Inculturación del Evangelio

Inculturación del Evangelio

La fiesta de la Transfiguración del Señor es ocasión para nuestra familia religiosa, de festejar lo que viene a ser el fin específico de nuestros Institutos, la evangelización de la cultura, llamada también «aculturación», «inculturación» del Evangelio. Como expresa Juan Pablo II, «el término “aculturación” o “inculturación” por muy neologismo que sea, expresa de maravilla uno de los elementos del gran misterio de la Encarnación».[1] Este es uno de los grandes compromisos que debe asumir el sacerdote, hoy día.

¿Cuál es la relación entre este misterio de Cristo y la Transfiguración? El misterio de la Transfiguración del Señor es el misterio por el cual nosotros debemos tener la certeza más absoluta y total de que Dios sigue teniendo una sabiduría y una fuerza tal, que es capaz de transformar las culturas, es capaz de transformar la historia del hombre sobre la tierra. Aunque desde el punto de vista humano vemos tantos nubarrones en el horizonte, aunque pareciera que es casi imposible que el hombre levante la cabeza ya que está sumergido en el más craso materialismo, sin embargo… ¡es posible! ¿Por qué? Porque Dios es Dios.

Eso lo tenemos que tener muy en claro. Igualmente, tenemos que estar precavidos con respecto a esta otra verdad: si bien creo que han sido grandes los progresos que nuestra familia religiosa ha venido realizando en estos últimos años en el campo de la evangelización de la cultura -por ejemplo, ingresando como misioneros en países de culturas muy diversas a la nuestra, como puede resultar la cultura china, la cultura árabe…-, sin embargo, como dice el refrán, ¡No debemos dormirnos en los laureles! Aún es muy poco, aún es insignificante el trabajo que nuestro Instituto ha realizado en el campo de la evangelización de la cultura. Todavía nos queda mucho por hacer. Ya es un gran avance aprender los difíciles idiomas de las culturas que nos toca evangelizar, pero quedan por delante todas las expectativas y proyectos pastorales con respecto a la futura evangelización y los medios a utilizar.

Ahora quisiera destacar algunos aspectos de la inculturación, con textos de Juan Pablo II:

Importancia de esta tarea:

El Papa señala que en los problemas de la cultura humana «se juega el destino de la Iglesia y del mundo en la etapa final de este siglo».[2]

La Cátedra Romana caracteriza con varias notas la cultura actual en su aspecto negativo y que hay que evitar. El Papa señala claramente:

– «una cultura privada de lo trascendente»[3] (o sea, atea);

– una cultura «relativizadora, a veces agnóstica e historicista»;[4]

– una cultura «que subestima y margina el mensaje salvífico de Cristo»[5] (o sea, anticristiana);

– una cultura «utilitarista»;[6]

– «una cultura materialista»;[7] secularista,

– «una cultura de la violencia y de la muerte», ante la cual «el mundo cede cada vez más a su fascinación tenebrosa»;[8]

– una cultura «de la droga»;[9]

– una cultura «masificante, que induce a rehuir las elecciones personales inspiradas en la libertad»;[10]

– una cultura «de lo provisional, que conduce a rechazar los compromisos a largo plazo»;[11]

– una cultura «de la crisis», «falsa cultura de apariencias, resultado de una desenfrenada mentalidad consumista dañina para las necesidades más profundas de los individuos y las comunidades»;[12]

– una cultura «que ofrece la superación de la concepción de la estabilidad de la familia como una conquista y una emancipación social».[13]

– una cultura «de la sospecha».[14]

En fin, se trata de una cultura del placer, del tener, y del poder, la versión actual de la triple concupiscencia de la que habla el Apóstol San Juan: todo lo que hay en el mundo, la concupiscencia de la carne, la concupiscencia de los ojos y la soberbia de la vida, no es del Padre sino del mundo. Y el mundo pasa, con su concupiscencia, pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre (1Jn 2, 15-17).

Por eso, «lo que está en juego es la orientación y el sentido mismo de la peregrinación de la familia humana a través de la historia».[15]

Más resumido, en los tiempos que nos toca vivir se vive una «cultura infernal»,[16] por atea e inhumana, o sea, una cultura del Anticristo: Porque han salido al mundo muchos impostores, que no confiesan que Jesucristo viene en carne. En esto se conoce al seductor y al Anticristo (2Jn 7).

Frente y opuesto a esta anticultura, está el gran trabajo de inculturar el Evangelio.

«La cultura, exigencia típicamente humana, es uno de los elementos fundamentales que constituyen la identidad de un pueblo. Aquí hunde sus raíces su voluntad de ser como tal. Ella es la expresión completa de su realidad vital y la abarca en su totalidad: valores, estructuras, personas. Por ello, la evangelización de la cultura es la forma más radical, global y profunda de evangelizar un pueblo».[17]

Para ello es preciso recordar que «la verdadera inculturación es desde adentro: consiste, en último término, en una renovación de la vida bajo la influencia de la gracia».[18]

Además, la inculturación tiene varias notas que muestran los aspectos positivos por los que hay que trabajar:

– cultura de los derechos del hombre «fundada en el valor trascendente de la persona humana»;[19]

– «cultura de la solidaridad»;[20]

– «cultura del trabajo»;[21]

– «cultura de la paz»;[22]

– «cultura de la concordia»;[23]

– «cultura de ascesis»;[24]

– «cultura del ambiente»;[25]

– «cultura social, en la que las tecnologías estén al servicio del hombre»;[26]

– «cultura fraterna»;[27]

– «cultura del amor».[28]

Sólo la cultura que deriva del misterio del Verbo Encarnado, es auténticamente humana ya que, según Santo Tomás de Aquino, «el hombre es de alguna manera la totalidad del ser».[29]

En fin, hay que oponer la cultura del deber sobre el placer; la cultura del ser sobre el tener; la cultura del servicio sobre el poder, sosteniendo la primacía:

– del hombre sobre las cosas;

– de la ética sobre la técnica;

– de la misericordia sobre la justicia.

Resumiendo aún más, una cultura celestial por mostrar a Dios, por defender al hombre.

Una cultura de Cristo, una cultura cristiana: Buscad las cosas de arriba donde Cristo está sentado a la diestra de Dios (Col 3, 1)

Tarea planetaria a la medida de los ideales sacerdotales.


[1] Juan Pablo II, «Discurso a la Asamblea Plenaria de la Pontificia Comisión Bíblica», L’Osservatore Romano 11 (1979) 403.

[2] Juan Pablo II, «Discurso de clausura de la reunión plenaria del Sacro Colegio Cardenalicio», L’Osservatore Romano 11 (1979) 600.

[3] Juan Pablo II, «Discurso a la Asamblea plenaria del Consejo Internacional para la Catequesis», L’Osservatore Romano 49 (1988) 918.

[4] Cfr. Juan Pablo II, «Discurso a los participantes del Capítulo General de los Padres Pasionistas», L’Osservatore Romano 49 (1988) 927.

[5] Juan Pablo II, Carta en el centenario de la muerte de San Juan Bosco «Iuvenum Patris», L’Osservatore Romano 7 (1988) 111.

[6] Juan Pablo II, «Discurso a la Asamblea Nacional de la Unión de Juristas Católicos Italianos», L’Osservatore Romano 7 (1988) 118.

[7] Juan Pablo II, «Discurso a los jóvenes estudiantes del UNIV 90», L’Osservatore Romano 16 (1990) 228.

[8] Juan Pablo II, «Discurso a los sacerdotes, diáconos y agentes pastorales en Utrecht», L’Osservatore Romano 20 (1985) 281.

[9] Juan Pablo II, «Discurso pronunciado en la ceremonia de bienvenida en Yundum-Banjul, Gambia», L’Osservatore Romano 24 (1992), 130.

[10] Juan Pablo II, «Mensaje para la Jornada mundial de las Comunicaciones sociales», L’Osservatore Romano 18 (1985) 264.

[11] Juan Pablo II, «Mensaje para la Jornada mundial de las Comunicaciones sociales», L’Osservatore Romano 18 (1985) 264.

[12] Juan Pablo II, «Discurso al mundo de la cultura en la Iglesia de san Julián de Sliema, Malta», L’Osservatore Romano 24 (1990) 350.

[13] Juan Pablo II, «Alocución a los Obispos de Sicilia, Italia», L’Osservatore Romano 41 (1986) 653.

[14] Juan Pablo II, «Discurso en la Asamblea Eclesial en Loreto, Italia», L’Osservatore Romano 17 (1985) 249.

[15] Juan Pablo II, «Discurso al mundo de la cultura en la Iglesia de san Julián de Sliema, Malta», L’Osservatore Romano 24 (1990) 350.

[16] J. Ratzinger, Informe sobre la fe (Madrid 1985) 208.

[17] Juan Pablo II, «Discurso a los intelectuales y universitarios en el Seminario de Medellín», L’Osservatore Romano 29 (1986) 450.

[18] Juan Pablo II, «Alocución a los obispos de Zimbabue», L’Osservatore Romano 34 (1988) 610.

[19]Juan Pablo II, «Discurso al Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede», L’Osservatore Romano 20 (1988) 995.

[20] Juan Pablo II, «Discurso a los representantes del mundo de la cultura y a los constructores de la sociedad, en Santiago de Chile», L’Osservatore Romano 15 (1987) 247.

[21] Congregación para la Doctrina de la Fe, Instrucción sobre libertad cristiana y liberación «La verdad os hará libres», L’Osservatore Romano 15 (1986) 219.

[22] Juan Pablo II, «Discurso a los fieles de la zona austral de Chile», L’Osservatore Romano 16 (1987) 257.

[23] Juan Pablo II, «Discurso a los fieles de la zona austral de Chile», L’Osservatore Romano 16 (1987) 257.

[24] Juan Pablo II, «Discurso al mundo de la ciencia y del arte en Salzsburgo, Austria», L’Osservatore Romano 33 (1988) 588.

[25] Juan Pablo II, «Discurso al movimiento juvenil de la Confederación Nacional Italiana de Agricultores», L’Osservatore Romano 6 (1988) 80.

[26] Juan Pablo II, «Discurso en el Congreso Pastoral celebrado en Roma», L’Osservatore Romano 6 (1988) 81.

[27] Juan Pablo II, «Discurso a la Asamblea Plenaria del Pontificio Consejo para la Cultura», L’Osservatore Romano 6 (1988) 83.

[28] Juan Pablo II, «Discurso a los jóvenes en Turín», L’Osservatore Romano 39 (1988) 717.

[29] Santo Tomás de Aquino, De Anima, III, 13: «Sit homo quodammodo totum ens»: