Homilía predicada por el R.P. Carlos Miguel Buela, VE, en Ponzano Romano, a la comunidad sacerdotal del IVE y a sus feligreses de la parroquia, el día 12 de octubre de 1997 (la traducimos del original en italiano).
Queridos hermanos y hermanas:
I
Un gran escritor italiano, Edmundo D’Amicis, en su clásico libro “Corazón”, cuenta el viaje que un niño hizo desde los Apeninos hasta los Andes. Ahora, a los padres argentinos de Ponzano Romano –nuestra primera parroquia en Italia– les toca hacer la historia de la evangelización al revés, es decir, desde los Andes a los Apeninos
. Ellos vienen para aprender de Roma la sabiduría de muchos, para servir al pueblo con todo el corazón, y para llegar a ser “después” misioneros donde la obediencia los mande. De hecho nuestros sacerdotes se encuentran, prácticamente, en los cinco continentes. Por eso se puede decir: de los Apeninos a los Andes, a las Montañas Rocallosas, a los Urales, al Kilimanjaro, al Himalaya, a los Cárpatos, a Central Range… y también se puede decir: del Tíber hasta el Río de la Plata, al Amazonas, al Hudson, al Yang–Tse, al Dnieper, al Moscú, al Volga, al Jordán, al Nilo, al Berbice, al Sepik… y también del Mar Tirreno al Mar Rojo, al Mar Caspio, al Mar Báltico, al Mar Caribe, al Mar de China, al Mar Muerto, al Océano Atlántico, al Pacífico, al Mar de Bismark….
Y esto, en parte, es posible gracias al pueblo de Ponzano Romano.
II
¿Cuáles son las cosas importantes de las que deben estar convencidos los apóstoles y padres que pasan por aquí?
Pienso que las cosas más importantes son dos:
Primero, que Jesucristo es el Hijo del Dios Viviente hecho hombre por nosotros, que ha deseado morir en una cruz para salvar a todos los hombres; y entonces sabemos que es Dios y que es el Mesías prometido, que ha deseado permanecer Él mismo en la Eucaristía, que nos ha dejado a su Madre –la Virgen Santísima–, y un jefe visible que nos gobierna, el Papa.
–Segundo, que estemos convencidos de que el amor de Cristo es nuestra herencia sacerdotal. Y que aquel amor alcanza todo, todo lo soporta, todo lo cree, todo lo espera, y nunca se acaba. El mundo de hoy tiene hambre de este amor.
La responsabilidad es, entonces, muy grande. ¡Y está en juego la salvación de todos los hombres!
III
Quiero decirles también que en cada rostro de las mujeres de Ponzano Romano, envejecidas por el paso del tiempo, veo el rostro de mi abuela italiana, nacida en Rovigo, y beso espiritualmente la frente de cada una de ellas (de mi abuela heredé mis manos largas). Tampoco puedo olvidar, mirando al Mar Adriático, a mi bisabuelo Tiengo, que navegaba en él en su propia barca, y a su mujer, mi bisabuela Passarelli, ambos también de Rovigo.
Por todo esto quiero decir que en Ponzano Romano me siento como en mi casa, en mi propio país.
Cuando nos confiaron esta parroquia recomendé todo nuestro trabajo pastoral a la Santísima Virgen, a San Nicolás de Bari, a San Sebastián, a Santa Pascasia, y a todos nuestros queridos difuntos, que recordamos en cada Santa Misa y por quienes rezamos un “Requiem” cada vez que pasamos delante de un cementerio.
Atribuyo a estos grandes patronos la cordial acogida que ustedes han dado a nuestros padres, a pesar de sus defectos y limitaciones personales.
IV
En fin, quiero decir, como Fundador del Instituto del Verbo Encarnado, en señal de mi amor a Pedro Vivo, en la Persona del Papa, y en amor y agradecimiento a la hospitalidad de este pueblo de Ponzano Romano, que nos abrió las puertas de su corazón, que es mi voluntad que una parte de mi corazón sea sepultado aquí, a fin de que aquí repose, y en su elocuente silencio, recuerde a vuestros hijos y a los hijos de vuestros hijos, que Jesús es Dios hecho hombre que murió para salvarnos, y que esto debemos predicarlo a todo el mundo, hoy y siempre, y que ha sido un corazón que os amó a vosotros y a vuestros antecesores porque hicieron posible que de aquí partieran los misioneros a los cinco continentes.