túnel fue la de aprovisionar de agua a la ciudad, trasladando el agua del manatial al interior, a la piscina de Siloé, y evitar, en caso de un asedio, que cayera en manos del enemigo.
La falta de exactitud en la dirección cercana al punto de encuentro fue posiblemente el resultado de la confusión producida por el sonido de las voces. Distintamente a la mayoría de los posteriores túneles de agua (en los períodos helenísticos y romano), el túnel de Ezequías, de unos 533 m. de longitud, fue excavado sin acceso vertical alguno, lo cual hacía el trabajo extremadamente dificultoso debido a la escasez de aire y luz y a la distancia hasta la salida a través de los cuales los pedazos de roca debían ser removidos.
El dramático momento en que los dos grupos se encontraron fue perpetuado en la inscripción de Siloé, grabada en la pared del túnel cercana a su final. Escrito en estilo poético, constituye uno de los textos hebreos monumentales más largos y más importantes del período de la monarquía y está escrita en un buen hebreo clásico.
La inscripción estaba a 2 m. de altura y a unos 6 m. de la salida de Siloé. Fue encontrada en junio de 1880. Actualmente se encuentra en el Museo de Arte Antiguo de Estambul, conservándose solamente 6 líneas. Fue descubierta de modo insólito por un alumno del profesor Herr Schick, que pronto comunicó el descubrimiento de la inscripción al mundo. Parece que la primera parte de la misma desapareció, pero lo que queda es inteligible.
Dice así:
1. “(Ésta es) …la perforación. Y ésta es la historia de la perforación. Mientras (los talladores de piedras blandían sus)
2. dolobres (7) cada uno enfrente de su compañero, y cuando faltaban tres codos (8) para la perforación (fue oída) la voz de un hombre llaman-
3. do a su compañero, porque había una grieta (¿) a la derecha… Y el día de la per-
4. foración, los picapedreros golpearon cada uno para encontrar a su compañero, dolobre contra dolobre. Y
5. fluyeron las aguas del manantial hacia la piscina, unos mil doscientos codos (9) y de ci-
6. en codos (10) era la altura de la roca sobre la cabeza de los picapedreros.”
El factor que ocasionó el exitoso encuentro subterráneo de los dos grupos de trabajadores fue descripto en la inscripción con zdh, una palabra desconocida en otros textos. Parece que había una fisura o grieta en la roca, que aprovecharon los picapedreros para encontrarse.
El túnel de Ezequías muy probablemente llenaba un embalse de agua en el Valle de Tyropeon, tal vez el que estaba entre las dos murallas mencionadas por Isaías (22,11). El agua desbordante corría por una continuación del túnel y por un canal –en parte utilizando en la dirección opuesta el antiguo canal de Siloé– en la parte posterior del Valle Kidrón al sur de la Ciudad de David.
¿Quién pudo ser responsable de esta empresa de obras públicas, realización tan importante como para ser celebrada con una inscripción conmemorativa? En el libro de los Reyes hay una breve reseña de las obras y hechos de Ezequías, rey de Judá, en los peligrosos días del sitio de Jerusalén por Senaquerib. Concisamente concluye: “El resto de los hechos de Ezequías, todo su poderío y cómo hizo la alberca y el acueducto y condujo el agua a la ciudad, se halla escrito en el libro de las crónicas de los reyes de Judá” (2 Re 20, 20). Aún más explícita es la referencia que hallamos en el de las Crónicas con respecto a las providencias tomadas por Ezequías para proveer agua a Jerusalén en tiempos de sitio: “El mismo Ezequías cegó la salida superior de las aguas del Guijón, y las dirigió hacia el lado occidental de la ciudad de David” (2Cro 32, 30).
Queridos hermanos y hermanas:
Desde hace alrededor de 2700 años que está abierta una cicatriz de la tierra, descubrimiento arqueológico de importancia que nos muestra la historicidad sustancial de varios relatos del Antiguo Testamento y también del Nuevo. Como enseña el Concilio Vaticano II en la Constitución Dei Verbum refiriéndose al Antiguo Testamento: “La economía, pues, de la salvación preanunciada, narrada y explicada por los autores sagrados, se conserva como verdadera palabra de Dios en los libros del Antiguo Testamento; por lo cual estos libros inspirados por Dios conservan un valor perenne: «Pues todo cuanto está escrito, para nuestra enseñanza, fue escrito, a fin de que por la paciencia y por la consolación de las Escrituras estemos firmes en la esperanza» (Rm 15,4)” (n.14) y refiriéndose al Nuevo Testamento: “La Santa Madre Iglesia firme y constantemente ha creído y cree que los cuatro referidos Evangelios, cuya historicidad afirma sin vacilar, comunican fielmente lo que Jesús Hijo de Dios, viviendo entre los hombres, hizo y enseñó realmente para la salvación de ellos, hasta el día que fue levantado al cielo. Los Apóstoles, ciertamente, después de la ascensión del Señor, predicaron a sus oyentes lo que Él había dicho y obrado, con aquella crecida inteligencia de que ellos gozaban, amaestrados por los acontecimientos gloriosos de Cristo y por la luz del Espíritu de verdad. Los autores sagrados escribieron los cuatro Evangelios escogiendo algunas cosas de las muchas que ya se trasmitían de palabra o por escrito, sintetizando otras, o explicándolas atendiendo a la condición de las Iglesias, reteniendo por fin la forma de proclamación de manera que siempre nos comunicaban la verdad sincera acerca de Jesús. Escribieron, pues, sacándolo ya de su memoria o recuerdos, ya del testimonio de quienes «desde el principio fueron testigos oculares y ministros de la palabra» para que conozcamos «la verdad» de las palabras que nos enseñan (11)” (n.19).
Los fundamentos históricos proporcionados por la arqueología, nos hablan a las claras, que nuestra fe se fundamenta en sólidos preámbulos, sobre los que se apoyan la credentidad y la credibilidad de nuestra fe, que, como dice San Pablo, no es cosa que se asemeje a “las fábulas profanas y los cuentos de viejas” (1Tm 4,7).
¡Abreve la Santísima Virgen, la que buscaba agua en Guijón, nuestra insaciable sed de Dios!
«Dolobre contra dolobre»
A quien con sus manos mantiene abierta la fecunda Llaga.
La piedra dura y yerma,
las manos quebrajadas,
el sudor empapándole las sienes
y el dolobre obstinado en su batalla.
– Dolobrero, le dije, ¿qué persigues
hiriendo con tus golpes la montaña?
Me dijo, con rudeza y agitado:
-”La tierra está agostada.
Busco el agua de arriba,
que de Guijón emana.
Dolobre contra dolobre
voy haciendo la llaga;
dolobre contra dolobre,
hasta que surja el agua”.
Ese dolobre y ese dolobrero,
esa sed y esas manos lastimadas…
Era el hombre –yo lo vi- buscando arriba
el agua que la tierra no le daba.
Y la grieta que hacía en esa piedra
una grieta zanjada
al seno de la historia de los hombres
con dolobre y con manos agrietadas.
¡Y cómo no buscarla con esfuerzo,
con sudor y con llanto, si sus aguas,
desde un día terrible se trocaron
un mar muerto de lágrimas saladas!…
¡Qué misterio infinito. Dolobrero,
del agua que bajara por tu zanja
iba a beber más tarde
la que fue manantial de aquella Agua…!
II
Otra vez el sonido de martillos.
Otra vez una grieta y la montaña
y el hombre con su sed, y aun otra vez
agua viva surgiendo de la llaga…
Tres cruces en un monte, y en el monte
bajo el agua y la sangre arrodillada,
una mujer, callada.
Agua en la llaga y en los ojos tristes
de aquella que en Guijón buscaba el agua.
Y el dolobre en tu mano,
haciendo siempre que descienda el agua.
Y el dolobre en tu mano, sacerdote,
reviviendo en tu altar su viva llaga.
Sem. Andrés Fernández
Otoño de 1999
NOTAS
(1) Cf. A. Mazar, Archeology of the Land of the Bible (10.000-586 B.C.E.), The Anchor Bible Reference Library, New York 1990, p. 483-484.
(2) Hist. V, 12.
(3) Cf. Is 8, 6
(4) In Io. evang. trac. 44, 2, 15.
(5) Cf. 2 Cro 32, 3; Neh 12, 37
(6) Cf. 2 Sam 5, 8; 1 Cro 11, 6; etc.
(7) Pico para labrar piedras.
(8) Aproximadamente 1, 33 cm.
(9) Unos 533 m.
(10) Unos 44 cm.
(11) Cf. Lc 1, 2-4