HOMBRE NUEVO

¿Verdad vieja o nueva mentira?- El hombre nuevo

El hombre nuevo

—Padre, ¿Ud. qué piensa del «hombre nuevo»?

—Según…

—¿Cómo según?

—Si, según lo que se entienda por «hombre nuevo». Si se habla del «hombre nuevo» en sentido católico, de acuerdo con la enseñanza de San Pablo, de la Tradición y del Magisterio de la Iglesia, estoy totalmente de acuerdo. Si se habla de «hombre nuevo» según los pensadores modernos, estoy en total desacuerdo; por mi condición de católico, de sacerdote y por mi sentido común, no puedo menos que discrepar total y absolutamente con esa concepción.

—¿Quiere decir que «hombre nuevo» es una expresión ambigua?

—Así es. Puede expresar una vieja verdad, pero también puede expresar una mentira nueva.

I. El «Hombre nuevo» en sentido católico 

      En primer lugar, ¿quién es el «Hombre nuevo»? La Sagrada Escritura lo revela claramente: «es Cristo Jesús nuestra paz, que hizo en si mismo un solo Hombre nuevo» (cf. Ef. 2,15).

      —¿Y en segundo lugar? Son «hombres nuevos» por participación todos los que se incorporan a Jesucristo por la gracia.

      El «Hombre nuevo» se opone al «hombre viejo», que no es el que tiene muchos años, sino que es aquel que, aunque tenga pocos, es carnal, viciado por el pecado, esclavo de las concupiscencias (cfr. Ef. 4,22; Rom 6,6; Col. 3,9) de tal manera, que no hubo, no hay, ni habrá jamás verdadero «hombre nuevo»; si antes no se mata al «hombre viejo» . El olvido de esto es uno de los principales. errores de la pastoral progresista.

      El «Hombre nuevo» se identifica con «hombre interior» que es el que vive guiado por el Espíritu (cfr. Ef. 3,16; Rom 7,22; Cor. 4,16) y que produce los frutos del Espíritu «crucificando la carne con sus pasiones y concupiscencias» (cfr. Gal . 5,19‑26).

   El «Hombre nuevo» se identifica con ~hombre espiritual», oponiéndose a «hombre animal» (cfr. I Cor 2,14‑15), que no percibe lo sobrenatural porque como los chanchos sólo vive mirando las cosas terrenales. El espiritual tiene «el pensamiento de Cristo» (v.16).

      Este «hombre nuevo» es el que debemos construir, por el cual debemos luchar. Es el hombre hijo de Dios por adopción, que vive en gracia; que lucha denodadamente contra el mundo, el demonio y la carne; que se esfuerza, primeramente para que no sean conculcados los derechos de Dios y de la Iglesia Católica; que sabe que su último fin es la vida eterna del Cielo y no esta Babilonia temporal.

II. El «hombre nuevo» en la concepción no‑católica

      De muy otra manera es entendido el «hombre nuevo» en la tradición no‑católica.

      Todos los gnósticos que vamos a nombrar tienen en común el querer colocar al Hombre en lugar de Dios. Adoran al Hombre en lugar de adorar a Dios, que es lo que hará el Anticristo (2 Tes. 2, 3‑4), a quien sirven en última instancia, los pensadores modernos representantes de la moderna Gnosis. Así, el «hombre nuevo» de Condorcet se va realizando a través de las adquisiciones y del progreso de la historia; el de Marx, pasando por las etapas de la esclavitud, del servilismo y del proletariado, llega a la plenitud del comunismo (entre nosotros se editaba una revista marxista titulada «Nuevo Hombre» !!!); el de Nietzsche, que venciendo todas las virtudes cristianas del resentimiento, descubre la plenitud de su propia especie; el de Heidegger, que descubre y apacienta el ser que trasciende todos los seres; el de Hegel, que con la dialéctica del espíritu recorre todas las etapas de la conciencia para identificarse con la divina trinidad; el «hombre nuevo» de Teilhard de Chardin, que por evolución universal y partiendo de la nada creable, llega al hombre planetario; el de Freud, que hecho para el sexo y la muerte acaba en la muerte; el de Jung, que se identifica con la divinidad del propio yo en los arquetipos colectivos; el hombre absurdo y perverso de Sartre y Saint‑Genet, que da satisfacción a sus más bajos instintos para lograr su recuperación plena; (ver Julio Meinvielle, De la Cabala al progresismo pág. 428/9); así el «hombre nuevo» proclamado desde los balcones de la Casa Rosada, que seria espiritista, astrólogo o brujo (es buscado por Interpol); etc. Estas son distintas concepciones del «hombre nuevo» entendido en sentido heterodoxo, y no es mas que el hombre viejo, exterior y animal del cual nos previene la Sagrada Escritura.

III. Conclusión

      Nosotros no podemos dejar de abominar con todas las fuerzas de nuestra alma, estas perversas ideas de «hombre nuevo», que en rigor, no son más que las de un hombre putrefacto, por orgulloso, egoísta e impío, identificable con el Hombre impío del que nos habla el Apóstol (cfr. 2 Tes 2, 3‑4). No seamos como algunos católicos, cómplices del Enemigo, que por quedar bien con todos hablan mucho de «hombre nuevo» sin precisar nunca, de cuál hablan y a cuál abominan. Y de los cuales, mientras no rechacen explícitamente el «hombre nuevo» remedo del Anticristo, no podremos tener la certeza de que se refieran a la de la cosmovisión católica.

El Sumo y Eterno Hombre nuevo solamente, es Jesucristo, Nuestro Señor, quien, para que nosotros seamos de verdad «hombres nuevos» a semejanza de El, nos da su vida, a través de su doctrina —«tienes palabras de vida eterna» (Jn.6,68); de sus ejemplos—«el que me sigue tendrá luz de vida» (Jn .8,12); de su Persona—«Yo soy la Vida» (Jn.14,6); de su Iglesia Jerárquica—«Te daré las llaves del reino de los cielos…» (Mt.16,19); de sus sacramentos—«el que come mi carne y bebe mi sangre tiene la vida eterna» (Jn.6,54). De tal forma, que si de verdad queremos ser hombres nuevos, son cosas del todo necesarias: asimilar su doctrina, imitar sus ejemplos, adorar su Persona, unirse a su Iglesia Católica, y frecuentar sus sacramentos.

      Lo otro es macaneo progresista.