…y el velo se rasgó
En la Fachada de la Pasión de la Basílica de la Sagrada Familia de Barcelona, sobre el gran Cristo crucificado hay un elemento artístico de gran valor representativo: El velo rasgado del Templo de Jerusalén.
Narran los evangelios: «Más Jesús, de nuevo, gritando con gran voz, exhaló su espíritu. Y he aquí que el velo del Templo se rasgó en dos, de arriba abajo; y la tierra tembló rompiéndose las rocas; y los sepulcros se abrieron y muchos cuerpos de santos resucitaron» (Mt 27,51-52; Mc 15,38; Lc 23,45).
El grito de Jesús.
El grito de Jesús, en el momento de su «muerte con poder» , produjo varios fenómenos:
1º. El rasgado en dos, de arriba abajo, del velo (katapétasma) del Templo;
2º. El temblor de tierra;
3º. La resurrección de muchos santos del Antiguo Testamento. San Agustín señala que la partícula «Y he aquí», significa que el velo se rompió en el momento mismo de la muerte de Jesús. Su muerte y el grito que expresa la libérrima libertad interior con que Jesús se ofrecía al Padre, es la causa de esa rotura.
¿Cuál velo se rompió?
Había dos grandes y riquísimos velos en el Templo, «en artístico tejido de Babilonia» dice Flavio Josefo , uno, interior, que separaba del Santo de los Santos, se llamaba paroketh; otro, exterior, que separaba el Santo o Tabernáculo del Atrio de los sacerdotes, se llamaba masak (en el tiempo de Jesús pareciera que era el único que quedaba). Para el caso, poco importa el número de velos, sino su significación.
¿Cómo es la obra a la que nos referimos?
Se encuentra a unos 35 metros de altura en la Basílica de la Sagrada Familia de Barcelona. Se compone de dos elementos -dicho de manera muy elemental, ya que es mucho más complicado-:
1º. Una estructura en bronce que semeja cortezas de árbol como pliegues diferentes de tejido, de unos 8 m por 3 m, con una abertura, al medio, de unos 30 cm abajo a unos 60 cm arriba. Es como el baldaquino de Jesucristo Crucificado.
2º. Detrás, sobre el arco superior, el cielo teológico abierto, a dos aguas, en dos trapecios irregulares, posterior y anterior, unidos en la cumbrera por el lado paralelo más chico, donde brilla un hermoso trencadís de unos 10 m de largo por 6 m de ancho donde se combinan inscripciones (desconocidas, que quieren mostrar la inefabilidad de Dios, o sea, que Dios no puede ser explicado con palabras), letras y dibujos de gran colorido, que representan a Dios. Muestra un Cordero con siete ojos (= «infinita Sabiduría»; en el Apocalipsis se agrega «siete cuernos» = «infinito Poder», o sea, es Dios; 26 veces Jesús es llamado «Cordero» en el Apocalipsis), de pie, como degollado (Ap 5,1.6), un Alfa y una Omega (declaración de su eternidad, o sea, el principio y fin de todas las cosas), un rollo (libro) cerrado y sigilado con siete ataduras -cintas azules- y siete sellos redondos de color como el lacre: «el libro de la vida del Cordero» (Ap 13,8 y 21,27), con el cual se nos juzgará: «juzgados según lo escrito en ese libro» (Ap 20,12). Pienso que no sabemos lo que en el Cielo está escrito porque su visión «supera la de todas las bellezas de la tierra, la del oro, la de la plata, la de los bosques y campos, la belleza del mar y la del aire, la del sol y la de la luna, la de las estrellas, la belleza de los ángeles; una belleza que supera toda otra belleza, porque de ella reciben el ser bellas todas las demás… la lengua ha dicho lo que ha podido, lo demás ha de ser meditado con el corazón… Todo lo que esperamos se reduce a una sola y única sílaba: Dios», dice San Agustín .
¿Cuál es el significado de la rotura del velo?
En resumen, significa la abrogación de la Antigua Ley de los preceptos judiciales y ceremoniales, y la apertura del Cielo.
Según San Juan Crisóstomo: «Esta voz rasgó el velo del Templo, abrió los sepulcros y dejó desierta la casa… los judíos no eran dignos de vivir allí [además] era profecía de la desolación venidera, del cambio glorioso que habría de venir y de la manifestación de su poder» . Y dice que con ello Dios «mostraba su indignación […] [era signo de la ira divina… era una indignación extrema…] , pero […] al mismo tiempo nos significaba que lo que antes era inaccesible sería en adelante accesible […] que el cielo quedaba abierto y que el cielo sería el verdadero Sancta Sanctorum. Ellos le habían dicho: “Si es el Rey de Israel, que baje de la cruz” (Lc 23, 37); y Él les demuestra que no solo es Rey de Israel, sino de todo el orbe. Ellos le habían dicho en son de burla extrema: “El que destruye este Templo y en tres días lo reconstruye” (Mt 27,40); y Él les demuestra que el templo de ellos quedaría absolutamente desierto (han pasado ya 942 años desiertos). Le habían dicho: “A otros salvó y a sí mismo no puede salvarse” (Mt 27,42); y Él les demuestra, permaneciendo en la cruz, en los cuerpos de sus siervos, que lo podía sobradamente» .
«Pues lo que sucedía a los antiguos hebreos en figura, nosotros lo contemplamos, quitado el velo, a cara descubierta, en realidad, como dice San Pablo: “Todos nosotros a cara descubierta reflejamos la gloria del Señor como en un espejo y nos transformamos en la misma imagen, de gloria en gloria, a medida que obra en nosotros el espíritu del Señor” (2Co 3, 18). Esta es la interpretación de Orígenes, San Ambrosio, San Jerónimo, San Cirilo Alejandrino, Teodoreto, San Agustín, Teófilo Antioqueno, San León Magno y Sedulio.
Otros autores entienden que fue enton¬es abrogada la sinagoga y disuelta (San Agustín y San Cesáreo). «Haciendo referencia al final de la Antigua Alianza y del culto del Templo, sobre la representación de Cristo muerto en la cruz se ha colocado el velo del Templo rasgado con el trasfondo de unos textos» .
Otros, que había terminado la pasión de Cristo; pues la carne del Salvador es significada por el velo del templo, y la rotura del velo manifiesta el apartamiento de la carne y del alma santísimas (Cirilo de Jerusalén y Teodoreto).
Otros dicen que el velo era como el vestido del templo; y así como los judíos en sus duelos solían rasgarse las vestiduras, así el templo, muriendo Cristo, rasgaba las suyas con dolor (Eutimio).
Y Sedulio dice: «Aquel templo triunfador, viendo por tierra la grandeza de otro templo más grande, a la manera de hijo lloroso, rasgó su velo y descubrió el herido pecho».
Otros creyeron que se significa aquí la división y desmenuzamiento en mil partes del pueblo judío (San Hilario de Poitiers);
Otros, que el templo aquel, hasta entonces tenido por santo, quedaba en adelante profanado (Teofilacto);
Otros, finalmente, que se había abierto «la vía de los santos = sanctorum viam» (Vg.), como dice San Pablo: «Quería mostrar con esto el Espíritu Santo que aún no estaba expedito el camino del santuario, mientras el primer tabernáculo subsistiese» (Heb 9, 8); esto es, que en adelante estaría abierta la puerta del cielo, que hasta la muerte de Cristo había permanecido cerrada, y que por tanto ya podían entrar en él todos los que quisiesen. Pues el velo del templo no tenía otra razón de ser que impe¬dir que nadie entrase en el Santo… figura cla¬rísima de lo que es el cielo, como dice San Pablo: «[…] que no entró Cristo en un santuario hecho por mano de hombres, figura del verdadero, sino en el mismo cielo, para comparecer ahora en la presencia de Dios a favor nuestro· Ni para ofrecerse muchas veces, a la manera que el pontífice entra cada año en el santuario en sangre ajena; de otra manera sería preciso que padeciera muchas veces desde la creación del mundo. Pero ahora una sola vez en la plenitud de los siglos se manifestó para destruir el pecado por el sacrificio de sí mismo. Y así como a los hombres les está establecido morir una vez, y después de esto el juicio, así también Cristo, después de haberse ofrecido una sola vez para tomar sobre sí los pecados de todos, por segunda vez aparecerá, sin pecado, a los que le esperan para recibir la salud» (Heb 9, 24-28) .
¿Cuál es el significado del Cordero que puede leer el Libro cerrado?
Bellamente enseña San Gregorio Magno : «Es bueno considerar quiénes somos los que reflexionamos sobre estos temas. No hay duda de que venimos de la gentilidad, y no es menos cierto que nuestros antepasados adoraron al leño y a la piedra. ¿De dónde, pues, nos viene a nosotros la posibilidad de explorar aquellos misterios…, tan profundos que ni siquiera los hebreos han conseguido hasta la fecha explicar?
Demos, pues, gracias al único que puso por obra todo cuanto de Él estaba escrito en la Sagrada Escritura, de modo que a los que no entendían lo que oían se les descubriera lo que veían.
Allí, efectivamente, se contiene la encarnación, allí la pasión, la resurrección y la ascensión de Cristo.
Pero, ¿quién de nosotros hubiera dado fe a estas cosas por el simple testimonio del oído, si no le constase de su realización? El León de la tribu de Judá abrió, pues, el rollo sellado con siete sellos, como leemos en el Apocalipsis de Juan (5,1-14), rollo que nadie podía abrir ni leer (v. 4) y ver su contenido, porque en su pasión y resurrección nos reveló todos sus misterios, y en cuanto por nosotros soportó todos los males de nuestra debilidad, nos mostró los bienes de su poder y de su majestad. Pues Él se hizo carne para hacernos a nosotros espirituales, Él en su bondad se rebajó para enaltecernos, salió para hacernos entrar, apareció visible para mostrarnos lo invisible, aguantó la flagelación para sanarnos, soportó los ultrajes y las burlas para liberarnos del eterno oprobio, murió para darnos la vida.
Demos, pues, gracias al vivificador y muerto, y tanto más vivificador por lo mismo que fue muerto. Por eso, Isaías, que había contemplado claramente nuestra salvación y su pasión, dice: El Señor se alzará para ejecutar su obra, obra extraña; para cumplir su tarea, tarea inaudita (Is 28,21).
Ahora bien, la obra de Dios es reunir las almas que él creó y conducirlas a los goces de la luz eterna. En cambio, ser flagelado, cubierto de salivazos, crucificado, muerto y sepultado, esto no es en absoluto obra de Dios, sino obra del hombre pecador, quien mereció todo esto por el pecado. Jesús, cargado de nuestros pecados, subió al leño (1 Pe 2,24). Y el que en su naturaleza permanece incomprensible, en nuestra naturaleza se ha dignado ser comprendido y flagelado, pues de no haber asumido lo que es propio de nuestra debilidad, jamás nos habría llevado a la fortaleza de su poder.
Así pues, El Señor se alzará para ejecutar su obra, obra extraña; para cumplir su tarea, tarea inaudita (Is 28,21), pues Dios se encarnó para cobijarnos al amparo de su justicia; por nosotros quiso ser azotado como un hombre pecador. Ejecutó la obra ajena, para realizar la propia, ya que al asumir nuestra debilidad y soportar nuestra taras, nos condujo, a nosotros, que somos criaturas suyas, a la gloria de su fortaleza, en la que vive y reina con Dios Padre en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.»
Por la muerte de Cristo en cruz estamos bajo la Ley Nueva, la Alianza Nueva. Es muy triste dejarse carnalizar para vivir según la Ley Antigua.
¿Cómo habrá vivido la Virgen tantos gloriosos misterios? Pidámosle a Ella el que sepamos imitarla en nuestra vida.