1. La paloma.
Una de las simbologías del Espíritu Santo es la paloma: Cuando Cristo sale del agua de su bautismo, el Espíritu Santo, en forma de paloma, baja y se posa sobre él. El Espíritu desciende y reposa en el corazón purificado de los bautizados. En algunos templos, la santa Reserva eucarística se conservan un receptáculo metálico en forma de paloma -el columarium-, suspendido por encima del altar. El símbolo de la paloma para sugerir al Espíritu Santo es tradicional en la iconografía cristiana. Dice San Agustín: «la paloma es el símbolo de la sencillez o del amor inocente»1 .
“¡Qué artista es el Espíritu Santo!: Instruye en un instante, y enseña todo lo que quiere. Desde que está en contacto con la inteligencia, ilumina; su solo contacto es la ciencia misma. Y desde que ilumina cambia el corazón.” (San Gregorio Magno.)
2. El Viento.
En griego el término «Espíritu» se traduce con la palabra «Pneuma».
El término «Espíritu» traduce el término hebreo «Ruah», que en su primera acepción significa soplo, aire, viento.
Jesús utiliza precisamente la imagen sensible del viento para sugerir a Nicodemo la novedad trascendente del que es personalmente el Soplo de Dios, el Espíritu divino: «El viento sopla donde quiere y tu puedes escuchar el sonido y ver lo que hace, pero tu no puedes saber ni de donde viene ni a donde va» (Jn 3, 8).
EL VIENTO ES…
El que en esos jirones intrépidos
te lleva hacia donde no querés;
y mueve el alma a experimentar
el encanto de las alturas.
-¡Sopla con fuerza!
Para que más avance
y pruebe en la contienda la virtud.
– ¡Sopla en las partes más áridas!
Que en la aridez se encuentra la cruz
y en la cruz el gozo del espíritu.
3. El Fuego.
El fuego simboliza la energía transformadora de los actos del Espíritu Santo. El profeta Elías que surgió como el fuego y cuya palabra abrasaba como antorcha» (Si 48, 1), con su oración, atrajo el fuego del cielo sobre el sacrificio del Monte Carmelo (cfr. I Re 18, 38-39). Así, el fuego, figura del Espíritu Santo, transforma lo que toca.
San Juan Bautista anunciará al Señor Jesús como el que bautizará en el Espíritu Santo y el fuego» (Lc 1, 17).
Y, en forma de lenguas «como de fuego» se posó el Espíritu Santo sobre la Virgen María y los Apóstoles la mañana de Pentecostés y los llenó de él (Hech 2, 3-4).
Al igual que el fuego, «amando a Dios nos elevamos, subimos a El» (San Agustín, Enarrat. in Ps. 119,8) El ascenso, en el sentido espiritual, es aprovechamiento, mejora y progreso. «¿Qué significa ascender en el corazón? Crecer en el camino a Dios» (San Agustín, Enarrat. in Ps. 122,2; 83,10)
La gracia divina obra estas elevaciones, pues la terrena pesadez de nuestro espíritu solo puede vencerse con la fuerza de lo alto. (Idem). El fuego significa el ardor de la caridad.
EL FUEGO ES…
El que en sus llamas huidizas
te quema en donde no quieres
y te lleva a ofrecer tu nada plenamente.
– “¡Fuego he venido a traer!
¿y tú no quieres arder?”
– Fuego, quema este corazón, suavemente
y que el Viento con su soplo lo acreciente
que en el incendio se encuentre la alegría
y en la alegría, la paz del espíritu.
4. El Amor.
¿Quién es el Viento y el Fuego? Es el Amor:
Dice San Agustín sobre cómo mueve el verdadero amor: «Como el amor impuro inflama el alma, y la mueve a desear lo terreno y a perecer abrazado con lo perecedero, y la precipita en lo bajo y la sumerge en lo hondo, así el amor santo la levanta a cosas superiores, y la enardece con el deseo de las eternas, y la excita a buscar lo que no pasa ni muere, y de lo profundo del abismo lo levanta al cielo. Pues todo amor despliega su fuerza, ni puede estar ocioso en el ánimo del amante, sino forzosamente la pone en movimiento.» (San Agustín, Enarrat. in Ps. 121,1)
“Dios es Amor” (1 Jn 4, 8.16) y el Amor que es el primer don, contiene todos los demás. Este amor “Dios lo ha derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado” (Rom 5, 5)
EL AMOR ES…
El que en esos encuentros sorprendentes
te empuja a realizar lo que no comprendes;
el que te impulsa y alienta a caminar;
es en la tierra
el punto de encuentro con el cielo.
El Viento es el que te lleva a amar,
el Fuego a gritar: ¡Padre! ¡Abbá!
El Amor a dar la vida
por el que la dio sin medida.
Viento, Amor y Fuego,
es en definitiva,
el castigo de mis yerros.
«Hemos visto la verdadera Luz, hemos recibido el Espíritu celestial, hemos encontrado la verdadera fe: adoramos la Trinidad indivisible porque ella nos ha salvado.» (Liturgia bizantina, Tropario de Vísperas de Pentecostés).
1 In Io. ev. tr. 6,3.