Apóstoles

La gracia específica de los 12 Apóstoles

Los apóstoles son elegidos, instituidos, enviados y por ellos ora Jesús, para que sean predicadores de su vida, doctrina y hechos. Pero como piezas fundamentales del edificio doctrinal y santificante levantado por Cristo. Son padres de la fe, padres de la Iglesia Universal, base y fundamento de la misma. Así pues, ya no sois extraños ni forasteros, sino conciudadanos de los santos y familiares de Dios, edificados sobre el cimiento de los apóstoles y profetas, siendo la piedra angular Cristo mismo (Ef 2,19–20).

Para desempeñar este oficio se requiere una gracia especial: la gracia específica «del apostolado». Será el tema del sermón y veremos tres puntos:

1. Existencia de la gracia «del apostolado».

2. Naturaleza de la gracia «del apostolado».

3. Algunas notas características de esta gracia del apostolado.

 1. Existencia

El apostolado como el sacerdocio es un poder. El sacerdote sacrifica; el apóstol testifica y predica.

La elección conlleva la colación de este poder específico, –como fundamento y base del edificio de la Iglesia.

Y con ese poder se confirió una gracia particular a fin de ejercer debidamente las funciones que con él debían ejercerse. El apostolado no es sólo un poder; es también una gracia.

San Pablo enseña que para ser Apóstol posee las primicias del Espíritu Santo (Ro 8,23). De modo que el apostolado no solamente es gracia; es gracia primicial; gracia más perfecta.

Enseña Santo Tomás que Dios cuando elige a alguien para desempeñar una función, le da las gracias que necesita para hacerlo dignamente[1].

 2. Naturaleza

Esa gracia no es «gratis data», sino «gratum faciens» –hace grato al que la posee. Era gracia santificante y los Apóstoles se santificaron con ella.

Ello fue así porque el apostolado implica una unión especial con Cristo y una misión especial en orden a la santificación de los demás.

Por razón de la singular unión con Cristo, poseyeron más gracia que los demás, y sobretodo más caridad, lo que quiere decir más santidad. Es la unión del fundamento con la piedra angular. La unión con Dios implica la gracia santificante.

Por razón de la misión especial, poseen un apostolado fundamental, básico, sobre el que se levanta un edificio santo, que es apostólico, santificado y santificante.

Por razón de ser primicias tienen la principalidad de la gracia santificante.

 3. Algunas características

Es gracia santificante.

Es cristiana. Cristo los eligió, los envió, los llamó amigos… lo que sigue de las primicias somos nosotros.

Es extrasacramental. Aunque, por el poder de excelencia que Cristo tiene, puede comunicar la gracia sacramental sin sacramentos[2].

Es específicamente diversa de la nuestra.

Es plena. «No es de esperar un estado en que la gracia del Espíritu Santo sea poseída con más perfección que hasta aquí, sobre todo por los apóstoles, que recibieron las primicias del Espíritu (Ro 8,23), esto es, primero que los otros y con más abundancia que ellos»[3].

Eran personalmente infalibles. Si la Iglesia es infalible no iban a ser menos que la Iglesia, en cuya base y fundamento se encuentran.

Eran obispos especiales, porque eran pastores de toda la Iglesia.

Eran infalibles por ser maestros en la fe: conocieron explícitamente todo lo que la Iglesia explicitaría hasta el fin de los tiempos.

Fueron confirmados en gracia[4].

Vivieron la vida mística[5].

Eran fundamentos de un edificio del que son parte esenciales la verdad y la gracia divinas.


[1] cfr. Santo Tomás de Aquino, S.Th., III,7,1–9; III, 27, 5, ad 1; III, 7, 10, ad 10; Suppl. 35,1.

[2] Santo Tomás de Aquino, S.Th., III,64,3: III, 72, 2, ad 1.

[3] Santo Tomás de Aquino, S.Th., I-II,106,4.

[4] Santo Tomás de Aquino, De veritate, 24,9,ad 2.

[5] Santo Tomás de Aquino, Comentario a los Gálatas, 2,1.