¿Qué es la humildad?
La humildad frena el apetito desordenado de la propia excelencia por el desprecio verdadero y ordenado de sí mismo. Es una virtud que inclina a cada uno a declarar su vileza con hechos o con otras señales.
¿Dónde se fundamenta?
En el entendimiento, que debe conocer nuestra miseria. Todo lo que el hombre tiene, tanto en el orden natural como en el sobrenatural, le ha sido concedido por Dios; por el contrario, lo malo que hay en él, a saber, los defectos y pecados, lo tiene de sí mismo. Y como nuestro juicio debe adecuarse siempre a la verdad, la humildad tiene su fundamento siempre en la verdad, y ella misma es la profesión de la verdad.
Y también reside propiamente en la voluntad, la cual por el conocimiento de su bajeza se desestima y menosprecia a sí misma, y no desea ser alabada, sino más bien ignorada y tenida en nada, deseando al mismo tiempo referirlo todo a Dios, de quien lo tiene todo.
Hay una humildad de los santos, que proviene de la contemplación de la excelencia de Dios y del conocimiento de la propia pequeñez y de la propia nada. otra, la de los pecadores, que procede además de la consideración de las culpas propias.
Como la Virgen careció de todo pecado no tuvo esta segunda forma de humildad, sino la primera.
¿Cómo sabemos que la Santísima Virgen fue humildísima?
- Por la Sagrada Escritura:
- Avisada por el Ángel que iba a ser Madre de Dios, no se enorgulleció por tan grande excelencia, sino que respondió humildísima- mente: He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra (Lc 1, 38).
- Se dirige a servir a Santa Isabel. Alabada por ésta, todo lo refiere a Dios: Mi alma engrandece al Señor y exulta de júbilo mi espíritu en Dios, mi Salvador, porque ha mirado la humildad de su sierva… (Lc 1, 46-48), no como si diese vano testimonio de su humildad (no es humildad proclamarse humilde), sino como acto de profunda humildad: se estima ínfima, exigua, pequeña y lo manifiesta y ejercita ante su prima.
- Por los Santos Padres:
San Ambrosio: «Ve la humildad, ve la devoción. Se llama esclava del Señor la que ha sido elegida por Madre suya… no se arrogó ninguna prerrogativa…». «Virgen siempre humilde, se hizo… más humilde cuando conoció haber sido elegida por Dios para tan gran misterio»[1].
San Bernardo: «…es elegida Madre de Dios y se llama su esclava; es ciertamente señal de no pequeña humildad»[2].
- Y por la razón:
Porque es propio de la humildad acordarse de su propia pequeñez y de la incesable dependencia de Dios en cualquier grado de dignidad por elevada que sea.
La Virgen conoció plenísimamente su nada, esto es, lo que por sí era; y lo que vendría a ser si Dios la abandonara; sabía plenamente que su ser, su poder, su hacer, y todos sus privilegios provenían de Dios y que en todas estas cosas dependía siempre y en todo instante de la Bondad divina.
Como decía San Bernardino de Siena: «Tuvo la perspectiva de su propia nada, porque continuamente vivía en relación actual con la Divina Majestad y con su nada»[3].
¡Aprendamos de nuestra Madre a ser «humildes de corazón», como lo fue Ella y como lo fue su Hijo!