I. Introducción.
1. Encuentro del p. Lucio Flores, IVE, con el Cardenal Francisco Javier Nguyeb Van Thuán.
Lo relata en una carta el p. Lucio Flores, IVE:
«Fue en el año 2000 poco tiempo después de predicarle al Santo Padre con la Curia Romana los Ejercicios Espirituales anuales. Fue invitado por los obispos de Taiwán para que viniese a predicar a los sacerdotes de la isla sus Ejercicios Espirituales. La tanda de ejercicios fue en una casa de retiro de los Padres Jesuitas en Chanjua, diócesis de Taichung. Los temas de predicación, fueron casi los mismos que predicó al Santo Padre y que después aparecieron escritos en el libro llamado “Testigos de Esperanza”.
Si bien las predicas fueron hechas en un inglés muy salpicado de francés, fue traducido simultáneamente al chino. Lo más impactante de las predicaciones era que los ejemplos eran dichos en primera persona. Por ejemplo, cuando estuvo puesto un mes en una celda de un metro cuadrado; allí debía comer, descomer, dormir, rezar, etc.
Decía que estando a punto de perder la cordura por la situación escuchó una voz interior que le decía: “¿En qué piensas Van Thuán, qué te preocupa? ¿La Curia, los sacerdotes, el seminario, los catequistas, etc.? Esas son obras mías, no tuyas, yo tengo pensado quiénes las seguirán. ¿Tú acaso no me tienes a mí? ¿Esto no te basta?” Van Thuán contó que en ese momento entendió todo y que fue invadido de una gran paz interior y alegría, cosa que después siempre lo acompañó, y gracias a eso no se volvió loco en el calabozo.
Después de eso él empezó a volver locos a los comunistas, pues todos los carceleros que le ponían terminaban convirtiéndose al catolicismo y siendo sus amigos. Unos carceleros le pidieron que les enseñara latín, pues el gobierno quería saber qué decían las cartas que venían desde Roma; decía que los comunistas eran muy inteligentes y por ello sabían que saber latín era fundamental; y acotó: “…y pensar que ahora en los seminarios ya no se quiere enseñar latín”. Entiendo que lo decía como para hacernos dar cuenta de la burrada de este tipo de modernización eclesiástica. Él aprovechaba y les enseñaba las oraciones cristianas en latín. Por las mañanas solía escuchar cantar el Veni Creator y el Pater noster; ¿quiénes lo cantaban? Sus carceleros.
Aprovechaba que tenía unas úlceras para pedir vino como medicina y con un poco de pan y con unas gotas de vino todos los días celebraba la Santa Misa sin otro cáliz que la palma de su mano y un crucifijo hecho con unos pedazos de alambre del campo de concentración, y que ahora llevaba en su pectoral. Realmente eran predicaciones muy sencillas pero cargadas de una fuerza distinta, como cargadas de la autoridad y de la unción del Espíritu Santo. También repetía muy seguido que debemos acostumbrarnos a ser una religión que vive siendo minoría.
Cuando hablé con él hablamos en español. Estábamos en un momento en que nos querían aniquilar. Si no me equivoco, el comisario era Mons. Delgado; querían cerrar nuestro Seminario en San Rafael y el noviciado. En esa época se nos acusaba de no tener colegialidad eclesiástica, de estar jorobando a toda la Iglesia en Argentina sin estar trabajando en otra diócesis fuera de San Rafael y Añatuya. Le dije que sentía como que nuestra Madre Iglesia estaba como presionada por muchos obispos para que aborte antes de nacer esta ya engendrada criatura que es el IVE y que habíamos cometido el delito de querer dar a conocer y amar a Cristo y a su Iglesia.
Le pregunté qué consejo nos daba en esa situación, y me respondió de modo muy simple y categórico:“Decile a tu superior (el fundador) que salga de los muros, que allí está nuestra salvación y nuestra fuerza. Sean unidos y no se dejen encerrar en los muros de Argentina; extra muros, como San Pablo extra muros. Ésto es lo que quiere Dios, así lo hizo con los Apóstoles, así lo hizo Jesucristo mismo, así lo hará también con ustedes. Fuera de Argentina tendremos fuerza: Hay que ir a China, a Roma, a todo el mundo y Dios los bendecirá”.
Después me contó que él fue destinado a Roma por pedido de los comunistas, pues se les convirtió en una papa caliente que no sabían cómo agarrar, pues después de la cárcel su fuerza era cada vez mayor, y aquellos que lo detractaron (sacerdotes y obispos) junto con los gobernantes ya no sabían qué hacer con él; esto les llevo a arreglar con Roma para que se lo llevaran de Vietnam y le dieran un puesto que lo tuviera ocupado allí en Roma y no molestara más en Vietnam.
Los comunistas pidieron a Roma que se los sacaran de encima, fuera de los muros del sistema vietnamita, fuera de los muros de su país natal, fuera de los muros de la Iglesia en Vietnam, pero esto se les convirtió en un bumerán, pues desde Roma su influencia fue cada vez mayor, al punto que los mismos que lo habían traicionado (hermanos obispos y sacerdotes) vinieron a Roma muy tímidos a pedirle favores y gracias que les alcanzara de la Santa Sede. Él los recibió como otro José; los llevó a comer de lo mejor, pues en realidad le habían hecho un favor, mandándolo a donde lo mandaron. Y me volvió a repetir que no nos quedemos entrampados en San Rafael, en Argentina, que salir de Argentina sería nuestra fuerza. Yo le agradecí el consejo y le pedí la bendición, y después creo que escribí a los superiores, pero hoy busqué y busqué en archivos viejos, y no pude encontrar nada más que la dirección que me dio el P. Gonzalo de Van Thuán en Roma para escribirle una carta. La respuesta de Van Thuán fue por teléfono, en la cual me dijo que él no podía hacer nada desde allí, pero que rezaba por nosotros y repetía el mismo consejo. Querido Padre esto es todo lo que me acuerdo. Disculpe los errores de ortografía y el desorden de la misma.
Feliz Pascua para todos.
En Cristo y María.
P. Lucio IVE.
NB: Siempre recuerdo que estando un grupo de sacerdotes escuchando, en medio de estos líos, usted dijo:“Estamos en el monte Tabor; aun debemos subir al Calvario”».
Consideramos que el consejo que nos diera el Siervo de Dios Cardenal Van Thuán ha sido como su testamento espiritual para nosotros y, como tal, siempre debemos tenerlo muy en cuenta para nuestra espiritualidad y para nuestro gobierno.
2. El texto bíblico al que hacía referencia el Cardenal Van Thuán.
«9No os dejéis seducir por doctrinas varias y extrañas. Mejor es fortalecer el corazón con la gracia que con alimentos que nada aprovecharon a los que siguieron ese camino. 10 Tenemos nosotros un altar del cual no tienen derecho a comer los que dan culto en la Tienda.11Los cuerpos de los animales, cuya sangre llevael Sumo Sacerdote al santuario para la expiación del pecado, son quemados fuera del campamento . 12Por eso, también Jesús, para santificar al pueblo con su sangre, padeció fuera de la puerta. 13 Así pues, salgamos donde él fuera del campamento, cargando con su oprobio; 14porque no tenemos aquí ciudad permanente, sino que andamos buscando la futura. 15Ofrezcamos sin cesar, por medio de él, a Dios un sacrificio de alabanza, es decir, el fruto de los labios que celebran su nombre. 16No os olvidéis de hacer el bien y de ayudaros mutuamente; ésos son los sacrificios que agradan a Dios» (Heb 13, 9-16).
II. Comentarios al texto bíblico.
Estimo que cinco son los temas principales:
1. Perseverar en la fe de los Apóstoles;
2. Tenemos un altar;
3. Fuera del campamento;
4. Buscamos la Ciudad futura;
5. Debemos ofrecer sin cesar el sacrificio de alabanza.
1. Perseverar en la fe de los Apóstoles.
Comenta Santo Tomás de Aquino:
[740] Después de haberlos amonestado el Apóstol San Pablo a que imiten los ejemplos y la vida de los santos que fallecieron, amonéstalos aquí a perseverar en la doctrina de los Apóstoles. Acerca de esto hace dos cosas: – primero, les da una monición suya (v. 9), donde también hace dos cosas: Una, la hace en general: No os dejéis seducir por doctrinas varias y extrañas (v. 9a) y luego la explica allí donde dice Mejor es fortalecer el corazón, con la gracia que con alimentos que nada aprovecharon a los que siguieron ese camino (v. 9b);
– segundo, les indica la razón allí donde dice tenemos un altar (v. 10).
- No dejarse seducir por otras doctrinas.
Respecto a lo primero: [741] Dice, pues: No os dejéis seducir por doctrinas varias y extrañas; como si dijera: Ya dije que debéis imitar la fe de los Apóstoles. Por tanto no debéis apartaros, es decir, ser removidos de su doctrina por cualquiera otra doctrina.
De donde se debe saber que la verdad consiste en un medio, del cual es la unidad. Por consiguiente a una cosa verdadera pueden oponerse muchas falsas, como a un medio muchos extremos. Pues bien, la doctrina de la fe es una, porque de un punto a otro punto sólo se puede ir por una línea recta. En cambio todas las otras doctrinas son muchas, porque extraviarse de lo recto puede acontecer de muchas maneras. Por esto dice “por doctrinas varias”, esto es, divididas: Su corazón está dividido. Ahora serán hallados culpables (Os 10,2). Estas son aquellas doctrinas de las cuales dice a Timoteo que son “doctrinas de demonios, enseñadas por impostores llenos de hipocresía” (1 Tim 4,1-2). Asimismo son peregrinas o extrañas a la fe católica, y nosotros no hemos de tolerarlas, porque no somos huéspedes y peregrinos, sino conciudadanos de los santos y domésticos (de la familia) de Dios (Ef 2,19).
b. ¿En especial en qué consisten esas doctrinas diversas y extrañas?
[742] Luego, cuando dice Mejor es fortalecer el corazón con la gracia, que con alimentos que nada aprovecharon a los que siguieron ese camino, explica en especial en qué consisten esas doctrinas diversas y extrañas.
Para entender lo cual es de saber que en la primitiva Iglesia hubo un error que decía que para alcanzar la salvación era necesario guardar las observancias legales del Antiguo Testamento, que consistían principalmente en tomar ciertos manjares, como el cordero pascual (cfr. Ex 12,3ss), y en abstenerse de otros, como consta en Lev 9 y en otros muchos lugares. Que es como decir “por las doctrinas de los sacerdotes [levíticos] y sus ofrendas” .
Otro error fue el de los Nicolaítas, que sostenían que ocasionalmente era lícito deleitarse con placeres corporales. A ambos errores pueden aplicarse las palabras antedichas, pero con más propiedad se refieren al primer error.
Efectivamente, había dicho más arriba: no os alejéis de la verdad de la fe por doctrinas diversas y extrañas: nos os dejéis confundir prontamente (2 Tes 2,2); me maravillo de que abandonando al que os llamó por la gracia de Cristo os paséis tan rápidamente a otro evangelio (Gal 1,6). Pues lo que Dios requiere de nosotros es el corazón: ofréceme, hijo, tu corazón (Prov 23,26). Por esto dice Mejor es fortalecer el corazón con la gracia, pues (el corazón) debe ser firme y estable. Lo contrario se dice en el Salmo 39,13: “mi corazón me ha abandonado”. Ahora bien, el corazón no halla su estabilidad en las viandas corporales, sino en la gracia que justifica: justificados en virtud de su gracia, en virtud de la redención que hay en Cristo Jesús (Rom 3,24). Por eso dice: no con alimentos que nada aprovecharon (Heb 13,9): que no consiste el reino de Dios en comer y beber, sino en la justicia, en la paz y en el gozo del Espíritu Santo (Rom 14,17). La firmeza del corazón no está en una moderada o excesiva consumición de alimento, sino en la gracia de Dios: Firme está su corazón esperando en el Señor; constante es su corazón, no temerá hasta ver confundidos a sus contrarios (Sal 111,7). «Aquí alude […] a los que consideran importante la observancia de los alimentos; en efecto, todo es puro por la fe; por tanto, hay necesidad de fe, no de alimentos» . « ¿Cómo va a estar en ti la gracia, es decir, una buena disposición, o la fuerza del Espíritu, si no la consigues con las buenas acciones? La causa de todos los bienes consiste en que permanezca siempre en nosotros la gracia del Espíritu. En efecto, ella nos muestra el camino en todo, de modo que, cuando se aleja de nosotros, nos deja perdidos y solitarios» .
La esperanza es como un ancla que fija el corazón. Precedentemente había dicho: para que […] nos veamos más poderosamente animados los que buscamos un refugio asiéndonos a la esperanza puesta delante de nosotros. La cual tenemos como segura y firme ancla del alma (Heb 6,18-19).
Y dice que nada aprovecharon a los que siguieron ese camino, esto es, a los que ponían su esperanza en ellas (las prácticas legales del A.T. relativas a los alimentos). Porque a los que las toman por necesidad les aprovecha para la salud del cuerpo. Mas los que ponen todo su afán en ellas, caminan en ellas y ellas no les aprovechan ni para la salud del alma ni para la del cuerpo. “¿Acaso las carnes sacrificadas te han de purificar de tus maldades, de las que vas haciendo tanto alarde?” (Jer 11,15).
2. Tenemos un altar.
Respecto a lo segundo, [743] luego, cuando dice tenemos un altar establece la razón, y es muy sutil.
Como se lee en Lev 16,29ss el día décimo del séptimo mes el Sumo Sacerdote introducía en el santuario la sangre de un novillo y de un macho cabrío (para ofrecerla) por su ignorancia, y los cuerpos (de estos animales) se quemaban fuera del campamento. Y porque era una oblación de los sacerdotes, no comían sus carnes. Efectivamente, lo que ofrecían por los pecados de los sacerdotes no lo comían, sino que lo quemaban fuera del campamento. De esta figura saca el Apóstol el misterio.
Efectivamente, por esa sangre se simbolizaba la sangre de Cristo, como arriba se dijo (Heb 9). En efecto, el novillo y el macho cabrío eran figuras de Cristo, pues el novillo era una víctima sacerdotal, y el macho cabrío era inmolado por los pecados. En lo cual se prefiguraba que Cristo debía ser inmolado por los pecados, pero no por los suyos, sino los del pueblo. Por tanto el novillo y el macho cabrío inmolado es figura de Cristo sacerdote que se ofrece a sí mismo por nuestros pecados. Por lo cual la sangre de Cristo fue introducida en el Santuario, y su carne fue quemada fuera del campamento. Aquí hay un doble significado. El primero es que Cristo fue inmolado en la ciudad por las lenguas de los judíos, de ahí que Marcos diga que lo crucificaron a la hora tercia aunque fue levantado en la cruz a la hora sexta. El segundo significado es que en virtud de su pasión Cristo nos introduce en el Santuario celestial, ante el Padre. El hecho que los cuerpos eran quemados fuera del campamento significa, por lo que a nuestra cabeza se refiere, que Cristo debía padecer fuera de la puerta. Y en cuanto a nosotros, que somos sus miembros, significa que Cristo se inmola por aquellos que están fuera del campamento de los hombres carnales (cfr. [748]) o de las observancias legales o de los sentidos exteriores. Pues los que estaban dentro del campamento no comían de aquellas carnes.
Esta es, pues, la figura que propone el Apóstol, de la cual pone primero el significado Tenemos nosotros un altar del cual no tienen derecho a comer los que dan culto en la Tienda (v.10) [743-744], luego la figura:los cuerpos de aquellos animales, cuya sangre lleva el Sumo Sacerdote al santuario para la expiación del pecado, son quemados fuera del campamento. Por eso, también Jesús, para santificar al pueblo con su sangre, padeció fuera de la puerta.(v. 11-12), y en tercer lugar saca la conclusión: Así pues, salgamos donde él fuera del campamento, cargando con su oprobio(v. 13).
Enseña San Juan Crisóstomo: «Estas palabras se dirigían a los que tenían dudas y preguntaban: ¿Cómo podéis decir que tenéis un altar? ¿Qué habéis ofrecido en él? A Cristo mismo, a quien tú descuidas y no consigues ver que fue sacrificado, porque su sacrificio y su ofrenda se cumplieron a favor del mundo, aunque no haya sido sacrificado sobre vuestro altar. Está claro que Él sufrió fuera de la ciudad de Jerusalén. Por eso les dice: Sí, padeció a las afueras, pero por ese mismo hecho ha conseguido que“tengamos un altar”. Pues tampoco entre vosotros los cuerpos de los animales son quemados en los mismos altares, sino fuera del campamento. Por eso “padeció fuera de las puertas”, para que pudiera santificar a todos, no sólo a los sacerdotes. Y si el sacrificio ha tenido lugar en favor de todos, ¿cómo no iba a ser también sobre un altar? Pero la expresión “para santificar al pueblo” también tiene otra interpretación distinta. Él dice: He dicho que los que ofician el culto del Tabernáculo no tienen derecho a comer de nuestro altar, no porque les sea imposible, sino porque en su opinión se consideran indignos, ya que – por la misericordia de Cristo – no sólo no está prohibido, sino que precisamente por eso padeció [Cristo]. “Padeció a las afueras de las puertas” – afirma [Pablo] -, “para santificar” no a este o a aquel pueblo, sino a todos y para concederles también la autoridad de comer de este altar» .
¿Qué cosa es el altar?
[744] Dice, pues: Fortalezcamos nuestros corazones, no con viandas, sino con la gracia. Pues no podemos hacer de otro modo, ya que “tenemos un altar”. Este altar es la cruz de Cristo, en la que Cristo se inmoló por nosotros, o es el mismo Cristo, en quien y por quien ofrecemos nuestras plegarias (in quo et per quem preces nostras offerimus). Y éste es el altar de oro del que se habla en Ap 8,3. De este altar no tienen derecho a comer, es decir, a recibir el fruto de la Pasión de Cristo y a incorporarse a Él como a su cabeza,los que dan culto en la Tienda [o tabernáculo]: si os hacéis circuncidar Cristo no os aprovechará para nada(Gal 5,2).
O también sirven al tabernáculo o Tienda del cuerpo los que siguen los deleites carnales: no sigáis la carne para satisfacer sus concupiscencias (Rm 13,14). A los tales Cristo no les aprovecha para nada: el que come y bebe sin discernir el cuerpo del Señor, come y bebe su propia condenación (1 Co 11,29). El cuerpo es llamado tabernáculo porque en él habitamos como en una guerra contra el enemigo, y permanece por poco tiempo: Pronto deberé dejar esta tienda mía (2 Pe 1,14). Por consiguiente no se lo debe servir.
Por eso Cristo y su cruz es el altar del mundo: «En verdad, como dice el Apóstol, “Cristo, nuestra Pascua, ha sido inmolado” . Se ofrece al Padre un sacrificio nuevo y verdadero de reconciliación no en el templo, cuya dignidad había ya terminado; ni dentro de los muros de la ciudad, que en castigo de su crimen había de ser destruida, sino en el exterior, fuera del campamento, para que, en lugar del misterio abolido de las antiguas víctimas, fuese presentada una nueva hostia [o víctima] sobre un nuevo altar y la cruz de Cristo fuese no un altar del templo, sino del mundo» .
3. Fuera del campamento.
Los cuerpos de los animales, cuya sangre lleva el Sumo Sacerdote al santuario para la expiación del pecado, son quemados fuera del campamento. Se lee en el Antiguo Testamento: «Del novillo del sacrificio por el pecado y del macho cabrío inmolado por el pecado, cuya sangre fue introducida en el santuario para hacer expiación, serán sacados fuera del campamento y quemados con fuego sus pieles, su carne y sus excrementos» (Lv 16,27).
Cuando dice pues los cuerpos de estos animales continúa con la misma figura (que había comenzado a describir antes, en el v. 10: tenemos un altar…): -en primer lugar, la figura de la ley antigua los cuerpos de estos animales son quemados fuera del campamento; -en segundo lugar, la figura del Nuevo Testamento, allí donde dice por lo cual también Jesús (v. 12).
Respecto a lo primero dice pues los cuerpos de estos animales, etc. (v. 11).
Esta letra se puede leer de dos modos. Un primer modo es: los cuerpos de estos animales son quemados fuera del campamento, es decir, los cuerpos de los novillos y machos cabríos, cuya sangre es llevada al santuario por el pontífice por el pecado del sacerdote y de la multitud.
Otro modo es que por aquellos animales se entienda Cristo o sus santos. Pues por todas las hostias o víctimas de la antigua ley era figurado Cristo, y de consecuencia sus miembros: pues el cuerpo de Cristo, cuya sangre fue introducida en el santuario celestial por el pecado de todo el mundo, padeció por el fuegoen el altar de la cruz, fuera de las puertas de Jerusalén, como si hubiese sido quemado fuera del campamento. Hubo fuego, infinitamente superior, en la cruz, como hay fuego en la Eucaristía: ¡Es el Espíritu Santo! La Eucaristía nos enseña a quemarnos por amor de Dios. ¡La Eucaristía nos enseña a salir del campamento! A ser dóciles al Espíritu Santo. A llevar los ‘oprobios’ de Cristo y a crucificarnos con Él. A lanzarnos hacia la Jerusalén celestial. A encontrarnos con la Santísima Virgen María, quien al pie de la cruz estuvo “fuera de la puerta”, como antes probó el destierro “fuera del campamento”, viviendo en Egipto varios años. Es también “sacrificio de alabanza” que honra a Dios y enciende nuestros corazones para hacer las obras de misericordia a todos los hombres.
«La expresión “fuera del campamento” significa que nuestra conducta de vida debe estar más allá de la Ley, y que debemos soportar los agravios en virtud de Aquel que nos ha salvado» . «Nuestro Salvador manda antes que nada, a los que le siguen, la renuncia y salida del mundo. Una vez que han rechazado las causas de sus debilidades, entonces les manda actuar. Así actuó nuestro Señor con el calumniador [Satanás]: luchó con él en un lugar angosto, árido y desértico . También Pablo suplica a quienes llevan la cruz de Cristo que salgan fuera de la ciudad – dice -, tomando su ignominia [oprobios, vituperios, persecuciones…] puesto que también Cristo padeció fuera de la ciudad» . «Vayamos pues hacia Él, fuera del campamento, llevando Su oprobio, es decir sufriendo lo mismo que Él sufrió, teniendo comunión con Él en Sus sufrimientos. El fue crucificado afuera como un condenado, no nos avergoncemos entonces de salir afuera [del mundo]» .
O también (puede entenderse de) los santos (que están) fuera del campamento, es decir, fuera de la común sociedad de los hombres, quienes por el fuego de la caridad, los ayunos, las oraciones y las otras obras de misericordia se queman a sí mismos. (Dice) de estos animales, esto es, por aquellos por los que la sangre de Cristo eficazmente fue introducida en el santuario. El primer sentido (de estos dos) es el literal.
(Cuando dice) por eso (v. 12), adapta aquello que sucedió en el Nuevo Testamento a la figura del Antiguo Testamento, para que haya consonancia entre ambas cosas. Por lo cual dice por eso también Jesús, etc. Y así es evidente el todo.
Luego cuando dice Así pues, salgamos donde él fuera del campamento, cargando con su oprobio, induce dos conclusiones. La segunda está en el v. 15: por medio de Él ofrezcamos…
En cuanto a la primera [conclusión] dice: ya fue dicho que tenemos un altar (v. 10) que está fuera del campamento. Por tanto dos cosas debemos hacer, es decir, acceder a él y sobre él sacrificar.
Primero coloca el modo de acceder diciendo que así como Cristo padeció y sostuvo los improperios de su pasión fuera de la puerta, así también nosotros tenemos que salir hacia Él fuera del campamento, es decir, fuera de la común sociedad de los hombres carnales, o fuera de la observancia de las cosas legales, o fuera de los sentidos del cuerpo.
«Llevando sus improperios», los de Cristo, es decir, los signos de la pasión de Cristo por los cuales Cristo vino a ser oprobio de los hombres y abyección del pueblo, como dice el Salmo: Tú conoces mi oprobio, mi vergüenza y mi afrenta, ante ti están todos mis opresores. El oprobio me ha roto el corazón y desfallezco. Espero compasión, y no la hay, consoladores, y no encuentro ninguno. Veneno me han dado por comida, en mi sed me han abrevado con vinagre (Sal 69, 20-22).
O llevemos los improperios, es decir, que habiendo llegado la verdad renunciemos a las observancias legales, por lo cual somos improperio para los judíos, esto es, por los signos de penitencia de los cuales los carnales se burlan, como se dijo arriba en Heb11,26: Por la fe, Moisés, ya adulto, rehusó ser llamado hijo de una hija de Faraón, prefiriendo ser maltratado con el pueblo de Dios a disfrutar el efímero goce del pecado, estimando como riqueza mayor que los tesoros de Egipto el oprobio de Cristo, porque tenía los ojos puestos en la recompensa (Cfr. Heb 11, 24-26). Pues así como Cristo fue acusado de subvertir la ley, así también el Apóstol era recriminado porque predicaba que no se debían observar las observancias legales: En cuanto a mí, hermanos, si aún predico la circuncisión, ¿por qué soy todavía perseguido? ¡Pues se acabó ya el escándalo de la cruz! (Gal 5,11).
En su libro «Testigos de esperanza» el Cardenal Van Thuán trata de éste tema que tenía muy en su corazón: «Extra muros. La tradición de la Iglesia primitiva reconoce esta realidad en otro hecho: Jesús murió extra muros, «fuera de la puerta», como dice la Carta a los Hebreos (13, 12s), fuera de la viña, es decir, de la comunidad de Israel (cf. Lc 20, 15), y por tanto, fuera del lugar santo de la presencia de Yahvé, donde sólo el hombre religioso puede estar. Y así reveló, hasta las últimas consecuencias, que el amor de Dios se da a conocer justamente allí donde, a los ojos del hombre, Dios no está.
Tomando en consideración el cuarto Cántico del Siervo de Yahvé («fue contado con los rebeldes» [Is 53, 12]), la joven Iglesia está convencida de que el Crucificado abraza a todos los hombres, incluso al más malo y desesperado. Mediante el velo rasgado de su cuerpo, las fronteras entre recinto sagrado y mundo sin Dios han desaparecido: para él, todos pueden tener acceso al Padre.
Pablo, y con él las primeras comunidades cristianas, tienen siempre ante sí esta verdad desconcertante: la cruz de Jesús está plantada en el ámbito del mundo pecador. Si queremos descubrir el rostro de nuestro Señor, tenemos que buscarlo, pues, entre los más alejados. El nos espera en todo ser humano, sea cual sea su situación, su pasado, su estado de vida.
En el Monte de los Olivos, antes de ascender al Cielo, Jesús dijo a sus discípulos: «Seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaría, y hasta los confines de la tierra» (Hch 1, 8). Como los apóstoles, como Pablo, somos llamados a ir extra muros: a todos los pueblos» .
« Jesús crucificado fuera de las murallas de Jerusalén, al partir de Saigón, me había hecho comprender que tenía que enrolarme en una nueva forma de evangelización, no como obispo de una diócesis, sino extra muros, como misionero ad extra, ad vitam, ad summum: hacia fuera, durante toda la vida, hasta el máximo de mi capacidad de amar y de darme. Ahora se abría otra dimensión: ad omnes – para todos.
En la oscuridad de la fe, en el servicio, en la humillación, la luz de la esperanza cambió mi visión: este barco, esta cárcel eran mi catedral más hermosa, y estos prisioneros, sin excepción alguna, eran el pueblo de Dios confiado a mi cuidado pastoral. Mi cautividad era divina providencia, era voluntad de Dios» .
« Todo a todos.Omnia ómnibus. Sólo con la radicalidad del sacrificio podemos ser testigos de esperanza, inspirados -como ha escrito Juan Pablo II en la Carta encíclica Redemptoris missio – «en la caridad misma de Cristo, hecha de atención, ternura, compasión, acogida, disponibilidad, interés por los problemas de la gente» (n. 89).
La figura de Pablo nos acompaña en esta misión nuestra: «Siendo libre de todos, me he hecho esclavo de todos para ganar a los más que pueda. Con los judíos me he hecho judío […]. Con los que están sin ley, como quien está sin ley… estando yo bajo la ley de Cristo […]. Me he hecho todo a todos […]. Todo esto lo hago por el Evangelio» (cf. 1 Co 9, 19-23).
Jesús crucificado, en su solidaridad con el último, con el más alejado, el sin Dios, abrió el camino al apóstol para «hacerse todo a todos». Y Pablo, a su vez, nos comunica a los cristianos cuál es el verdadero apostolado: revelar a cada persona, sin ninguna discriminación, que Dios está cerca de ella y la ama inmensamente.
Al hacerse «uno» con todos, considerando con valentía a cada ser humano, incluso el aparentemente más despreciable o enemigo, como «prójimo» y como hermano, ponemos en práctica el contenido central del alegre anuncio: en la cruz de Jesús, Dios se acerca a cada hombre alejado de Él y le ofrece perdón y redención. He ahí por qué la evangelización no es una tarea confiada únicamente a los misioneros, sino que es constitutiva de la vida cristiana: la Buena Noticia del Dios cercano sólo se puede manifestar si nos acercamos a todos» .
Ya nuestros hermanos, los primeros cristianos, tuvieron que vivir esto: Aquel día se desató una gran persecución contra la Iglesia de Jerusalén. Todos, a excepción de los apóstoles, se dispersaron por las regiones de Judea y Samaria.[…]Los que se habían dispersado iban por todas partes anunciando la Buena Nueva de la Palabra (Hech 8,1.4).
4. Buscamos la ciudad futura.
Y añade la razón de esto al decir «porque no tenemos aquí ciudad permanente, sino que andamos buscando la futura». El hombre, en efecto, normalmente permanece de grado en su lugar. Pues nuestro fin no son las observancias legales, ni las cosas temporales, sino que nuestro fin es Cristo: Porque el fin de la ley es Cristo, para justificación de todo creyente (Rom 10,4). Por tanto no tenemos aquí una ciudad permanente, sino que la tenemos donde está Cristo: salgamos pues hacia Él (Col 3,1-3: Así pues, si habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Aspirad a las cosas de arriba, no a las de la tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida está oculta con Cristo en Dios; Contempla a Sión, villa de nuestras solemnidades: tus ojos verán a Jerusalén, albergue fijo, tienda sin trashumancia, cuyas clavijas no serán removidas nunca y cuyas cuerdas no serán rotas. Sino que allí Yahveh será magnífico para con nosotros; como un lugar de ríos y amplios canales, por donde no ande ninguna embarcación de remos, ni navío de alto bordo lo atraviese (Is 33,20); Pues esperaba la ciudad asentada sobre cimientos, cuyo arquitecto y constructor es Dios (Heb 11,10). Así también (los miembros de Cristo) desean una ciudad mejor, la Celestial. A Él pues deseamos ser trasladados como a nuestro lugar y a nuestro altar. Por lo tanto, debemos salir hacia Él.
5. Ofrezcamos sin cesar el sacrificio de alabanza.
Y cuando dice 15Ofrezcamos sin cesar, por medio de él, a Dios un sacrificio de alabanza, es decir, el fruto de los labios que celebran su nombre, pone la segunda conclusión, a saber, que sobre este altar debemos sacrificar y cuáles sacrificios (qué tipo de sacrificios).
El sacrificio que debemos ofrecer sobre el altar de Cristo es doble: la devoción a Dios y la compasión (o misericordia) con el prójimo.
[752]En cuanto a lo primero dice que dado que en adelante no se deben ofrecer los sacrificios de la ley: Ni sacrificio ni oblación has querido (Sal 40,7), entonces por Él, esto es, por Cristo, ofrezcamos sin cesar a Dios un sacrificio de alabanza. El que ofrece sacrificios de acción de gracias me da gloria (Sal 50,23).
A este sacrificio de alabanza llama fruto de los labios, es decir, la confesión de la voz. Pues Dios es alabado mejor con la boca que con la muerte de animales. De aquí que diga: fruto de los labios que confiesan su nombre. Pues esto es algo necesario: Pues con el corazón se cree para conseguir la justicia, y con la boca se confiesa para conseguir la salvación (Rom 10,10); te ofreceremos la ofrenda de nuestros labios (Os 14,3 (Vulg); Produciré fruto de labios: Paz, paz para el que está lejos y para el que está cerca (Is 57,19).
Este sacrificio se debe ofrecer siempre, es decir, continuamente, como en la ley había un sacrificio continuo (perpetuo): Esto, además del holocausto de la mañana, que ofreceréis como holocausto perpetuo. Así haréis los siete días. Es un alimento, un manjar abrasado de calmante aroma para Yahvé: se ofrece además del holocausto perpetuo y de su libación (Num 28, 23-24 y passim). Y en el Salmo: bendeciré al Señor en todo tiempo, su alabanza estará siempre en mi boca (34,2).
«Soportemos todo con agradecimiento: la pobreza, la enfermedad o cualquier otra cosa, pues sólo El conoce lo que nos es provechoso; por eso [el Apóstol] afirma: “Porque nosotros no sabemos lo que debemos pedir como conviene” . Ahora bien, quienes no sabemos siquiera pedir lo que conviene, si no recibimos el Espíritu, ¿cómo podemos saber lo que nos conviene? Procuremos, pues, dar gracias por todo y sobrellevemos con ánimo magnánimo todo lo que nos acontece. Así, cuando nos hallemos en la pobreza o en la enfermedad, demos gracias; cuando seamos calumniados, demos gracias; cuando suframos algún mal, demos gracias; esto es lo que nos acerca a Dios» .
[753] Pone otro sacrificio al decir: 16“No os olvidéis de hacer el bien y de ayudaros mutuamente; ésos son los sacrificios que agradan a Dios”. Casi como diciendo: en otro tiempo hacíais obras de misericordia, hacedlas ahora al menos de corazón, si no podéis de obra. Por eso dice: “No os olvidéis de hacer el bien”, esto es, la liberalidad en cuanto a lo que dais. El que es largo (generoso) es llamado benéfico: No nos cansemos de obrar el bien; que a su tiempo nos vendrá la cosecha si no desfallecemos (Gal 6,9); haz el bien al humilde y no al impío (Eclo 12,6).
No os olvidéis de ayudaros mutuamente (Vulg: nos os olvidéis de la comunión) respecto de aquellas cosas que conserváis para repartirlas (comunicarlas) a su tiempo: Todos los creyentes vivían unidos y tenían todo en común (Hech 2,44); compartiendo las necesidades de los santos (Rom 12,13). O por la comunión (ayuda mutua) se debe entender la caridad por la cual todas las cosas son comunes.
Por qué hemos de ofrecerle a Dios este doble beneficio lo indica al decir: “porque con tales ofrendas es ganada –en voz pasiva- la voluntad de Dios”, esto es, con tales sacrificios podemos merecer delante de Dios, ya que Él es nuestra merced (premio), que podemos conquistar por estas obras: Yo soy tu protector. Tu premio será muy grande (Gen 15,1); Entonces te agradarán los sacrificios justos, – holocausto y oblación entera – se ofrecerán entonces sobre tu altar novillos (Sal 50,19-21); aquel día, le servirán con sacrificio y ofrenda, harán votos a Yahveh y los cumplirán (Is 19,21).
Misericordia quiero y no sacrificios. «En estas palabras del profeta [Miqueas] se distinguen los dos sacrificios y se declara que Dios no pide en sí mismos los sacrificios visibles, y que estos son figura de los sacrificios interiores que Dios pide … Por eso, donde está escrito: “Quiero misericordia más que sacrificio” , se debe entender sólo que un sacrificio es preferido al otro, porque aquello que normalmente es considerado un sacrificio es signo del verdadero sacrificio. Por tanto, la misericordia es el verdadero sacrificio, y por ello se dijo lo que poco antes cité: “De tales sacrificios se complace Dios”» .
III. Compromiso.
Muchas veces hemos tenido que ‘salir del campamento’…
Cuando salí de mi casa para ir al Seminario de Villa Devoto…
Cuando salí de Devoto para ir al Seminario de Rosario…
Cuando del Gran Buenos Aires fuimos a San Rafael (Mendoza) para iniciar la experiencia de vida religiosa bajo la guía de Mons. León Kruk…
Cuando de Mendoza me confinaron en Ecuador por 15 meses y mandaron a uno más, a otro a Perú y otro más a Rusia…
Como Congregación religiosa: cuando fundamos por primera vez, en Añatuya (Provincia de Santiago del Estero, Argentina)…
Cuando fundamos por primera vez en el exterior, en Limatambo cerca del Cuzco en Perú…
Cuando tuvimos la gracia de ir a la Diócesis de Velletri-Segni cerca de Roma por mandato de S. S. Juan Pablo II, como consta en carta de la Secretaria di Stato del 11 de abril de 2001, N. 492.231.
Para fundar más de 270 casas religiosas en alrededor de 40 países, por los cinco continentes, nuestro misioneros y misioneras debieron experimentar lo que es ‘salir del campamento’…
Podemos decir con humildad (que ‘es andar en verdad’, según Santa Teresa de Jesús ) que hemos experimentado la alegría de dejarlo todo para alcanzarlo a Jesús y apropiarnos de sus oprobios. ¡Y Jesús nunca nos falló!
Y el mundo nos ha gritado ¡Mirad a los locos!, ¡Mirad a los villeros!, ¡Mirad a los gitanos!, ¡Practican el internacionalismo forzado! Y podría ser que tengan razón en todos los aspectos, pero no nos podemos olvidar del consejo de ese gran confesor de la fe que fue el Siervo de Dios Cardenal Van Thuán.
Ni de aquellas otras palabras: «Id por todo el mundo y predicad el Evangelio…!» (Mc 16,15).
En fin, «los límites de la vieja casa paterna han estallado hasta los límites del mundo» .
Cfr. Lv 16,27.
Los números entre corchetes se refieren al Comentario de Santo Tomás a la carta a los Hebreos, Edición Marietti.
Efrén de Nisibi, Comentario a la Carta a los hebreos: Eph.Arm. 3/4,232.
San Juan Crisóstomo, Sobre la Carta a los hebreos, 33, 29: PG 63, 226: BPa 75,533.
San Juan Crisóstomo, Sobre la Carta a los hebreos, 34, 2: PG 63,235: BPa 75,553.
Focio, Fragmentos a la Carta a los hebreos, 13, 10-13: NTA, 15,652.
1 Co 5,7.
San León Magno, Sermones, 59, 5: CCL 138A, 355-356: BAC 291,244.
Cfr. Ap 8,5.
Cfr. A. Vanhoye, Sacerdoti antichi e nuovo sacerdote secondo il Nuovo Testamento (Torino 1990) 157.
Misal Romano, 100.
Teodoreto de Ciro, Interpretación sobre la Carta a los hebreos, 13: PG 82,784.
Cf. Mt 4,1-11.
Isaac de Nínive, Sermón ascético, 35: DPR 234-235.
San Juan Crisóstomo, Homilía XXXIII sobre la carta a los hebreos.
F.X. Nguyeb van Thuan, Testigos de Esperanza, Madrid7 2001, 93.
O. c., 94.
O.c., 96-97.
Rm 8,26.
San Juan Crisóstomo, Sobre la Carta a los hebreos, 33, 4: PG 63,230: BPa 75,541.
Cf. Mi 6,6-8.
Os 6,6.
San Agustín, La ciudad de Dios, 10, 5: CCL 47, 277-278.
Moradas del Castillo interior, Sextas moradas, 10,8.
Cf. J. Peyrade, Guy de Larigaudie, París2 1963, 15.