La corona de espinas
1. La historia
Varios misterios que hubo durante la Pasión de nuestro Señor en el Pretorio de Poncio Pilatos:
1) Le desnudaron de nuevo de sus vestiduras, con lo que se le reabrirían las heridas de los azotes [1] .
2) Le pusieron una clámide o manto escarlata (Mt 27, 28), púrpura (Mc 15, 17), un manto purpúreo (Jn 19, 2). Querían significar el manto regio. Lo tomaban por rey de burlas.
3) Le coronaron trenzando una corona de espinas (Mt 27, 29; Mc 15, 17; Jn 19, 2). Probablemente no sería en forma de aro o guirnalda, sino de capacete o casco, tal como aparece en la Sábana Santa. La corona es el signo característico de la dignidad real, que en Cristo sería corona de burla y de castigo. En efecto, siendo la cabeza la parte del cuerpo más irrigada por la sangre, sangraría abundantemente por todas las heridas de la cabeza provocadas por las espinas. ¡Tremendos dolores que Cristo sufrió por mí para salvarme de mis pecados! ¿No debería imitar a San Pablo: con Cristo estoy crucificado: y no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí; la vida que vivo al presente en la carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios que me amó y se entregó a sí mismo por mí (Gal 2, 19–20).
4) Le pusieron en la mano derecha una caña por cetro (Mt 27, 29). Símbolo burlesco del poder real. Sería la “arundo phragmites”, L., carrizo, o la “arundo donax”, L., o caña común [2] .
5) Le saludaban con burla (Mt 27, 29; Mc 15, 18; Jn 19, 3). Hacían la “proskynesis” o postración, de la que los judíos tenían cuatro y los romanos dos [3] . Y le decían: Salve, Rey de los judíos. Remedo del saludo al Emperador.
6) Le golpeaban la cabeza con la caña (Mt 27, 30; Mc 15, 19). No sería cetro de gobierno, sino para burla y tormento de sí mismo. Los golpes sobre la corona de espinas harían chocar las espinas contra el cráneo y volverían a salir hacia arriba provocando nuevas heridas. ¡Tortura feroz!
7) Le escupían en el rostro (Mt 27, 30; Mc 15, 19). Se unían así, en el rostro del Señor, las escupidas de los judíos [4] y las escupidas de los paganos; era el precio que tenía que pagar para hacer de los dos un solo pueblo [5] : Porque Él es nuestra paz: el que de los dos pueblos hizo uno, derribando el muro que los separaba, la enemistad… (Ef 2, 14). Escupir a alguien era considerado por la Ley una injuria gravísima [6] . Como dice Giovanni Papini, recibió así lo que pareciera su segundo bautismo.
8) Le abofetearon (Jn 19, 3 y passim).
Entre ellos hubo uno muy notable: La coronación de espinas.
2. Grandes ejemplos del Señor
Aquí mostró el Señor muchas virtudes:
1) Un exquisito amor por nosotros, ya que recibió sobre su mismo cuerpo los azotes y las espinas que deberíamos recibir nosotros por nuestros pecados, soportó: Los muchos azotes del pecador (Sal 31, 10 Vg.).
2) Una gran humildad a medida de la vileza del castigo, que era propio de esclavos: Nosotros le tuvimos por azotado, herido de Dios y humillado (Is 53, 4).
3) Una invencible fortaleza:
“estuvo como un gigante imperturbable” (San Lorenzo Justiniano);
“semejante paciencia no pudiera tenerla alguno de los hombres” [7] ;
“provocado con calumnias mantuvo su triunfal silencio” [8] .
4) Una profunda alegría por la total y absoluta conformidad de su voluntad con la del Padre: Me has quitado el sayal y me has ceñido de alegría(Sal 30, 12).
3. Materia y forma de la corona.
Estaría hecha con la “poterium spinosum”, la hebrea “sirah” [9] . Otros dicen que “«pertenecían a un arbusto espinoso corriente en Judea, el llamado en botánica zizyphus spina Christi, especie de azufaifo». (Es probable que hubiese reserva de ramos de este arbusto en el pretorio para calentar a la cohorte romana). Sus espinas son largas y agudas” [10] . “El Dr. Hynek opina que fue trenzada con ramas de espino albar oriental o espina egipcia (acantus orintalis) que «tiene puntas largas, gruesas y agudas»” [11]. “Otros hablan del poliurus aculeatus y del poliurus spina Christi. Podría ser, también, una mezcla de todas, ya que abundan en los contornos de Jerusalén” [12] . Otros sostienen que “…existen dos imágenes de plantas –entre otras- halladas en la Sábana Santa, que son la Rosa de las rocas (cistus creticus) que crece en todo Oriente Medio, y la Goundelia tourneofortii, de la que se cree sirvió de material para la corona de espinas” [13] . También se habla de la cambronera [14] , o zizyphus vulgaris [15] , o zizyphus lotus, o Crataegus Azarolus. Lo más probable es que sea una cierta mezcla de estas plantas espinosas.
Nosotros estamos acostumbrados a ver la corona de espinas en forma de aro, o de guirnalda; sin embargo, según los mejores entendidos, la corona de espinas de Nuestro Señor fue a modo de casco o capacete. Incluso uno de los Padres que vio la corona de espinas en los primeros siglos dice que era como un yelmo romano. Formada probablemente por ramas de espinas puestas sobre la cabeza de Nuestro Señor y sujetadas con juncos. La estructura sería con forma de guirnalda, como lo muestra la reliquia que se encuentra en la Saint-Chapelle de París, pero sobre la cual se agregaban otras ramas espinosas cruzadas. Lo que sí es seguro es que el tipo de espinas que más abundaba en Jerusalén, y que era usada en invierno para calefaccionar las casas, eran las de un arbusto espinoso, el célebre, en hebreo, Shyrah. “… la corona era un casco formado por espinas entretejidas, sujeto por un aro a manera de ligadura, que cubría toda la cabeza, de la frente a la nuca” [16] .
4. Colocada sobre la cabeza de nuestro Señor
“Lo destacable, que importa para nuestro estudio, es la red arterial con numerosos troncos y ramificaciones: La arteria temporal superficial, sopraorbitaria, frontal, parietal, occipital (terminal), auricular posterior, que, en las heridas de la cabeza, ocasiona abundantes hemorragias. Esto es debido, como causa fundamental, a que las arterias en esta región se colocan en la capa subcutánea, es decir, son superficiales” [17] . [en toda esa capa subcutánea las arterias no se retraen con facilidad] “…lo cual origina pérdidas sanguíneas, más prolongadas, ante cualquier herida, a pesar de ser pequeñas, inundando de sangre, cara, cabellos, espalda, hecho de observación diaria. De las venas nada decimos, porque no tienen la importancia de las arterias. La inervación nerviosa sensitiva está dada, en parte, por el trigémino y, en parte, por los nervios cervicales, y sabemos que las afecciones neurálgicas de esta zona son de las más dolorosas” [18] .
“Indica el Dr. Judica Cordiglia: «Singulares calcos de gotas de sangre interesan la región frontal, parietal y occipital. Son la expresión de lesiones sobre el cuero cabelludo. Considerando su distribución a modo de aureola, debemos deducir que han sido causadas por objetos puntiagudos, aguijoneados, clavados y frotados sobre el copiosamente regado cutis de la cabeza, en forma de corona o cofia de espinas» [19] ”.
«Si pinchamos un vaso sanguíneo y quitamos luego el pincho, sale sangre, arterial o venosa, según sea el vaso herido, hasta que, por el proceso coagulante de ésta, se forma el trombo correspondiente, que tapona la herida y cesa, en consecuencia, la salida de sangre. Tal hecho, en un organismo sano y normal, sobreviene a los pocos minutos. Pero si el pincho sigue clavado; por un período de tiempo (en un organismo vivo, se entiende), bloquea la salida de la sangre; pero, por poco que se mueva, se mantiene la herida siempre abierta, y la sangre sigue manando [20] .
Ciñéndonos, pues, a nuestro caso, los espasmos del músculo frontal (las contracciones evidencian por el tres invertido que se observa en la vista frontal, de la frente del Hombre de la Sábana), que se contraía como consecuencia del dolor producido por el estímulo lesivo, hacían que se moviera el pincho con lo cual la herida no se cerraba y seguía manando.
Si el vaso herido era una vena, se generaba un flujo de sangre lento pero continuo, favorecido en su decurso por los movimientos dolorosos de arrugamiento de la frente. Si el vaso era una arteria de cierto calibre, la misma pulsación arterial producía un movimiento en el punto perforado, y la herida no se cerraba.
La presión arterial y la elasticidad de la pared, pulsada rítmicamente por el impulso sistólico, más los hechos anatómicos que mencionamos anteriormente, permitían, pues, la salida de sangre junto a la espina clavada en una arteria; y la contracción del músculo frontal, moviendo desde afuera la espina clavada en una vena, favorecía también la salida de sangre. En ambos casos, la cantidad era mayor o menor, según el calibre del vaso perforado.
Echando una mirada de conjunto a la frente del Hombre de la Sábana –prosigue el Dr. Rodante-, advertimos que hay en ella coágulos aislados o agrupados que, siguiendo el movimiento de la cabeza y partiendo del punto de la herida sobre la piel, se dirigen en regueros hacia abajo, verticalmente o caso, o bien, divergen a la derecha o hacia la izquierda.
Sobre toda la frente y sobre las regiones frente-temporales de derecha a a izquierda hay señal de perforación de, al menos, trece aguijones»” [21] .
«Por la abundancia de los coágulos de sangre, sobre la nuca, estamos seguros de que el crucificado llevó la corona de espinas a lo largo del camino hacia el lugar del suplicio. Si no hubiera estado (allí) la corona, el patíbulo (o palo transversal, atado a la parte alta de las espaldas), durante las caídas, yendo a golpear fuertemente la región occipital, habría determinado allí un empaste informe y oscuro, y un cúmulo amorfo de coágulos. La corona, en cambio, actuando de aislante entre la nuca y el patíbulo, ha permitido que los coágulos se mantuvieran tan limpios y nítidos que se pueden contar» [22] .
El Dr. Haynek hace la misma observación; y el Dr. Judica escribe: «En la nuca, son bien visibles las lesiones de vasos más gruesos –arterias y venas occipitales- con grandes hemorragias debidas, quizás, a la presión fuerte de la nuca, recubierta de espinas, contra el brazo de la cruz.
Nada sorprendente, puesto que, durante todo el tiempo que estuvo el reo sobre la cruz, la corona debía por este sitio apoyarse y golpear sobre el patíbulo, a cada elevación de la cabeza, hundiendo, cada vez un poco más, las espinas en el cuero cabelludo». Supone, asimismo, el Dr. Barbet, que Jesús llevó la corona de espinas hasta la cruz” [23] .
“…el único crucificado y coronado de espinas fue el Señor Jesús. …Por último, consignamos que, en la fotografía tridimensional del Dr. Taburelli, son bien visibles multitud de pequeños reguerillos de sangre que cubren todo el rostro, formando grumos sobre los párpados, la mejilla izquierda, el bigote y labios, que luego se confunden con la barba…la pérdida de sangre no fue escasa (alrededor de 300 a 400 cc), lo cual equivale a una anemia leve (500 c; moderada, 1500 cc y grave, superior a esta cantidad), que desciende la volemia (volumen de sangre) creando el terreno que conduce al shock” [24] .
“Imaginemos a Jesús, luego de la flagelación, lo traumático de la coronación de espinas, bofetadas, escupitajos, golpes en la cabeza y en el resto del cuerpo, y las burlas de todo el auditorio que lo rodeaba, formado por soldados, sin ninguna misericordia” [25] .
5. Las reliquias
Y como decimos en el Directorio de Espiritualidad del IVE, n. 158, la historia más completa, profunda y grande de la Iglesia, siempre viva, la tenemos en las letanías de los santos, que fueron aquellos grandes hombres y mujeres que en el transcurso de los siglos dieron testimonio firme de Nuestro Señor Jesucristo. Y también decimos allí que debemos venerar como corresponde las reliquias de los santos, son uno de los grandes milagros de la Iglesia Católica. Estas dos ideas (las letanías como historia de la Iglesia y las reliquias como el gran milagro de la Iglesia) las tomé de ese gran escritor y poeta polaco, Adam Mickiewicz: nos recuerda que “no hay historia más completa, más magnífica ni más provechosa que la Letanía de todos los Santos”: ella “evoca” e “invoca a todos los grandes espíritus que han ilustrado el globo y que han hecho avanzar a la humanidad con sus virtudes”; y se puede añadir “la veneración de las reliquias”, ese “gran misterio de la Iglesia Católica” [26] .
Enseña Santo Tomás de Aquino: «Es claro que debemos honrar a los santos de Dios, pues son miembros de Cristo, hijos y amigos de Dios e intercesores nuestros. Por tanto, debemos en su memoria venerar dignamente todo aquello que nos han dejado, y sobre todo sus cuerpos, que fueron templos y órganos del Espíritu Santo, que habitaba y obraba en ellos y que se configurarán con el cuerpo de Cristo después de su gloriosa resurrección».Y presta atención a lo que sigue diciendo el Santo Doctor: «Por ello, el mismo Dios honra a estas reliquias de manera conveniente, obrando milagros por ellas».
El mismo Dios, de manera conveniente, honra a estas reliquias obrando milagros por ellas. Los huesos del profeta Eliseo resucitaron a un muerto: «Eliseo murió y le sepultaron. Las bandas de Moab hacían incursiones todos los años. Estaban unos sepultando un hombre cuando vieron la banda y, arrojando al hombre en el sepulcro de Eliseo, se fueron. Tocó el hombre los huesos de Eliseo, cobró vida y se puso en pie» (2Re 13,20-21). La hemorroisa se curó al tocar las vestiduras de Cristo: «En esto, una mujer que padecía flujo de sangre desde hacía doce años se acercó por detrás y tocó la orla de su manto. Pues se decía para sí: “Con sólo tocar su manto, me salvaré”» (Mt 9,20-21). La sombra de San Pedro sanó a un enfermo: «…hasta tal punto que incluso sacaban los enfermos a las plazas y los colocaban en lechos y camillas, para que, al pasar Pedro, siquiera su sombra cubriese a alguno de ellos» (Hech 5,15). Los pañuelos y delantales que había usado San Pablo: «Dios obraba por medio de Pablo milagros no comunes, de forma que bastaba aplicar a los enfermos los pañuelos o mandiles que había usado y se alejaban de ellos las enfermedades y salían los espíritus malos» (Hech 19,11-12).
Más claramente sucede cuando se trata de las reliquias de Nuestro Señor, y particularmente a esa reliquia a la cual me quiero referir hoy, que es la corona de espinas.
Se han hecho inventarios en Italia y aparecen más de 160 espinas en distintos lugares [27] . Ciertamente que el número de espinas con las que coronaron a Nuestro Señor fue muy grande. Pero en el inventario aparecen espinas que fueron cortadas en dos y en tres partes y otras que son consideradas reliquias por habar sido puestas en contacto con las originales.
Cuando muere Nuestro Señor, como sabemos, lo sepultan en un sepulcro nuevo, pero con todos los que habían sido los instrumentos de la Pasión, cruz, corona de espinas, la lanza, etc., en un pozo que estaba preparado y que luego rellenan con tierra, porque todo eso había tomado contacto con un muerto. Es la actual capilla de Santa Elena en la Basílica del Santo Sepulcro.
Cuando esta mujer inteligente, Santa Elena, que tenía entonces 72 años, Emperatriz madre de Constantino, decide peregrinar a Tierra Santa, va a hablar con los ancianos, y les pregunta a ellos dónde, según la tradición oral transmitida por generaciones, están los instrumentos de la Pasión. Y ellos le señalan con toda precisión el lugar, porque lo conocían perfectamente bien. Y podían tener certeza porque pocos años después de Cristo, el Emperador Adriano Aelio (el que hizo el Castel Sant’Angelo aquí en Roma) había hecho colocar sobre el lugar del Calvario un estatua en honor de Venus y sobre el Sepulcro (laAnástasis)había hecho colocar una estatua de Júpiter [28] , para contrarrestar el culto cristiano. Eso fue lo que permitió individuar con precisión el lugar de la Pasión, del Santo Sepulcro y el lugar donde estaban enterrados los instrumentos de la Pasión.
Va entonces Santa Elena, y encuentra lo que ya sabemos: la cruz, la corona de espinas, los clavos, etc. Inmediatamente estos instrumentos comenzaron a ser objetos de devoción. Cuentan los antiguos cómo la gente iba a peregrinar y realizaban un recorrido santo para rezar ante las distintas reliquias de la Pasión, antes que se diese lo que suelen llamar la «translatio Hierosolymae» [29] , la translación desde Jerusalén. Primero fueron trasladadas a Constantinopla, y luego a Europa. Y hay testimonios interesantes. Por ejemplo, el Obispo Paulino da Nola (354-431) contó en su Diario de viaje (409): «a las espinas con las cuales Nuestro Redentor fue coronado se rendía homenaje, junto a la Santa Cruz y la columna de la flagelación» [30] . También escribe en una carta al magistrado Macario: «Si nosotros veneramos con razón las reliquias del Salvador, la columna a la que estuvo atado, las espinas con las cuales fue coronado,…»[31] . También San Vicente de Lerins, quien murió en el 445, decía que la corona de espinas de Cristo formaba parte del «sagrado ajuar», o sea las mayores reliquias de la pasión, venerado por peregrinos, santos, penitentes y fieles que llegaban de Europa a Tierra Santa. Y este santo refiere que efectivamente la corona de espinas tenía la forma de un pileus, o sea de un yelmo militar romano, «que tocaba y revestía por todas partes su cabeza» [32] .
También dice Casiodoro de haber visto allí, en Jerusalén, la corona de espinas, Gregorio de Tours la venera en el 593, y afirma en su Historia de los francos que quedó impresionado por el color verde vivo y por la frescura de la reliquia, y escribe en otra parte que la corona se fortalecía milagrosamente con el pasar del tiempo [33] .
Al cabo del tiempo San Luis Rey de Francia le compra al Emperador de Constantinopla la Sagrada Corona, que es llevada triunfalmente por los venecianos a Venecia, de allí a la ciudad de Villeneuve, donde era esperada por el mismo rey, por su madre, Blanca de Castilla, y por todo el séquito real, para ser llevada a París. Era el 10 de agosto de 1239. En París el rey San Luis hace levantar una Iglesia impresionante, la Saint-Chapelle, para que fuera un inmenso y digno relicario de la corona de espinas de Nuestro Señor.
6. Los milagros
Lo más interesante de todo esto es que aquí en Italia mismo, sin ir a otros lugares, ocurren muchos hechos milagrosos con las espinas consideradas como pertenecientes a la corona de Nuestro Señor.
Un caso particular pero no único es, por ejemplo, el de la sagrada espina de la Iglesia de San Agustín en Fermo, donde de un momento a otro, en la segunda mitad del s. XIV, aparecieron dos sagradas espinas veneradas en dos iglesias distintas, una de los agustinos y la otra de los dominicos. El Obispo, Antonio de Vetulis, decidió terminar el contencioso sobre la autenticidad de las reliquias haciéndolas pasar por la «prueba del fuego». Reunida la población, y luego de largas oraciones, el obispo lanzó ambas espinas en un brasero, en medio de la plaza de Fermo. En un instante la espina de santo Domingo se quemó completamente, mientras la otra no sólo no se consumió, sino que incluso se levantó por los aires, ante el entusiasmo de la multitud [34] .
Así vemos que en muchos lados ocurren no solamente milagros atribuidos a las sagradas espinas de Nuestro Señor, como es librar de las plagas y pestes, defender en tempestades o contra los enemigos, etc., sino que en general los fenómenos milagrosos de las santas espinas de la corona de Cristo pueden agruparse en tres categorías: 1. La reviviscencia; 2. La florescencia; y, 3. El reverdecimiento.
1. La reviviscencia: es cuando la espina tiene alguna gota de sangre, y esa sangre que está seca revive en determinadas circunstancias, y se vuelve rojo vivo. De este tipo hay contabilizados y autenticados 24 casos en Italia.
2. Cuando florecen.
3. El reverdecimiento, cuando se vuelven flexibles y frescas, como si fueran de una planta viva.
En total, de la corona de espinas de Nuestro Señor, en Italia solamente, hay 41 en las que ocurren estos fenómenos.
¿Cuándo ocurren? Lo más común es que suceda en los viernes santos que coinciden con el 25 de marzo, por una relación estrechísima entre el misterio de la Anunciación y el de la Pasión de Nuestro Señor. Es algo que nos toca directamente.
También ocurren otros viernes santos, a veces durante alguna hora, o a veces también durante meses.
Leo el testimonio de uno de estos casos, en Bérgamo. El doctor Paolo Bianchi vio sobre la reliquia «una mancha roja color sangre, viva y húmeda, que tendía a dilatarse visiblemente hacia arriba, visible a ojo limpio y a un metro de distancia». Se vieron también algunas aureolas blancas y luminosas crecer y desarrollarse alrededor de la espina. Con gran alegría y estupor el vicepárroco de la iglesia les avisa a los fieles que estaban allí rezando, era la tarde de Pascua, que había un fenómeno milagroso en la sagrada reliquia. Un cauce de color de sangre viva cubría todo el largo de la espina, tenía la forma de una llama invertida, y medía 10 mm de largo por 2 de ancho [35] .
O por mencionar uno de Perugia: «Aquello que es supremamente estupendo y terrible, cada año, en el Viernes Santo, a la hora de la pasión, es que la espina reverdece, la Sangre revive, y de una y otra se ven aparecer pequeñas flores doradas, blancas, azules y verdes, con algunos resplandores que aparecen y desaparecen, como si hirviese la preciosa Sangre, y como si la espina no se hubiera secado hace miles de años, sino como si hubiese sido cortada ese mismo día de un espino vivo y lozano» [36] .
Termino con una de las espinas que está en Andria, en Bari, una de las que más fenómenos señalados y confirmados por escribanos, ha tenido. Por mencionar uno, la tarde del 1 de noviembre de 1837 la espina enrojeció de sangre viva, y más prodigioso fue el hecho de que el fenómeno duró cerca de un mes. Pero la historia venía ya de antes.
El primer relato del evento prodigioso, de manchas de sangre coagulada sobre la espina, se remonta al 1633. Los testigos afirman que «la sagrada espina se muestra evidentemente enrojecida de sangre fresca, y con frecuentes variaciones de la misma» [37] .
En los siglos XVII y XVIII los milagros tuvieron lugar en 1644, 1701, 1712, 1785 y 1796, y han sido acompañados de una documentación cada vez más rica y particularizada. Hay que mencionar especialmente lo sucedido en marzo de 1701, cuando en la catedral de Andria aconteció «el milagro en el milagro»: mientras el Obispo Andrea Ariani desde el altar mayor mostraba al pueblo la espina en la cual poco antes se había realizado el prodigio, una mujer poseída, con gritos y aullidos, asustando a los fieles, se dirigía corriendo hacia la sagrada espina. El obispo, dejando que se acercara, mandó que terminara aquella terrible posesión, y con asombro de muchos, la pobrecilla cayó en tierra como un cuerpo muerto, libre del maligno.
En 1842 se esperaba que el 25 de marzo, como era ya tradición, la sagrada espina sangrara nuevamente. El obispo Giuseppe Cosenza, llegada la noche, se disponía a reponer la reliquia en su lugar, desalentado por el milagro que no había tenido lugar. Cuando se acercaba a la capilla observó que de algunas manchas de sangre brotaban pequeñísimas florcitas blancas y plateadas, como si fueran pequeñas espinas, manifestación que duró hasta el día siguiente. El obispo, en signo de agradecimiento, dispuso que se hiciera una solemne procesión, que tuvo lugar en la fiesta de la Ascensión, llevando la sagrada espina por las calles de la ciudad.
En el s. XIX los milagros se repitieron en 1847, 1853 y 1864.
En el s. XX, en 1910, 1921 y 1932.
En Andria el culto de la sagrada espina ha sido siempre sólido. Al acercarse la coincidencia del 25 de marzo con el viernes santo en 1932, el obispo Fernando Bernardi publicó una carta pastoral intitulada El milagro permanente de Andria. La Sagrada Espina, en la cual, al inicio de la cuaresma, hacía pública la preocupación del papa Pío XI, de «no ahorrar esfuerzos para recoger todo documento que pudiera ayudar a robustecer nuestra fe en esa antigua y sagrada reliquia» [38] .
Así ocurrió: el 26 de marzo la comisión, presidida por el notario, testimoniaba que «a las 13 horas y 15 minutos de hoy (25 de marzo) la sagrada espina ha sido transportada desde la Capilla donde es custodiada, a la de San Ricardo, en la iglesia Catedral. Allí ha permanecido expuesta a la adoración de una enorme multitud que llenaba la iglesia. A las 14 horas y 30 minutos, la mancha en el vértice de la S. Espina ha comenzado a mostrarse más viva, coloración que se iba perdiendo progresivamente hacia la base. A las 16:00 las pequeñas manchas esparcidas sobre toda la S. Espina se mostraban más vívidas. A las 16 horas y 15 minutos la mancha de la punta de la Espina revivió aún más, presentándose de color sanguinolento, y con la particularidad de no derramarse a pico de flauta, sino que asumió en la base una línea circular. Luego de tales cambios que se verificaron en la s. Espina, a las 16:20, se proclamó el milagro sucedido entre el entusiasmo y la explosión de alegría de todos» [39] .
Tenemos con nosotros reliquias de la pasión de Nuestro Señor. Debemos saber rendirles culto como corresponde.
[1] Cf. Mt 27, 28.
[2] Según Fonk; cit. por Tuya, o. c., p. 458.
[3] Ibidem, p. 459.
[4] Cf. Mt 26, 67; Mc 14, 65.
[5] Cf. Gal 3, 27–28.
[6] Cf. Num 12, 14; Deut 25, 9.
[7] Tertuliano, De patientia, Corpus Latinorum 9, cap. 3, lin. 36.
[8] San Ambrosio, Expotitio psalmi CXVIII, Corpus Latinorum, 141, littera 17, cap. 25, p. 389, lin.13.
[9] Según el estudio realizado por Ha–Reubeni, director del Museo Botánico–Bíblico de la Universidad Hebrea de Jerusalén; citado por Manuel Tuya, o. c., p. 456.
[10] Dr. Diocles A. Revidatti – Dr. Diocles A. Revidatti (h), Y todo esto por nosotros, Buenos Aires 2006, 56.
[11] Y todo esto por nosotros, 57.
[12] Y todo esto por nosotros, 58.
[13] Y todo esto por nosotros, 58.
[14] Luis de la Palma, Historia de la Sagrada Pasión, Madrid, 202.
[15] Lamarck, Historia…, 202.
[16] Y todo esto por nosotros, 58.
[17] Y todo esto por nosotros, 59.
[18] Y todo esto por nosotros, 60.
[19] Y todo esto por nosotros, 60; cit. L’uomo della sindone, p. 70.
[20] Y todo esto por nosotros, 61; Citando al Dr. Rodante en “La coronazione di spine alla luce Della Sindone” en Sindon, nº 24, pp. 16-30.
[21] Y todo esto por nosotros, 62; idem.
[22] Y todo esto por nosotros, 63; cit. Sindon, nº 24, pp. 16-30.
[23] Y todo esto por nosotros, 63.
[24] Y todo esto por nosotros, 63-64.
[25] Y todo esto por nosotros, 65.
[26] Henry De Lubac “La posteridad espiritual del joaquinismo”, Madrid 1989,259. Así se expresa: “A esta Iglesia de las “oficinas” y de las “comisiones”, con sus prudencias y sus moratorias, que no comprenden los “misterios” y las “esperanzas” de los pueblos ni la conversión repentina de un Ratisbonne, le recrimina por confiar el juicio de “un escrito inspirado” a un “empleaducho eclesiástico” que “saca de él proposiciones y silogismos”. A la política timorata de Gregorio XVI opone la alegre clarividencia de Pío V, “el último de los papas muertos en olor de santidad”, que vio de lejos la victoria de Lepanto (T. II, 71-72, 78, 80, 85-86). A los sacerdotes sin entusiasmo, que “redactan resúmenes de historia para el pueblo”, les recuerda que “no hay historia más completa, más magnífica ni más provechosa que la Letanía de todos los Santos”: ella “evoca” e “invoca a todos los grandes espíritus que han ilustrado el globo y que han hecho avanzar a la humanidad con sus virtudes”; y se puede añadir “la veneración de las reliquias”, ese “gran misterio de la Iglesia Católica”. “A pesar de las declamaciones de la Iglesia Oficial, que no se interesa ya por las cosas maravillosas, las reliquias no cesan de obrar, y la Iglesia real militante no cesa de esperar su salvación” (T. II, 81-85, 87-88). (Los textos que toma De Lubac corresponden a las obras de Adam Mickiewicz, L´ Eglise officielle et le Messianisme, I, Littérature et Philosophie, L´Eglise et le Messie; II, Religion et Politique).
[27] Tomamos la mayor parte del material de M. Loconsole, La corona di spine di Cristo. Storia e mistero (Siena 2005).
[28] Cfr. Manuel de Tuya, OP., Del Cenáculo al Calvario, Salamanca 1962, 605.
[29] AUTOR, LIBRO Mytical Jerusaleme
[30] Paulino da Nola, Epistulae, PL 61, M. Loconsole, La corona di spine, 17-18.
[31] Paulino da Nola, Epistola ad Macarium, PL 61, M. Loconsole, La corona di spine, 17-18.
[32] M. Loconsole, La corona di spine, 19.
[33] «Ferunt etiam ipsas Coronae sentes quasi viridens apparire; quae tamen si videantur aruisse foliis, cotidie tamen revirescere virtute divina», De Gloria Beatorum Martyrum, lib. I, c. VII, PL 71, 721-800.
[34] M. Loconsole, La corona di spine, 91-92.
[35] M. Loconsole, La corona di spine, 62.
[36] M. Loconsole, La corona di spine, 85
[37] M. Loconsole, La corona di spine, 113.
[38] M. Loconsole, La corona di spine, 116.
[39] M. Loconsole, La corona di spine, 117.