cuerda floja

En la cuerda floja

I

El sacerdote es el hombre que camina por la cuerda floja.

Es el funámbulo de Dios. Funámbulo (no confundir con sonámbulo; viene del lat. funanbulus; de funis, cuerda, y ambulare, andar)[1] es el volatinero que camina por la cuerda floja.[2] Caminar por la cuerda floja es algo mucho más difícil que caminar por una cuerda fija, lo cual también es muy difícil y muy pocos lo pueden hacer. Si no somos capaces de andar por una cuerda fija, ¡cuánto más difícil es caminar por una cuerda floja! En el orden espiritual es imposible para nuestras solas fuerzas humanas, sólo es posible por la gracia de Dios.

Hace años hubo una serie policial con ese nombre «On the Tightrope», protagonizada por Mike Connors. La serie se refería a las andanzas de un agente encubierto. Como si dijésemos: Alguien que camina por el filo de la navaja. Y el sacerdote camina por el filo de la navaja, o sea, muchas veces se encuentra en ocasiones difíciles y arriesgadas, donde enfatizar un aspecto u otro lo pueden empujar al vacío.

II

¿Por qué digo que el sacerdote camina por la cuerda floja? Porque es el hombre que debe tener un equilibrio muy especial, no dado por meras razones humanas, ya que es muy fácil equivocarse por acentuar determinadas cosas, olvidándose de otras. Y porque al igual que el funámbulo, para no caerse, debe mirar obsesivamente a un sólo punto. No debe distraerse mirando para todos los lados. El vaivén de las modas culturales, lo oscilante de las opiniones de los hombres, lo contingente de determinadas situaciones cambiantes, el vértigo que puede producir el remar contra corriente, todo lo cual le puede dar la impresión de que está caminando sobre una cuerda floja… y se puede caer… y no tiene malla de contención.

En especial, hay unas predisposiciones generales, un ambiente turbulento, generalizado, que es el vivir en un tiempo gnóstico, y hay temas particulares en los que se puede desbarrar en uno u otro sentido.

A. En general, en una religión como el cristianismo, que reconoce dos órdenes de la realidad, el natural y el sobrenatural, desde siempre fue una permanente epidemia la pretensión de confundirlos, de mezclarlos: es la tentación de toda gnosis.

Ya decía Don Miguel de Cervantes Saavedra: «ni tiene para qué predicar a ninguno, mezclando lo humano con lo divino, que es un género de mezcla de quien no se ha de vestir ningún cristiano entendimiento».[3]

Y con más precisión técnica, una expresión clarividente del Concilio Vaticano I, nos enseña que se seguía dando el fenómeno a fines del siglo pasado, y que fuera condenado por el mismo Concilio:[4] «naturam et gratiam perperam conmiscentes» («los que mezclan, malamente, naturaleza y gracia»).

Que es algo vigente en la actualidad nos lo dicen muchos pensadores: Henri de Lubac,[5] Cornelio Fabro,[6] Julio Meinvielle,[7] Mons. Rudolf Graber,[8] S.S. Pablo VI: «No admitimos la actitud de cuántos parecen ignorar la tradición viviente de la Iglesia… e interpretando a su modo la doctrina de la Iglesia, incluso el mismo Evangelio, las realidades espirituales, la divinidad de Cristo, su Resurrección o la Eucaristía, vaciándolas prácticamente de su contenido y creando de esta manera una nueva gnosis…»,[9] el Cardenal Joseph Ratzinger, el 13 de abril de 2000, dijo: «Tenemos hoy tantos cristianismos que se vuelven una especie de gnosis, que se contentan con un conocimiento académico e intelectual de Cristo, pero que no se convierten en obediencia a Él»[10] y de S.S. Juan Pablo II, por ejemplo: «…a las Palabras de Cristo se les ha quitado más bien su sencillez y profundidad y se les ha conferido un significado lejano del que en ellas se expresa, en fin de cuentas, un significado incluso que contrasta con ellas. Pensamos ahora en todo lo que apareció, al margen del cristianismo, bajo el nombre de maniqueísmo».[11] «En el Colegio Episcopal, el obispo no es sólo custodio de un tesoro de fe heredado del pasado. A la vez que vela escrupulosamente por la identidad del depósito recibido de los Apóstoles, cada obispo debe ser promotor de una comprensión de la fe que, habida siempre cuenta de la trascendencia de la Revelación divina, tenga capacidad de ser recibida por los espíritus contemporáneos tal y como son, con sus exigencias frecuentes de verificación. Sé que os preocupáis por una teología sana, y con razón, en un tiempo que se ven brotar o rebrotar antiguas gnosis, negaciones audaces que afectan al corazón mismo de la fe católica, como por ejemplo, la ausencia, o al menos incertidumbre sobre la clara identidad de Cristo como Hijo de Dios, y muchos otros puntos vitales del Credo»;[12] «Cada uno querría creer en algo, aunque el entorno de esta creencia resulte un poco desvaído o incierto. ¿Acaso no estamos viendo resurgir de modo extraño hoy la gnosis y creencias esotéricas junto con el panteísmo antiguo y el viejo paganismo? Los hombres han abandonado las fuentes de agua viva, decía ya el Profeta, y han acudido a cisternas vacías (Jr 2, 13)»,[13] «Practicando una ascesis personal y comunitaria que purifica y transforma toda la existencia, las personas consagradas, contra la tentación del egocentrismo y la sensualidad, dan testimonio de las características que revisten la auténtica búsqueda de Dios, advirtiendo del peligro de confundirla con la búsqueda sutil de sí mismas o con la fuga en la gnosis»,[14] entre otros autores.

Este clima gnóstico que estamos viviendo, es el que lleva, sobre todo cuando se establece en los Seminarios, a la disminución de las vocaciones sacerdotales, al abandono del ministerio sacerdotal, al vacío generalizado de casas de formación, estudiantados, noviciados, Seminarios, como puede verse en muchas naciones de Europa y otras partes. Un sacerdote francés, formador de uno de los mejores Seminarios de Francia,[15] escribe que, en la actualidad, la gnosis se presenta en concreto en seis variables que confluyen, lamentablemente, en algunos de los teólogos más promocionados hoy en día.

En la base de las diversas formas de gnosticismo se encuentra un preconcepto que limita las afirmaciones de la fe. No es simplemente una reducción cuantitativa sino una alteración cualitativa de la misma fe, en la que Dios aparece limitado en su ser o en su obrar por la creatura. Este preconcepto puede revestir formas secundarias, que justifican la diversidad de gnosis.

Las 6 formas principales de gnosis, según este autor, que hoy día asuelan los Seminarios son (resumimos mucho):

1ª gnosis: «La fe dentro de los límites de la sola razón». Nace en el ámbito del protestantismo liberal y se sistematiza con Kant (que escribe una obra llamada justamente La religión dentro de los límites de la razón). Para esta visión gnóstica la existencia de Dios es exigida por el pensamiento para fundar la obligatoriedad del deber. Pierde así totalmente sentido hablar de «misterio», especialmente el misterio íntimo de Dios, la Santísima Trinidad. Jesús aparece como un mero «maestro» que experimenta una suerte de filiación divina puramente simbólica, y no ha dejado una comunidad estructurada, ni nos ha redimido con su muerte. Todo lo que la doctrina cristiana nos dice acerca de Cristo, su sacrificio, y la Iglesia, sería sólo producto de la imaginación de san Pablo (e incluso ni tan siquiera de él, como cuando se ataca el fundamento bíblico del sacerdocio y del ministerio ordenado tal como nos lo presentan la Carta a los Hebreos y las Epístolas Pastorales). En última instancia, se trata de una eliminación más o menos sutil del misterio de la Encarnación: uno de los elementos que usa es la de afirmar una diversidad o alteridad tal entre lo divino y lo humano que se vuelve imposible cualquier unión, aquí se ubica Karl Barth que afirma: «La analogía es el invento del Anticristo». Otra manera es rechazar una cristología «descendente», como la que se muestra en el prólogo de san Juan, para afirmar una cristología «ascendente», como es el intento, entre otros, de Karl Rahner y Edward Schillebeeckx (p. 28-29).

Cuando esta forma de gnosis se aplica a la exégesis bíblica, encontramos varias peculiaridades. Ante todo, se separa la letra del cuerpo de Cristo, es decir, sólo se queda en teorías acerca de lo que habría dicho la «comunidad primitiva», o lo que habría inventado el redactor final. Además, se arranca la Escritura del canon escriturístico de la Iglesia, al hacer referencia sólo a algunos textos considerados como «auténticos» según criterios racionalistas. Y junto a esto hay que agregar una lectura de la Escritura ajena al sentir de la Iglesia y de la fe (p. 24-26).

2ª gnosis: «La fe dentro de los límites de la subjetividad». La reforma protestante ha hablado siempre del Dios que salva, del Dios para mí, más que de Dios en sí mismo. Esta pretensión, a la que se suma el romper amarras con el Magisterio de la Iglesia, ha llevado a tomar la subjetividad y el antropocentrismo como punto último de referencia. Un elemento fundamental en esta limitación de la fe ha sido la negación del sacerdocio ordenado.

 El mismo Hegel (Enciclopedia de las Ciencias Filosóficas, 552) dice que en la Iglesia hay tres prácticas que empujan a una indeseada exterioridad: la presencia real eucarística (Dios, a quien se adora, es puesto fuera y por encima de la conciencia de los fieles), el sacerdocio ordenado (pretende guiar a los fieles desde fuera de sí mismos) y la vida religiosa consagrada (presenta un ideal que no es connatural al hombre y se coloca fuera de la vida social). Otra manera de reducir a la subjetividad las realidades de la fe es limitar la experiencia de fe a las emociones o a lo maravilloso (34-37).

3ª gnosis: «La fe dentro de los límites de lo existencial». Todo lo referido a la acción de Dios (la escatología tanto intermedia -la justificación por la Pasión y Resurrección de Jesús- cuanto final -el juicio y el cielo o el infierno para cada uno) se desarrolla y actúa en mi interior sólo por decisión personal, por mi respuesta a la Palabra de Dios que me interpela. Fue Bultmann quien sistematizó modernamente esta visión de la vida y del misterio cristiano. En esta situación, es totalmente irrelevante e inútil preguntarse por los eventos cristianos, y aún por la realidad del misterio de la Encarnación, ya que lo que importa es el mensaje: esta es la esencia de la desmitificación de Bultmann (38-39).

En el campo de la exégesis, esta postura lleva a considerar el trabajo de la lectura de la Escritura como relectura del texto inspirado. ¿Para qué? Para encontrar la experiencia de fe de la comunidad primitiva (una comunidad creadora, que utilizaba narraciones de carácter mitológico para transmitir un mensaje) y adaptarla a nuestra vida y nuestras circunstancias (40-41).

4ª gnosis: «La fe dentro de los límites de la historia». Visto desde esta faceta de la gnosis, el cristianismo aparece como una liberación en la historia, pero sin conexión con la entera historia de la salvación ni con el origen de la historia. Junto a esto, esta gnosis rechaza la referencia a «otro mundo», considerado como una forma de evasión. Por otra parte, esta gnosis rechaza el rol del Antiguo Testamento en la historia de la salvación, afirmando que la cultura local en cada lugar sustituye la Antigua Alianza para esa cultura (44-45).

La Redención, que significa esencialmente la liberación del pecado, es falseada, para tornarse en esta gnosis en una liberación de pésimas situaciones políticas, económicas y sociales. Se cambia la realidad de Cristo como Siervo sufriente, por los oprimidos, el proletariado, o quienes sufren de algún modo. De éstos, y no de Cristo, viene en última instancia la plenitud como personas y cristianos (46-47).

5ª gnosis: «La fe dentro de los límites de la utilidad social». Esta visión gnóstica se funda sobre la deformación acerca de la legítima autonomía de lo temporal, y de la colaboración y relación entre lo temporal y lo espiritual. El orden público, la sociedad como tal, no debe ser influenciada por ningún elemento «religioso»; el Magisterio no debe intervenir en cuestiones referidas a la sociedad o a la actividad de los cristianos en ella; toda forma de misión se considera como una agresión. Para justificar esto, se pretende que el mundo -que por definición es secular- es también divino y cristiano: Schillebeeckx afirma que el mundo es «la expresión objetiva de la vida de gracia» (p. 51). También H. De Lubac lo intenta justificar. Karl Rahner habla de la Iglesia como «sacramento del mundo» (p. 52). Se exige por tanto que la fe se secularice, limitándose a una visión horizontalista y de esta sola dimensión terrena. Como contrapartida a esta situación, ha surgido en muchas personas de la sociedad contemporánea un intento de retorno a lo sagrado, pero sin la guía de la Iglesia (p. 53).

6ª gnosis: «La fe dentro de los límites de la antropología». La gnosis de este tipo es la que concentra (y reduce) todo el contenido de la Revelación en la antropología. Ha sido sobre todo Karl Rahner quien ha sistematizado esta visión gnóstica en los tiempos modernos. Ante todo, el hecho de considerar a Dios sólo en su obra de salvación lleva a tomar como necesaria esta obra para el mismo Dios, un desarrollo del mismo Dios, como pretende Hegel. De hecho, la Trinidad inmanente es la Trinidad económica, y viceversa. Y la aparición del hombre se considera como necesaria. El mismo Rahner dice: «Cuando Dios quiere ser no Dios, aparece el hombre» (p. 60). Puesto que Dios se manifiesta como tal y lo encontramos como tal sólo en nosotros, entonces al amar al prójimo y aun al hacer cualquier acto positivamente bueno, hacemos ya un acto sobrenatural, si bien implícito. Todo hombre es un cristiano implícito. La función de Cristo es llevar a su apogeo la historia de salvación, como momento culminante de la condición propiamente humana del hombre. Dice Rahner: «el último paso de la cristología y el punto de partida de la antropología se confunden». Esto lleva, entre otras cosas, a eliminar de la vida moral del cristiano el martirio, ya que no es necesario profesar la fe para realizar obras sobrenaturales, y a eliminar la necesidad de la misión, frente a la condición de cristiano anónimo que reviste todo hombre (p. 59-64).

Todo esto, además de las estadísticas, adquiere proporciones preocupantes, si consideramos la vigencia innegable del gnóstico Hegel dentro del catolicismo. Esto no es algo de ahora. Ya un gran filósofo polaco, Erich Przywara, en un artículo publicado en 1931,[16] lo decía con toda claridad. Él afirmaba, por ejemplo, que se estaban formando dos corrientes que finalmente se encontraban: una de interiorismo gnóstico y la otra corriente de escatologismo radical. Él percibía eso y en la Revista de Filosofía de 1931 justamente frente a la situación contemporánea del cristianismo alemán protestante observaba que «el contraste entre gnosticismo fanático y un radicalismo escatológico es eminentemente la situación de hoy».[17] Hace un desarrollo sobre el tema y termina con la conclusión de que la reforma protestante finalmente terminaba en dos cosas: «Sectas o socialismo, son los herederos de las iglesias territoriales. En esto la sombra de Hegel se halla misteriosamente grande detrás de todos»[18]. Y hemos visto hasta el cansancio tanto la multiplicación de sectas cuanto el desarrollo y posterior caída del socialismo real. Agregaba Przywara que a este proceso de disgregación se oponía: «sólo el catolicismo, si el catolicismo alemán no se deja deslumbrar por el nuevo hegelianismo».[19] Ahora se advierte que la fascinación por Hegel se va imponiendo no sólo en el campo protestante, sino en el campo católico.

El teólogo católico Massimo Borghesi ha escrito un excelente libro sobre el tema[20] y el artículo que lo presenta lo titula: «Hegel, maestro de todos. Incluso de los católicos», con el intento ciclópeo de reducir el cristianismo de Acontecimiento a idea. Y el teólogo Lorenzo Capelletti afirma que: «La paradoja más trágica de estos últimos veinte años reside en el hecho de que, tanto en la enseñanza teológica como en la vida de la Iglesia en su conjunto, cuanto más es Hegel el maestro de todos y cuanto más se habla de cultura, más se desnaturaliza y se reduce a emociones sentimentales y a gestos teatrales la experiencia cristiana»,[21] recordando la prevención de la Fides et ratio, 46: «Algunos representantes del idealismo intentaron de diversos modos transformar la fe y sus contenidos, incluso el misterio de la muerte y resurrección de Jesucristo, en estructuras dialécticas concebibles racionalmente».

B. En particular, podemos ilustrar con muy numerosos ejemplos la realidad de que el sacerdote es el hombre que camina por la cuerda floja. Tan sólo veremos cinco ejemplos, en los que es muy fácil desbarrancarse en uno u otro sentido.

Fe y razón (o teología y filosofía, sobrenatural y natural). Se puede deslizarse al fideísmo o al racionalismo. La Fides et ratio de Juan Pablo II es la verdadera Carta Magna en este tema.

Iglesia y mundo, donde algunos pretenden sólo cristianos de sacristía -sin influencia en el mundo- y otros sólo son genuflexos al mundo, adaptando servilmente la Iglesia al mundo, como si el mundo fuese a salvar a la Iglesia, cuando en verdad es la Iglesia la que puede salvar al mundo y no al revés. Los términos del problema están justamente planteados y resueltos en Gaudium et spes, 36.

Estar en el mundo, pero no ser del mundo: Unos, por no ser del mundo, no están en el mundo y caen en el angelismo; otros, por querer estar en el mundo, se olvidan que no hay que ser del mundo y caen en el mundanismo. Lo correcto es lo enseñado por nuestro Señor.[22] Los sacerdotes hemos nacido en este mundo -tenemos padre, madre, hermanos…-; hemos estudiado en determi-nados colegios en la primaria, secundaria y universidad; comemos, estudiamos, rezamos, trabajamos, reímos, lloramos, descansamos; hablamos las mismas lenguas que nuestros contemporáneos, participamos de la misma cultura; formamos parte de la historia de los hombres…., pero también hemos nacido a la vida sobrenatural por doble título: por el bautismo y por el orden sagrado.

Eternidad y tiempo, (o, lo que es lo mismo, fuera de época, desfasado, o esclavo del tiempo, sumergido en el temporalismo). Nos pasamos la vida mirando al cielo, pero con los pies en la tierra, ya que: «El hombre de las verdades eternas necesita ser hombre de su tiempo».[23]

Contemplación y acción, si se cae en las falsas dialécticas se cae en el quietismo o en el activismo. Dialéctica que rompió San Ignacio al decir: «Hay que confiar absolutamente en Dios, porque todo depende de él, pero trabajar como si todo dependiese de nosotros».

Espíritu y letra, (o, carisma e institución, servilismo o rebeldía…)

Vieja ola o nueva ola, (conservador o progresista, abierto o cerrado). No debemos ser ni de la vieja ola ni de la nueva ola, sino de la ola eterna. Claudio Magris, periodista del Corriere della Sera, acaba de describir, a su manera, este fenómeno: «Una vez, la Iglesia corrió peligro -peligro desde la izquierda, para que nos entendamos- de que el catolicismo diluyese la dimensión trascendente en un compromiso social, y que la idea de redención, como decía, preocupado, el gran Augusto Del Noce, fuese absorbida por la de revolución. Ahora, corre un peligro aún más grave -desde la derecha, aclaremos- de que el karaoke[24] universalmente imperante englobe y pulverice al catolicismo en una espectacularidad que colma cada tanto las plazas, pero deja cada día más vacías las iglesias. …la esencia del cristianismo -en medio de la juerga del karaoke, con su beata e idiota apología del mundo y de sus pompas… y con su indiferencia ante el dolor- corre el riesgo de perderse y desaparecer».[25]

III

Para no caerse de la cuerda floja, en esta época gnóstica, el sacerdote debe mirar obsesivamente a un solo punto: ¡Al Verbo Encarnado!. En Él encuentran solución todas las falsas antinomias y dialécticas, porque Él une en sí mismo, sustancialmente, la naturaleza divina y la naturaleza humana. ¡La gnosis es contra el Verbo hecho carne!

En la doctrina seguir al Papa: ¡No puede equivocarse! En la vida seguir a los santos: ¡No se han equivocado!

¡Ser sacerdote es todo un arte inefable, arduo, pero entusiasmante! Hay vértigo, hay mucho de peligro, no hay seguridades humanas, incluso hay quienes te mueven la cuerda, pero… hay un punto de referencia seguro: ¡Sólo en «la roca que es Cristo»[26] no hay tembladeral! Todo lo demás es precario, inestable. Todo lo demás pasa, muere: «Gira el mundo, mientras la cruz está firme».

Y siempre María está al lado de la cruz.


[1] Diccionario Enciclopédico Abreviado. Espasa – Calpe, (México 1945) III.

[2] Leonardo Castellani y Fermín Chavez, Las cien mejores poesías (líricas) argentinas (Buenos Aires 1971) 243. En la nota a los versos de Raúl González Tuñón: «Cien lucesitas. Maravilla/ de reflejos funambulescos» (o sea, grotescos, extravagantes).

[3] Don Quijote de la Mancha, Prólogo.

[4] En la Constitución «Unigenitus Dei Filius».

[5] La Iglesia en la crisis actual, (Santander 1970) 34.

[6] La aventura de la teología progresista, (Pamplona 1976) 37.

[7] De la cábala al progresismo (Salta 1970) passim.

[8]  En Roma, 2, Nov. 1967.

[9] «Alocución consistorial del 24 de mayo de 1976», L’Osservatore Romano del 30 de mayo de 1976, 4.

[10] 30 Días, año XVIII, n. 4 – 2000, 44.

[11] «El “ethos” del Evangelio y la “praxis” humana», L´Osservatore Romano 42 (1980) 723. «El maniqueísmo contiene y lleva a la maduración los elementos característicos de toda “gnosis”, esto es, el dualismo de dos principios coeternos y radicalmente opuestos, y el concepto de una salvación que se realiza sólo a través del conocimiento (gnosis) o autocompresión de sí mismos. En todo el mito maniqueo hay un solo héroe y una sola situación que se repite siempre: el alma caída está aprisionada en la materia y es liberada por el conocimiento…» (Esta nota es del Papa).

[12] «Alocución a los Obispos de Bélgica en visita “Ad limina Apostolorum”», L’Osservatore Romano 40 (1982) 618.

[13] «Discurso a la asamblea plenaria del Secretariado para los no creyentes», L’Osservatore Romano 14 (1985) 213.

[14]  Exhortación Apostólica post-sinodal «Vita consecrata» (25 de marzo de 1996) 103.

[15] André Manaranche, I Preti. Crisi e formazione (Torino 1996).

[16] «Der Hegelianismus in Deutschland», Revista di Filosofía Neoscolástica, Vol. XXIII, 1931.

[17] Massimo Borghesi, «Hegel, maestro de todos. Incluso de los católicos», artículo publicado en la revista 30 Días, Año III, n. 1, 1996, 36-39.

[18] «Der Hegelianismus in Deutschland», Revista di Filosofía Neoscolástica, Vol. XXIII, 1931.

[19] «Der Hegelianismus in Deutschland», Revista di Filosofía Neoscolástica, Vol. XXIII, 1931.

[20] L’eta dello Spirito in Hegel. Dal Vangelo «storico» al Vangelo «eterno», Studium (Roma 1995).

[21]  Massimo Borghesi, «Hegel, maestro de todos. Incluso de los católicos», artículo publicado en la revista 30 Días, Año III, n. 1, 1996, 43.

[22] Cfr. Jn 17, 11.14.15.16.

[23] Longhaye, La Prédication, II parte, 1, parágrafo 2; cit. en Santiago Monsabré, El Orador Sagrado (Sevilla 1900) 209.

[24] El karaoke es un sistema audiovisual que consiste en la emisión de la pista musical de una canción mientras que su letra va apareciendo en un monitor de televisión, para que cualquiera pueda cantarla.. Los bares de karaoke estuvieron muy de moda entre los ejecutivos japoneses en los años 80. En la Argentina hay algunos, pero están orientados principalmente a los jóvenes.

[25]  Diario La Nación, 16 de julio de 2000, sec. 7, 5.

[26] Cfr. 1Cor 10, 4.