genoma

Genoma

I. El genoma humano

a-¿Qué es?

        Genoma (del griego gen [gen] y –oma [oma] = lo que es producido, lo que es engendrado): «Es el conjunto de los cromosomas de una célula» (1). El genoma humano es el que trasmite el mensaje hereditario. «El genoma radica en una estructura química microscópica, una cadena de moléculas denominada ácido desoxirribonucleico (ADN), presente en el núcleo del cigoto y de casi todas las células del organismo. Lo singular … es que su configuración constituye el punto de partida del diseño y de la organización ulterior de todos los órganos y tejidos del cuerpo» (2).

b-¿Cómo se trabaja sobre él?

        «La posibilidad de intervenir sobre el genoma –sobre el ADN y su segmentación en forma de genes exige un conocimiento de la configuración del genoma, de un ‘mapeo’ de la larga cadena del ADN que identifique la localización precisa y el significado de cada gen».

        El Proyecto Genoma Humano «…está orientado a secuenciar y localizar todos y cada uno de los genes responsables de la constitución del organismo».

        La larga molécula de ADN puede ser cortada en fragmentos pequeños, y se puede así analizar la estructura y ordenamiento de sus moléculas: esto es lo que se quiere decir cuando se habla de ‘secuencia’. Secuenciar hace referencia a «las operaciones técnicas orientadas a establecer el ordenamiento químico de las moléculas de determinados fragmentos del ADN… (a fin de) determinar posteriormente su función en el organismo» (3). En abril de este año, Craig Venter anunció por primera vez que estaba en condiciones de ofrecer la secuencia completa del material genético humano.

        La cadena de ADN, puede ser secuenciada en múltiples fragmentos (se habla de un millón) para su análisis. El jesuita Angelo Serra, profesor emérito de la Facultad de Medicina de la Universidad del Sagrado Corazón de Roma, dice que «la investigación sobre el genoma humano comenzó en 1989 y después de diez años hemos llegado a conocer en torno al 6 % de este mapa que contiene 3 mil millones de letras. Se conocen 1462 genes de los que dependen las enfermedades genéticas, y se han identificado 4.500 enfermedades monogenéticas, a las que hay que añadir todas las demás, como los tumores, que son enfermedades poligenéticas» (4).

        Se está por desarrollar la investigación más compleja y larga: determinar qué función o funciones lleva a cabo cada secuencia del ADN, cada gen (5).

c-¿Cuáles son los efectos de la acción sobre el genoma?

        Como pasa con todas las cuestiones técnicas –y en el fondo con todo lo humano– puede usarse para bien o para mal.

        Para bien:

    «El conocimiento del genoma y su previsible accesibilidad en pocos años puede conducir a una verdadera revolución terapéutica, de la que todos deberíamos alegrarnos, porque puede representar la prevención o el alivio de gran número de enfermedades de base genética, que hasta hoy permanecen sin tratamiento. Esto puede mitigar mucho sufrimiento humano. Y este es un objetivo de primera magnitud en el horizonte de la ciencia, del que la humanidad no puede prescindir» (6).

    – Además, sirve como argumento en contra del aborto del niño recién engendrado: «El presidente de la Sociedad Valenciana de Bioética, José Hernández Yago, ha asegurado que el reciente descubrimiento del mapa genético humano ‘ha demostrado inequívocamente que en el momento de la fecundación del óvulo por el espermatozoide, surge un ser humano con todo el genoma completo’. En declaraciones al semanario ‘Paraula’, del arzobispado de Valencia, el 6 de julio de 2000, el científico afirma que la primera célula del ser humano ‘contiene ya completo el genoma que informará su desarrollo posterior y nada más se añadirá a la cadena genética durante el resto de su vida’. El hallazgo ‘nos invita a asumir que si hemos de respetar al ser humano, hemos de hacerlo desde el primer momento, porque la vida humana empieza desde la fecundación y no hay discontinuidad después, sino un proceso del mismo ser’. Hernández Yago, que ha participado recientemente en descubrimientos genéticos sobre la proteína ‘hTom20’ relacionada con el Parkinson y otras enfermedades neurodegenerativas, sostiene que el hallazgo del mapa genético humano es ‘un hecho histórico importantísimo que tiene, además, grandes implicaciones éticas y debe hacernos reflexionar de forma rigurosa en temas como el aborto’. En su opinión, ‘estamos ante una revolución en la medicina preventiva’, porque se puede prever hasta la longevidad de una persona. Sin embargo, ‘la personalidad se hace a base de respuestas y decisiones’ como lo prueba el hecho de que ‘los gemelos univitelinos tienen el mismo genoma, pero cada uno tiene su propia personalidad’. Hernández Yago ha advertido, además, sobre los usos negativos del hallazgo y asegura que ‘hoy es preocupante el uso del conocimiento genético para el aborto eugenésico’» (7).

        Para mal:

       «Pero, paralelamente, el dominio del genoma, la posibilidad de manipular el ADN añadiendo o restando fragmentos, puede conducir, si se actúa sobre el genoma cigótico o embrionario, a cambios en el organismo emergente, donde se modifique o se transforme la identidad del hombre, de la evolución, o si se quiere, el designio del Creador. Y todo, bajo la pretensión de configurar un hombre nuevo, expresión de la voluntad del hombre, que podría adquirir un impredecible dominio sobre su organismo, y que permite hoy a algunos especular sobre la posibilidad de prolongar la vida o retrasar el envejecimiento, aumentar la talla, mejorar la inteligencia o poseer el color de ojos que deseen los padres, por poner algunos ejemplos.

        La intervención sobre el genoma –me refiero a la manipulación irresponsable– puede abrir puerta a un mundo de ciencia ficción, donde el hombre en su pretensión de ser como Dios, pueda manipularse a sí mismo. Esta posibilidad no es entelequia ni un futurible, sino algo que se podría cristalizar en el próximo siglo, y que esperemos que no se produzca.

        Hoy son mayoría los que piensan que el poder del hombre a través de la tecnología es ilimitado, y que nada puede oponerse a la intervención del hombre sobre su propio cuerpo. Es la idea del dominio, la nietzcheana voluntad de poder que prevalece sobre la idea del respeto y contemplación de la naturaleza. Dominio frecuentemente basado sobre una perspectiva que trata al hombre como una cosa, no como una persona, y le niega al hombre una esencia, una naturaleza creada a imagen y semejanza de Dios.

        Desde esta realidad, el manejo utilitarista del genoma y del embrión preimplantado aparece como algo difícilmente evitable, al menos mientras la ciencia mantenga un prestigio prometeico y la sociedad no se replantee la gravedad moral de determinadas incursiones en el origen de la vida.

        El genoma es una estructura química, no es individuo humano, por lo tanto su modificación científicamente justificada, presidida por un argumento curativo de naturaleza reparativa, no parece registrar en principio serias objeciones morales. Es el horizonte de la curación o del alivio de muchas enfermedades genéticas –que está por explorar–, el ámbito de la terapia genética, de la que vamos conociendo las primeras experiencias. También de la producción de proteínas de valor curativo o preventivo de enfermedades, con un futuro de aplicación inimaginable.

        Pero se abre también la posibilidad de intervenir sobre la línea germinal, sobre los cigotos que portan una tara genética. Entonces la cosa se hace moralmente más compleja. Porque si el cigoto ha de ser tratado como una persona, parece adquirir el derecho a ser intervenido y curado. Pero esta intervención sobre el ADN embrionario –esta verdadera ‘cirugía’ genética– puede poner en peligro la vida de muchos cigotos, hasta permitir un cigoto genéticamente rehabilitado. Desde esta perspectiva parecen rechazables las intervenciones sobre el genoma que sometan a grave riesgo la vida del embrión, y aquellas otras que desvirtúen su identidad genética –por ejemplo, la clonación o el teórico mejoramiento de la raza humana–, que se convierte así en la piedra angular del juicio ético» (8).

        Es por eso que otro científico dice: «La ingeniería genética es más peligrosa que la bomba atómica» (9). Y reflexiona: «El siglo pasado ha estado dominado por la violencia política y el desarrollo arrollador de la técnica que usa materia inerte». Recuerda que «la tecnología sobre la materia inerte, con las bombas de fisión y fusión nuclear, ha llegado a su máxima meta de devastación y durante medio siglo se ha vivido basados en la estrategia de la destrucción reciproca segura y nos ha tenido a un paso del desastre del holocausto nuclear…».

        La violencia política ha cedido el paso a la económica, y la técnica, en lugar de materia inerte, se está desarrollando basándose en la materia viviente. «Desastres que será necesario bloquear a tiempo con una acción cultural encaminada sobre todo a explicar al gran público que el uso de la ciencia (es decir la técnica) está dejando de ser ciencia, y que el enemigo número uno de la especie humana es el secreto de los laboratorios tecnológicos» (10) …

        Además, está el grave problema que puede darse con la venta de información sobre el genoma de alguno, violando la confidencialidad, lo que constituye una violación a la intimidad de la persona. Puede ser usado, por ejemplo, para dar o no un seguro de vida, un empleo, etc.

        Y también, otro problema, es lo que afirma un especialista del prestigioso Instituto de Ciencias Biomédicas del Departamento de Genética de la Universidad de Chile, que advirtió que el proyecto del genoma humano puede llevar a «un reduccionismo que lo sintetiza todo a la genética» (11). En un artículo publicado en el diario ‘La Tercera’, señaló que el reduccionismo cientificista que puede seguirse del proyecto genoma humano es el de convertir la genética «en el único dominio posible, desperfilando el rol de la interacción con el ambiente y las características espirituales de los seres humanos». El artículo del especialista parecía ser una respuesta a otro biólogo local, Tito Ureta, un investigador de la escuela de Biología de la Facultad de Ciencias de la misma Universidad. Ureta había señalado en un artículo que «si quisiéramos saber dónde está el alma, habría que buscarla en algún gen». ¡Es un genio! ¡Va a encontrar el alma en un gen…! El alma está toda en todo el cuerpo y en cada una de sus partes, en cada uno de los cromosomas y en cada uno de los genes. ¡Y la va a encontrar con un microscopio! ¡El alma es espiritual!

        En fin, a pesar de que los hombres puedan usar mal del genoma humano, estamos ante una de la más grandes maravillas de la sabiduría y del poder de Dios. ¿Cómo puede ser que una molécula, divisible en un millón de segmentos, con 3 mil millones de letras, pueda ser hecho al azar? Evidentemente que ante algo tan grandioso, hay una inteligencia más grandiosa que ya desde Adán y Eva viene dando al hombre ese material transmitido con el genoma. Por tanto, el genoma humano es un camino para llegar a Dios, porque nos muestra la sabiduría y el poder de Dios.

II. El ‘genoma’ divino

a- ¿Qué es?

        Existe un mensaje hereditario de otro orden, de orden sobrenatural, cuya configuración constituye el punto de partida del diseño y de la organización ulterior de la posterior vida siguiente del hombre sobre la tierra, y, lo que es infinitamente más, su herencia eterna. Se inicia en el bautismo y alcanza su desarrollo pleno en el cielo.

b- ¿De qué se compone?

        Su ‘mapeo’ es el siguiente:

        Se nos hace «partícipes en la naturaleza divina» (2Pe 1,4), es decir, somos hechos hijos de Dios por adopción; «¡Ved qué amor nos ha mostrado el Padre, que seamos llamados hijos de Dios y lo seamos!»(1Jn 3,1) y, por tanto, herederos de la vida eterna: «¡Si hijos, también herederos!» (Rom 8,17), al dársenos la gracia santificante, que es una participación física y formal, aunque analógica y accidental, de la naturaleza divina. Junto con ella, se nos dan las virtudes teologales, fe, esperanza y caridad (cfr. 1Cor 13,13); las virtudes morales infusas, prudencia, templanza, justicia y fortaleza (cfr. Sb 8,7), que contienen bajo ellas todas las demás virtudes; los siete dones del Espíritu Santo: «sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, entendimiento, piedad y temor de Dios» (cfr. Is 11,2-3 Vg.); los frutos del Espíritu Santo; las bienaventuranzas evangélicas; las gracias actuales.

        Todo esto forma parte de lo que podríamos llamar el ‘genoma divino’ del hombre. De hecho, genoma viene de gennema, gennématos (criatura, vástago, hijo, cría; cachorro, producto, fruto; naturaleza, índole), cuya raíz es gennáo (engendrar; dar a luz; producir, criar, hacer crecer). Es usado en la Sagrada Escritura en varias partes: «aquellos que creen en su nombre… de Dios son nacidos» (Jn 1,13); «…te digo que quien no naciere del agua y del Espíritu Santo…» (Jn 3,5); «todo el que practica la justicia es nacido de él» (1Jn 2,29); «Quien ha nacido de Dios no peca» (1Jn 3,9); otros textos de 1 Jn –siempre con el verbo en perfecto–: 4,7; 5,1; 5,18; «yo te engendrado hoy» (Heb 1,5). Incluso, debemos incluir en este ‘genoma divino’ aquellas cosas de orden natural pero dadas inmediatamente por Dios, como el alma espiritual e inmortal hecha a «su imagen» (Gen 1,27), con esas potencias formidables, que son la inteligencia racional, por la que es capaz de conocer, y la voluntad libre, por la que es capaz de querer y amar. Y la misma comunidad familiar «los hizo varón y mujer» (Gen 1,27).

c- ¿Cómo se obra con el ‘genoma divino’?

        Algunos obran bien y otros obran mal.

        Para bien:

        Los santos y santas, los beatos y beatas de todos los siglos, los mártires, los confesores de la fe, los justos, los que cumplen los mandamientos de Dios, los que se arrepienten de sus pecados, los que son dóciles al Espíritu Santo …

        Para mal:

        Los que obran en contra de ese mensaje hereditario dado por Dios, de orden sobrenatural y natural, que implica a las personas individuales, a las familias, a las sociedades y a todo lo verdaderamente humano.

        Veamos cómo afecta el estar en contra de este ‘genoma divino’, por ejemplo, a las familias argentinas (12):

Natalidad: «En el año 2010, en la franja de la edad escolar entre los seis y doce años habrá –en términos absolutos– una disminución de 70.000 niños. Si se hace un cálculo promedio de 35 alumnos por cada aula, se podría decir que dentro de diez años habrá 2000 aulas vacías».
Nupcialidad: «En los últimos 25 años, según datos oficiales, la tasa de nupcialidad en la Argentina se redujo a casi la mitad. En 1970, había 7,3 matrimonios por cada mil habitantes; en 1980 había 6; en 1990, ese número se redujo a 5,8 y; en 1995, a 4,3.
Paralelamente, se fue registrando un significativo aumento de las uniones consensuales (o de hecho, o concubinatos). En los últimos dos censos se pasó –en el total del país– del 11,5% al 18% entre 1980 y 1991… Si se toma el mismo indicador en las franjas de 20 a 29 años, la cifra se incrementó del 15,1% al 26,6% para el total del país… Esto quiere decir que, en la Argentina, uno de cada cuatro jóvenes vive en pareja».
La mujer cabeza del hogar: «Han aumentado considerablemente los hogares donde la cabeza es la mujer: se pasó del 4,9%, en 1960, al 19,9% en 1980 y al 22,3% en 1991».
Los hogares unipersonales: «También se han incrementado significativamente: en 1960 representaba el 6,8% y en 1991, ya habían aumentado al 13,5%».
Promedio de edad al casarse: «El promedio de edad de las mujeres al casarse aumenta rápidamente. En la Capital, en 1980 era de 25,9 años; esa edad aumentó a 28 años en 1990 y a 28,2 en 1995. El lapso de la fertilidad se acorta. De hecho, en el país la natalidad bajó del 25 al 19 por mil entre 1980 y 1995…».
Hijos extramatrimoniales: «El porcentaje de hijos extramatrimoniales es de los mayores del mundo, sólo superado por Suecia. En 1980, representaban el 29,5% en todo el país y hoy llegan prácticamente al 49 o 50%. El fenómeno está extendido en las zonas urbanas: en Buenos Aires en 1980, eran el 21% y, en 1995, ya habían ascendido al 39%».
Separaciones: «Entre las separaciones que se produjeron entre 1981 y 1985 y los divorcios de 1991 y 1995 hubo un aumento del 143% (8441 contra 20.498). Con respecto a la cantidad de matrimonios celebrados, hubo una disminución del 4%… Existen cifras más precisas en la ciudad de Buenos Aires, allí los divorcios están estabilizados en torno a los 6000 por año desde comienzos de los años 90 y los matrimonios descendieron de 21.966 (en 1990) a 16.366 (en 1998), o sea, un 25,5 % menos».

        A estos cataclismos, mucho peores que los causados por las bombas atómicas, lleva la actitud de muchos hombres y mujeres que no quieren hacer caso al ‘genoma divino’. Mucho más grave que la manipulación genética de los cromosomas, es la manipulación de lo que Dios quiere, que en el fondo es una manipulación del amor verdadero.

        No olvidemos lo que decía un pagano como Eurípides: ‘No es amante el que no ama para siempre’. Ni olvidemos lo que cantó el cisne del Avon, de Shakespeare:

 ‘No es amor el amor
que se altera al encontrar la alteración,
o con el ausente consiente en ausentarse.
¡Oh, no!: es una señal eternamente estable
que mira las tormentas y no fluctúa jamás;
y para el barco errante es una estrella
de altura mensurable y valor desconocido.
No es el bufón del Tiempo,
aunque los labios y mejillas rosas
caigan al tajo de su hoz imperiosa.
Y no varía con sus breves horas y semanas,
sino que se sustrae hasta el filo del destino.
Si esto es un error, y me fuese demostrado…
nunca he escrito, nunca un hombre ha amado’.

María, que es honrada en Loja como Reina del Cisne, nos proteja para que no manipulemos, irresponsablemente, la obra de Dios.

NOTAS


(1) Diccionario de la Real Academia Española.
(2) José María Navalpotro, Palabra, 433. VII-00, pp. 62-65, seguimos a grandes rasgos la entrevista realizada al doctor Manuel de Santiago, médico y profesor de Endocrinología de la Facultad de Medicina de la Universidad Autónoma de Madrid.
(3) Idem, p. 62.
(4) Zenit, ZS000706
(5) cfr. nota 2, p. 63.
(6) Idem, p. 64.
(7) Zenit, ZS00070607
(8) Idem, pp. 64-65.
(9) Zenit, Roma 17 de agosto de 2000. Prof. Antonio Zichichi (presidente de la Federación Mundial de Científicos).
(10) Idem
(11) ACI Prensa, Santiago, 29 de junio de 2000.
(12) Alejandro Piscitelli, Diario La Nación, Familia y Valores, 10 de septiembre de 2000, p. 12.