DIÁLOGO EN HONOR A SAN CAYETANO
A) Diálogo
Queridos hermanos y hermanas:
Una vez más San Cayetano nos ha reunido el día de su fiesta para acercarnos a Dios. Hemos venido a pedir PAN y TRABAJO para nuestras familias y lo haremos con aquella confianza en la Divina Providencia, que caracterizó la vida de San Cayetano y que él tanto recomendó repitiendo las palabras del Señor: «Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá. Porque todo el que pide recibe; el que busca, encuentra; y al que llama, se le abrirá» (Mt 7, 8). Ahora bien, el secreto para ser escuchados es el que nos dio Nuestro Señor: «Buscad primero el Reino de Dios y su justicia y todo lo demás se os dará por añadidura» (Mt 6, 33).
Este año haremos nuestra procesión dialogando entre nosotros sobre la vida en Cristo, vale decir sobre nuestra vida cristiana, que ha de ser una búsqueda incansable del Reino de Dios y su justicia. Para ello seguiremos la primera sección de tercera parte del CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA, promulgado por el Papa Juan Pablo II el 11 de noviembre de 1992.
La vida en Cristo es la vida del hombre que tiene una dignidad del todo particular por haber sido creado a imagen y semejanza de Dios, y por haber sido llamado a la gloria eterna. La vida en Cristo es la vida del hombre restaurado por la muerte y resurrección de Jesucristo. Es la vida del hombre que tiene un destino trascendente y que tiene que ir trabajando por su salvación en su paso por la tierra. La vida en Cristo, que se nos da por la gracia, es semilla y fermento que obra poderosamente en este mundo haciendo que el hombre reconozca su dignidad, que viva el espíritu de las bienaventuranzas y utilice adecuadamente su libertad de tal manera que, creciendo en el ejercicio de las virtudes morales y teologales, y en docilidad al Espíritu Santo, responda de modo eficaz al llamado universal a la santidad y obtenga la salvación eterna.
En esta procesión vamos a pedir:
• por todos aquellos que no conocen a Dios;
• por los que viven como si Dios no existiera;
• por las misiones y los misioneros que trabajan en lugares donde todavía no se ha anunciado el Evangelio;
• pidamos también para que nuestras almas jamás estén desnutridas espiritualmente padeciendo hambre de Dios por desconocer el sentido y fin último de nuestra vida;
• por los que no tienen trabajo, para que no se desalienten y pongan su confianza en la Divina Providencia, buscando en primer lugar el Reino de Dios y su justicia.
Iª parte:
LA DIGNIDAD DE LA PERSONA HUMANA
1. Pareciera que en nuestro siglo, en los umbrales del tercer milenio, la humanidad ha tomado una mayor conciencia de la propia dignidad; no obstante, las guerras y las injusticias, la pobreza, la desocupación, el hambre y la falta de trabajo se muestran como una sombra y una resistencia del hombre a reconocer y aceptar esa dignidad. ¿Qué nos dice la tradición de la Iglesia acerca de la dignidad del hombre?
El Papa San Léon decía:/ «Cristiano, reconoce tu dignidad./ Puesto que ahora participas de la naturaleza divina,/ no degeneres volviendo a la bajeza de tu vida pasada./ Recuerda a qué Cabeza perteneces/ y de qué Cuerpo eres miembro./ Acuérdate de que has sido arrancado del poder de las tinieblas/ para ser trasladado a la luz del Reino de Dios” (CATIC 1691).
2. ¿En qué consiste la dignidad de la persona humana?
La dignidad de la persona humana/ está enraizada en su creación a imagen y semejanza de Dios;/ se realiza en su vocación a la bienaventuranza divina./ Corresponde al ser humano llegar libremente a esta realización (CATIC 1700).
3. ¿Cómo alcanza la persona esta dignidad?
Por sus actos deliberados,/ la persona humana se conforma,/ o no se conforma,/ al bien prometido por Dios/ y atestiguado por la conciencia moral./ Los seres humanos se edifican a sí mismos/ y crecen desde el interior:/ hacen de toda su vida sensible y espiritual/ un material de su crecimiento./ Con la ayuda de la gracia crecen en la virtud,/ evitan el pecado/ y, si lo han cometido/ recurren como el hijo pródigo a la misericordia de nuestro Padre del cielo./ Así acceden a la perfección de la caridad (CATIC 1700).
4. ¿Quién le enseña al hombre esta dignidad?
«Cristo, el nuevo Adán,/ en la misma revelación del misterio del Padre/ y de su amor,/ manifiesta plenamente el hombre/ al propio hombre y le descubre la grandeza de su vocación» ./ En Cristo,/ «imagen del Dios invisible»/ (Col 1,15; cf. 2 Co 4, 4), el hombre ha sido creado «a imagen y semejanza» del Creador./ En Cristo,/ redentor y salvador,/ la imagen divina alterada en el hombre por el primer pecado/ ha sido restaurada en su belleza original/ y ennoblecida con la gracia de Dios (CATIC 1701).
5. ¿Cómo vive el hombre su dignidad?
Mediante su razón,/ el hombre conoce la voz de Dios/ que le impulsa «a hacer el bien y a evitar el mal». / Todo hombre debe seguir esta ley que resuena en la conciencia/ y que se realiza en el amor de Dios y del prójimo./ El ejercicio de la vida moral/ proclama la dignidad de la persona humana (CATIC 1706).
6. ¿Cómo mancha el hombre su dignidad?
«El hombre,/ persuadido por el Maligno,/ abusó de su libertad,/ desde el comienzo de la historia» ./ Sucumbió a la tentación/ y cometió el mal./ Conserva el deseo del bien,/ pero su naturaleza lleva la herida del pecado original./ Ha quedado inclinado al mal y sujeto al error./ «De ahí que el hombre esté dividido en su interior./ Por esto,/ toda vida humana,/ singular o colectiva,/ aparece como una lucha, ciertamente dramática,/ entre el bien y el mal,/ entre la luz y las tinieblas» (CATIC 1707).
7. ¿Quién le devuelve al ser humano su dignidad?
Jesucristo./ Por su pasión,/ Cristo nos libró de Satán y del pecado./ Nos mereció la vida nueva en el Espíritu Santo./ Su gracia restaura en nosotros/ lo que el pecado había deteriorado (CATIC 1708).
8. ¿Qué nos propone la predicación de Nuestro Señor Jesucristo?
Las bienaventuranzas/ están en el centro de la predicación de Jesús./ Con ellas/ Jesús recoge las promesas hechas al pueblo elegido desde Abraham;/ pero las perfecciona/ ordenándolas no sólo a la posesión de una tierra,/ sino al Reino de los cielos (CATIC 1716).
9. ¿Cuáles son las bienaventuranzas que nos invitan a ser santos en el uso de las cosas de la tierra?
– «Bienaventurados los pobres de espíritu,/ porque de ellos es el Reino de los cielos»./
– «Bienaventurados los mansos,/ porque ellos poseerán en herencia la tierra»./
– «Bienaventurados los que lloran,/ porque ellos serán consolados».
10. ¿Cuáles son las bienaventuranzas que nos invitan a ser santos en el trato con los hombres?
– «Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia,/ porque ellos serán saciados»./
– «Bienaventurados los misericordiosos,/ porque ellos alcanzarán misericordia».
11. ¿Cuáles son las bienaventuranzas que nos disponen para ver a Dios?
– «Bienaventurados los limpios de corazón,/ porque ellos verán a Dios»./
– «Bienaventurados los que buscan la paz,/ porque ellos serán llamados hijos de Dios»./
– «Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia,/ porque de ellos es el Reino de los cielos»./
– «Bienaventurados seréis cuando os injurien,/ os persigan y digan con mentira/ toda clase de mal contra vosotros por mi causa./ Alegraos y regocijaos/ porque vuestra recompensa será grande en los cielos» (Cf. Mt 5, 3-12).
12. ¿Por qué Cristo nos propone las bienaventuranzas?
Las bienaventuranzas responden al deseo natural de felicidad. Este deseo es de origen divino: Dios lo ha puesto en el corazón del hombre a fin de atraerlo hacia Él, el único que lo puede satisfacer: «Ciertamente todos nosotros queremos vivir felices, y en el género humano no hay nadie que no dé su asentimiento a esta proposición incluso antes de que sea plenamente enunciada» (CATIC 1718).
13. Las bienaventuranzas, ¿son el último fin del hombre?
Las bienaventuranzas descubren la meta de la existencia humana, el fin último de los actos humanos: Dios nos llama a su propia bienaventuranza. (CATIC 1719).
14. Según esto, ¿para qué fin Dios ha puesto al hombre en el mundo?
Dios nos ha puesto en el mundo para conocerle, servirle y amarle, y así ir al cielo. La bienaventuranza nos hace participar de la naturaleza divina y de la Vida eterna. Con ella, el hombre entra en la gloria de Cristo y en el gozo de la vida trinitaria (CATIC 1721).
15. Vivir las bienaventuranzas, ¿supone una lucha?
La bienaventuranza prometida nos coloca ante opciones morales decisivas. Nos invita a purificar nuestro corazón de sus malvados instintos y a buscar el amor de Dios por encima de todo. Nos enseña que la verdadera dicha no reside ni en la riqueza o el bienestar, ni en la gloria humana o el poder, ni en ninguna obra humana, por útil que sea, como las ciencias, las técnicas y las artes, ni en ninguna criatura, sino sólo en Dios, fuente de todo bien y de todo amor (CATIC 1723).
B) Rezo del Santo Rosario
Pésame Dios mío, y me arrepiento de todo corazón de haberos ofendido, pésame por el infierno que merecí y por el cielo que perdí, pero mucho más me pesa porque pecando ofendí a un Dios tan bueno y tan grande como vos, antes querría haber muerto que haberos ofendido y propongo firmemente no pecar más y evitar todas las ocasiones próximas de pecado. Amén.
En el primer Misterio de Dolor contemplamos: la Agonía de Jesús en el Huerto de los Olivos.
(Un Padrenuestro, diez avemarías y un gloria.)
C) Canto
Himno a San Cayetano
IIª Parte:
LA LIBERTAD DEL HOMBRE
A) Diálogo
16. ¿Cómo ha creado Dios al hombre?
Dios ha creado al hombre racional confiriéndole la dignidad de una persona dotada de la iniciativa y del dominio de sus actos. «Quiso Dios “dejar al hombre en manos de su propia decisión” (Si 15,14), de modo que busque a su Creador sin coacciones y, adhiriéndose a Él, llegue libremente a la plena y feliz perfección» : «El hombre es racional, y por ello semejante a Dios; fue creado libre y dueño de sus actos» . (CATIC 1730).
17. ¿Por qué Dios ha creado libre a la persona humana?
La libertad es el poder, radicado en la razón y en la voluntad, de obrar o de no obrar, de hacer esto o aquello, de ejecutar así por sí mismo acciones deliberadas. Por el libre arbitrio cada uno dispone de sí mismo. La libertad es en el hombre una fuerza de crecimiento y de maduración en la verdad y la bondad. La libertad alcanza su perfección cuando está ordenada a Dios, nuestra bienaventuranza (CATIC 1731).
18. ¿Cómo se hace libre el hombre?
En la medida en que el hombre hace más el bien, se va haciendo también más libre. No hay verdadera libertad sino en el servicio del bien y de la justicia. La elección de la desobediencia y del mal es un abuso de la libertad y conduce a «la esclavitud del pecado» (cf. Rm 6, 7) (CATIC 1733).
19. ¿Es libre quien peca?
La libertad del hombre es finita y falible. De hecho el hombre erró. Libremente pecó. Al rechazar el proyecto del amor de Dios, se engañó a sí mismo y se hizo esclavo del pecado. Esta primera alienación engendró una multitud de alienaciones. La historia de la humanidad, desde sus orígenes, atestigua desgracias y opresiones nacidas del corazón del hombre a consecuencia de un mal uso de la libertad (CATIC 1739).
20. La gracia de Dios, ¿ayuda a nuestra libertad?
La gracia de Cristo no se opone de ninguna manera a nuestra libertad cuando ésta corresponde al sentido de la verdad y del bien que Dios ha puesto en el corazón del hombre. Al contrario, como lo atestigua la experiencia cristiana, especialmente en la oración, a medida que somos más dóciles a los impulsos de la gracia, se acrecientan nuestra íntima verdad y nuestra seguridad en las pruebas, como también ante las presiones y coacciones del mundo exterior. Por el trabajo de la gracia, el Espíritu Santo nos educa en la libertad espiritual para hacer de nosotros colaboradores libres de su obra en la Iglesia y en el mundo (CATIC 1742).
21. ¿Cómo se convierte el hombre en un sujeto moral?
La libertad hace del hombre un sujeto moral. Cuando actúa de manera deliberada, el hombre es, por así decirlo, el padre de sus actos. Los actos humanos, es decir, libremente realizados tras un juicio de conciencia, son calificables moralmente: son buenos o malos (CATIC 1749).
22. ¿De qué depende la moralidad de los actos humanos?
La moralidad de los actos humanos depende:
– del objeto elegido;
– del fin que se busca o la intención;
– de las circunstancias de la acción.
El objeto, la intención y las circunstancias forman las «fuentes» o elementos constitutivos de la moralidad de los actos humanos (CATIC 1750).
23. ¿Cuándo un acto es moralmente bueno?
El acto moralmente bueno supone a la vez la bondad del objeto, del fin y de las circunstancias. Una finalidad mala corrompe la acción, aunque su objeto sea de suyo bueno (como orar y ayunar «para ser visto por los hombres»).
El objeto de la elección puede por sí solo viciar el conjunto de todo el acto. Hay comportamientos concretos –como la fornicación– cuya elección es siempre un error, porque comporta un desorden de la voluntad, es decir, un mal moral (CATIC 1755).
24. ¿Basta la sola intención para que un acto sea bueno?
Es, por tanto, erróneo juzgar de la moralidad de los actos humanos considerando sólo la intención que los inspira o las circunstancias (ambiente, presión social, coacción o necesidad de obrar, etc.) que son su marco. Hay actos que, por sí y en sí mismos, independientemente de las circunstancias y de las intenciones, son siempre gravemente ilícitos por razón de su objeto; por ejemplo, la blasfemia y el perjurio, el homicidio y el adulterio. No está permitido hacer el mal para obtener un bien. (CATIC 1756).
25. Las pasiones, ¿ayudan a la vida moral?
En sí mismas, las pasiones no son buenas ni malas. Sólo reciben calificación moral en la medida en que dependen de la razón y de la voluntad. Las pasiones se llaman voluntarias «o porque están ordenadas por la voluntad, o porque la voluntad no se opone a ellas». Pertenece a la perfección del bien moral o humano el que las pasiones estén reguladas por la razón. (CATIC 1767).
26. Estos sentimientos, ¿deciden la santidad de las personas?
Los sentimientos más profundos no deciden ni la moralidad, ni la santidad de las personas; son el depósito inagotable de las imágenes y de las afecciones en que se expresa la vida moral. Las pasiones son moralmente buenas cuando contribuyen a una acción buena, y malas en el caso contrario. La voluntad recta ordena al bien y a la bienaventuranza los movimientos sensibles que asume; la voluntad mala sucumbe a las pasiones desordenadas y las exacerba. Las emociones y los sentimientos pueden ser asumidos en las virtudes, o pervertidos en los vicios (CATIC 1768).
B) Rezo del Santo Rosario.
En el segundo Misterio contemplamos: la flagelación de Nuestro Señor Jesucristo.
(Un Padrenuestro, diez avemarías y un gloria.)
C) Canto.
Al Corazón benigno de María
1. Al Corazón benigno de María
ven sin tardar, oh pobre pecador.
En su bondad, aquél que se confía
perdón y paz, alcanza del Señor.
2. Tu Corazón, espejo de pureza
no lo empañó la culpa original.
Dios te colmó de gracia y de belleza
para salvar la triste humanidad.
IIIª parte:
LAS VIRTUDES
A) Diálogo.
27. ¿Qué es la virtud?
La virtud es una disposición habitual y firme a hacer el bien. Permite a la persona no sólo realizar actos buenos, sino dar lo mejor de sí misma. Con todas sus fuerzas sensibles y espirituales, la persona virtuosa tiende hacia el bien, lo busca y lo elige a través de acciones concretas (CATIC 1803).
28. ¿Qué son las virtudes humanas?
Las virtudes humanas son actitudes firmes, disposiciones estables, perfecciones habituales del entendimiento y de la voluntad que regulan nuestros actos, ordenan nuestras pasiones y guían nuestra conducta según la razón y la fe. Proporcionan facilidad, dominio y gozo para llevar una vida moralmente buena. El hombre virtuoso es el que practica libremente el bien (CATIC 1804a).
29. ¿Cómo se adquieren las virtudes morales?
Las virtudes morales se adquieren mediante las fuerzas humanas. Son los frutos y los gérmenes de los actos moralmente buenos. Disponen todas las facultades del ser humano para armonizarse con el amor divino (CATIC 1804b).
30. ¿Cuáles son las cuatro virtudes cardinales?
Cuatro virtudes desempeñan un papel fundamental. Por eso se las llama «cardinales»; todas las demás se agrupan en torno a ellas. Estas son la prudencia, la justicia, la fortaleza y la templanza. «¿Amas la justicia? Las virtudes son el fruto de sus esfuerzos, pues ella enseña la templanza y la prudencia, la justicia y la fortaleza» (Sb 8,7). Bajo otros nombres, estas virtudes son alabadas en numerosos pasajes de la Escritura (CATIC 1805).
31. ¿Cómo ayuda la gracia a las virtudes?
Las virtudes humanas adquiridas mediante la educación, mediante actos deliberados, y una perseverancia, mantenida siempre en el esfuerzo, son purificadas y elevadas por la gracia divina. Con la ayuda de Dios forjan el carácter y dan soltura en la práctica del bien. El hombre virtuoso es feliz al practicarlas (CATIC 1810).
32. ¿Qué son las virtudes teologales?
Las virtudes humanas se arraigan en las virtudes teologales que adaptan las facultades del hombre a la participación de la naturaleza divina (cf. 2 Pe 1,4). Las virtudes teologales se refieren directamente a Dios. Disponen a los cristianos a vivir en relación con la Santísima Trinidad. Tienen como origen, motivo y objeto a Dios Uno y Trino (CATIC 1812).
33. ¿Cuáles son sus funciones?
Las virtudes teologales fundan, animan y caracterizan el obrar moral del cristiano. Ordenan hacia Dios y vivifican todas las virtudes morales. Son infundidas por Dios en el alma de los fieles para hacerlos capaces de obrar como hijos suyos y merecer la vida eterna. Son la garantía de la presencia y la acción del Espíritu Santo en las facultades del ser humano. Tres son las virtudes teologales: la fe, la esperanza y la caridad (cf. 1 Co 13,13). (CATIC 1813).
34. ¿Qué es la fe?
La fe es la virtud teologal por la que creemos en Dios y en todo lo que El nos ha dicho y revelado, y que la Santa Iglesia nos propone, porque El es la verdad misma. Por la fe «el hombre se entrega entera y libremente a Dios». Por eso el creyente se esfuerza por conocer y hacer la voluntad de Dios. «El justo vivirá por la fe» (Rm 1,17). La fe viva «actúa por la caridad» (Ga 5,6) (CATIC 1814).
35. ¿Qué es la esperanza?
La esperanza es la virtud teologal por la que aspiramos al Reino de los cielos y a la vida eterna como felicidad nuestra, poniendo nuestra confianza en las promesas de Cristo y apoyándonos no en nuestras fuerzas, sino en los auxilios de la gracia del Espíritu Santo (CATIC 1817).
36. ¿Qué es la caridad?
La caridad es la virtud teologal por la cual amamos a Dios sobre todas las cosas por Él mismo y a nuestro prójimo como a nosotros mismos por amor de Dios (CATIC 1822).
37. ¿Qué hace la caridad de los hijos de Dios?
La práctica de la vida moral animada por la caridad da al cristiano la libertad espiritual de los hijos de Dios. Este no se halla ante Dios como un esclavo, en el temor servil, ni como el mercenario en busca de un jornal, sino como un hijo que responde al amor del «que nos amó primero» (1 Jn 4,19): «O nos apartamos del mal por temor del castigo y estamos en la disposición del esclavo, o buscamos el incentivo de la recompensa y nos parecemos a mercenarios, o finalmente obedecemos por el bien mismo del amor del que manda… y entonces estamos en la disposición de hijos». (CATIC 1828).
38. ¿Cuales son los frutos de la caridad?
La caridad tiene por frutos el gozo, la paz y la misericordia. Exige la práctica del bien y la corrección fraterna; es benevolencia; suscita la reciprocidad; es siempre desinteresada y generosa; es amistad y comunión: «La culminación de todas nuestras obras es el amor. Ese es el fin; para conseguirlo, corremos; hacia él corremos; una vez llegados, en él reposamos» (CATIC 1829).
B) Rezo del Santo Rosario
En el tercer Misterio contemplamos: Jesús es coronado de espinas.
(Un Padrenuestro, diez avemarías y un gloria.)
C) Canto.
Dios de los corazones
Estribillo
Dios de los corazones,
Sublime redentor
Domina las naciones
y enséñales tu amor.
1. Señor Jesucristo
que en la última Pascua
tu sangre divina diste antes de darla
tu cuerpo y tu sangre deseamos con ansias
en donde esta el cuerpo se juntan las águilas.
2. Conocen tu nombre la urbe y el río
la línea que es Pampa y el germen que es trigo,
y cálidas notas de timbre argentino
saludan tu hechura de Dios escondido.
IVª Parte
A)Diálogo
39. ¿Cuál es la primera obra de la gracia del Espíritu Santo?
La primera obra de la gracia del Espíritu Santo es la conversión, que obra la justificación según el anuncio de Jesús al comienzo del Evangelio: «Convertíos porque el Reino de los cielos está cerca» (Mt 4,17). Movido por la gracia, el hombre se vuelve a Dios y se aparta del pecado, acogiendo así el perdón y la justicia de lo alto. «La justificación entraña, por tanto, el perdón de los pecados, la santificación y la renovación del hombre interior» (CATIC 1989).
40. ¿Qué realiza la justificación en el pecador?
La justificación arranca al hombre del pecado que contradice al amor de Dios, y purifica su corazón. La justificación es prolongación de la iniciativa misericordiosa de Dios que otorga el perdón. Reconcilia al hombre con Dios, libera de la servidumbre del pecado y sana (CATIC 1990).
41. ¿Quién nos ha merecido la justificación?
La justificación nos fue merecida por la pasión de Cristo, que se ofreció en la cruz como hostia viva, santa y agradable a Dios y cuya sangre vino a ser instrumento de propiciación por los pecados de todos los hombres. La justificación es concedida por el bautismo, sacramento de la fe. Nos asemeja a la justicia de Dios que nos hace interiormente justos por el poder de su misericordia. Tiene por fin la gloria de Dios y de Cristo, y el don de la vida eterna (CATIC 1992).
42. ¿Por qué decimos que la justificación es obra de la gracia?
Nuestra justificación es obra de la gracia de Dios. La gracia es el favor, el auxilio gratuito que Dios nos da para responder a su llamada: llegar a ser hijos de Dios , hijos adoptivos , partícipes de la naturaleza divina , de la vida eterna (CATIC 1996).
43. ¿Qué es la gracia?
La gracia es una participación en la vida de Dios. Nos introduce en la intimidad de la vida trinitaria: por el Bautismo el cristiano participa de la gracia de Cristo, Cabeza de su Cuerpo. Como «hijo adoptivo» puede ahora llamar «Padre» a Dios, en unión con el Hijo único. Recibe la vida del Espíritu que le infunde la caridad y que forma la Iglesia (CATIC 1997).
44. ¿Puede el hombre prepararse para la gracia?
La preparación del hombre para acoger la gracia es ya una obra de la gracia. Esta es necesaria para suscitar y sostener nuestra colaboración a la justificación mediante la fe y a la santificación mediante la caridad. Dios completa en nosotros lo que Él mismo comenzó, «porque él, por su acción, comienza haciendo que nosotros queramos; y termina cooperando con nuestra voluntad ya convertida» (CATIC 2001a).
45. ¿Colabora de algún modo el hombre con la gracia?
«Ciertamente nosotros trabajamos también, pero no hacemos más que trabajar con Dios que trabaja. Porque su misericordia se nos adelantó para que fuésemos curados; nos sigue todavía para que, una vez sanados, seamos vivificados; se nos adelanta para que seamos llamados, nos sigue para que seamos glorificados; se nos adelanta para que vivamos según la piedad, nos sigue para que vivamos por siempre con Dios, pues sin él no podemos hacer nada» (CATIC 2001b).
46. ¿Cuál es el papel de la libertad del hombre en la vida de la gracia?
La libre iniciativa de Dios exige la respuesta libre del hombre, porque Dios creó al hombre a su imagen concediéndole, con la libertad, el poder de conocerle y amarle. El alma sólo libremente entra en la comunión del amor. Dios toca inmediatamente y mueve directamente el corazón del hombre. Puso en el hombre una aspiración a la verdad y al bien que sólo Él puede colmar. Las promesas de la «vida eterna» responden, por encima de toda esperanza, a esta aspiración (CATIC 2002).
B) Rezo del Santo Rosario
En el cuarto Misterio contemplamos: Jesús con la cruz a cuestas, camino al Calvario.
(Un Padrenuestro, diez avemarías y un gloria.)
C) Canto.
¡Oh María!
1. Oh María, madre mía;
oh consuelo del mortal,
amparadme y guiadme
a la patria celestial.
2. Con el ángel de María
las grandezas celebrad,
transportados de alegría
sus finezas publicad.
Vª parte:
LA SANTIDAD CRISTIANA
A) Diálogo
47. ¿Cuál es el destino al que Dios nos quiere llevar?
No es otro que la gloria eterna: «Sabemos que en todas las cosas interviene Dios para bien de los que le aman… a los que de antemano conoció, también los predestinó a reproducir la imagen de su Hijo, para que fuera él el primogénito entre muchos hermanos; y a los que predestinó, a ésos también los llamó; y a los que llamó, a ésos también los justificó; a los que justificó, a ésos también los glorificó» (Rm 8,28-30). (CATIC 2012).
48. El llamado a la santidad, ¿es para todos?
«Todos los fieles, de cualquier estado o régimen de vida, son llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección de la caridad». Todos son llamados a la santidad: «Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto» (Mt 5,48) (CATIC 2013a).
49. ¿Cómo emplear las fuerzas para responder a tal llamado?
«Para alcanzar esta perfección, los creyentes han de emplear sus fuerzas, según la medida del don de Cristo, para entregarse totalmente a la gloria de Dios y al servicio del prójimo. Lo harán siguiendo las huellas de Cristo, haciéndose conformes a su imagen, y siendo obedientes en todo a la voluntad del Padre. De esta manera, la santidad del Pueblo de Dios producirá frutos abundantes, como lo muestra claramente en la historia de la Iglesia la vida de los santos» (CATIC 2013b).
50. ¿En qué consiste y hacia qué tiende el progreso espiritual?
El progreso espiritual tiende a la unión cada vez más íntima con Cristo. Esta unión se llama «mística», porque participa del misterio de Cristo mediante los sacramentos –«los santos misterios»– y, en El, del misterio de la Santísima Trinidad. Dios nos llama a todos a esta unión íntima con El, aunque las gracias especiales o los signos extraordinarios de esta vida mística sean concedidos solamente a algunos para manifestar así el don gratuito hecho a todos (CATIC 2014).
51. ¿Cuál es la condición indispensable para llegar a la santidad?
El camino de la perfección pasa por la cruz. No hay santidad sin renuncia y sin combate espiritual. El progreso espiritual implica la ascesis y la mortificación que conducen gradualmente a vivir en la paz y el gozo de las bienaventuranzas: «El que asciende no cesa nunca de ir de comienzo en comienzo mediante comienzos que no tienen fin. Jamás el que asciende deja de desear lo que ya conoce». (CIC 2015).
52. ¿Tenemos suficientes motivos para confiar en nuestra salvación?
Los hijos de la Santa Madre Iglesia esperan justamente la gracia de la perseverancia final y de la recompensa de Dios, su Padre, por las obras buenas realizadas con su gracia en comunión con Jesús. Siguiendo la misma norma de vida, los creyentes comparten la «bienaventurada esperanza» de aquellos a los que la misericordia divina congrega en la «Ciudad Santa, la nueva Jerusalén, que baja del cielo, de junto a Dios, engalanada como una novia ataviada para su esposo» (Ap 21,2) (CATIC 2016).
B) Canto
Cristo Jesús
1. Cristo Jesús, en ti la patria espera
gloria buscando con intenso ardor
guía la tú, bendice su bandera
dando a su faz, grandísimo esplendor
Estribillo
Salve, divino foco de amor,
Salva al pueblo argentino
escucha su clamor
Salva al pueblo argentino
Sagrado Corazón.
2. Cristo Jesús, poblados y desiertos,
piden Señor tu santa bendición.
Duerman en paz nuestros queridos muertos
¡Salva el hogar, la patria y religión!
Conclusión
Queridos hermanos y hermanas:
Pidamos a Dios, por medio de San Cayetano, que las personas encuentren en Dios el sentido de sus vidas, ya que sólo Él es Quien puede responder a «los interrogantes más fundamentales del ser humano: ¿Qué es el hombre? ¿Cuál es el sentido del dolor, del mal, de la muerte, que, a pesar de tantos progresos hechos, subsisten todavía? ¿Qué valor tienen las victorias logradas a tan caro precio? ¿Qué puede dar el hombre a la sociedad? ¿Qué puede esperar de ella? ¿Qué hay después de esta vida temporal?».
San Cayetano trabajó incansablemente para que los hombres encontraran en Dios el fin último de sus vidas y el sentido de su existencia, haciendo de Cristo el centro de sus vidas. «Para mí la vida es Cristo», decía el Apóstol San Pablo (Flp 1, 21). Que San Cayetano nos alcance de Dios el vivir cristianamente en Cristo Jesús, evitando todo lo que nos aleje de Dios, nuestro Padre del Cielo. De ese modo podremos llegar un día a la felicidad eterna de la que ya goza nuestro celestial patrono.
C) Letanías de la Virgen.