Sermón pronunciado por el p. Carlos M. Buela, IVE en la Capilla de los Patronos de Europa, Basílica de San Pedro, 29 de marzo de 2008.
1. La historia
En el año 1073 subió al solio pontificio el monje Hildebrando de Soana con el nombre de Gregorio VII. Electo por aclamación popular y con unánime designación de los cardenales, se empeñó en una profunda reforma religiosa y moral de la Iglesia. Su dinamismo suscitó una violenta reacción en el imperio, es decir, en Alemania y en Italia, ya que el emperador Enrique IV no quería renunciar a la investidura de los obispos. Después de la aparente reconciliación entre papado e imperio ocurrida en Canossa (enero de 1077), el emperador en el año 1080 hizo elegir un antipapa en el obispo de Ravena, Guilberto, con el nombre de Clemente III, se dirigió hasta Roma asediándola militarmente (verano de 1083) y, ocupándola, en el 1084 hizo entronizar solemnemente en el Laterano a su antipapa. San Gregorio VII que en un primer momento se había refugiado en Castel Sant’Angelo, después de haber pedido ayuda a los normandos, murió en el destierro en Salerno el 15 de mayo de 1085.
2. Un testimonio significativo
De esta dura lucha queda un testimonio significativo en las Grutas vaticanas (sala VII): el “Marco de San Apolinario”. Se trata de siete fragmentos de un marco para puerta: muchas son las partes faltantes y la colocación de las que han quedado es bastante confusa, por lo cual sólo es posible hacer una reconstrucción aproximativa del conjunto. Las probables medidas del marco son alrededor de 4 metros de ancho y al menos 6 de altura: una puerta por lo tanto imponente, posiblemente una de las cinco puertas de acceso a la Basílica: la Argéntea, la Romana, el Guidonea, la Puerta Santa y la Ravenniana. A través de esta última, vuelta hacia el Norte, entraban los peregrinos procedentes del septentrión, designados como alemanes o raveneses.
La decoración del marco, de unos 80 centímetros de ancho, presenta aplicaciones de pórfido y serpentino en una serie de rombos, triángulos, rosettes de cinco pétalos y un sarmiento ondulado con hojas de hiedra. En la parte mediana una rama vegetal poblada por pájaros y conejos. Tres clípeos (como escudos de cobre grandes y redondos), probablemente al centro del dintel, encierran tres figuras a medio busto: al centro en alto el Cristo entre el alfa y la omega, a la derecha el apóstol Pedro que aprieta con la mano izquierda las llaves y con la derecha levanta con gesto solemne y casi amenazador el báculo, mientras que en el medallón de la izquierda es representado san Apolinario en actitud dócil y sumisa. Sobre los marcos que circundan las imágenes se leen dísticos, en parte fragmentarios.
3. Las inscripciones
En el medallón del clípeo del Cristo está escrito:
- AD ME PONDERIBUS PRESS. (RECRE)ABO VENITE
SUM REQUIES TRA(NQUILL)A DEUS SUM VITA BEATA
(Venid a mi, vosotros oprimidos por las cargas, os confortaré, seré vuestro descanso tranquilo, soy Dios, vida y salvación).
En el de Pedro:
+XPI IAM FIDEI DOCTO. SATIS APOLEINA(RI SUME
RA)VENN(ATUM PETRUS INQUIT P) ON(TIFICATUM)
(A Apolinario, ya suficiente sabio de la fe en Cristo, Pedro dice: toma el pontificado de los raveneses).
En el de Apolinario:
(+TU QUI CUM PETRO DEUS OMNIPOTENS OPERARIS)
PRECEPTORE MEO MECUM NEC NON OPERARE
(Dios omnipotente, tú que actúas con Pedro, mi guía, actúa también conmigo).
4. El mensaje
El mensaje político de este testimonio monumental es claro: como el primer obispo ravenés Apolinario estaba sometido a Pedro, así el actual obispo Guilberto (Clemente III) tenía que someterse a Gregorio. La inscripción que está alrededor de la figura de Pedro se parece a la traducción en términos figurativos de la tercera proposición del Dictatus, dónde se afirma que “sólo el Romano Pontífice puede deponer o restablecer a los obispos”.
Interpretando así los restos del marco de las Grutas, también es posible fechar el marco entre el 1080 y el 1084 y reconocer en él un ejemplo de los resultados de la reforma gregoriana en las artes plásticas. Pero sobre todo nos encontramos frente a los restos de un monumento en el que aparece la voluntad de mostrar, en aquellos momentos borrascosos de la historia, y en la iglesia erguida a gloria del apóstol Pedro, la primacía del Papa, su sucesor en la cátedra romana, manifestado en el derecho al nombramiento de los obispos.
[1] Seguimos, libremente, a D. Rezza (ed.), Beatus Petrus. Inni medievali latini (Roma 2003) 258-260.