I. La libertad según San Pablo
La libertad no es, en San Pablo, algo accidental o extrínseco.
La libertad le afecta personalmente, incluye su propia existencia.
Es una situación del cristiano que «en Cristo» es hombre en libertad.
Por eso Pablo, más que hablar sobre la libertad, habla desde la libertad, desde la situación que Cristo le ha conseguido y que él tiene en el Espíritu Santo[1].
Por tanto, cuando habla de libertad expresa una condición cristiana fundamental. O sea, expresa algo esencial en un cristiano.
En este sentido, «libertad» tiene tanta profundidad básica como «justificación», como «filiación», como «santidad».
II. La condición cristiana fundamental como libertad.
Hace ver que la libertad y la verdad del Evangelio van unidas: Pero, a causa de los intrusos, los falsos hermanos que solapadamente se infiltraron para espiar la libertad que tenemos en Cristo Jesús, con el fin de reducirnos a esclavitud… (Ga 2,4). Cristo libera de situaciones anteriores. El cambio es fundamental.
Desaparecen aun las diferencias humanas más básicas. Estamos con la «libertad» frente a la condición cristiana fundamental: ya no hay judío ni griego; ni esclavo ni libre; ni hombre ni mujer, ya que todos vosotros sois uno en Cristo Jesús (Ga 3,28).
Pero ¿qué dice la Escritura? Despide a la esclava y a su hijo, pues no ha de heredar el hijo de la esclava juntamente con el hijo de la libre (Ga 4,30).
Así que, hermanos, no somos hijos de la esclava, sino de la libre (Ga 4,30–31).
Para ser libres nos libertó Cristo. Manteneos, pues, firmes y no os dejéis oprimir nuevamente bajo el yugo de la esclavitud (Ga 5,1). En este texto une San Pablo filiación y libertad. Y ciertamente que filiación, es un situación vital básica.
Une vocación a la libertad, según parece, con vocación a la salvación. De nuevo, situación básica cristiana: Porque, hermanos, habéis sido llamados a la libertad; sólo que no toméis de esa libertad pretexto para la carne; antes al contrario, servíos por amor los unos a los otros (Ga 5,13).
Estar libre de la ley es tener la posibilidad de una nueva relación con Dios en Cristo, no dependiente de las obras humanas incapaces de dar la salvación. Por eso, Cristo cambia el estado del hombre y la condición fundamental del hombre, al abolir la ley antigua.
(Contrapuesto a esto está la noción de esclavitud, que no podemos ver).
También, une la libertad a los acontecimientos centrales de la Muerte y Resurrección de Cristo: Así pues, hermanos míos, también vosotros quedasteis muertos respecto de la ley por el cuerpo de Cristo, para pertenecer a otro: a aquel que fue resucitado de entre los muertos, a fin de que fructificáramos para Dios… (Ro 7,4). Mas, al presente, hemos quedado emancipados de la ley, muertos a aquello que nos tenía aprisionados, de modo que sirvamos con un espíritu nuevo y no con la letra vieja… (Ro 7,6). Porque la ley del espíritu que da la vida en Cristo Jesús te liberó de la ley del pecado y de la muerte (Ro 8,2). Es de notar también como une libertad a conceptos tan importantes como fe y Espíritu.
III. El estado de libertad
Por todo esto, vemos que la libertad no es un dato secundario. Son los actos salvadores de Cristo los que obtienen la constitución de un estado de libertad para el cristiano, ya que lo libera de la ley mosaica, del pecado y de la muerte. Libertad en San Pablo no es una noción de segundo orden en su pensamiento. Esto se aplica tanto «al estar libres de» diversas constricciones (Encogimientos, impedimentos …), cuanto al «ser libres» o estado de libertad.
La libertad subraya la independencia de cualquier cosa que no sea Cristo para conseguir la salvación. Y señala también una situación de plenitud.
Hay que decir también que cuando se afirma la libertad y que el cristiano es libre, se está insinuando un comportamiento en consonancia con ese estado. Intensifica aun más el aspecto activo del comportamiento cristiano, evidentemente, en libertad. El cristiano libre, no se busca a sí mismo, sino que sirve a los demás por amor.
El Señor Muerto y Resucitado es el único Liberador. A Cristo se refieren todas las razones de libertad.
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Una parte esencial de nuestro ministerio sacerdotal, religioso y apostólico es llevar a los hombres y mujeres de nuestro tiempo al goce pleno de la libertad que Cristo por su Muerte y Resurrección nos trajo.
Para ello debemos seguir trabajando sobre nosotros mismos. Así como, por gracia de Dios, los que nos visitan suelen quedar reconfortados por el ejemplo de alegría que damos, que también siempre demos ejemplo de vivir en la plena libertad de los hijos de Dios.
Haremos esto, en tanto y en cuanto, seamos cada vez más dóciles a la acción del Espíritu Santo, porque: El Señor es Espíritu, y donde está el Espíritu del Señor allí está la libertad (2Cor 3, 17). Porque consideradas todas las cosas: no está en palabras el Reino de Dios, sino en el poder (1Cor 4, 20), o sea, en cumplir la voluntad de Dios, dice Santo Tomás, que es lo mismo que decir ser santos. Y la santidad se identifica con la libertad, y la libertad con la santidad «Ya por aquí no hay camino, que para el justo no hay ley»[2], ¿por qué? porque «Ama y haz lo que quieras»[3].