Más sotanas
Sermón predicado por el p. Carlos M. Buela el 17 de mayo de 2001, en el seminario ‘María Madre del Verbo Encarnado’ con motivo de la imposición de sotanas.
La toma de hábito religioso, la imposición de la santa sotana, siempre es un gesto soberanamente polémico. Porque es marcar, incluso desde el punto de vista sensible, el hecho de que uno ha elegido a Dios como al primero a quien hay que servir. Por eso el mundo no tolera y no soporta la sotana. Por eso que se burla, y con sus máximas y teorías busca poner falsas razones para que los sacerdotes no nos distingamos. ¿Por qué? Porque si se pierde ese gesto, ese signo, que está indicando nuestra consagración al Ser Supremo, en primer lugar somos nosotros mismos los que vamos a ir pensando que ese Ser Supremo ya no es tan Supremo. La desacralización en el sacerdote y en la religiosa en el vestir lleva como de la mano a la desacralización en el pensar y en el obrar.
Por eso me parecía que podía ser realmente interesante el meditar sobre lo que es ese buscar la gloria de Dios, como lo dice hermosamente el salmo 115: No a nosotros, Dios, no a nosotros, sino a tu nombre has de dar gloria, por tu piedad y tu fidelidad. ¿Por qué han de decir las gentes dónde está tu Dios? Está nuestro Dios en los cielos y puede hacer cuanto quiere. Ese es el gran testimonio del sacerdote. No buscarse a sí mismo, sino buscar siempre la gloria de Dios. Es una hermosa oración que Israel dirige al verdadero Dios frente a un grave peligro. Non nobis, Domine, non nobis. Es un llamado urgente, es un clamor. Es la confianza total y el mayor motivo para confiar.
“El comienzo es sumamente delicado”, dice Filión. “No ha nosotros. El pedido es mas bien insinuado que presentado directamente. No piden para ellos sino porque la gloria de Dios está en juego. Si ha ellos les va mal a los ojos de los paganos, eso afecta al mismo Dios”. Por eso ¿Dónde está tu Dios? le puede gritar el mundo a aquel sacerdote que deja de salar. “Si le va mal – pensaban – o es porque Dios los abandona o es porque Dios es impotente para socorrerlos”. Por eso Israel pide, no gloria para sí mismo, sino para que los profetas resulten fieles a los que prometieron para gloria de Dios. No a nosotros, Señor, no a nosotros, sino a tu nombre da la gloria.
Y este tema aparece en distintas partes de la Sagrada Escritura; por ejemplo, en los salmos: Pero los salvó por amor de su nombre, para hacer muestra de su poder (Sal 106,8). Alaben el nombre de Dios, porque sólo su nombre es sublime, su magnificencia sobrepasa a los cielos y a la tierra (Sal 148). Y el Apóstol San Pablo también tiene esta misma idea (como no podía ser de otra manera): Al rey de los siglos, inmortal, invisible, único Dios, el honor y la gloria por los siglos de los siglos. Amen. Y Judas, en su corta carta, también manifiesta esta realidad en el v. 25: Aquel que puede guardaros sin caída y manteneros inmaculados ante su gloria con alegría, el solo Dios salvador nuestro por Jesucristo Nuestro Señor, sea la gloria, la magnificencia, el imperio y la potestad desde antes de los siglos, ahora y por todos los siglos. Amen.
Hermosamente dice Mons. Straubinger: “Dios nos lo da todo, pero el honor ha de ser todo para Él, y todo el mérito de nuestra salvación para Jesucristo”. Por eso dijo Jesús: sin mi nada podéis hacer (Jn 15,5).Las gracias iniciales, el salir de los defectos, la justificación, la fe, la vocación, la perseverancia, las gracias actuales, la gracia fundacional y las fundaciones, la confianza total en Él, en la pobreza, en la persecución, la unidad, mantener y acrecentar el espíritu, la visión misionera, la fidelidad a Jesucristo; la primacía en el bien siempre la tiene Él; en el mal, la tenemos nosotros. Por eso Él es el que obra el querer y el obrar, como se dice en Filipenses (2,13). Es Él el que da el incremento, el desarrollo, el crecimiento. Así también se lee en el Éxodo, cuando Moisés se dirigía a la tienda y se levantaba el pueblo todo, estándose todos a la puerta de sus tiendas, seguían con sus ojos a Moisés hasta que éste entraba en la tienda. Y hablando con Dios, cuando le pide Muéstrame tu gloria, Él le contesta: Yo haré pasar ante ti toda mi bondad y pronunciaré ante ti mi nombre Yahve, pues yo hago gracia a quien hago gracia, y tengo misericordia de quien tengo misericordia (Ex 33,11). Y San Pablo dice en la primera a los Corintios: Yo planté, Apolo regó, pero quien dio el crecimiento fue Dios. Ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios que da el crecimiento (3,6). Por eso no nos debemos quedar ni siquiera con los bienes temporales como si fuesen nuestros; por eso no debemos excusarnos cuando nos oprimen o nos insultan; por eso no debemos quejarnos; y por eso tampoco debemos lavarnos las manos como Pilatos.
El buscar la gloria de Dios se corresponde con la primera petición del Pater noster: Santificado sea tu nombre. Se corresponde también con el primer pedido de la Virgen en el Magníficat: Mi alma canta la grandeza del Señor. Y con lo que Jesús dice momentos antes de la Pasión: Yo te glorifico, Padre, da gloria a tu nombre Cf. (Jn 17,4-5). Debemos tener mucho cuidado para no atribuirnos lo que es de Dios. Los que están por encima del bien y del mal se ponen por encima de Dios. Y así les va. Los que actúan como si fuesen Dios, los que creen que el mal es mas fuerte que el bien. Los que juzgan de internis: No juzgueis y no sereeis juzgados (Mt 7,1). Los que quieren tomarse la justicia con sus manos y no se la dejan a Dios. Los que solo, siempre y antes buscan los consuelos humanos. Los que consienten en tener miedo (no los que rechazan la tentación aunque sientan miedo ante la furia de los perseguidores o ante la ausencia de medios humanos).
No a nosotros, Señor, sino a tu nombre da la gloria. Por eso no debemos buscar a Dios primeramente por nuestro honor o por nuestra conveniencia humana, por meras cuestiones personales, familiares, políticas o patrióticas, económicas o culturales. La santidad de Dios no debe ponerse al servicio de cualquier móvil, por bueno que humanamente sea, sino es encaminado a la gloria de Dios, de la que Él es sumamente celoso, como aparece en Isaías: Yo soy Yahve, tal es mi nombre, no doy mi gloria a ningún otro (42,8). Y en el capítulo 48, 11 Es por mi, por amor de mi lo hago, ¿cómo mi Nombre sería profanado?. Y mi gloria a nadie se la doy. Él no puede servir de pretexto a los hipócritas que se buscan a si mismos, que obran para recibir homenajes, que buscan los primeros puestos, que tratan de ser saludados por todos, que ejercen un dominio despótico sobre los demás (o lo quieren ejercer). Así, por ejemplo, Jesús les dice a los Apóstoles: Los reyes de las naciones imperan sobre ellas y los que ejercen la autoridad sobre las misma son llamados bienhechores. Pero no así vosotros sino que el mayor entre vosotros sea como el menor y el que manda como el que sirve (Lc 22,25-26). Y el Apóstol San Pedro en la primera carta, capitulo 5, dice con toda claridad: Apacentad el rebaño de Dios que os ha sido confiado, gobernando, no por fuerza, sino espontáneamente, según Dios; no por sórdido lucro, sino con prontitud de animo; no como dominadores sobre la heredad, sino sirviendo de ejemplo al rebaño. Y por si fuese poco, San Juan en su tercera carta también recuerda: He escrito a la iglesia, pero Diótrefes, que ambiciona la primacía entre ellos, no nos recibe (¡no recibir a uno de los Doce!; ¡no recibir al discípulo amado de Jesús!) por eso si voy allá le recordare las malas cosas que hace, diciendo tonterías de nosotros con malas palabras. No contento con esto no recibe a los hermanos y a los que quieren recibirlos se los prohibe y los hecha de la Iglesia (3 Jn 1, 9-10).
¿Y por qué razón ha de dar gloria a su Nombre el sacerdote? Por tu misericordia y tu fidelidad. La bondad de Dios y su fidelidad a las promesas son los dos fundamentos sobre los que debe edificarse nuestra confianza en Él, para no oír el sarcasmo impío y extremadamente doloroso: ¿Dónde esta tu Dios?. La respuesta debe brotar de una fe inquebrantable en el poder infinito de Dios: Puede hacer todo lo que quiere (Dn 4,32). Que este hecho, queridos hermanos, de recibir la sotana sea ocasión para que ella les recuerde siempre que hay que darle gloria a Dios. Y llevar la sotana con dignidad es una manera de darle gloria. Esa gloria que Él no se la da a nadie; nos da todo pero la gloria no. Por eso que nosotros sepamos ser una especie de himno viviente de alabanza al único Señor que merece ser servido. Y como me gusta recordar en cada imposición de sotana esa frase del Padre Castellani, les deseo de corazón “que la sotana se les haga piel”.