Cardenal John O’Connor
Queridos todos:
Me encontraba de viaje en Estados Unidos, cuando falleció el Cardenal John O’Connor. Pocas veces en la vida se tiene conciencia de estar en el lugar oportuno, en el momento oportuno: Ésta fue una de esas. Como saben, el Cardenal O’Connor nos agració con su amistad, y fue un benefactor insigne de nuestro Instituto al encomendarnos la atención de la parroquia Saint Paul de Harlem, la séptima parroquia más antigua de la arquidiócesis de New York. Para mí fue una gracia de Dios poder participar junto con el P. Carlos Walker y los otros Padres y Hermanas, de la despedida del Cardenal O’Connor; fue un modo de agradecerle cuanto le debemos. La liturgia fue espléndida; concelebraron cerca de 1200 sacerdotes (para que se den una idea, la procesión de entrada duró cerca de una hora).
Además, fue un regalo estar en la Catedral de Saint Patrick, y ser testigo de lo que allí sucedió, cuando el Cardenal Bernard Law, en la homilía que predicó a pedido especial de su amigo el Cardenal O’Connor, dijo que “su gran legado ha sido recordarnos que la Iglesia debe ser siempre, sin ambigüedades, pro-life”. En ese momento, la multitud ovacionó con aplausos que parecían interminables, lo que el Cardenal acaba de decir; fue como un huracán de aplausos que se prolongó casi por dos minutos, y que obligó a los mismos oponentes del Cardenal O’Connor a ponerse de pie. El último en ponerse de pie fue el Presidente Bill Clinton y su esposa Hillary, quienes no aplaudieron. Esto fue visto en todos los Estados Unidos por los medios de comunicación que transmitían en ese momento, y tuvo amplia repercusión en los medios gráficos.
Considero que este hecho, que en el futuro seguramente tendrá muchas repercusiones, junto con el invalorable testimonio de vida del Cardenal O’Connor, fue algo único en la historia de la Iglesia en América. Por eso, me detengo ahora en esto.
Todos sabemos que el Cardenal John O’Connor trabajó con todos sus fuerzas a favor de la cultura de la vida luchando contra la cultura de la muerte. Esto significa, particularmente, que luchó en contra del crimen del aborto y del crimen de la eutanasia. Para ello, tuvo que oponerse a los poderosos de este mundo, y lo hizo de modo admirable, combatiendo con la pluma, con la palabra y con su vida. Fue un gran escritor y un gran predicador, ante todo porque fue un gran sacerdote. Como buen sacerdote, su última homilía, la mejor de todas, la dio el día de sus exequias.
Ese día la Catedral de San Patrick, como nunca jamás en su historia, tuvo un auditorio del todo especial: mil sacerdotes, miles de fieles, los máximos representantes del gobierno de los Estados Unidos, muchos de ellos máximos defensores de la cultura de la muerte. Todos ellos debieron comerse el aplauso de la multitud, ciertamente contestatario. Fue un gesto muy valiente a favor de la vida, por parte de los católicos de los Estados Unidos, que en general son muy fervorosos en el modo de vivir su catolicismo.
Remarco que la escena fue vista en televisión en todos los Estados Unidos, y que la mayoría de los diarios de los Estados Unidos se hicieron eco de la situación incómoda que pasaron los apologistas del aborto y de la eutanasia. Por citarles un ejemplo, transcribo la descripción que hace de lo sucedido dos periódicos: el “Newsday” y el “The New York Time”:
a) Descripción del periódico “Newsday”.
«Cuando Law dijo que legado del Cardenal fue recordar que la Iglesia debe ser sin ambigüedades “pro vida”, el aplauso empezó como un respetuoso tributo, estando todos sentados, pero luego de pie, lentamente empezó se convirtió en una ovación que arrasaba a través de la Iglesia, y (el aplauso) puso de pie aún a los oponentes de O’Connor en la cuestión del aborto, incluyendo al presidente Bill Clinton.
“Veo que no ha abandonado el púlpito”, agregó Law, el arzobispo de Boston después de que su homilía incentivó al aplauso, creando así un momento no fácil para los muchos políticos presenten que sostienen los derechos del aborto.
Ciertamente era como si el mismo O’Connor estuviese aún parado en el púlpito desde donde producía tantos titulares.
Exactamente como cuando O’Connor vivía, sus oponentes y sus amigos tuvieron que escuchar. La primera dama Hillary Rodham Clinton, y el Intendente (de New York) Rudolph Giuliani, ambos sostenedores de los derechos del aborto, parecían más que intranquilos mientras se ponían de pie. El gobernador George Pataki, un sostenedor de los derechos del aborto, que devolvió a New York la pena de la muerte, tuvo que escuchar mientras Law recordaba la oposición de O’Connor a la pena capital.
“Nadie proclamó lo que Juan Pablo II llamó el Evangelio de la vida con mayor efectividad que el Cardenal O’Connor, dijo Law en su homilía de 18 minutos, que O’Connor le había encargado predicar. “Fue proclamando ese evangelio de la vida, que llegó a ser una figura pública nacional e internacional». (2)
b) Descripción del “The New York Times”.
«Para los líderes políticos reunidos en los primeros bancos de la Catedral de San Patrick, desde demócratas como el Presidente Clinton a republicanos como el Mayor Rudolph W. Giulianni, fue un momento difícil. En el púlpito el Cardenal Law dio una homilía que incluyó un afilado recuerdo de uno de los puntos por los cuales el Cardenal O’Connor notoriamente luchó contra líderes del gobierno nacional y de New York: “¡Qué gran legado nos ha dejado en su constante recordarnos que la Iglesia debe ser siempre, sin ambigüedades, pro-life!”
Hubo un momento de pausa, y entonces, elevándose desde los bancos vino un interrumpido rugido de aplausos que duró un minuto y cincuenta segundos. La mayoría de los políticos de la primera fila, casi todos ellos a favor del aborto legalizado, se movieron en obvia incomodidad cuando las cámaras de televisión los enfocaron en ese momento.
Los asistentes aplaudieron cuando el Cardenal Law intentó hacerlos dejar de aplaudir con un gesto de sus manos. Entonces se pusieron de pie, y con la audiencia (también) se pusieron en pie los políticos, no tan rápidos como ellos: el Gobernador George E. Pataki, el Sr. Giuliani, el Sr. Clinton, Hillary Rodham Clinton, el Vice Presidente Al Gore, el Senador Charles E. Schumer, y el Senador Daniel Patrich Moyniham entre ellos. El Sr. Giuliani, después de acomodarse el saco, incluso se unió al aplauso, aunque desganadamente.
En política la frase “pro-life” es el modo corto de decir oposición al aborto, pero como el Cardenal Law lo hizo notar, para el Cardenal O’Connor defensa de la vida incluía mucho más: oposición a la pena capital, a la eutanasia o al suicidio médicamente asistido, y la defensa de los derechos de los trabajadores y “una justa paz en Medio Oriente y el Norte de Irlanda”.
Pero aquí el sentido político de pro-life, pareció superar el sentido que la Iglesia le da. El gobernador George W. Bush y su padre, el ex presidente, aplaudieron. Estaban entre los pocos políticos que compartían la visión de la Iglesia sobre el aborto. Pero ellos vigorosamente sostienen la pena capital y no son particularmente amigos del trabajo organizado como el Cardenal O’Connor lo era.
Mientras seguía el aplauso, se lo pudo ver al Sr. Clinton hablando en voz baja a la Señora Clinton. Se pusieron de pie, en lo que sus colaboradores luego describirían como un gesto de respeto hacia la Iglesia y hacia el Cardenal, aunque ellos no aplaudieron. La portavoz del Sr. Guliani, Sunny Mindel, dijo que el intendente aplaudió por la misma razón: “Esto era una muestra de respeto al Cardenal”, dijo Ms. Mindel. “Como se sabe, el Intendente está a favor del aborto”. El Sr. Pataki, que también está a favor de los derechos del aborto, aplaudió también, “por respeto al Cardenal y a los principios de la Iglesia Católica”.
El Cardenal Law pareció asombrado por el despliegue que causó su afirmación acerca de las enseñanzas del Cardenal O’Connor. “Veo que él no ha dejado el púlpito”, dijo el Cardenal Law.». (3)
Hasta aquí el testimonio de los periódicos.
Ciertamente era verdad lo que dijo el Cardenal Law: el Cardenal O’Connor no se había bajado del púlpito. Fue un testimonio excepcional. Cuando escuchaba esto, y tomaba conciencia de lo sucedido, me parecía que se estaba reviviendo allí el testimonio de tantos obispos santos y valientes que a lo largo de la historia de la Iglesia, no han transado con los poderes del momento, negociando la verdad, y que han sabido comportarse “virilmente” hasta el testimonio final. Me acordaba de aquella voz del Cielo que escuchó San Policarpo, cuando era conducido al martirio: “¡Esto vir!”, ¡Compórtate virilmente, compórtate como hombre!” (4), y me venía a la memoria San León Magno ante Atila…, San Juan Crisóstomo predicando ante la Emperatriz sobre la corrupción de la corte…, San Gregorio VII frente al emperador Enrique IV, Santo Tomás Becker defendiendo los derechos de la Iglesia frente a Enrique II…, San Juan Fisher frente a Enrique VIII, al Papa Pío VII frente a Napoleón…, a los Cardenales Mindzenty, Kung Pin-Mei, Stepinac y Wyszynski frente a las autoridades comunistas, y entre todos estos, pensaba en el Cardenal John O’Connor frente a Bill Clinton…
Esta impresión me la confirmó la anécdota que narró el Cardenal William Baum, amigo del Cardenal. Apenas podía moverse por lo anciano que está. Narró como anécdota que un día le había preguntado al Cardenal O’Connor, que se llamaba Juan, de que San Juan era más devoto, si de San Juan Bautista o del Apóstol. El Cardenal le respondió: “¡De San Juan Fischer!. -¿Por qué? -¡Por qué él no tuvo miedo de oponerse a los grandes de este mundo!”. (5)
1. Su legado, el Evangelio de la vida.
No cabe duda que uno de los mayores legados dejados por el Cardenal O’Connor a toda la Iglesia ha sido su testimonio a favor del Evangelio de la vida. Como dijo el Cardenal Law: «Nadie ha proclamado lo que el Papa Juan Pablo II llama el Evangelio de la vida con mayor efectividad que el Cardenal O’Connor. Fue en esta proclamación del Evangelio de la Vida que se transformó en una figura pública e internacional”.
A continuación el Cardenal explanó en que consistió el testimonio del Cardenal:
“Inevitablemente hay un esfuerzo de categorizar las figuras públicas en conservadoras o liberales. El Cardenal O’Connor como la Iglesia misma desafía este tipo de categorización. Él era elocuente y sin vueltas en su defensa de la vida del no nacido como también en su apoyo al valor de la vida humana hasta el momento de la muerte natural. Tal vez su testimonio más duradero en apoyo de la vida será el trabajo de las Sisters of Life, una comunidad religiosa que fundó y amó tiernamente. Cuando estaba muriendo, el miércoles pasado, como resultado de una enfermedad de terribles consecuencias, dio testimonio por última vez del mal moral de la eutanasia o suicidio médicamente asistido”.
“Denunció la pena capital, fue campeón de los derechos de los trabajadores, trabajó por una paz justa en el Medio Oriente y en el Norte de Irlanda. Si él estuviera en el púlpito hoy aplaudiría la esperanza de paz en el anuncio del I.R.A. de trabajar por la paz. Predicó con más fuerza con su ejemplo la necesidad de ver en cada ser humano desde el primer momento de la concepción hasta el último momento de muerte natural, y en todo momento del medio, particularmente en los pobres, olvidados y enfermos, la imagen de Dios para ser amada y servida. ¡Qué gran legado nos ha dejado en su constante recordarnos que la Iglesia debe ser siempre, sin ambigüedades, pro-life!”. Al final de esta frase, fue el aplauso, y su expresión: “Veo que él no ha dejado el púlpito”.
2. Otros testimonios.
a) Su amor a la Eucaristía.
El Cardenal Law destacó también su amor a la Eucaristía, que era “claramente para él la fuente y cumbre de su vida. “… Haber conocido al Cardenal John O’Connor es haber conocido que lo que hacemos en este altar estaba en el corazón de su vida cada día. Hace apenas unas semanas, unas pocas semanas atrás, en una visita a su casa, concelebramos la Misa. Era clarísamente para él el momento culminante de su vida; para mí permanecerá como un precioso recuerdo.
“El curso de su enfermedad le hizo imposible leer, y ya su habilidad para mantener una conversación estaba disminuida. Sin embargo, con fuerza y convicción era capaz de recitar de memoria la Plegaria eucarística. De tal modo era la Misa una parte de su vida, que cuando algunas cosas comenzaron a tener su ocaso, la Misa no”.
b) Su amor a la predicación del Evangelio.
Sobre esto, el Cardenal Law dijo: “Ciertamente él no se avergonzó de la tarea de predicar. Hizo su púlpito único en la historia de la Iglesia Católica en los Estados Unidos. Dios lo bendijo con una penetrante y sutil intelecto, una destreza retórica no común para los gestos dramáticos, un agudo sentido del humor, todo lo cual él uso en servicio de la predicación”.
c) Su caridad: “¿Qué puedo hacer por ti?”.
“Un ex capellán de la Armada, el Obispo John MacNamara, me recordó su primera entrevista con el Cardenal O’Connor en Okinawa durante la guerra. Permítanme traer aquí su recuerdo. “El Padre O’Connor, Capellán de la división de los marinos, vino de Vietnam, para conocer al nuevo clero. Recuerdo las primeras palabras que me dijo: “Yo soy John O’Connor, ¿qué puedo hacer por ti?” Muy a menudo recuerdo este encuentro por estas palabras. “¿Qué puedo hacer por ti?” Esas palabras caracterizaron y personificaron el John O’Connor, que he conocido por 35 años. Y muchos de nosotros le hemos oído decir: “¿Qué puedo hacer por ti?” No había carga demasiada pesada, ni problema demasiado complejo para su genuina compasión y deseo de ayudar. Entender esto en él es comprender que supo estar en el centro de su ser sacerdotal. Sirvió in persona Christi, su vida estaba configura con la de Cristo, sacerdote y víctima. Nuevamente las palabras de San Pablo a los Colosenses encuentran expresión en la vida del Card. O’Connor: Incluso ahora encuentro gozo en los padecimientos que padezco por ustedes. En mi propia carne llenaré lo que falta a la pasión de Cristo, por el bien de su cuerpo la Iglesia. John O’Connor vivió esas palabras. Él entró en la vida de incontables miles identificándose con sus sufrimientos en unión con Cristo. Fue así como él vivió su enfermedad final. Él se vio a sí mismo con otros enfermos de cáncer y ofreció los sufrimientos de su enfermedad con los sufrimientos de Cristo. En todo esto conoció una increíble paz. Que gracia que fue para sus colegas y amigos estar reunidos alrededor de su cama cuando exhaló su último suspiro a las 8.05 del pasado miércoles 3. Entonces rezamos y ahora rezamos: Santos de Dios venid en su ayuda, venid a encontrarlo santos de Dios, reciban su alma y preséntenla al Dios Altísimo”.
Otros testimonios:
“Era un hombre de una fe profunda y sin complicaciones, en un bueno y gracioso Dios que se reveló en Cristo Jesús.
Él era firme en su lealtad al Santo Padre como sucesor de San Pedro. Las palabras de San Pablo encuentran resonancia en su vida cuando escribe: me hice ministro de esta Iglesia por la misión que me hizo Dios de predicar su palabra en toda su plenitud”.
3. Conclusión.
Según nuestros amigos, nunca en los Estados Unidos de América se trató a una personalidad católica como lo hicieron con el Cardenal O’Connor. Durante casi una semana fue noticia en las primeras páginas de todos los diarios y en los noticiosos de televisión más importantes de USA, coast to coast. Lo cual fue un testimonio de altísimo valor para mostrar a todos el peso que tiene la Iglesia Católica, en ese país, para la construcción del mismo y que no se la puede obviar. Peso que se extiende a lo cultural, lo social y político, a la defensa del hombre –varón y mujer- y al bien común de la sociedad entera.
Con John Cardenal O’Connor la Iglesia Católica en USA entra en otra etapa de su plantación.
¡Qué sepamos contribuir con muestro granito de arena!
Notas
(1) “Veo que él no ha bajado del púlpito…”: “I see he doesn’t left the pulpit”. El siguiente artículo que publicamos es la primera de las circulares que el A. escribió en su viaje-peregrinación.
(2) bob keeler, His Legacy: “Gospel of Life”, in: Newsday (Tuesday, May 9, 2000), pág. D3.
(3) Adam Nagourney, Politicians in Pews Discomforted by Homily’s Praise of ‘Pro-Life’ Stand, in: The New York Times, The Metro Section (Tuesday, May 9, 2000) pág. B14.
(4) Martyrium, …
(5) Bod Keeler, idem, pág. D4.