un mandamiento nuevo

Os doy un mandamiento nuevo

La caridad, un mandamiento nuevo

Queridos hermanos y hermanas, en el Evangelio que se acaba de proclamar tenemos una enseñanza central de nuestro Señor Jesucristo. Enseñanza central que comenta magníficamente bien un gran exégeta: el P. Bover, no conozco mejor comentario que el que él hace.

Nos enseña nuestro Señor en forma reiterada eso, central de nuestra religión, que es la caridad, el amor. Y lo hace con tres fórmulas, es decir, tres veces formula ese mandamiento y aunque las fórmulas varían un poco, sobre todo cuando se ve el texto griego, son sinónimas, quieren expresar exactamente lo mismo.

En la primera fórmula expresa la novedad de ese mandamiento; en la segunda fórmula expresa el motivo por el cual el discípulo de Él tiene que cumplir ese mandamiento; y en tercer lugar presenta ese mandamiento como distintivo de sus discípulos.

1. Novedad.

En primer lugar entonces, presenta ese mandamiento como un mandamiento nuevo: Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros (Jn 13,34). Esta fórmula consta de dos partes: la primera se refiere a la prescripción, es decir, prescribe nuestro Señor: Os doy un mandamiento nuevo. Y la segunda se refiere al contenido de esa prescripción. Y ¿de qué carácter es la prescripción? La prescripción no es un mero consejo, un parecer sino que es un verdadero mandamiento Os doy un mandamiento, es decir, algo que no es opinable, que no está dejado a nuestra libertad el hacerlo o no hacerlo, aunque debemos usar de nuestra libertad para hacerlo, pero la prescripción no esta dejada a nuestra libertad, el que sea la cosa así o no.

¿Por qué ese mandamiento es nuevo? Porque es distinto. En el Antiguo Testamento se hablaba del amor al prójimo como a nosotros mismos, sin embargo, acá ese mandamiento adquiere otra calidad, otra exigencia. Porque otra es la motivación, porque otra es la forma de entenderlo. Y esto que hace nuestro Señor es algo personal. Os doy, ¿quién?, «Yo, Jesucristo»; ¿A quién?, «A Uds.», a nosotros, a los discípulos. Es algo personal, no es algo informe o anónimo. Es personal, mío, de él, vuestro, de nosotros.

Y la segunda parte de esta primera fórmula trae el contenido que es el amor. Amor que a su vez deberá ser personal y recíproco Amaos los unos a los otros. «Amaos», personal; «los unos a los otros», recíproco.

2. Modelo, motivo y medida.

En la segunda fórmula lo más característico es la primera parte en la que Él, el Maestro, propone su amor como modelo, como motivo y como medida del amor que debemos tenernos unos a otros.

En primer lugar como modelo Así como yo os he amado (Jn 13,34), Él es el modelo. Y ¿cuáles son las características de ese amor de Cristo por nosotros? Aparece en la primera carta de San Juan: Él nos amó primero (1Jn 4,19), es un amor que lleva la iniciativa, no es un amor que ama cuando recibe el bien sino que hace el bien sin esperar la contrapartida, sin merecimientos nuestros. Él nos amó, nos sigue amando a pesar de nuestro pecados, de nuestras miserias, de nuestras debilidades; no solamente que no tenemos merecimientos sino más bien tenemos muchos deméritos y ofensas.

Ese amor de Jesucristo por nosotros por cada uno de nosotros es un amor inmenso, es un amor eterno, es un amor ardiente, es un amor apasionado y es un amor desinteresado; y además tiene la característica del verdadero amor que es eficaz en buenas obras. Él no quiere nuestro bien de cualquier manera sino que quiere nuestro bien de manera eficaz, es decir, de manera que nosotros podamos alcanzar de hecho el bien.

Es un amor además abnegado, es un amor sacrificado. Tan sacrificado que lo llevó al Calvario a morir en la cruz; y es un amor que abarca a todos los hombres, pero no a todos los hombres así como se entiende muchas veces como si fuese una cosa in genere, en general, todos los hombres implica cada uno de los hombres en forma personal, como si fuésemos el único hombre que está sobre la tierra; estoy crucificado con Cristo –dice San Pablo– vivo yo pero ya no soy yo quien vive, es Cristo quien vive en mí (Ga 2,19–20) porque padeció, me amó a mí.

Además de modelo, se presenta en segundo lugar, como motivo por el cual debemos amarnos entre nosotros, por eso dice San Pablo El amor de Cristo nos apremia (2Co 5,14). La frase que Don Orione hizo poner en la entrada del Cotolengo en Claypole: «Caritas Christi urget nos». «El amor de Cristo nos urge…» nos apremia, nos espolea, nos fuerza a pagarle amor por amor; y así hemos de amar al que tanto amó.

En Quito, en el Convento de San Diego, la religiosa fundadora de esa Congregación hizo poner un letrero al pie de la cruz del Cristo del coro: «Así es como se ama». Y esa cruz es el motivo por el cual debemos amarnos unos a otros. A pesar de la incomprensiones, a pesar de las limitaciones.

En tercer lugar tenemos la medida del amor. La medida del amor es entregarse hasta no dar más, hasta el límite habiendo amado a los suyos los amó hasta el extremo (Jn 13,1). Por eso todo amor es extremoso.

Recuerdo una vez que tenía que ir a predicar a un colegio de señoritas muy indisciplinado, con graves dificultades de conducta, que no querían saber nada de nada, ni del Evangelio. ¿Cómo iba a hacer para engancharlas? Me puse una semana a escuchar la radio por la mañana para conocer las canciones de amor y las anotaba. Y me encontré que aun el amor humano expresa una realidad extremosa: «Voy a escribir tu nombre en todas las paredes del mundo para que sepas que te amo de verdad». Ese es el amor, es exagerado. Otros que recuerdo repetía: «Te quiero tanto que sin ti no puedo más vivir»; «Te amo, te amo, te amo, te amo, te amo…»; «Ay mi amor, por ti me juego el alma, sin ti ya no hay mañana, sin ti, mi amor, mi vida no vale nada». Es extremoso, pero es lo que expresa esa realidad del todo tan especial que en el caso de nuestro Señor es elevada a un nivel sobrenatural.

La novedad, el modelo y la medida en el amor con el que el hombre se ama a si mismo y a los demás, ahora es el amor con el que Cristo nos ama. Amor incomparablemente más leal y sincero, más santo y delicado, más ardiente y generoso. Amor infinito y divino.

3. Distintivo

La tercera formula, en esto todos reconocerán que sois mis discípulos, en el amor que os tengáis los unos por los otros (Jn 13,35). ¿Cómo se distingue un católico? ¿Por qué lleva una cruz? No. ¿Por qué va a Misa? No. Puede venir a Misa y faltar amor. ¿Cuál es la señal dada por Jesucristo por la cual se distinguen sus discípulos? Es el amor, en esto todos reconocerán que sois mis discípulos ¿Cómo una mujer tan débil, pequeña como la Madre Teresa de Calcuta fue llorada por todo el mundo? Todos los gobiernos mandaron representaciones. La velaron en el mismo sarcófago donde velaron a Mahatma Gandi y a Nerú, próceres de la India. ¿Qué es lo que pasa ahí? Es el amor. Una mujer que se decidió a amar como Cristo nos amó. ¿Qué pasa con este fenómeno que es Juan Pablo II? Con 81 años sigue haciendo viajes maratónicos. En Grecia había manifestaciones en contra de ultra ortodoxos. En medio de la visita hicieron una encuesta y el 99 % de los griegos estuvo de acuerdo con la visita del Papa a Grecia. ¿Por qué? ¿Cómo puede ser eso? Por que es un hombre que ama, y busca el bien y busca la paz entre los hombres y los pueblos. El amor por tanto es la divisa de los verdaderos discípulos de Cristo. Así lo dice Jesús. Y por eso él se presenta delicadamente como el Maestro del Amor. Los soldados de un rey se distinguen por las insignias del rey. Y la insignia de Cristo es la caridad. «La caridad fraterna, dice San Juan Crisóstomo, es la floración de la santidad, el inicio de la virtud verdadera».

Y lo que pasa en el mundo y también en la Iglesia, no es que haya fracasado el amor, los que han fracasado son los hombres que inventan cosas distintas del Evangelio de Jesucristo. Sistemas filosóficos, sociales, políticos o ideológicos que pretenden suplantar el cristianismo y se olvidan de que no hay forma, no hay manera, no hay como, suplantar lo que es la gran divisa del amor, que es lo que Jesús quiere que vivamos cada uno de sus discípulos.

Pidámosle a la Santísima Virgen la gracia de poder vivir siempre este amor tal como lo enseñó nuestro Señor, con todos, no solamente con los amigos, sino también con los enemigos, con los que nos hacen daño o con los que nos hacen mal, porque Cristo clavado en la cruz dijo: Padre, perdónales porque no saben lo que hacen (Lc 23,34). El amor perdona, no tiene en cuenta el mal recibido, como dice San Pablo, más bien lo está excusando. Si no puede excusar la acción, porque hay acciones que son objetivamente malas, excusa la intención «Vaya a saber, pobre…». Por eso pidámosle también a la Santísima Virgen, ella que como nadie entendió lo que era la gran divisa de su Hijo, que nos alcance de Él la gracia de poder distinguirnos siempre por esa divisa inmortal que es la divisa del amor. Porque pasará todo, pasará la fe, pasará la esperanza, pero el amor nunca morirá (1Co 13,8).