La grandiosidad de la Santa Misa puede verse, también, por lo que podríamos llamar los “números” en la Misa. En esto podemos ver una gradación de lo más exterior a lo más interior y misterioso.
I
* Hay 2 liturgias: la de la Palabra y la de la Eucaristía y un solo acto de culto (1).
* Hay 3 ritos: el de introducción, el de comunión y el de conclusión.
* 3 procesiones: de entrada, terminando esta parte con la oración sobre la asamblea (antes llamada colecta); de las ofrendas, terminando con la oración sobre las ofrendas; de la comunión, con la oración después de la comunión.
* 9 cantos.
* 5 genuflexiones: al entrar; luego de la consagración del pan; de la consagración del vino; antes de comulgar; al salir; y «todas las veces que se pase delante del sagrario» (2).
* 3 besos: dos al altar, al comienzo, 2, y al final, 157, y al Evangelio, 15.
* 6 incensaciones.
* 12 señales de la cruz: el sacerdote sobre sí mismo, 3; 3 sobre el incienso (OGMR, 236); sobre el diácono antes del Evangelio, 13; sobre el Evangelio, sobre su frente, labios y pecho, 14; sobre el pan y el vino, 99; sobre sí mismo, 109; sobre el pueblo, 155.
* 12 Amén.
* 9 veces se nombra a la Santísima Trinidad.
* 25 veces a Jesucristo.
* 3 veces a María: en el Confiteor, 5; en el Credo, 17; y en el Canon, 101.
* Varias inclinaciones de cabeza: «cuando se nombran las tres divinas Personas a la vez, a los nombres de Jesús, de la bienaventurada Virgen María y del santo en cuyo honor se dice la Misa»(3).
* 5 inclinaciones de cuerpo, o inclinación profunda: al altar, cuando no está presente el Santísimo Sacramento, 2; a las oraciones: «Purifica mi corazón…», 13, y «Acepta, Señor, nuestro corazón contrito…», 23; en el Credo a las palabras: «Y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, la Virgen, y se hizo hombre», 17, (o en el Símbolo de los Apóstoles: «que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de María Virgen»); en el Canon Romano al decir: «Te pedimos humildemente..», 109 (4).
* 5 saludos del celebrante.
* 18 veces las manos extendidas.
* 2 golpes de pecho: al Confiteor, 5; al Nobis quoque, 111.
* 1 trisagio letánico, o invocaciones, 6.
* 3 lecturas.
* 1 salmo responsorial.
* 2 conmixtiones: una, un poco de agua en el vino, 22; otra, cuando deja caer una parte del pan consagrado en el cáliz, 143.
* 6 oraciones dice en secreto el celebrante.
* 3 elevaciones menores: dos en la presentación de los dones, 21; y una antes de la comunión, 146.
* 1 lavado de manos.
* 1 prefacio.
* 1 plegaria eucarística o Canon.
* 4 conmemoraciones: de los vivos, 100; dos de los santos, 101, 111; de los difuntos, 110.
* 2 epíclesis antes y después de la consagración, 103, 109.
* 1 gesto epiclético.
* 2 materias: pan y vino.
* 1 elevar los ojos.
* 2 consagraciones porque dos especies.
* Varios gestos indicativos cuando hay concelebrantes.
* 2 ostenciones o mostraciones, luego de la consagración del pan y del vino, 104, 105.
* 40 nombres entre Apóstoles y mártires, 101, 111.
* 2 nombres de la jerarquía: el Papa y el Obispo, 99.
* A veces se nombran vivos y difuntos.
* 1 elevación mayor: en la doxología del final del Canon, 115.
* 1 darse la paz, 142.
* 2 fracciones, 143.
* 3 Formas.
* Miles y miles de comuniones.
II
Pero profundicemos un poco más, ¿es el sacramento del altar uno o múltiple?
Pareciera (5) que es múltiple ya que es imposible que al multiplicarse el género no se multiplique la especie y siendo el signo el género del sacramento y en la eucaristía hay dos signos, el pan y el vino, pareciera que por lo menos hay dos sacramentos; lo cual también pareciera verse porque este sacramento se hace con la consagración de la materia y hay doble consagración de materia.
Sin embargo, dice el Apóstol: «Porque aún siendo muchos, un solo pan y un solo cuerpo somos, pues todos participamos de un solo pan» (1 Cor 10, 17), de donde se deduce que la eucaristía es el sacramento de la unidad de la Iglesia. Y como los sacramentos empiezan por tener en sí lo que significan, tiene que haber unidad en este sacramento de la Eucaristía.
Continúa dando las razones Santo Tomás citando a Aristóteles, quien decía que uno no es solamente lo indivisible, sino también lo que es perfecto o acabado. Por eso hay cosas con unidad de perfección, que son aquellas en cuya integridad entra todo lo que se necesita para su fin. Este sacramento se ordena al alimento espiritual del hombre, que es semejante al alimento corporal. Así como para ésta se requiere el manjar, alimento sólido, y la bebida, alimento líquido, deben concurrir dos cosas para la perfección del alimento espiritual que es este sacramento, el manjar, la carne del Señor, y la bebida, su sangre, como está escrito: «Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida» (Jn 6, 50). Por eso la eucaristía es un sacramento materialmente múltiple, pero formal y perfectivamente es uno.
Con lo cual se responden las objeciones ya que el pan y el vino son materialmente dos signos, pero formal y perfectivamente son uno, en cuanto que con ello se obtiene una sola refección. Y de la doble consagración solo se puede concluir que es materialmente diversa.
De ahí, que es en la Misa y sobre todo en la Misa, donde el cristiano y con mayor razón el sacerdote, aprende a amar la unidad en la diversidad y la diversidad en la unidad, porque así como la eucaristía que hace a la Iglesia es una y diversa, así la Iglesia que hace la eucaristía es una y diversa. Así como la diversidad le hace ser comunión a la eucaristía, así la diversidad le hace ser comunión a la Iglesia.
¡Maravilla de la eucaristía!
III
Pero aún puede haber una mayor profundización en este aspecto que consideramos y donde aún se hace más grandioso el misterio eucarístico.
* La multitud de hostias consagradas no multiplican el cuerpo físico de Cristo que sigue siendo, uno y único, aunque sea múltiple su presencia física, verdadera, real y substancial (6).
* Así como la multiplicidad de bautizados no multiplica el cuerpo místico de Cristo que sigue siendo uno y único.
* De manera semejante, la multiplicidad de Misas no multiplican el uno y único sacrificio de Cristo en la cruz. Lo que se multiplica es la presencia del sacrificio cruento, aunque de manera incruenta, es decir, bajo especie ajena.
* Así como la multiplicidad de sacerdotes -más de 400.000 en estos momentos, y habría que sumar los que fueron y los que vendrán- no multiplican en Sacerdocio de Cristo, uno y único, sino sólo su presencia
* instrumental y ministerial.
* Así como Jesucristo, Sacerdote principal, ofrece todas y cada una de las transubstan-ciaciones por un solo Acto oblativo interno, sin innovación ni sucesión, no por sucesivos actos de oblación. Esta oblación, que sin interrupción se continúa, es la misma oblación interna del sacrificio de la cruz, aunque no ganando mérito nuevo, sino aplicando los méritos ganados en la cruz. Oblación interna que no se multiplica, aunque sí se multipliquen las oblaciones externas que hacen presente el uno y único Acto de oblación interna de Jesucristo.
La Misa al igual que la Cena no ha sido numéricamente otro sacrificio que el de la cruz, sino una presencia numérica y específicamente distinta, no natural sino sacramental, del sacrificio cruento de la cruz (7).
Así que tenemos:
* Miles, miles y miles de hostias y, sin embargo, un solo cuerpo de Cristo.
* Miles, miles y miles de cálices y una sola sangre de Cristo.
* Miles, miles y miles de presencias del sacrificio de la cruz y un solo sacrificio.
* Miles, miles y miles de oblaciones externas y un solo Acto de oblación interna
* Miles, miles y miles de sacerdotes ministeriales y un solo Sumo y Eterno Sacerdote.
¡Qué grandeza inenarrable!
IV
Queridos hermanos misioneros sacerdotes y seminaristas:
Imaginémonos que estamos en una misión, la más difícil que nos podamos imaginar: sin feligreses o peor aún, con los feligreses en contra; solos y sin posibilidad de comunicaciones fluidas; sin conocer bien el idioma del país; indigentes de todo; en un medio altamente hostil; con un clima desesperante de calor, lluvias, alimañas de todo tipo; sin Iglesia porque la han quemado con todo lo que tenía en su interior: ornamentos, imágenes, manteles, misales, altar…; pero … ¡me queda pan y vino! Y voy ha celebrar, aunque esté medio muerto.
¡Qué importa la nube de mis pecados!
¡Qué importan los rostros feroces y los puños cerrados de los perseguidores! Celebraré también por ellos.
¡Si me hice sacerdote para la eucaristía, no para estar rodeado de amigos!
¡Si soy para la Misa y la Misa es para mí!
«Esto es mi cuerpo”… «esta es mi sangre» … y la sangre separada del cuerpo –como en la cruz– me dice que allí, en ese lugar miserable, se perpetúa el sacrificio de la cruz.
¿Qué me puede faltar?
¿Acaso estoy solo teniendo a Jesús?
Por ventura, ¿no me daré cuenta que, además, está espiritualmente presente la Virgen María y una pléyade de santos ángeles que hacen ronda alrededor del improvisado altar?
Tal vez sea la última Misa. Me acordaré de la primera Misa, tan lejana y tan cercana, tan igual y tan distinta. Y en la Hostia blanca y en la Sangre roja veré el rostro de mis familiares, amigos, conocidos, a la ingente muchedumbre de quienes bauticé, confesé, celebré la Misa y dí la Comunión, la unción de los enfermos, de quienes fui testigo de su matrimonio, a quienes prediqué: en las Misas, Ejercicios Espirituales, Misiones populares, Novenas, Patronales, Semanas Santas, en clases, en conferencias, por quienes escribí… Pero, sobre todo, en esa infinita soledad de hombres, tendré presente el Cenáculo: «Haced esto en conmemoración mía»… y el sacrificio sangrante del Gólgota. El incruento se reitera; el cruento, bajo el ropaje del primero, se perpetúa.
Alguno dirá, ¿y la evangelización de la cultura? La mejor, mayor y más perfecta manera de evangelizar la cultura es con la Santa Misa.
Hay más. También sería posible que no hayan dejado pan y vino o que me impidan celebrar la Misa, como le pasó a tantos. Pero nadie me podrá impedir que mentalmente celebre una Misa “seca”, uniéndome al que en ese momento en algún lugar del mundo la esté celebrando. Como lo hizo durante 35 años el obispo chino Ignatius Kung Pin-Mei. Y si transubstancio, aunque sea espiritualmente: ¡Soy invencible!
A lo mejor llega la bala asesina, pero ¡¡¡veremos los cielos abiertos!!!
NOTAS
(1) Cfr. Concilio Vaticano II, Const. Sacrosanctum Concilium, 56.
(2) Ordenación General del Misal Romano, 232.
(3) OGMR, 234 a.
(4) OGMR, 234 b.
(5) Cfr. Santo Tomás, S. Th., III, 73, 2.
(6) Cfr. Santo Tomás, S. Th., III, 76, 3.
(7) Cardenal Journet, El sacrificio de la Misa.