Después de cumplirse seis años de experiencia de vida religiosa, puede resultar provechosa una reflexión sobre nosotros mismos, reflexión que podría compartir cualquier persona de buena voluntad y de inteligencia no ideologizada.
Muchísimo antes que nosotros vivieron vida religiosa nuestros hermanos los Padres del Desierto, los monjes cenobitas y eremitas de Oriente y de Occidente, los mendicantes franciscanos, dominicos, los jesuitas, las órdenes hospitalarias y educativas, etc.
Los agustinos vienen del sigo IV, también son de ese siglo los Padres del Desierto y los monjes basilianos. Del siglo VI son los benedictinos, del siglo XIII los franciscanos, dominicos y mercedarios, los jesuitas son del siglo XVI, etc. Hay más de 1.500 institutos religiosos de derecho pontificio fundados antes que el nuestro. Y nosotros todavía al día de hoy (25/07/90)[1] ni siquiera somos de derecho diocesano.
Es de toda evidencia que no somos los primeros.
Como dijera oportunamente Juan Pablo II, los institutos religiosos contribuyen «a revelar la rica naturaleza y el dinamismo polivalente del Verbo de Dios Encarnado…»[2]. Como la riqueza del misterio del Verbo Encarnado es inconmensurable, es de suponer que nunca jamás podría ser agotado por ningún instituto y, por tanto, hasta el fin de los tiempos se han de ir develando aspectos del misterio del Verbo Encarnado por medio del carisma fundacional.
Sin ir más lejos aquí, en la Argentina, luego de la fundación de nuestra pequeña Familia Religiosa, ha habido, que sepamos, por lo menos, cuatro congregaciones religiosas más en formación.
No somos los últimos.
Para tener una idea de la vida religiosa actual en la Iglesia hay que echar una mirada a las estadísticas. Hay en el mundo[3] 402.243 sacerdotes, de los cuales 254.281 son diocesanos (63,21%) y 147.962 religiosos (36,78%). Los Hermanos de las congregaciones laicales eran 64.450 en 1989. Y las religiosas en el mundo eran 1.115.155. Nosotros apenas somos poco más de 300[4], o sea, el 0,0269%. Y si nos comparamos con todos los hermanos católicos del mundo, somos algo así como el 0,0000003%.
Asimismo, según el Anuario Pontificio[5] de 1989, en la actualidad existen, aproximadamente, los siguientes Institutos masculinos de derecho pontificio: 6 de Canónigos Regulares, 11 de Monjes, 17 de Mendicantes, 8 de Clérigos Regulares, 85 Congregaciones Religiosas Clericales; 32 Congregaciones Religiosas Laicales. Los Institutos femeninos de derecho pontificio son: 60 Órdenes e Institutos con casas autónomas; y más de 1.260 Institutos centralizados.
¿Puede ser que algún miembro de nuestro Instituto crea que la vida religiosa haya comenzado con nosotros, o que seamos una suerte de experiencia exhaustiva y única de la misma? ¿Puede ser que alguien nos atribuya el pensar que somos los únicos religiosos que hay en el Cuerpo Místico?
No somos los únicos.
Por eso cada día nos esforzamos por serlo y a pesar de los esfuerzos ¡qué lejos estamos de la perfección!
Miremos nuestras propias filas, ¿se nos permitirá aplicarnos aquello de San Pablo?: no hay entre nosotros muchos sabios según la carne, ni muchos poderosos, ni muchos nobles. Antes Dios eligió la necedad […] la flaqueza […] lo plebeyo […] el desecho, lo que es nada… (1Cor 1,26-28).
Recordemos algunas anécdotas de los nuestros: el que confundió a San Martín con Otto Meiling, o el hara-kiri con el Kyrie eleison, o el que en una embajada dijo dos cosas distintas con horas de diferencia, o el que buscaba el Denzinger en la sección “Novelas” etc.
Mirémonos a nosotros mismos. ¿Habrá alguno que crea que nació sin pecado original? Tal vez los que nunca hayan cometido un pecado mortal, ¿no saben que ello es por pura misericordia de Dios? Los que hayan caído, ¿qué tienes que no hayas recibido? (1Cor 4,7). ¿O lo del Señor: Sin mí nada podéis hacer? (Jn 15,5). ¿Conscientemente contradecimos la enseñanza del Apóstol teneos unos a otros por superiores (Flp 2,3) al considerarnos a nosotros mismos superiores a los demás?
No somos los mejores.
- Lo que somos
En fin, apenas si somos una gota de agua en el océano; pero sin nosotros el océano tendría una gota menos, como dijera la Madre Teresa de Calcuta. Si existimos como Familia Religiosa, es por pura misericordia de Dios que as’ lo quiso y si lo nuestro no fuera de Dios nosotros seríamos los primeros en no quererlo.
No nos consideramos ni los primeros, ni los últimos, ni los únicos, ni los mejores. Lo que podamos tener de buenos es de Dios, sólo los pecados son nuestros. Los que no nos quieren muestran con sus ataques que nos dan muchísima importancia y su mayor triunfo sería que nosotros les llegáramos a creer. Tal vez quieran que nos pase lo de Teuda que: diciendo que él era alguien […] se le allegaron como unos cuatrocientos hombres […] todos cuantos le seguían se disolvieron, quedando reducidos a nada (He 5,36).
Pero justo allí está nuestra fuerza, en nuestra debilidad: que en la flaqueza llega al colmo el poder (2Cor 12,9). Allí está nuestra fuerza, en que nos tengan por seductores, desconocidos, moribundos, castigados, contristados, mendigos…[6]. Porque nada somos, lo poseemos todo.
Lo que es de Dios no puede ser destruido ni por todas las conjuras humanas, ni por todas las confabulaciones de los poderosos, ni por nosotros mismos. ¿O ha perdido valor la enseñanza de Gamaliel: si esto es consejo u obra de hombres, se disolveré; pero, si viene de Dios, no podréis disolverlo, y quizá algún día os halléis con que habéis hecho la guerra a Dios? (He 5,38-39). ¿O dejó de ser verdad lo que Jesús dijo a Saulo: Duro te es dar coces contra el aguijón? (He 26,14) No nos destruirán, sino, por el contrario, nos coronarán[7]. A nosotros sólo nos interesa ser idóneos para el Amo (2Tim 2,21).
[1] Mons. Andrea Maria Erba, obispo de la Diócesis de Velletri-Segni, concedió la aprobación diocesana al Instituto «Servidoras del Señor y de la Virgen de Matará» el 24/03/2004 y al Instituto «del Verbo Encarnado» el 8/05/2004. Cf. Prot. VSC 09/2003.
[2] OR, 23/12/79, 13.
[3] Cf. OR, 15/10/89, 22 y 12/11/89, 18.
[4] En la actualidad, año 2007, los miembros del IVE y SSVM suman aproximadamente 1.500 miembros.
[5] Cf. Annuario Pontificio 1989, Istituti di Vita Consacrata. Società di Vita Apostolica, Libreria Editrice Vaticana, 1989, 1281-1538.
[6] Cf. 2Cor 6,8-10.
[7] Cf. S. Cipriano, Carta 30.