Dios Padre celestial
Homilía predicada por el p. Carlos M. Buela, V.E., el día 24 de octubre de 1995.
En este día glorioso de imposición de sotanas, fiesta de nuestro santo patrono San Rafael Arcángel, aprovecho la ocasión para tratar de algunos de los temas que siempre hemos considerado muy importantes.
Como dice San Ignacio de Loyola: ‘No es el mucho saber que satisface y harta al alma, sino el sentir y gustar internamente’.
Hoy, como regalo de imposición de sotanas, quisiera hablar del tema que yo creo es el más importante en la vida no solamente de un sacerdote sino en la vida de todo cristiano -debería ser por lo menos- y es la paternidad de Dios.
Dios es Padre, pero de una manera particularísima.
Es más padre que todos los buenos padres de la tierra, porque es un Padre infinitamente bueno que por su bondad, libremente, comunica el ser a las creaturas, crea.
Y así tenemos las bellezas de la creación, que son una muestra de la bondad de Dios. En este tiempo hermosísimo acá en San Rafael el canto de los pájaros, los perfumes al atardecer, las puestas del sol, etc., justamente nos hablan de la bondad de Dios. Las cordilleras nevadas, el agua cantarina de las acequias…; todo nos habla de la bondad de nuestro Padre celestial!
‘Dad gracias al Señor porque es bueno, dice el Salmista, porque es eterna su misericordia’ (Sal 135,1).
Más percibimos la bondad de Dios al contemplar esa obra que es más grande que la obra de la creación del mundo: la obra de la recreación del mundo, la obra de la Encarnación del Verbo, que se encarna para redimirnos: tanto amó Dios al mundo que le dió a su Hijo único… (Jn 3,16) ¡tanto!
Es justamente el mismo Verbo Encarnado que nos ha hablado tantas veces de su Padre celestial.
Los apóstoles le pidieron: ‘Señor, enséñanos a orar, como enseñó Juan a sus discípulos.’ Y él les dijo:‘Cuando oréis decid: Padre nuestro… ‘ (Lc 11, 1-2) ¡Padre!
Es el Padre providente.
‘Mirad las aves del cielo: ni siembran, ni cosechan; no guardan en graneros y Dios las alimenta. ¡Cuánto más valéis vosotros que las aves! (…) Mirad los lirios del campo: cómo ni hilan ni tejen y sin embargo ni Salomón en toda su gloria se vistió como uno de ellos. Pues si a la hierba que hoy está en el campo y mañana se echa al horno, Dios así la viste ¡cuánto más a vosotros, hombres de poca fe!’ (cfr. Lc 12, 24-29)
Es el Padre que hace salir el sol sobre buenos y sobre malos.
Es el Padre que cuida de todos y cada uno de sus hijos, aún de aquellos hijos que no se reconocen como hijos.
Por eso es Padre, ¡infinitamente bueno!
El mismo Jesucristo, en ese momento supremo de la cruz, la primera palabra -de las siete que dijo- la dirige al Padre: ‘Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen’ (Lc 23, 34). La séptima, que es la más hermosa definición de la muerte, también la dirige al Padre: ‘Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu’(Lc 23,44).
Es por eso que nosotros debemos siempre tener presente la grandeza de Dios, la providencia de Dios, la misericordia de Dios.
Él es el que nos ama más que nadie sobre la tierra.
Nos ama con ternura, como dice hermosamente la Sagrada Escritura en distintas partes, por ejemplo: – el Salmo 103: ‘¿Cuál la ternura de un padre para con sus hijos, así de tierno es Yahveh para quienes le temen?’ (v.13);
– el Salmo 51: ‘Tenme piedad, oh Dios, según tu amor, por tu inmensa ternura borra mi delito’ (v.1);
– Nehemías: ‘Mas en tu inmensa ternura no los acabaste, no los abandonaste, porque eres tú Dios clemente y lleno de ternura’ (9,31);
– en las Lamentaciones: ‘Que el amor de Yahveh no se ha acabado, ni se ha agotado su ternura; cada mañana se renuevan: ¡grande es tu lealtad! .Mi porción es Yahveh, dice mi alma, por eso en él espero. Bueno es Yahveh para el que en Él espera, para el alma que le busca. Bueno es esperar en silencio la salvación de Yahveh. Bueno es para el hombre soportar el yugo desde su juventud’ (3,25-27).
Incluso, podemos pasar a considerar esa paternidad de Dios, ese amor amasado de ternura en nuestra historia personal, en nuestra historia, digamos, comunitaria.
¡Qué siendo tantos podamos seguir comiendo todos los días!
Eso es un milagro de la Providencia y le estamos dando de comer a un número de pobres equivalente al nuestro.
- Y debe ser que por eso nos manda a nosotros ¡la providencia de Dios!¡Cúantos gestos de altísima delicadeza hemos recibido! ¡Cómo en forma exquisita se ha manifestado! Pongo un caso, que puede ser un ejemplo trivial para el que no tiene fe.Era un sábado a la mañana. El padre Mariano de San Félix era entonces seminarista, y llegó un poco más tarde al desayuno. No había leche. No le gustaba porque tenía que ir a hacer apostolado: ¿Pero no puede ser que no haya leche, …bla…bla…bla!?. -Padre, lo llaman afuera.
Lo mandé al padre Lochedino. Era un señor, corredor de La Serenísima, que trajo un paquete grande, con muchas cajitas de leche en polvo.
Agarré una y le dije: ¡ahí tenés leche!. ¡Es histórico!
Tantas veces hemos tenido urgencia y necesitamos tres, y manda tres; podía mandar cuatro; ¡no!, ¡manda tres! Para eso es Dios.
Saliendo del orden material, ¡cuánto más en el orden espiritual! ¡Tantísimo más!, porque el nos ha dado profesores, superiores, misioneros, seminaristas, religiosas, etc., que aunque uno tuviese todo el dinero del mundo no podría comprarlo, no lo podría hacer. ¿Cómo hacer, por ejemplo, a un padre Tomás? ¡Único!
Por eso esa Providencia amorosa de Dios que se manifiesta sobre todo en el orden espiritual, en el orden sobrenatural.
Esa bondad de Dios -que va unida justamente porque es bueno- a una cosa que a veces los hombres olvidamos y es que Dios por ser infinitamente bueno excecra el mal.
No es Dios una especie de flan, digamos, que si se mueve resbala, que está con una cosa y con otra.
¡Él está por la bondad, no por la mentira!
¡Él está por el bien, no por el mal!
¡Él está por la gracia, no por el pecado!
¡Él esta por la sinceridad, como hemos escuchado en el Evangelio, no con la doblez!
- ¿Por qué?
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Porque es infinitamente bueno. Ustedes, jóvenes que hoy van a recibir la sotana (algunos no tan jóvenes, parecen veteranos de guerra, ¡y qué guerra!) tienen que perseverar hasta el fin y han de perseverar si siempre tienen en claro quién es el Señor, el único Señor a quien ustedes sirven: Dios, nuestro Padre celestial.
Es muy hermoso también que en un día como hoy, hace 55 años, al padre Rico también se le impusiera la sotana ¡y ha perseverado 55 años! Es un ejemplo para nosotros, pues no es cuestión de empezar, sino hay que terminar.
- Como decía el p. Castellani: ‘Los argentinos tenemos mucha iniciativa pero poca terminativa’.
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¡Hay que tener terminativa! Empezar y terminar. Hoy aquí celebramos a San Rafael Arcángel, porque es la fiesta vieja según el calendario anterior, que vaya a saber cuándo se va a poner en claro cuál es el día exactamente de la fiesta.
Pero en la Iglesia universal hoy es la fiesta de San Antonio María Claret, fundador de los claretianos, y este seminario tiene como co-patronos a los mártires de Barbastro, que fueron todo un seminario mártir: ¡51 entre sacerdotes y seminaristas! Todos ellos dieron su sangre por Cristo y por una cosa muy simple: no se quisieron sacar la sotana. ¡Extraordinario! Porque sacarse la sotana era como renegar de la fe; y dejaron un ejemplo para toda la cristiandad de fidelidad al Señor, aún en las pequeñas cosas.
Por eso es que en estas ocasiones siempre repito algo que leí también en el p. Castellani, cuando dice: ‘¡qué la sotana se te haga piel!’. No quiere decir que se vayan a duchar con sotana. ¿Entienden el sentido? ‘¡Que la sotana se te haga piel!’ ¡Hermosísima expresión! Es hacerla parte de uno, es estar orgulloso de poder tener el uniforme triunfal de Jesucristo.
Así, entonces, con esa confianza absoluta, total, irrestricta en nuestro Padre celestial, debemos seguir adelante, como dice el salmista en tantas partes:
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¡Qué deseables son tus moradas,
Señor de los ejércitos!
Mi alma se consume y anhela
los atrios del Señor,
mi corazón y mi carne
retozan por el Dios vivo. -
Hasta el gorrión ha encontrado una casa;
la golondrina, un nido
donde colocar su polluelos:
tus altares, Señor de los ejércitos,
Rey mío y Dios! ( Sal 83,1-4).Y a no temer: si uno es fiel al Señor, absolutamente nada nos puede pasar que Él no lo quiera o lo permita para nuestro bien:
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Yo te amo Yahveh, mi fortaleza,
Yahveh, mi roca y mi baluarte,
mi libertador, mi Dios;
la peña en que me amparo,
mi escudo, mi fuerza salvadora,
mi ciudadela y mi refugio. (Sal 18, 2-3).‘¡Mi Dios y mi todo!’, decían los santos, y eso debemos también decir nosotros.
Que la Virgen nos conceda la gracia de poder decir siempre con los labios, con el corazón y con toda nuestra vida: ‘Mi alma canta la grandeza del Señor’ (Lc 1, 46).