Vida

Yo soy la Resurrección y la Vida

Homilía predicada por el p. Carlos M. Buela el 9 de Marzo 2008 en  la Procura Generalicia de las Servidoras del Señor y de la Virgen de Matará.

    Realmente no puede ser más providencial en este aniversario de veinte años de la rama femenina, encontrarnos aquí, en Roma, y justamente celebrando el domingo de la resurrección de Lázaro, porque Nuestro Señor deja un mensaje que nos toca a nosotros directamente. Ya lo había dicho Él al principio: “esta enfermedad no es de muerte sino para gloria de Dios y para que el Hijo de Dios sea glorificado en ella” (Jn 11,4).

    Nos deja Nuestro Señor en este milagro, que es una parábola en acción, una enseñanza para todo el transcurso de la vida de la Iglesia: por más que nos encontremos en situaciones difíciles, Él siempre va a aparecer como la Resurrección y la Vida. Por ejemplo, en estos días han tenido su Congregación General los Jesuitas y recordaba el Superior General, que desde el Concilio de Trento a nuestros días han desaparecido el setenta y cinco por ciento de las congregaciones que había cuando se realizaba el Concilio. Es decir, que la indefectibilidad está prometida a la Iglesia, no a grupos particulares. Los grupos particulares, como nosotros, tenemos que poner los medios para perseverar y ser fieles al carisma dado por el Espíritu Santo. Por más que las situaciones sean difíciles, nunca va a faltar la asistencia de Dios; porque Cristo un día se presentó como la Resurrección y la Vida. De hecho el climax de toda esta escena evangélica es el momento en que Nuestro Señor confiesa delante de Marta: “Yo soy la Resurrección y la vida, el que crea en mi aunque muera vivirá y todo el que vive y cree en mi, no morirá para siempre” (Jn 11,25). Es decir que hace Jesús una confesión de quién es Él: “la Resurrección y la Vida”. Y además hace una promesa a sus seguidores, a sus discípulos de todos los tiempos: “que no los va a dejar y que no van a morir para siempre”; es la promesa de la Vida Eterna, la Vida que no pasa, la Vida que no muere, la Vida que no conoce lágrimas, que no conoce dolor, que no conoce enfermedad… la Vida Eterna.

    Es interesante cómo Jesús se presenta a sí mismo como la Resurrección.  La resurrección no es sólo una teoría, la Resurrección es una persona, es Cristo.  Si alguien quiere definir, por ejemplo, de una manera concreta y sencilla lo que es la Resurrección puede decir: “es Cristo”, y esa es la mejor definición. Él es la Resurrección y la Vida. Por eso nosotros creemos en la resurrección, evidentemente primero en la resurrección de Él, luego en nuestra resurrección, que también ocurrirá, al fin de los tiempos, donde nuestras almas volverán a juntarse con nuestros cuerpos para hacerlos gloriosos, inmortales y para que también nuestros cuerpos gocen del premio eterno.

    Jesús le pregunta a Marta si creía esto, y ella le va a responder que sí,  que creía en la resurrección final. Pero Jesús le estaba preguntando si creía que Él realmente era la Resurrección y la Vida y que quien creía en él no moría para siempre,  y esto referido a Lázaro, ya que allí iba a realizar lo que se llama una resurrección imperfecta, ya que no es resucitar para una vida inmortal y gloriosa, sino para una vida mortal y como la que vivía antes de morir. “¿Crees Tú esto? Dijo Marta, Si Señor, yo creo que tu eres el Mesías, el Hijo de Dios, que ha venido a este mundo” (Jn 11,27). Fue luego y llamó a María que le dice a Jesús: “Si hubieras estado aquí no hubiera muerto mi hermano” (Jn 11,32). Y entonces Jesús pide ir al sepulcro y ahí realiza ese gran milagro, que es la resurrección de Lázaro, después de estar cuatro días en el sepulcro (“iam fetet”, ya hiede, que es la señal indubitable de la muerte, la corrupción). Sin embargo Él hace la resurrección; tal es así que después los judíos buscaban a Lázaro, no solamente a Jesús, sino que buscaban a Lázaro para matarlo porque era prueba de que Jesús era Dios, ya que resucitaba a los muertos.

    Por eso en este día tomemos nuevamente conciencia de que Jesús es la Resurrección y la Vida. Y podemos pasar veinte años de vida religiosa, pasaremos con la gracia de Dios cuarenta, sesenta, lo que  Dios quiera; y siempre Jesús será la Resurrección y la Vida. Siempre Jesús tiene que ser el centro de nuestros desvelos, de nuestras ocupaciones y de nuestras preocupaciones, ya que Él es la Resurrección y la Vida.

    No hay que perder tiempo en otras cosas, Él es el centro de nuestra Santa Religión, y Él es el centro de la vida religiosa. Ya que la religiosa por su consagración esponsal lo toma a Él como Divino Esposo. Ese Divino Esposo que nunca falla; podemos fallar nosotros, pero Él nunca falla. Y si nosotros hacemos de nuestra parte lo que tenemos que hacer, Él nunca dejará de hacer lo suyo, porque haciendo quien hace lo que debe hacer, Dios no deniega la gracia.

       Invocamos de manera especial en este día a la que siempre nos ha acompañado, la Santísima Virgen, a San José, ya que fue el día de San José que comenzamos, en la calle Represa, con la rama femenina, para que siempre nos sigan protegiendo, nos sigan orientando, nos sigan iluminando y para que después de cuatrocientos años, también los que nos sigan, puedan celebrar la fiesta de la Congregación.