¡No sé si jamás ha salido de la mano del Altísimo misterio más profundo!
«Hay en la Santa Misa tantos misterios como gotas de agua en el mar,
como átomos de polvo en el aire y como ángeles en el cielo;
no sé si jamás ha salido de la mano del Altísimo misterio más profundo».
San Buenaventura, Doctor de la Iglesia.
Pensamos que, a modo de ejemplo, los siguientes pueden ser los principales temas a tener en cuenta para una participación en la Misa activa, consciente y fructuosa para fieles cristianos laicos. Los temas pueden ser muchos más y cada uno los puede, libremente, elegir. Podemos decir que los temas son inagotables, como es inagotable la Misa. (escrito extenso que presentaremos en varias publicaciones bajo el mismo título)
No se trata de tener todos los temas presentes en nuestra consideración, sino de ir recorriéndolos, uno a uno, para observar si en algunos debemos detenernos más tiempo hasta que le demos la suficiente importancia.
Sugiero que se tome un tema durante el tiempo necesario para incorporarlo a nuestra vida, haciendo examen particular adaptado sobre el mismo para observar lo que hay que mejorar y lo que hay que corregir. Considero que vale para este tema lo que dice la Imitación de Cristo: «Si cada año desarraigásemos un vicio [o plantásemos una virtud], presto seríamos perfectos»[1]. Digo examen particular adaptado porque se refiere sólo a un acto en el día, por tanto se podría hacer el propósito al despertarse y luego el examen particular, al mediodía si se participó de la Misa a la mañana, o a la noche si fue en la Misa vespertina.
El tema elegido, normalmente, primero debería ser estudiado para conocer su naturaleza, las propiedades y consecuencias que tiene en nuestra vida espiritual y demás ámbitos. Luego se debería ir introduciéndolo en nuestra Misa diaria para recibir luz acerca del mismo, para ir tomando decisiones sobre el mismo, para recibir las gracias que se necesitan para vivir de acuerdo a las luces recibidas, con el firme propósito de perseverar en el empeño, a pesar de las dificultades, tomándose todo el tiempo necesario hasta que las reflexiones se hagan carne de nuestra carne, se internalicen. Asimismo, se deben repetir, más adelante, siempre que sea necesario con el fin de participar mejor de la Misa según el carisma de la vida laical.
Ponemos a modo de ejemplo:
- La vida de fe, esperanza y caridad.
- La Santísima Trinidad.
- La señal de la cruz. Toda Misa y toda la Misa, comienza, transcurre y termina abrazándonos a la Santísima Trinidad, un solo Dios verdadero en tres personas distintas: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Cada una de las tres personas es Dios: El Padre es Dios, el Hijo es Dios y el Espíritu Santo es Dios, pero no son tres dioses sino un solo Dios, vivo y verdadero.
¿Cómo es que nos abrazamos a la Santísima Trinidad? Metafóricamente lo hacemos cuando nos signamos (= haciendo la señal de la cruz sobre nosotros desde la frente al pecho y del hombro izquierdo al derecho) y nos santiguamos invocando a la Santísima Trinidad diciendo: «En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amen». Nos recuerda que hemos sido bautizados en nombre de la Santísima Trinidad, que ello es posible porque Cristo murió en la cruz por nuestra salvación y, al tocar nuestro cuerpo al signarnos hacemos presente que somos miembros de la Iglesia, Reino de Dios (Lumen gentium, 5), Pueblo de Dios (Lumen gentium, 9-17), Cuerpo místico de Cristo (Lumen gentium, 7).
- La oración colecta. «Siguiendo una antigua tradición de la Iglesia, la oración colecta suele dirigirse a Dios Padre, por medio de Cristo en el Espíritu Santo[2] y termina con la conclusión trinitaria, es decir, con la más larga, de este modo:
Si se dirige al Padre: Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.
Si se dirige al Padre, pero al final se menciona al Hijo: Él, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.
Si se dirige al Hijo: Tú que vives y reinas con el Padre en la unidad del Espíritu Santo y eres Dios por los siglos de los siglos.
El pueblo uniéndose a la súplica, con la aclamación Amén la hace suya la oración»[3].
- La oración sobre las ofrendas y la oración después de la comunión, tienen una conclusión breve (que supone la conclusión larga).
«Depositadas las ofrendas y concluidos los ritos que las acompañan, con la invitación a orar junto con el sacerdote, y con la oración sobre las ofrendas, se concluye la preparación de los dones y se prepara la Plegaria Eucarística.
En la Misa se dice una sola oración sobre las ofrendas, que se concluye con la conclusión más breve, es decir: Por Jesucristo, nuestro Señor; y si al final de ella se hace mención del Hijo: (Él) que vive y reina por los siglos de los siglos.
El pueblo uniéndose a la súplica con la aclamación Amén, hace suya la oración»[4].
«Para terminar la súplica del pueblo de Dios y también para concluir todo el rito de la Comunión, el sacerdote dice la oración después de la Comunión, en la que se suplican los frutos del misterio celebrado.
En la Misa se dice una sola oración después de la Comunión, que termina con conclusión breve, es decir:
— Si se dirige al Padre: Por Jesucristo, nuestro Señor.
— Si se dirige al Padre, pero al fin se menciona el Hijo: Que vive y reina por siglos de los siglos.
— Si se dirige al Hijo: Tú, que vives y reinas por los siglos de los siglos.
El pueblo hace suya la oración con la aclamación: Amén»[5].
- El Gloria tiene una estructura trinitaria…; al igual que el Credo…; y que el Padre nuestro, que se dirige al Padre, fue enseñada por el Hijo y también se piden los siete dones del Espíritu Santo según enseña San Agustín: «en su libro De serm. Dom. in monte 44, donde adapta las siete peticiones a los dones y las bienaventuranzas en estos términos:
Si, gracias al temor de Dios, son bienaventurados los pobres de espíritu, pidamos que el nombre de Dios sea santificado con casto temor entre los hombres.
Si por la piedad son fieles los mansos, pidamos que venga a nosotros su reino para que nos vayamos sosegando y ofrezcamos menos resistencia.
Si por la ciencia son bienaventurados los que lloran, pidamos que se haga su voluntad, porque así dejaremos de llorar.
Si la fortaleza es la que hace que sean bienaventurados los que padecen hambre, pidamos que se nos dé el pan nuestro de cada día.
Si el consejo es el don por el que son bienaventurados los misericordiosos, perdonemos las deudas ajenas para que las nuestras nos sean perdonadas.
Si el entendimiento hace que sean bienaventurados los limpios de corazón, oremos para no tener un corazón impuro, que anda en pos de los bienes temporales, de donde dimanan nuestras tentaciones.
Si la sabiduría hace que sean bienaventurados los pacíficos, porque serán llamados hijos de Dios, oremos para vernos libres del mal, ya que tal liberación nos traerá la libertad de los hijos de Dios»[6].
- Al Padre, primera Persona de la Trinidad, se ofrece la divina Víctima. Toda la Misa y todas las Misas: por Jesucristo, se ofrecen al Padre, en el Espíritu Santo.
Las oraciones lo indican con un «a ti» («tibi»).
<A ti> aparece en las Plegarias eucarísticas.
Así es que aparece muchas veces en los textos litúrgicos (nos referiremos en especial, a las Plegarias eucarísticas) <A ti> indicando un término, destino o dirección, que es un salto a otro orden distinto del nuestro creatural, limitado y finito, para dirigirnos al otro, del Creador Ilimitado e Infinito. <A ti> es el salto a la trascendencia. <A ti> distingue principalmente el sacrificio del sacramento: «[La Eucaristía] es simultáneamente sacrificio y sacramento – dice Santo Tomás de Aquino, e inmediatamente da la razón por la cual es una cosa y la otra—: tiene razón de sacrificio en cuanto se ofrece, y tiene razón de sacramento en cuanto es recibido»[7]. <A ti> expresa de parabienes la gramática y el vocabulario del sacrificio.
- Se dirige a Dios Padre Todopoderoso, con muchos matices, expresando siempre el sacrificio o aspectos del sacrificio, por ejemplo, nuestra unión con Dios, único destinatario del sacrificio.
-“Por Cristo, con Cristo y en Cristo a ti, Dios Padre omnipotente, en la unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria…”, 13 veces en todas las solemnes Doxologías de las 13 Plegarias eucarísticas del Misal Romano[8].
-“Reúne en torno a ti, Dios Padre Todopoderoso,
a todos tus hijos dispersos por el mundo”. (Plegaria eucarística III).
– “A imagen tuya creaste al hombre…
Para que, sirviéndote sólo a ti, su Creador”. (Plegaria eucarística IV).
-“A ti, Dios y Padre nuestro, te pedimos
que nos envíes tu Espíritu,
para que este pan y este vino
sean el Cuerpo y la Sangre de Jesús, nuestro Señor” (En la primera Epíclesis). (Plegaria eucarística para las Misas con niños II).
-“Mira con amor, Padre de bondad
a quienes llamas a unirse a ti” (Plegaria eucarística sobre la Reconciliación I).
-“y ellos mismos te ofrecen, este sacrificio de alabanza, a ti, eterno Dios”. (Conmemoración de los vivos, Plegaria eucarística I).
-“A ti, Señor, que nunca olvidas a nadie,
te pedimos por todas las personas que amamos,
y por todos los que han muerto en tu paz” (Plegaria eucarística para las Misas con niños I).
-“¡Gloria a ti, Señor, porque nos amas!” (4 veces en el Prefacio). (Plegaria eucarística para las Misas con niños II).
b. El acercamiento y proximidad que manifiesta:
-“porque, al contemplarte como tú eres, Dios nuestro,
seremos para siempre semejantes a ti
y te cantaremos eternamente tus alabanzas” (Plegaria III).
-“Te ofrecemos su Cuerpo y su Sangre,
sacrificio agradable a ti
y salvación para todo el mundo” (Plegaria eucarística IV).
-“Cuando nosotros estábamos perdidos
y éramos incapaces de volver a ti,
nos amaste hasta el extremo” (Plegaria eucarística sobre la Reconciliación I).
-“Él vino para enseñarnos
cómo debemos amarte a ti
y amarnos los unos a los otros” (En el Sanctus).
-“Él [Jesús] se ha puesto en nuestras manos
para que te lo ofrezcamos como sacrificio nuestro
y junto con Él nos ofrezcamos a ti” (En el Memorial). (Plegaria eucarística para las Misas con niños II).
-“Él nos anunció la vida que viviremos junto a ti
en la luz y en la eternidad” (Antes de la 1ª Epíclesis en la Cincuentena pascual).
-“Él [Jesús] vive ahora junto a ti
y está con nosotros”(En el Memorial).
-“Concede a tus hijos la gracia
de hacer las cosas que a ti te agradan” (En la conmemoración de los vivos). (Plegaria eucarística para las Misas con niños III).
Es tan importante este grupo proposicional que aparece unas 42 veces en el Misal Romano en español. En latín, tibi, aparece unas 65 veces[9].
Cuando se pide que «acepte» nuestra oblación, o que le «sea agradable» se está hablando del Padre. Porque es parte esencial del sacrificio el que Dios Padre acepte el mismo, aunque de hecho lo acepta toda la Trinidad. En la Misa acepta con grado sumo el perfectísimo sacrificio de su Hijo, y nuestros sacrificios los acepta o no, según nuestras disposiciones espirituales.
6.Al Hijo hecho hombre, el Sacerdote Principal de la Misa es Cristo, segunda Persona de la Trinidad, y la Víctima que se ofrece es Cristo, a quien lo ofrecemos como sacrificio y lo recibimos como sacramento. A la divina Víctima unimos nuestros sacrificios espirituales y los que ofrecen todos los hermanos y demás hombres de buena voluntad.
Es Cristo, la misma Víctima del Calvario y del altar, quien está presente, verdadera, real y sustancialmente, con su Cuerpo y Sangre por razón del sacramento, y con su alma y su Divinidad por razón de la compañía o concomitancia. Y es lo que recibimos en la Comunión.
7.Al Espíritu Santo, tercera Persona de la Trinidad, que es quien obra en la Santa Misa, en especial, en las oraciones epicléticas que son ante-consagratoria y post-consagratoria; en la primera se pide que actúe con su poder para que se realice la conversión del pan y del vino en el Cuerpo y la Sangre del Señor; en la segunda que haga posible que los ministros y fieles participantes, y por los que se ofrece el sacrificio, se aprovechen espiritualmente del divino Sacrificio.
Hay que recordar, también, que el Espíritu Santo nos inspira, incluso, fuera de la Misa por lo que siempre llevamos y sacamos de la Misa algún bien distinto. Por eso es imposible que la Misa aburra, los aburridos somos nosotros, los participantes, que a veces no sabemos hacer lo que debemos hacer.
8.Siempre está espiritualmente presente María Santísima en cada Misa. Y una corte de ángeles hace ronda en nuestros altares.
[1] Libro I, cap. XI.
[2] Cf. Tertuliano, Adversus Marcionem, IV, 9: XXSL 11, p. 560; Orígenes, Disputatio cum Heracleida, n. 4: SCh 67, p. 62; Statuta Concilii Hipponensis Breviata, 21: CCSL 149, p. 39.
[3] Ordenación General del Misal Romano, Coeditores Litúrgicos 2005, 54.
[4] OGMR, 77.
[5] OGMR, 89.
[6] S. Th., II-II. Q. 83, a. 9, ad 3.
[7] S. Th., III, q. 79, a. 5, c.: «Respondeo dicendum quod hoc sacramentum simul est et sacrificium et sacramentum, sed rationem sacrificii habet inquantum offertur; rationem autem sacramenti inquantum sumitur».
[8] Coeditores Litúrgicos, 17ª ed., Barcelona 2001.
[9] Contadas las 3 veces de la Doxología y suponiendo que, al menos, sea 8 veces dicho tibi en los formularios de las 3 Misas con participación de niños.