Hemos dicho que la Eucaristía se ofrece porque es sacrificio. Ahora queremos tratar de por qué razones la Misa es sacrificio. Siguiendo al Concilio de Trento y al Catecismo de la Iglesia Católica debemos decir que la Misa es sacrificio por tres razones: 1º Porque es representación del sacrificio de la cruz; 2º Porque es memorial del sacrificio de la cruz; y 3º Porque es aplicación de los frutos de la cruz a nosotros. En efecto, se enseña en el Catecismo de la Iglesia Católica que: “La Eucaristía es, pues, un sacrificio porque representa ( = hace presente) el sacrificio de la cruz, porque es su memorial y aplica su fruto (y cita al Concilio de Trento): “(Cristo), nuestro Dios y Señor, se ofreció a Dios Padre una vez por todas, muriendo como intercesor sobre el altar de la cruz, a fin de realizar para ellos (los hombres) una redención eterna. Sin embargo, como su muerte no debía poner fin a su sacerdocio (Hb 7,24.27), en la última Cena, la noche en que fue entregado (1Co 11,23), quiso dejar a la Iglesia, su esposa amada, un sacrificio visible (como lo reclama la naturaleza humana), donde sería representado el sacrificio sangriento que iba a realizarse una única vez en la cruz, cuya memoria se perpetuaría hasta el fin de los siglos (1Co 11,23) y cuya virtud saludable se aplicaría a la redención de los pecados que cometemos cada día”1 “2 .
Tres nociones que se entrecruzan y entrelazan, que se implican mutuamente y que recíprocamente se ilustran. En la Misa la representación es memorial y aplicación; el memorial es representación y aplicación; y la aplicación es representación y memorial; aunque entre ellas no se identifican totalmente.
Hoy veremos tan sólo lo primero: La Misa es sacrificio porque es representación del sacrificio de la cruz.
I) ¿QUÉ ES REPRESENTAR Y REPRESENTACIÓN EN SENTIDO PROFANO?
Según el Diccionario de la Real Academia Española, representar viene del lat. repraesentare y tiene 10 acepciones, algunas de ellas son, por ejemplo:
4. [tr.] Recitar o ejecutar en público una obra dramática.
5. [tr.] Interpretar un papel de una obra dramática.
6. [tr.] Sustituir a uno o hacer sus veces, desempeñar su función o la de una entidad, empresa, etc.
7. [tr.] Ser imagen o símbolo de una cosa, o imitarla perfectamente.
Y representación, del lat. representatio, -onis, con 8 acepciones, alguna de ellas:
1. [f.] Acción y efecto de representar o representarse.
2. [f.] Nombre antiguo de la obra dramática.
4. [f.] Figura, imagen o idea que sustituye a la realidad.
6. [f.] Conjunto de personas que representan a una entidad, colectividad o corporación.
7. [f.] Cosa que representa otra.
II) ¿QUÉ ES REPRESENTACIÓN EN EL ANTIGUO TESTAMENTO?
En el Antiguo Testamento los sacrificios, tanto los holocaustos, los sacrificios por los pecados, las hostias pacíficas y demás, eran figura, símbolo o imagen del sacrificio de la cruz, y, de alguna manera lo representaban, pero no lo contenían. Podemos decir que representación en el Antiguo Testamento responde a las séptimas acepciones: “Ser imagen o símbolo de una cosa…” y “Cosa que representa otra”, en cuanto que, como figuras, signos e imagen, representaban el sacrificio de Cristo en la cruz. Como dice San Pablo: Todo esto es sombra de lo venidero; pero la realidad es el cuerpo de Cristo (Col 2,17); Todo esto les acontecía en figura… (1Cor 10,11); Estos dan culto en lo que es sombra y figura de realidades celestiales (Heb 8,5).
III) ¿QUÉ ES REPRESENTACIÓN EN EL NUEVO TESTAMENTO, EN EL SACRIFICIO DE LA NUEVA ALIANZA, EN LA MISA?
En el Nuevo Testamento es esencialmente distinta la representación en el sacrificio de la Nueva Alianza donde no solamente la Eucaristía es signo, símbolo, figura o imagen del sacrificio de la cruz, sino que lo contiene, ya que contiene al Cristo que ha padecido. Es solamente “propio de este sacramento que en su celebración se inmole Cristo”.3 Que se inmole como en la cruz, aunque de otro modo, cosa que jamás ocurrió en el Antiguo Testamento.
De ahí, que para algunos teólogos: “Representar es presentar por segunda vez la Víctima, pero con distinta victimación. Con ello se da a la palabra dos significaciones: la de imagen y la de repetición”.4 La distinta victimación, es real y verdadera, pero es mística o sacramental.
Decimos que es representación de la Pasión del Señor, porque en la Misa la Sangre aparece separada del Cuerpo, como en la Cruz. La Misa es representación de la Pasión del Señor, porque, significa y expresa, eficazmente, la misma Pasión del Señor en su acto principal cuando en la Cruz la Sangre se separó del Cuerpo. No es mera representación vacía, sino que es una verdadera representación sacramental, que realiza lo que significa, y la Misa es, por tanto, “un verdadero y propio sacrificio”.5 Digamos una vez más: ¿La representación sacramental significa sacrificio? Sí, ¡pues lo realiza eficazmente!
De manera que no sólo debemos afirmar con fuerza que el mismo Cristo esta presente bajo las especies de pan y vino, sino que, con la misma fuerza debemos considerar que está bajo las especies separadas de pan y vino como Víctima, es decir, con su sacrificio, con su inmolación y con su oblación u ofrecimiento. ¿Con cuál sacrificio, con cuál inmolación, con cuál oblación? Con el mismo sacrificio de la cruz, con la inmolación de la cruz, con la oblación de la cruz, de modo sacramental.
Y si bien sabemos que bajo cada una de las especies está Cristo entero, por razón de la concomitancia, con su Cuerpo, Sangre, alma y divinidad, no es menos cierto que, por razón del sacramento, por la fuerza de las palabras, la Sangre está directamente presente bajo la especie de vino y el Cuerpo está directamente presente bajo la especie de pan. Esto alcanza y sobra para dar razón del sacrificio eucarístico -que es sacramental-: ¡Sangre derramada por un lado, Cuerpo entregado por otro, en todos los idiomas del mundo es sacrificio! Al ser el sacramento un signo eficaz, realiza lo que significa; el agua en el Bautismo significa limpieza y vida, por tanto produce en el alma limpieza de todo pecado y da la vida de los hijos de Dios; el aceite significa fuerza, en los sacramentos fortalece al alma; el pan y el vino que significan comida y bebida, en la Eucaristía serán eficazmente, comida y bebida para el alma; la Sangre separada del Cuerpo es sacrificio, en la Eucaristía causa, produce, realiza el mismo y único sacrificio de la Cruz.
De tal modo que, por ser la Misa representación eficaz, viva y plena del sacrificio de Cristo en la Cruz, es perpetuación del mismo sacrificio cruento de Cristo en la Cruz, en figura ajena (o sea, “bajo condición que le es extraña -diríamos, que no le es natural-, como sucede en el sacramento…”,6 bajo las apariencias de pan y vino). En la Misa se hace no sólo el rito incruento de la Cena, sino que se hace presente el sacrificio cruento de la Cruz, bajo las especies sacramentales. El Cenáculo y el Calvario vienen hacia nosotros, sobre el altar. Suele decirse que nosotros debemos imaginarnos presentes en el Cenáculo y el Gólgota, pero no es del todo exacto, es el Cenáculo y el Gólgota los que vienen a nosotros.
Debemos tener en cuenta, también, como ya hemos dicho, que muchas cosas representaban la Pasión del Señor, por ejemplo, los sacrificios del Antiguo Testamento en cuanto eran la representación de la verdadera inmolación de Cristo “podría decirse que Cristo se inmoló en las figuras del Antiguo Testamento”.7 El Bautismo y los demás sacramentos representan, a su modo, la Pasión del Señor; pero aún en la Misa: la fracción del pan, la comunión, la inmixtión… representan, a su modo, la Pasión del Señor; ¡pero la sola representación eficaz se tiene en la doble consagración por separado del pan y del vino!
De ahí que la fe católica no sólo dice que en la Eucaristía Jesucristo está presente, verdadera, real y sustancialmente, bajo las apariencias de pan y vino, sino que además, está presente el “Christus passus”, el Cristo que ha sufrido, ya que la Eucaristía “contiene a Cristo que padeció”;8 es decir, contiene a Cristo no “padeciendo ahora”, sino que “padeció en otro tiempo””.9 “La Eucaristía es el sacramento perfecto de la Pasión del Señor, por cuanto contiene al mismo Cristo que padeció”.10
Tengamos siempre en claro y muy firme en nuestra alma, la santa fe católica que enseña como dogma de fe definida que: “En este divino sacrificio, que en la Misa se realiza, se contiene e incruentamente se inmola aquel mismo Cristo que una sola vez se ofreció Él mismo cruentamente en el altar de la cruz”.11
Decía el gran Bousset: “Todo se hará con este pan y este vino; vendrá una palabra omnipotente que de este pan hará la Carne del Salvador y del vino su Sangre… ¡Oh Dios!, sobre el altar se encuentran aquel Cuerpo mismo, aquella misma Sangre; aquel Cuerpo entregado por nosotros, aquella Sangre derramada por nosotros… Están separados, sí, separados, el Cuerpo por una parte, la Sangre por otra, y cada uno bajo signos diferentes… He ahí, por tanto, revestidos del carácter de su muerte, a aquel Jesús, otra vez nuestra Víctima y hoy también nuestra Víctima de un modo nuevo por la separación mística de aquella Sangre de aquel Cuerpo. No diremos más porque todo el resto es incomprensible y nadie lo ve, excepto Aquel que lo ha hecho”.12
Queridos hermanos y hermanas:
Por la fuerza del sacramento lo que aparece sobre el altar, después de la consagración, es la Sangre separada del Cuerpo, que es la representación eficaz de lo que sucedió en la cruz. Nosotros, indignos y pecadores, por gracia de Dios, participamos así del sacrificio de la cruz. ¡Qué gracia enorme! ¡Cuánto nos vamos a arrepentir el día de mañana de haber dejado de participar de una Misa, por culpa propia!
El Cenáculo y el Calvario vienen a nosotros ¡Debemos tener nosotros las mismas disposiciones espirituales que tuvieron los Apóstoles en la Última Cena, y la Santísima Virgen, San Juan, Santa María Magdalena, Santa María de Cleofás, Santa María Salomé y las otras santas mujeres en el Gólgota!
¿Cuál debería ser nuestra actitud expectante, reverente, concentrada, asombrada, amante, delicada, adorante… ante “el misterio de la fe”? ¿No deberíamos dejar nuestras preocupaciones, contratiempos, disgustos, dolores, desilusiones, fracasos… en la patena y ponerlos en las manos y en el corazón de Jesús y así poner en práctica la enseñanza del Maestro: Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso. Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera (Mt 11,28-30).
¿Por qué no lo intentamos? La Reina del Cisne nos ayudará.
1 Concilio de Trento, DS 1740. (Resaltado nuestro).
2 Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1366.
3 SANTO TOMÁS DE AQUINO, S. Th. III, 83, 1.
4 EMILIO SAURÁS, Introducción a la cuestión 83, pp. 829-830 en el tomo XIII de la S.Th.(Madrid 1957).
5 Concilio de Trento, DS 1751.
6 DOM VONIER, Doctrina y clave de la Eucaristía (Buenos Aires 1946) 252.
7 SANTO TOMÁS DE AQUINO, S. Th. III, 81, 1.
8 S. Th. III, 85, 5, ad 2.
9 ANTONIO PIOLANTI, El sacrificio de la Misa (Barcelona 1965) 65.
10 SANTO TOMÁS DE AQUINO, S. Th. III, 73, 5, ad 2.
11 Concilio de Trento, DS 1743.
12 Méditations sur l’Evangile, La céne, 1ª parte, 57º día.