Fundamento:
- La Misa es infinita como Jesús.
«La Misa es infinita como Jesús… pregúntenle a un Ángel lo que es la Misa, y él les contestará, en verdad yo entiendo lo que es y por qué se ofrece, mas sin embargo, no puedo entender cuánto valor tiene. Un Ángel, mil Ángeles, todo el Cielo, saben esto y piensan así», enseña San Pío de Pietrelcina.
Porque la Misa es de valor infinito es inabarcable, adecuadamente, por el entendimiento humano. Por eso, al mismo tiempo, el menor conocimiento que tengamos de ella, por ser tan grande su valor, confiere al alma una perfección máxima, como enseña Santo Tomás sobre el conocimiento de Dios: «Habiendo persuadido Simónides a cierto hombre de dejar el conocimiento divino y aplicar el ingenio a las cosas humanas, diciendo que el hombre debe saber lo humano y lo mortal el que es mortal, contra él dice el Filósofo que el hombre debe lanzarse tanto cuanto puede a las cosas inmortales y divinas.
Por eso dice en el XI de Animalibus que, aunque sea poco lo que percibimos de las sustancias superiores, sin embargo eso tan pequeño es más amado y deseado que todo el conocimiento que tenemos de las sustancias inferiores.
También dice en el II de Caelo et Mundo que, cuando las cuestiones sobre los cuerpos celestes se pueden resolver con una solución lógica y breve, quien lo escucha experimenta un gozo vehemente.
Por todo lo cual se hace manifiesto que cualquier imperfecto conocimiento de las cosas nobilísimas confiere al alma una perfección máxima»[1].
- Participación.
¡Participación! Se aprende la participación en la Santa Misa, participando en la misma. Esa es la mejor escuela. Por eso, «debe fomentarse»[2].
Cipriano Vagaggini, O.S.B., afirma que «Justamente la constitución del concilio Vaticano II [Sacrosanctum Concilium], insiste repetidamente sobre este concepto de participación plena, como meta, tanto de la pastoral litúrgica[3] cuanto de la misma reforma litúrgica[4]», siendo como una letanía de la participación.
Allí se nos habla de: Liturgia, cumbre y fuente de la vida eclesial
«10. No obstante, la Liturgia es la cumbre a la cual tiende la actividad de la Iglesia y al mismo tiempo la fuente de donde mana toda su fuerza. Pues los trabajos apostólicos se ordenan a que, una vez hechos hijos de Dios por la fe y el bautismo, todos se reúnan para alabar a Dios en medio de la Iglesia, participen en el sacrificio y coman la cena del Señor. Por su parte, la Liturgia misma impulsa a los fieles a que, saciados “con los sacramentos pascuales”, sean “concordes en la piedad”; ruega a Dios que “conserven en su vida lo que recibieron en la fe”, y la renovación de la Alianza del Señor con los hombres en la Eucaristía enciende y arrastra a los fieles a la apremiante caridad de Cristo. Por tanto, de la Liturgia, sobre todo de la Eucaristía, mana hacia nosotros la gracia como de su fuente y se obtiene con la máxima eficacia aquella santificación de los hombres en Cristo y aquella glorificación de Dios, a la cual las demás obras de la Iglesia tienden como a su fin».
Liturgia y ejercicios piadosos
«12. Con todo, la participación en la sagrada Liturgia no abarca toda la vida espiritual. En efecto, el cristiano, llamado a orar en común, debe, no obstante, entrar también en su cuarto para orar al Padre en secreto; más aún, debe orar sin tregua, según enseña el Apóstol. Y el mismo Apóstol nos exhorta a llevar siempre la mortificación de Jesús en nuestro cuerpo, para que también su vida se manifieste en nuestra carne mortal. Por esta causa pedimos al Señor en el sacrificio de la Misa que, “recibida la ofrenda de la víctima espiritual”, haga de nosotros mismos una “ofrenda eterna” para Sí».
- Necesidad de las disposiciones personales en la participación.
- Debe ser plena: Participación plena es cuando se da en grado eminente y total, no parcial.
«14. La santa madre Iglesia desea ardientemente que se lleve a todos los fieles a aquella participación plena, consciente y activa en las celebraciones litúrgicas que exige la naturaleza de la Liturgia misma y a la cual tiene derecho y obligación, en virtud del bautismo, el pueblo cristiano, “linaje escogido sacerdocio real, nación santa, pueblo adquirido” (1Pe 2,9; cf. 1Pe 2,4-5). Al reformar y fomentar la sagrada Liturgia hay que tener muy en cuenta esta plena y activa participación de todo el pueblo, porque es la fuente primaria y necesaria de donde han de beber los fieles el espíritu verdaderamente cristiano, y por lo mismo, los pastores de almas deben aspirar a ella con diligencia en toda su actuación pastoral, por medio de una educación adecuada. Y como no se puede esperar que esto ocurra, si antes los mismos pastores de almas no se impregnan totalmente del espíritu y de la fuerza de la Liturgia y llegan a ser maestros de la misma, es indispensable que se provea antes que nada a la educación litúrgica del clero».
«41. El Obispo debe ser considerado como el gran sacerdote de su grey, de quien deriva y depende, en cierto modo, la vida en Cristo de sus fieles.
Por eso, conviene que todos tengan en gran aprecio la vida litúrgica de la diócesis en torno al Obispo, sobre todo en la Iglesia catedral; persuadidos de que la principal manifestación de la Iglesia se realiza en la participación plena y activa de todo el pueblo santo de Dios en las mismas celebraciones litúrgicas, particularmente en la misma Eucaristía, en una misma oración, junto al único altar donde preside el Obispo, rodeado de su presbiterio y ministros».
- Debe ser consciente: Es cuando hay comprensión de los ritos, de las oraciones y cantos, cuando se comprenden los significados litúrgicos, cuando se presta atención a lo que ocurre en el altar, en la sede, en el ambón y en la asamblea. Se opone a un obrar inconsciente e irresponsable.
«11. Mas, para asegurar esta plena eficacia es necesario que los fieles se acerquen a la sagrada Liturgia con recta disposición de ánimo, pongan su alma en consonancia con su voz y colaboren con la gracia divina, para no recibirla en vano. Por esta razón, los pastores de almas deben vigilar para que en la acción litúrgica no sólo se observen las leyes relativas a la celebración válida y lícita, sino también para que los fieles participen en ella consciente, activa y fructuosamente».
«14. La santa madre Iglesia desea ardientemente que se lleve a todos los fieles a aquella participación plena, consciente y activa en las celebraciones litúrgicas que exige la naturaleza de la Liturgia misma y a la cual tiene derecho y obligación, en virtud del bautismo, el pueblo cristiano, “linaje escogido sacerdocio real, nación santa, pueblo adquirido” (1Pe 2,9; cf. 1Pe 2,4-5)» y en: «48. Por tanto, la Iglesia, con solícito cuidado, procura que los cristianos no asistan a este misterio de fe como extraños y mudos espectadores, sino que comprendiéndolo bien a través de los ritos y oraciones, participen conscientes, piadosa y activamente…».
- Debe ser interna y externa: la participación externa es el uso de los gestos, palabras, silencios, canto, actitudes corporales, las procesiones, leer, lenguaje, adaptación, el saludo de la paz, el comulgar la Víctima del sacrificio… (No puede ser exclusivamente externa); la interna son las disposiciones interiores del participante como el pensar, el querer, el rezar, los actos de virtud, el ofrecimiento de la Víctima divina y las víctimas espirituales propias y de los demás miembros del Cuerpo Místico (No puede ser exclusivamente interna). Su divorcio lo condena Dios por el profeta Isaías: «Este pueblo me alaba con sus labios, pero su corazón están lejos de mí» (Is 29, 13; Mt 15,8; Mc 7,6).
«19. Los pastores de almas fomenten con diligencia y paciencia la educación litúrgica y la participación activa de los fieles, interna y externa, conforme a su edad, condición, género de vida y grado de cultura religiosa, cumpliendo así una de las funciones principales del fiel dispensador de los misterios de Dios y, en este punto, guíen a su rebaño no sólo de palabra, sino también con el ejemplo».
- Debe ser activa (unas catorce veces): Cuando se unen la participación interna y externa, dejando de lado toda pasividad. Es la reina de las participaciones.
«11. Mas, para asegurar esta plena eficacia es necesario que los fieles se acerquen a la sagrada Liturgia con recta disposición de ánimo, pongan su alma en consonancia con su voz y colaboren con la gracia divina, para no recibirla en vano. Por esta razón, los pastores de almas deben vigilar para que en la acción litúrgica no sólo se observen las leyes relativas a la celebración válida y lícita, sino también para que los fieles participen en ella consciente, activa y fructuosamente».
«14. La santa madre Iglesia desea ardientemente que se lleve a todos los fieles a aquella participación plena, consciente y activa en las celebraciones litúrgicas que exige la naturaleza de la Liturgia misma y a la cual tiene derecho y obligación, en virtud del bautismo, el pueblo cristiano, “linaje escogido sacerdocio real, nación santa, pueblo adquirido” (1Pe 2,9; cf. 1Pe 2,4-5). Al reformar y fomentar la sagrada Liturgia hay que tener muy en cuenta esta plena y activa participación de todo el pueblo…».
«19. Los pastores de almas fomenten con diligencia y paciencia la educación litúrgica y la participación activa de los fieles, interna y externa…».
«27. Siempre que los ritos, cada cual según su naturaleza propia, admitan una celebración comunitaria, con asistencia y participación activa de los fieles, incúlquese que hay que preferirla, en cuanto sea posible, a una celebración individual y casi privada. Esto vale, sobre todo, para la celebración de la Misa, quedando siempre a salvo la naturaleza pública y social de toda Misa, y para la administración de los Sacramentos».
«30. Para promover la participación activa se fomentarán las aclamaciones del pueblo, las respuestas, la salmodia, las antífonas, los cantos y también las acciones o gestos y posturas corporales. Guárdese, además, a su debido tiempo, un silencio sagrado».
«41. El Obispo debe ser considerado como el gran sacerdote de su grey, de quien deriva y depende, en cierto modo, la vida en Cristo de sus fieles. Por eso, conviene que todos tengan en gran aprecio la vida litúrgica de la diócesis en torno al Obispo, sobre todo en la Iglesia catedral; persuadidos de que la principal manifestación de la Iglesia se realiza en la participación plena y activa de todo el pueblo santo de Dios en las mismas celebraciones litúrgicas, particularmente en la misma Eucaristía, en una misma oración, junto al único altar donde preside el Obispo, rodeado de su presbiterio y ministros».
«48. Por tanto, la Iglesia, con solícito cuidado, procura que los cristianos no asistan a este misterio de fe como extraños y mudos espectadores, sino que comprendiéndolo bien a través de los ritos y oraciones, participen conscientes, piadosa y activamente en la acción sagrada…».
«50. Revísese el ordinario de la misa, de modo que se manifieste con mayor claridad el sentido propio de cada una de las partes y su mutua conexión y se haga más fácil la piadosa y activa participación de los fieles».
«114. Consérvese y cultívese con sumo cuidado el tesoro de la música sacra. Foméntense diligentemente las “Scholae cantorum”, sobre todo en las iglesias catedrales. Los Obispos y demás pastores de almas procuren cuidadosamente que en cualquier acción sagrada con canto, toda la comunidad de los fieles pueda aportar la participación activa que le corresponde, a tenor de los artículos 28 y 30.
«121. Los compositores verdaderamente cristianos deben sentirse llamados a cultivar la música sacra y a acrecentar su tesoro. Compongan obras que presenten las características de verdadera música sacra y que no sólo puedan ser cantadas por las mayores “Scholae cantorum”, sino que también estén al alcance de los coros más modestos y fomenten la participación activa de toda la asamblea de los fieles».
«124. Los ordinarios, al promover y favorecer un arte auténticamente sacro, busquen más una noble belleza que la mera suntuosidad. Esto se ha de aplicar también a las vestiduras y ornamentación sagrada.
Procuren cuidadosamente los Obispos que sean excluidas de los templos y demás lugares sagrados aquellas obras artísticas que repugnen a la fe, a las costumbres y a la piedad cristiana y ofendan el sentido auténticamente religioso, ya sea por la depravación de las formas, ya sea por la insuficiencia, la mediocridad o la falsedad del arte.
Al edificar los templos, procúrese con diligencia que sean aptos para la celebración de las acciones litúrgicas y para conseguir la participación activa de los fieles».
- Debe ser fructífera: Cuando se alcanzan los fines de la Redención y no se es estéril.
«11. Mas, para asegurar esta plena eficacia es necesario que los fieles se acerquen a la sagrada Liturgia con recta disposición de ánimo, pongan su alma en consonancia con su voz y colaboren con la gracia divina, para no recibirla en vano. Por esta razón, los pastores de almas deben vigilar para que en la acción litúrgica no sólo se observen las leyes relativas a la celebración válida y lícita, sino también para que los fieles participen en ella consciente, activa y fructuosamente».
- Debe ser más perfecta: «55. Se recomienda especialmente la participación más perfecta en la misa, la cual consiste en que los fieles, después de la comunión del sacerdote, reciban del mismo sacrificio el Cuerpo del Señor. Manteniendo firmes los principios dogmáticos declarados por el Concilio de Trento, la comunión bajo ambas especies puede concederse en los casos que la Sede Apostólica determine, tanto a los clérigos y religiosos como a los laicos, a juicio de los Obispos, como, por ejemplo, a los ordenados, en la Misa de su sagrada ordenación; a los profesos, en la Misa de su profesión religiosa; a los neófitos, en la Misa que sigue al bautismo». (Lumen gentium, 11).
- Debe ser actual: Cuando se hace aquí y ahora lo que hay que hacer.
«26. Las acciones litúrgicas no son acciones privadas, sino celebraciones de la Iglesia, que es “sacramento de unidad”, es decir, pueblo santo congregado y ordenado bajo la dirección de los Obispos. Por eso pertenecen a todo el cuerpo de la Iglesia, influyen en él y lo manifiestan; pero cada uno de los miembros de este cuerpo recibe un influjo diverso, según la diversidad de órdenes, funciones y participación actual».
- Debe ser fácil: No debe ser ni complicada, ni confusa. El pueblo fiel debe poder comprenderlas.
«21. Para que en la sagrada Liturgia el pueblo cristiano obtenga con mayor seguridad gracias abundantes, la santa madre Iglesia desea proveer con solicitud a una reforma general de la misma Liturgia… En esta reforma, los textos y los ritos se han de ordenar de manera que expresen con mayor claridad las cosas santas que significan y, en lo posible, el pueblo cristiano pueda comprenderlas fácilmente y participar en ellas por medio de una celebración plena, activa y comunitaria».
«79. Revísense los sacramentales teniendo en cuanta la norma fundamental de la participación consciente, activa y fácil de los fieles, y atendiendo a las necesidades de nuestros tiempos».
«43…los textos y los ritos se han de ordenar de manera que expresen con mayor claridad las cosas santas que significan y, en lo posible, el pueblo cristiano pueda comprenderlas fácilmente…».
« 50. Revísese el ordinario de la misa, de modo que se manifieste con mayor claridad el sentido propio de cada una de las partes y su mutua conexión y se haga más fácil la piadosa y activa participación de los fieles».
- Debe ser piadosa: Tiene que elevar el alma hacia Dios.
«50. Revísese el ordinario de la misa, de modo que se manifieste con mayor claridad el sentido propio de cada una de las partes y su mutua conexión y se haga más fácil la piadosa y activa participación de los fieles».
«48. Por tanto, la Iglesia, con solícito cuidado, procura que los cristianos no asistan a este misterio de fe como extraños y mudos espectadores, sino que comprendiéndolo bien a través de los ritos y oraciones, participen conscientes, piadosa y activamente en la acción sagrada…».
- Debe ser con toda el alma: Debe ser una participación con todo nuestro ser.
«17. En los seminarios y casas religiosas, los clérigos deben adquirir una formación litúrgica de la vida espiritual, por medio de una adecuada iniciación que les permita comprender los sagrados ritos y participar en ellos con toda el alma, sea celebrando los sagrados misterios, sea con otros ejercicios de piedad penetrados del espíritu de la sagrada Liturgia; aprendan al mismo tiempo a observar las leyes litúrgicas, de modo que en los seminarios e institutos religiosos la vida esté totalmente informada de espíritu litúrgico».
- Debe ser adaptada: Tiene en cuenta los tres grados del Orden Sagrado, las funciones de cada ministro y el de cada miembro en el momento presente.
«26. Las acciones litúrgicas no son acciones privadas, sino celebraciones de la Iglesia, que es “sacramento de unidad”, es decir, pueblo santo congregado y ordenado bajo la dirección de los Obispos. Por eso pertenecen a todo el cuerpo de la Iglesia, influyen en él y lo manifiestan; pero cada uno de los miembros de este cuerpo recibe un influjo diverso, según la diversidad de órdenes, funciones y participación actual».
Y debe conformarse a: «19. Los pastores de almas fomenten con diligencia y paciencia la educación litúrgica y la participación activa de los fieles, interna y externa, conforme a su edad, condición, género de vida y grado de cultura religiosa…».
- Debe ser clara: Debe ser fácil de comprender, no oscuro o ininteligible.
«34. Los ritos deben resplandecer con noble sencillez; deben ser breves, claros, evitando las repeticiones inútiles, adaptados a la capacidad de los fieles y, en general, no deben tener necesidad de muchas explicaciones».
«21. Para que en la sagrada Liturgia el pueblo cristiano obtenga con mayor seguridad gracias abundantes, la santa madre Iglesia desea proveer con solicitud a una reforma general de la misma Liturgia. Porque la Liturgia consta de una parte que es inmutable por ser la institución divina, y de otras partes sujetas a cambio, que en el decurso del tiempo pueden y aún deben variar, si es que en ellas se han introducido elementos que no responden bien a la naturaleza íntima de la misma Liturgia o han llegado a ser menos apropiados.
En esta reforma, los textos y los ritos se han de ordenar de manera que expresen con mayor claridad las cosas santas que significan y, en lo posible, el pueblo cristiano pueda comprenderlas fácilmente y participar en ellas por medio de una celebración plena, activa y comunitaria».
« 50. Revísese el ordinario de la misa, de modo que se manifieste con mayor claridad el sentido propio de cada una de las partes y su mutua conexión y se haga más fácil la piadosa y activa participación de los fieles».
- Debe ser en toda la Misa: No sólo en una parte de la Misa.
«56. Las dos partes de que costa la Misa, a saber: la Liturgia de la palabra y la Eucaristía, están tan íntimamente unidas que constituyen un solo acto de culto. Por esto el Sagrado Sínodo exhorta vehemente a los pastores de almas para que en la catequesis instruyan cuidadosamente a los fieles acerca de la participación en toda la misa, sobre todo los domingos y fiestas de precepto».
- Debe ser comunitaria: Está muy lejos de todo narcisismo individualista.
«43…los textos y los ritos se han de ordenar de manera que expresen con mayor claridad las cosas santas que significan y, en lo posible, el pueblo cristiano pueda comprenderlas fácilmente y participar en ellas por medio de una celebración plena, activa y comunitaria».
- Debe ser en toda la comunidad: Debe tratar de involucrar a todos los presentes.
«114. Consérvese y cultívese con sumo cuidado el tesoro de la música sacra. Foméntense diligentemente las “Scholae cantora”, sobre todo en las iglesias catedrales. Los Obispos y demás pastores de almas procuren cuidadosamente que en cualquier acción sagrada con canto, toda la comunidad de los fieles pueda aportar la participación activa que le corresponde…».
- Debe ser también en el Oficio: La Liturgia de las Horas debe ser una expresión comunitaria.
«100. Procuren los pastores de almas que las Horas principales, especialmente las Vísperas, se celebren comunitariamente en la Iglesia los domingos y fiestas más solemnes. Se recomienda, asimismo, que los laicos recen el Oficio divino o con los sacerdotes o reunidos entre sí e inclusive en particular».
- Debe restablecerse la «Oración común»: «53. Restablézcase la «oración común» o de los fieles después del Evangelio y la homilía, principalmente los domingos y fiestas de precepto, para que con la participación del pueblo se hagan súplicas por la santa Iglesia, por los gobernantes, por los que sufren cualquier necesidad, por todos los hombres y por la salvación del mundo entero».
Todo lo dicho es muy cierto, pero es muy descarnado. Para comprenderlo más adecuadamente hay que tomar siempre renovada conciencia que la Misa es el mismo Jesucristo que se hace presente para ser adorado, para ser místicamente sacrificado, para ser ofrecido al Padre, para ser comido por nosotros, para que nos unamos a Él y a toda la Trinidad y entre nosotros. Así que la participación es Él y nosotros. Hay fuego en nuestros altares y hay Sangre.
Es Él quien obra ex opere operato para producir para nosotros la redención que ofreció en la cruz dándonos todo género de abundantes gracias, como enseña el Catecismo de la Iglesia Católica: «1128. Tal es el sentido de la siguiente afirmación de la Iglesia (cf. Concilio de Trento: DS 1608): los sacramentos obran ex opere operato (según las palabras mismas del Concilio: “por el hecho mismo de que la acción es realizada”), es decir, en virtud de la obra salvífica de Cristo, realizada de una vez por todas. De ahí se sigue que “el sacramento no actúa en virtud de la justicia del hombre que lo da o que lo recibe, sino por el poder de Dios” (Santo Tomás de Aquino[5]). En consecuencia, siempre que un sacramento es celebrado conforme a la intención de la Iglesia, el poder de Cristo y de su Espíritu actúa en él y por él, independientemente de la santidad personal del ministro. Sin embargo, los frutos de los sacramentos dependen también de las disposiciones del que los recibe». Y esos somos nosotros que obramos ex opere operantis dependiendo de nuestras buenas disposiciones el que alcancemos el fruto. De modo bien entendido, la participación en la Misa es un tema vital entre Él y nosotros.
De vez en cuando, deberíamos hacer un examen de conciencia sobre cómo actuamos las distintas formalidades de la participación, qué debemos corregir, cómo debemos corregir, poniendo todos los medios eficaces para adquirir una correcta participación en los excelsos misterios de nuestra Salvación.