presentación

Presentación

Presentación

Varios amigos me pidieron que publicara reunidos distintos escritos que la Providencia me permitió hacer sobre el Padre Julio Meinvielle.

Sin pretender adelantar el juicio de la Iglesia, para mí el Padre Julio fue un santo y, como dice la gente, un santo de altar. Descolló muy por encima de toda la chatura de su tiempo, sabiendo construir y destruir como los antiguos: haciendo de noche centinela y trabajando de día (Neh 4,16).

Fue una de las grandes glorias del clero argentino. Todavía conmueve el leer los distintos testimonios sobre su vida sacerdotal que con ocasión de su muerte, ocurrida hace 20 años, dieron distintas personas:

– “…sacerdote cabal, modelo de sacerdote…”

– “…nos ha dejado lecciones ejemplares. Una de ellas fue el fiel cumplimiento de su vocación sacerdotal. Desde esta perspectiva encaró todas sus obras”.

– “…sacerdote del temple y el corazón del Padre Julio…”.

– “…sacerdote ejemplar…al sacerdote para toda la eternidad, al sacerdote piadoso, al sacerdote que amando a los pobres, amaba a sus hermanos en Cristo; al sacerdote que nunca cobró un bautismo o un casamiento; al sacerdote que siempre tenía una palabra justa y un consejo sano. Al sacerdote tan humilde, que había dejado atrás su apellido para llamarse solamente Padre Julio”.

– “Un sacerdocio vivido realmente…” “..un sacerdocio vivido y dadο para la gente y con la gente… un sacerdocio con una caridad de delicadezas indescriptibles… sacerdocio perfumado por una encendida y candorosa devoción a la Virgen… un sacerdocio identificado con la Patria…”

– “…fue un sacerdote por encima de todas las cosas, un sacerdote íntegro, y por tanto un hombre universal…”

– “…fue por sobre todo y ante todo sacerdote. Obró como sacerdote, vivió como sacerdote y murió como sacerdote. Incluso su importante obra escrita… debe verse tan sólo como un capítulo de su alma sacerdotal”.

Por esο consideramos que su vida es un semillero de vocaciones a la vida consagrada, en especial, al sacerdocio. Εl fue unο de esos sacerdotes que por vivir serenamente día a día su vocación, como dice el Papa, “con su ejemplo aguijonearán a muchos a acoger en su corazón el carisma de la vocación”[1]. Estimamos que, tal vez, ésta sea una de las razones por las cuales Dios nos bendice tan abundantemente con vocaciones. Y, también, tal vez, sea unο de los que con sus oraciones haya hecho posible que nuestra pequeña Congregación religiosa (en formación) “Del Verbo Encarnado”, tal vez la primera Congregación religiosa masculina fundada y formada por argentinos, sea la primera en enviar sacerdotesno sólo a África (Guinea Ecuatorial), a Perú (Arequipa y Cuscο), a Estados Unidos (Brooklyn), sino también a Rusia, a Ucrania, a Jerusalén, a China, etc.

Con este nuestro homenaje al Padre Julio a los 20 años de su muerte, queremos motivar a nuestros lectores a conocer la obra escrita del Padre, más conocida en el exterior que en nuestro país. Recientemente se han publicado en italiano dos de sus obras: “De la Cábala al Progresismo” (Influsso dello gnosticismo ebraico in ambiente cristiano) y “De Lamennais a Maritain” (El cedimento dei cattolici al liberalismo).

Hemos respetado los títulos con que aparecieron en su momento estos breves escritos y, además, publicamos lo que dijo de él un feligrés por el frescor y la transparencia de su testimonio y las palabras del mayor de entre sus discípulos, Obispos, sacerdotes y laicos, ya que regó con su sangre joven el testimonio invicto de Jesucristo, el Dr. Carlos Alberto Sacheri, en especial con su obra La Iglesia Clandestina.

Nunca le agradeceremos suficientemente al Padre Meinvielle que nos haya alertado tan clarividentemente sobre los errores del progresismo, sin caer, no sólo en el lefebvrismo, pero ni siquiera en los múltiples vericuetos del semilefebvrismo, con sus nostalgias absurdas, sus remilgos para con el Magisterio, su pensar estereotipado, sus resentimientos por supuestos no-reconocimientos, su comportamiento acartonado, su pastoral de escritorio y sus vidas no proféticas. No podía ser de otra manera, ya que su fidelidad a Jesucristo se afirmaba sobre la roca de Pedro, en las enseñanzas de sus sucesores, los Papas, y, por ello, en su conocimiento profundo de Santo Tomás que lο movía a afrontar todas las nuevas problemáticas con seguridad doctrinal. Mucho le deberá al Padre Julio la nueva evangelización, ya que se entregó a la misma con renovado vigor, con métodos nuevos y en expresión actualizada, por haber sabido discernir el trigo de la cizaña, y pareciera que nos dice con San Pablo Esto es lo que debes enseñar e inculcar. Si alguno enseña de otra manera y no se adhiere a las saludables palabras de nuestro Señor Jesucristo y a la doctrina que se ajusta a la piedad, es soberbio y nada sabe, sino que desvaría en disputas y vanidades, de donde nacen envidias, contiendas, blasfemias, suspicacias, porfías de hombres de inteligencia corrompida y privados de la verdad, que tienen la piedad por materia de lucro… Te mando ante Dios, que da vida a todas las cosas, y ante Cristo Jesús, que hizo la buena confesión en presencia de Poncio Pilato, que conserves sin tacha ni culpa el mandato hasta la manifestación de nuestro Señor Jesucristo, a quien hará aparecer a su tiempo el bienaventurado y solo Monarca, Rey de reyes y Señor de los señores, el único inmortal, que habita una luz inaccesible, a quien ningún hombre vio ni pudo ver, al cual el honor y el imperio eterno. Amén (1 Tim 6, 2-5.13-16).

Quiera Dios suscitar jóvenes valientes que sepan continuar la obra del Padre Meinvielle, cada unο según sus responsabilidades y vocaciones, en los amplísimos campos del ministerio sacerdotal y del apostolado laical, en la teología y la filosofía, en la defensa del hombre -de su conciencia, de su libertad, de su dignidad-, y de la comunidad, de la dignidad del matrimonio y de la familia, de la cultura, en lo político, económico y social, en la vida nacional e internacional de los pueblos y naciones, ya que para el cristiano “nada de lo humano le es ajeno”.

R.P. CARLOS MIGUEL BUELA, VE.

2 de agosto de 1993.

[1] L´Osservatore Romano, nº 586, pág. 10