Sacrificio de la Misa

La esencia del sacrificio de la Misa

Me pareció que debía agregar alguna consideración sobre la esencia del sacrificio de la Misa, absolutamente tomado, por parte de la acción sacrificial, para lo cual ayuda contemplar los diversos estados que tuvo o pudo tener Cristo en la Eucaristía. Debemos afirmar sin titubeos que la consagración, la inmolación eucarística, el memorial, lo que hace el sacramento, por su propia naturaleza, es tomar el Cuerpo y Sangre de Cristo tal como los encuentra, en cualquier estado en que se hallen, de tal modo, que el sacrificio sacramental no produce ningún nuevo estado en Cristo.

 El sacramento mismo no coloca en un nuevo estado ni a la Persona divina, ni a su Cuerpo y Sangre [1] . El nuevo estado que puede tener el Cuerpo y la Sangre no le vienen por razón del sacramento (ex vi sacramenti = por razón del sacramento; ex vi verborum = por razón de las palabras de la consagración; ex vi convertionis = por razón de la transustanciación…). “En virtud de las palabras, tenemos en la Eucaristía todo aquello –y solamente aquello- que expresa la fórmula de la consagración… demos el sentido literal a cada una de sus palabras, y tendremos el enunciado de lo que está sobre el altar” [2] . “Como la conversión del pan y del vino no termina en la divinidad ni en el alma de Cristo, éstas no están en el sacramento por virtud del mismo, sino por real concomitancia. Porque la divinidad nunca abandonó el Cuerpo asumido; por eso es necesario que la divinidad lo acompañe en el sacramento” [3] , (es obvio que el pan y el vino no se pueden convertir ni en la divinidad ni en el alma de Cristo [4] ). El nuevo estado le vienen al Cuerpo y a la Sangre… ¡por natural concomitancia! (ex vi realis concomitantiae). Esta realidad teológica tiene categoría dogmática por el Concilio de Trento [5] , no son juegos de palabras de los teólogos, sino exposición de la verdad que se encuentra en la misma realidad eucarística y que da toda su fuerza al hecho de que la Misa es sacrificio.

          La concomitancia como se entiende aquí, por sus raíces latinas, significa por medio de una redundancia de verbo y adverbio, la acción de caminar con otro, como compañero. Sus raíces son: cum(con) y comes (compañero). Es decir, que el Cuerpo y la Sangre Eucarísticos de Cristo no están solos, sino acompañados; vienen rodeados de un séquito de amigos, de un cortejo de esplendores [6] , sin los cuales de hecho no se presentan jamás, que son: divinidad, cantidad dimensiva al modo de la sustancia y los otros accidentes del Cuerpo [7] , el alma (que podría faltar en un caso hipotético), el estado mortal y pasible o inmortal y glorioso, etc.

          Para mejor entender esta verdad veremos la Misa en distintos estados de la vida de Jesús: en la última Cena, en la hipótesis que se hubiese celebrado en la muerte y después de la Resurrección.

 1. En la última Cena.

 Imaginemos la última Cena. En el momento más importante Jesús instituye la Eucaristía. La distribuye a los Apóstoles: “Es evidente que era el mismo Cuerpo que veían los Apóstoles en propia figura (in propria specie) y que tomaban en especie sacramental (in specie sacramenti)” [8] . El mismo que estaba sentado a la cabecera de la mesa. Lo que sucede es que lo que era pasible estaba bajo las especies de manera impasible; como también estaba invisible lo que, de suyo, era visible. De ahí que Santo Tomás haya puesto en el argumento de autoridad la enseñanza de nuestro amigo Inocencio III: “Dio a los discípulos el Cuerpo tal como lo tenía entonces” [9] .

 En la tercera objeción Santo tomás pone la siguiente dificultad: “No son de mayor poder ahora las palabras sacramentales dichas por el sacerdote en persona de Christo (in persona Christi), que cuando fueron proferidas por Él mismo. Pero ahora por el poder de las mismas palabras se consagra en el altar el Cuerpo impasible e inmortal de Cristo. Por lo tanto, con mucha mayor razón en la última cena”. Santo Tomás responde así: “Los accidentes del Cuerpo de Cristo están en el sacramento por real concomitancia y no por virtud sacramental; por esta virtud (= poder, fuerza, razón…) está sólo la sustancia del Cuerpo (y de la Sangre). Por  tanto, la virtud de las palabras sacramentales se extienden a hacer presente el Cuerpo de Cristo (y la Sangre), cualquiera sean los accidentes que realmente inhieran en él”. Dice Dom Vonier que esta última frase ¡Es un aletazo de genio! [10] (literalmente “una genialidad”). “Gracias a la distinción entre la virtud del sacramento y la concomitancia nos es posible preservar el aspecto de sacrificio en la Eucaristía” [11]

 Hace ya muchos años que me puse a estudiar el tema de la Eucaristía. Me motivó una intuición que recién ahora la puedo ver concretada en palabras. La intuición era que la razón por la que la Misa es sacrificio debe ser muy simple, como todas las cosas grandes de Dios, que es la Simplicidad infinita. Estimo que la pista se encuentra en la última frase de Santo Tomás: “…la virtud de las palabras sacramentales se extienden a hacer presente el Cuerpo de Cristo (y la Sangre), cualquiera sean los accidentes que realmente inhieran en él”, como, por ejemplo los diversos estados de la existencia de Cristo. En virtud de las palabras (y de los signos sacramentales) están significados separadamente por un lado la Sangre de Cristo, y por otro, el Cuerpo de Cristo, pues bien, no es necesario nada más. Con la doble consagración por la que queda, por un lado, la sustancia de la Sangre de Cristo bajo la especie de vino y, por otro, la sustancia del Cuerpo de Cristo bajo la apariencia de pan, no es necesario nada más para que tengamos sacrificio sacramental.

 En la última Cena, en el sacramento eucarístico, estaban, por razón de las palabras la Sangre bajo la especie de vino y el Cuerpo de Cristo bajo la especie de pan, y por razón de la concomitancia, la Sangre –bajo el pan- y el Cuerpo –bajo el vino-, la divinidad, el alma, el estado mortal y pasible y los demás accidentes de la naturaleza humana de Cristo.

 Porque propio de este sacramento es tomar el Cuerpo y Sangre de Cristo tal como los encuentra, en cualquier estado en que se hallen.

 2. En la muerte.

 Veamos ahora un caso hipotético. Imaginemos que algún Apóstol está celebrando Misa o estaba el Cuerpo del Señor reservado en un sagrario: 1º. En el momento en que Cristo queda sin sangre, exangüe; 2º. Cuando muere en la cruz, es decir, cuando su alma se separa de su cuerpo. ¿Qué es lo que hubiese pasado en estos casos?

 1º. Cuando queda sin la Sangre: “Ya hemos dicho que por razón del sacramento bajo las especies de pan está sólo el Cuerpo y bajo las especies de vino está sóla la Sangre. Pero como ahora, en la realidad, no están separados la Sangre y el Cuerpo, está la Sangre bajo las especies de pan por real concomitancia, y el Cuerpo, bajo las especies de vino, también por real concomitancia. En el caso de haberse consagrado en el tiempo de la separación cruenta de la Sangre del Cuerpo, bajo las especies de pan estaría sólo el Cuerpo, y bajo las especies de vino sólo la Sangre” [12] .

 2º. Cuando muere en la cruz: “El Cuerpo de Cristo es uno mismo en cuanto a la sustancia en el sacramento y en especie propia, pero no está del mismo modo, porque en especie propia se pone en contacto con los cuerpos circunstantes mediante las dimensiones propias, y eso no ocurre en el sacramento (donde no se relaciona con lo circunstante a través de sus propias dimensiones, sino a través de las dimensiones del pan y del vino; estas son las que se inmutan y se ven, no el Cuerpo y Sangre del Señor [13] ). Por consiguiente, lo que pertenece a Cristo en sí mismo, se le puede atribuir en su especie propia y en el sacramento, como vivir, morir, dolerse, estar animado (con el alma) o inanimado (sin el alma), etc. pero lo que le compete en relación a los cuerpos exteriores sólo se le puede atribuir si existen en especie propia, no en el sacramento, como ser burlado, escupido, crucificado, flagelado, y demás [14] … por eso Cristo no puede padecer en el sacramento, aunque pueda morir” [15] .

 “Si se hubiese celebrado el sacramento en el triduo de su muerte, no hubiera estado en él el alma de Cristo ni por virtud sacramental ni por real concomitancia. Pero como “Cristo resucitado de entre los muertos, ya no muere” (Ro 6, 9) su alma está siempre unida a su Cuerpo y a su Sangre” [16] .

 “El mismo Cristo que estaba en la cruz estaría en el sacramento. Si en la cruz moría, moriría también en este”, afirma en el argumento de autoridad, o sea, así como el alma sale de su Cuerpo físico “el alma dejaría el sacramento, y no por fallo en el poder de las palabras de la consagración, sino por ser así en la realidad” [17] .

 Porque propio de este sacramento es tomar el Cuerpo y Sangre de Cristo tal como los encuentra, en cualquier estado en que se hallen.

 3. Después de la Resurrección.

Si se hubiese celebrado Misa en el momento de la Resurrección del Señor, obviamente en ese momento volvería también el alma al sacramento y el Cuerpo y la Sangre, en el sacramento, adquirirían un nuevo estado glorioso e inmortal, como el que tenía Cristo en especie propia en ese momento y como lo tiene ahora en los cielos. De tal manera que, por la fuerza del sacramento, bajo la especie de vino está la sustancia de la Sangre de Cristo, junto (por la fuerza de la natural concomitancia) con el Cuerpo, el alma, la divinidad, y demás accidentes de la naturaleza humana; y bajo la especie de pan, está la sustancia del Cuerpo de Cristo, junto con la Sangre, el alma, la divinidad y demás accidentes de la naturaleza humana.

 Porque propio de este sacramento es tomar el Cuerpo y Sangre de Cristo tal como los encuentra, en cualquier estado en que se hallen.

 4. El nuevo misterio del Nuevo Testamento.

 De modo que tenemos, que por razón del sacramento están místicamente separados la Sangre del Cuerpo de Cristo: ¡Y esto basta para tener ‘el nuevo misterio del Nuevo Testamento’ [18] , que Cristo entregó a sus discípulos!; y, por razón de la natural compañía, se encuentran junto con la Sangre el Cuerpo y junto con el Cuerpo la Sangre, además del alma, la divinidad y los otros accidentes de la naturaleza humana de Cristo.

 De tal manera, que es absolutamente innecesario buscar en otras cosas la esencia del sacrificio, la esencia de la inmolación eucarística:

-No está en el ofertorio, que es mera preparación para el sacrificio, ya que el pan y el vino no son la víctima del sacrificio; ni está en la distribución de la comunión a los fieles cristianos laicos ya que la comunión no es sacrificio, sino participación del sacrificio;

-no consiste en la oblación verbal después de la consagración que no se ejecuta in persona Christi; tampoco en la fracción del pan (no afecta a la especie de vino) y la inmixtión sería sólo ‘destrucción’ que recae sobre los accidentes. Algunos han imaginado que la destrucción real de la víctima es esencialmente necesaria para el sacrificio, pero aunque eso podría ser necesario “en los sacrificios del Antiguo Testamento y en el sacrificio de la cruz, no por esto se sigue que haya que aceptar igual destrucción en el sacrificio de la misa, el cual es un sacrificio completamente singular y sui generis, que sólo analógicamenteconviene con los otros sacrificios” [19] . La ‘destrucción’ en la misa es meramente simbólica o representativa. Tampoco consiste en la comunión del sacerdote ya que no es acción sacrificial, sino participación del sacrificio.

-No es necesario que haya un cambio en la Persona de Cristo (lo que es impensable) o cambio en el Cuerpo y Sangre del Señor;

no hay necesidad de una inmolación física o virtual de la víctima consistente en la destrucción de la sustancia del pan y del vino [20] ;

ni que Cristo sea reducido a un estado de humillación o anonadamiento (in statum dicliviorem) [21] ;

ni que las palabras de la consagración tiendan de suyo a la occisión de Cristo, ya que no tienen el oficio de‘cultellus’ = cuchillo [22] .

-No es necesario rechazar la inmolación poniendo la esencia del sacrificio en la oblación [23] .

 Basta, por tanto, con la doble consagración de ambas especies, en orden a la comunión como parte integrante del sacrificio, para que sea representada la inmolación cruenta de la cruz, de manera que en la Eucaristía, Cristo es incruenta, mística o sacramentalmente inmolado y sacerdotalmente ofrecido. De ahí que afirme Santo Tomás que la Eucaristía: “…se perfecciona en la consagración, en la que se ofrece sacrificio a Dios…” [24] .

 Como vemos los diversos estados de Cristo: mortal y pasible, exangüe, inanimado, glorioso e inmortal, “no intervienen directamente en la naturaleza del sacramento en cuanto tal,… y, por encima de todo, deben excluirse de la Eucaristía en cuanto sacrificio” [25] .

 Esto lo dice, también, Santo Tomás: “Todo Cristo está en las dos especies, y no en vano. En primer lugar, está así para representar su pasión, en la que la Sangre estuvo separada de su Cuerpo; por eso en la forma de la consagración de la Sangre se hace mención de su efusión. En segundo lugar, esto es conveniente al uso del sacramento, porque así se ofrecen por separado a los fieles el Cuerpo en comida y la Sangre en bebida” [26] .

 ¡Qué la ‘mujer eucarística’, la Virgen María, nos obtenga la gracia de poder imitarla siempre para que eucaristicemos toda nuestra vida!


[1] Cf. Dom Vonier, Doctrina y clave de la Eucaristía, Buenos Aires 1946, 122-123.

[2]   Idem, o.c., 205.

[3] S. Th., 3, 76, 1, ad 1.

[4] Cfr. Idem, dif 1.

[5] Dz. 876.

[6] Cf. Don Vonier, o. c., 204: « …escorted by friends… a cortège of splendours… », en The Collected Works of Abbot Vonier, London, t. II, 329.

[7] Cf. S. Th., 3, 76, 4.

[8] S. Th., 3, 81, 3.

[9] De sacr. Altaris mysterio l. 4, c. 12.

[10] O. c., 209-210: “The final phrase is a real stroke of genius”, 332.

[11]  Don Vonier, o.c., 208.

[12] S. Th., 3, 81, 4, ad 2.

[13] Cf. S. Th., 3, 81, 3.

[14] Cf. S. Th., 3, 81, 4.

[15] Ídem, ad 1.

[16] Cf. S. Th., 3, 76, 1, ad 1.

[17] Cf. S. Th., 3, 81, 4, ad 3.

[18] Cfr. Eusebio de Cesarea, De Solemnit. Paschali, MG 24, 704; cit. S. Th., 3, 81, 1, ad 3.

[19] Gregorio Alastruey, Tratado de la Santísima Eucaristía, Madrid, 321-322.

[20] Suarez, In 3, disp. 75, sect. 1; Torres, Apost. Const., l. VIII, c. 14; Toledo, Enarr., in 3 p. S. Thom., q. 83, const.5.

[21] Lugo, De vener. Euchar. Sacram., disp. 19, sect.1; Franzelin, De Ss. Euchar. sacram. et sacrificio, th. 16; Hurter, De Sanctiss. Euchar. mysterio, c. 2, a. 2; Lamiroy, De essentia sacrif. Missae.

[22] Lessio, De perfect. divinis, l. XII, c. 13; Gonet, De sacr. Euchar., disp. 11, a. 1; Billuart, De Euchar. sacr., disp. 8, a. 1; Monsabré, Expos. du dogme catholique, Carême 1884; Hugon, La sainte Eucharistie,311-328.

[23] Habert, De Eucharist., 9, 3 ; M. de la Taille, Elucid., 2-3 ; Lepin, L’idée du sacrifice de la Messe, p.II, c. 6, a. 2.

[24] S. Th., 3, 82, 10, ad 1.

[25] Dom Vonier, o. c., 210.

[26]   Cf. S. Th., 3, 76, 3, ad 1.