tratar amores

¿Qué tienes tú que ver en la tierra, sino tratar amores con el Rey del cielo?

Hoy fiesta de Santa Teresa de Jesús deseo insistir sobre un aspecto –me parece el más importante- de la vida religiosa femenina. Lo señala magníficamente bien San Juan de Ávila:

«¿Qué tienes tú que ver en la tierra, sino tratar amores con el Rey del cielo?»

What else must you do on earth, but to treat lovingly the King of heaven?
-Quelle autre chose dois-tu faire sur la terre, si non aimer le Roi du Ciel? 
-Che altro devi fare nella terra, se non trattare amori col Re del cielo?).

 Santa Teresa de Jesús estimaba mucho al Maestro de Ávila, por lo menos 7 veces lo cita en sus obras:
1. «No havía acabado de leerlo después de escrito, cuando vuestra merced envía por él. Puede ser vayan algunas cosas mal declaradas y otras puestas dos veces; porque ha sido tan poco el tiempo que he tenido, que no podía tornar a ver lo que escrivía. Suplico a vuestra merced lo enmiende y mande trasladar – si se ha de llevar a el padre Maestro Avila -, porque podría ser conocer alguien la letra».  Yo deseo harto se dé orden en cómo lo vea, pues con ese intento lo comencé a escrivir; porque como a él le parezca voy por buen camino, quedaré muy consolada, que ya no me queda más para hacer lo que es en mí» .

2. «Havrá como trece años, poco más o menos que fue allí el obispo de Salamanca, que era inquisidor, creo en Toledo, y lo havía sido aquí. Ella procuró de hablarle para asegurarse más, y diole cuenta de todo. El le dijo que todo esto no era cosa que tocava a su oficio, porque todo lo que vía y entendía siempre la afirmava más en la fe católica, que ella siempre estuvo y está firme y con grandísimos deseos de la honra de Dios y bien de las almas, que por una se dejara matar muchas veces. Díjole –como la vio tan fatigada- que escriviese a el maestro Avila, que era vivo, una larga relación de todo – que era hombre que entendía mucho de oración-, y que con lo que la escriviese se sosegase» .

3. «De esto ninguna cosa siente hasta que se pasa aquel ímpetu. Harto tiene que hacer en sentir lo interior –ni creo sentiría graves tormentos-, y está con todos sus sentidos, y puede hablar y aun mirar; andar, no, que la derrueca el gran golpe del amor.
Esto, aunque se muera por tenerlo, si no es cuando lo da Dios, no aprovecha. Deja grandísimos efectos y ganancias en el alma. Unos letrados dicen que es uno; otros, otro; naide condena. El maestro Avila me escrivió era bueno, y ansí lo dicen todos. El alma bien entiende es gran merced del Señor. A ser muy a menudo, poco duraría la vida» .

4. «Yo no puedo entender por qué dejó vuestra señoría de enviar luego mi recaudo a el maestro Avila. No lo haga, por amor del Señor, sino que a la hora con un mensajero se le envíe (que me dicen hay jornada de un día no más), que ese esperar a Salazar es dislate, que no podrá salir, si es rector, a ver a vuestra señoría, cuantimás ir a ver al padre Avila» .

5. «Ya escriví a vuestra señoría en la carta que dejé en Malagón, que pienso que el demonio estorba que ese mi negocio no vea el maestro Avila; no querría que se muriese primero, que sería harto desmán» .

6. «El maestro Avila me escrive largo, y le contenta todo; sólo dice que es menester declarar más unas cosas y mudar los vocablos de otras, que esto es fácil» .

7. «Y vuestra merced me encomiende a nuestro Señor, que yo lo hago por él, aunque ruin, y lo mismo diga a el señor maestro y a mi buena hermana la señora Catalina Daza» .

Asimismo tal vez sea ésta la cita avilista más utilizada por Santa Maravillas de Jesús – una grande de la tradición teresiana- a lo largo de toda su vida. La frase se encuentra en la célebre carta del Maestro San Juan de Ávila «a una señora en tiempo de Adviento».

Estas palabras expresan cabalmente lo que constituía el mayor deseo de la Madre Maravillas, y lo que ella entendía que debía ser la vida de una religiosa: crecer cada día en la intimidad con el Señor, como la única, la sola ocupación de la existencia. Ella lo escribirá innumerables veces, de diversas maneras. Sólo una mínima muestra:
-Vivamos una vida interior en conversación íntima con nuestro Dios por una continua oración (B 671, a la M. Dolores de Jesús, sin fecha);
hay dentro de mí como una soledad donde, aunque exteriormente esté ocupándome de otras cosas, vivimos Él y yo (C 54, al P. Torres, ¿5 de mayo? de 1927);
el alma ansía soledad, silencio completo de criaturas, para atender sólo a eso tan oculto que parece el Señor le da (C 409, al P. Torres, 8-18 de septiembre de 1933);
dichoso secreto y dichosos misterios los que nos enseña Jesús, llevado de su locura de amor por las almas y de su deseo de que empecemos ya en la tierra la vida de íntima unión con Él (B 820, a la Hª Mª Jesús de San Ignacio, sin fecha).

Y, ¡cómo no!, acudirá también a esta frase de Juan de Ávila en sus conversaciones, que sus monjas le han oído incontables veces:

«Recuerdo una vez que me miraba, me miraba, mientras le estaba hablando de mis cosas, y luego sólo me dijo eso que tanto le gustaba a ella: “¿Qué otra cosa tienes tú que hacer en la tierra, sino tratar amores con el Rey del cielo?” Se lo había oído decir muchas veces, pero lo que ella puso en aquello no se me puede olvidar nunca» .  

«Con mucha naturalidad y sencillez, sin decir frases sublimes o rebuscadas, siempre hacía bien al alma y dejaba la impresión de que estaba Dios en ella, de que era alma de mucha oración y vivía siempre en su presencia. Repetía muchas veces y en capítulo: “¿Qué otra cosa tengo que hacer en la tierra, sino tratar amores con el Rey del cielo?”» .

«Vivía sólo para Dios. En Dios lo veía todo. Todo venía para ella de la mano amorosa de Dios y era su único cuidado cumplir su divina voluntad en unión íntima y trato amoroso en la tierra con el Rey del cielo. ¡Cuántas veces nos decía: “Qué tienes que hacer en la tierra, sino tratar amores con el Rey del cielo”!» .

«Si hacía fundaciones era sólo por cumplir la voluntad del Señor y para que tuviese corazones que le amasen. Continuamente nos decía aquello de: “¿Qué otra cosa tienes tú que hacer en la tierra, sino tratar amores con el Rey del cielo?”» .

Hagamos un breve análisis gramatical y retórico de esta frase. Lo primero que llama la atención es la figura usada: la antífora (“mediante la cual el predicador se pregunta y se responde a sí mismo” , a veces implícitamente) o interrogación (“la cual ni al predicador ni al oyente deja desmayar o dormir”) . Lo segundo, la comparación entre  los términos a quo: la tierra, y ad quem: el cielo. Tercero lo esencial, lo único que verdaderamente importa: tratar amores,o sea, tener amores, o tener relaciones amorosas relativas al amor santo. Es sinónimo de cortejar, galantear, tener requiebros; expresión usada, entre muchos otros, por Cervantes en El Quijote, Fray Luis de León en El Cantar, etc. Se resalta que han venido al Convento a ser santas por medio de la unión con Jesucristo.

En los capítulos conventuales era frecuente que la Madre Maravillas comentara con unción esta cita. En el archivo de La Aldehuela se conserva la trascripción de uno de ellos, en el que ella misma explica cómo entendía estas palabras:

Ya saben lo que muchas veces decimos: «¿Qué otra cosa tienes tú que hacer en la tierra, sino tratar amores con el Rey del cielo?». A eso nos ha traído el Señor al convento. No nos ha traído a otra cosa; nos ha traído a hacernos santas por medio de la unión con Él, por medio de esta vida de cielo que Él inspiró y que quiso que nuestra Santa Madre [Teresa de Jesús]la pusiera en su primer esplendor. Y eso es lo que tenemos nosotros que hacer en el convento, no vivir para nosotras sino vivir para Dios y para las almas; porque, claro, ya sabemos que el mayor deseo, el mayor consuelo del Señor es que las almas que Él ha creado se salven, que no se le pierdan; y el mayor interés de nuestro enemigo –por el odio que le tiene al Señor-, es el que las almas no vayan a Él. Ya ven lo grande, lo importante que es nuestra vida del Carmelo. Y si siempre es esto así, pues mucho más en estos momentos, en este tiempo en que no se sabe de qué manera se han despertado todas estas pasiones, todos estos horrores que hacen sufrir así al Corazón de Cristo (…). No olvidemos nunca que lo único que nos importa es «tratar amores con el Rey del cielo». Y vendrán, naturalmente, vendrán tentaciones, vendrán sentimientos de una o de otra cosa pero con su gracia todo lo podremos hacer, y con su gracia podemos triunfar; de manera que, siempre con una confianza ilimitada en el Señor, pero con una fidelidad que Él nos concederá si se lo pedimos, procurar ser muy fieles todos los días de nuestra vida, cada día con mayor amor; y si el amor es verdadero, qué nos puede importar, qué nos pueden costar todas las pequeñeces que nos vienen de las cosas de la vida, en absoluto. Sólo nos importa el amar a Dios, el trabajar por su gloria, y en eso hemos de poner todo nuestro afán, todo nuestro interés. No olviden eso: «¿Qué otra cosa tienes tú que hacer en la tierra, sino tratar amores con el Rey del cielo?». Y querer y aceptar todo lo que nos una más con este Rey del cielo, que así ha querido desposarse con nosotras. Pues procurémoslo con todo nuestro corazón, procuremos ser cada día más de Dios . 

Lo alcance la Suma Servidora a todas ustedes.

Epistolario, carta 67, vol. IV, p. 296.Curiosamente, en los innumerables ocasiones en que la empleó, la Madre siempre la citará sustituyendo elver por hacer.

Carta 5,3-4.

Cuenta de Conciencia, 57.ª,7.

Cuenta de Conciencia, 58.ª,12.

Carta 7,5.

Carta 8,17.

Carta 14,4.

Carta 66,1.

Testimonio de la M. Carmen de la Cruz. Archivo de La Aldehuela.

Declaración de la Hª Inés del Niño Jesús. Archivo de La Aldehuela.

Declaración de la Hª Mª Cruz del Salvador. Archivo de La Aldehuela.

M. DOLORES DE JESÚS, Mis recuerdos de la Madre Maravillas, Madrid, Edibesa, 2006, p. 260.

San Alfonso María de Ligorio, Obras ascéticas, BAC  1954, t. II, 455.

  Fray Luis de Granada, De la Retórica eclesiástica, Madrid 1793, 327.

Capítulo en La Aldehuela, enero 1968.