virginidad

Jesucristo y la virginidad consagrada

Jesucristo y la virginidad consagrada

 

  1. Comentario de San Juan de Ávila[1]

Y acordaos que dice el esposo a la esposa: Huerto cerrado, hermana mía, esposa, huerto cerrado, fuente sellada (Ct 4,12). Porque no sólo habéis de ser limpia y guardada en la carne, más también muy cerrada y recogida en el ánima. Porque virginidad se guarda entre cristianos no por sí sola, mas que por ayuda para con más libertad dar el corazón a Dios. La doncella que se contenta con virginidad del cuerpo, y no vive cuidadosa en el recogimiento y gusto de Dios, ¿qué otra cosa hace, sino pararse en el camino y nunca llegar a donde va, y tener aparejo para coser y labrar, y nunca entender en ello? Cosa vergonzosa es a todo cristiano no tener ejercicio de santa lección y de santos pensamientos en su ánima; mas [al religioso, al sacerdote y a[2]] la virgen que a Cristo se ha dado, no sólo es vergonzoso, mas intolerable y digno de mucho castigo. Por tanto, si queréis gozar de los frutos de la santa virginidad, que a Cristo habéis prometido, sed enemiga de ver y ser vista. Salid lo menos que fuere posible, no os entremetáis en temporales ocupaciones, buscad cuanto tiempo pudiéredes para os encerrar en vuestro oratorio; que aunque al principio se os haga de mal, después probaréis que en las celdas se tratan negocios del cielo, y que ningún rato de tanto contentamiento hay como el que allí en sosiego se gasta.

En otra parte enseña, que Hortus conclusus, Fons signatus… «quiere decir que es jardín lleno de diversidad de árboles, de grande hermosura y frescura, y guardado y cercado. Muy guardada está la Iglesia, un ánima de un justo, etc. Fuente y jardín, dice Dios que es el alma del justo, donde hay grandes deleites, grande hermosura y grande gloria, etc. Pero no detiene en sí esa hermosura y esa gloria, sino que produce de sí cosas grandes»[3]. ¡Quien florece en virtudes, fructifica en misión!

  1. Comentario de San Juan Bautista de la Concepción[4]
  1. ¿Qué es ser huerto cerrado y fuente sellada?

Acaba el esposo de hablar y decir a su esposa que es huerto ce­rrado y fuente sellada[5], y dice la esposa: Que mi amado venga a su huerto y coma del fruto de sus árboles (Ct 4,16). Como quien dice: Linda ocasión es, esposo mío, para veniros a casa y entreteneros con quien amáis y queréis. El estar mi alma hecha huerto cerrado y fuente sellada [es estar] cerrada a todo lo del suelo y cielo, pues me es lícito decir con David: ¿A quién tengo yo en el cielo? Estando contigo no hallo gusto en la tierra. Aunque se consuman mi cuerpo y mi corazón. (Sal 73,25-26)[6] …como el agua me derramo,…mi corazón se vuelve como cera, se me derrite en medio de mis entrañas (Sal 22,15)[7].

No quisiera ir escribiendo esto con la brevedad que tengo prometido, para siquiera[8] que nos entretuviéramos un rato a solas con quien no es lícito admitir compañía, aunque sea, como dice David, del cielo y de la tierra, pues solos los pensamientos y meditación de este gran Dios es bastante a derretir el corazón en medio del hombre. Que si este se inclinara a cualquier cosa fuera de Dios, fuera llano[9] que no se derritiera en medio del hombre, sino fuera de él, en las cosas que amara o a la parte que se inclinara.

  1. Ejemplo del galán

Pues veamos, ¿qué es la causa que, cuando el alma ama a solo Dios, se le derrite en medio de sus entrañas el corazón y, cuando ama a las criaturas, se derrite fuera o caído o inclinado a alguna parte? Digo que siempre el galán es el que pasea y ronda las puertas y casa de la dama, y la dama, si bien quiere, se derrite y goza en amor del amado en los cuartos para retirarse y escondrijos de su casa, porque ya se sabe que el oficio de galán es el festejar, rondar y pasear fuera de su casa, y el de la dama, aguardar en lo secreto y escondido. Pero si diéramos que la dama se hiciera galán y el galán dama, todo fuera al revés. Pues cuando un alma ama y quiere a Dios, ella es esposa y dama y Dios el galán; él el que anda, pasea, ronda y viene a casa de su esposa, y ella la que allá dentro, en lo secreto de su corazón, se derrite y deshace en la meditación y memoria de este gran Dios. Pero cuando el alma ama las criaturas, vuélvese al revés: que estas cosas criadas se vuelven damas y el alma galán, y ella es la que sale acá fuera a pasear y rondar estas casas perecederas. Y en ellas y fuera de sí se deshace y derrite.

Como el galán: que muchas veces, no dándole entrada su dama o no pudiendo tener cumplimiento de sus deseos, se le pasa la noche deshaciéndose y derritiéndose, arrimado a una carreta, donde nada hay en él que no corra y se deshaga y vierta fuera de sí. Qué de veces le pasa esto al miserable hombre que quiso trocar su suerte dichosa y bienaventurada de esposa de Jesucristo por galán y gentil hombre -que así se puede llamar gentil a quien a Dios deja por amar lo que los gentiles amaron y muchos filósofos desecharon- de las cosas caducas y perecederas: que, perdido por ellas y muchas veces imposibilitado de las alcanzar fuera de sí, arrimado a las cosas viles y bajas, allí se está deshaciendo, derritiendo y vertiendo fuera de sí. Bien diferente de lo que decíamos que hacía David: que no amando cosa en el cielo ni en la tierra, sino a sólo Dios, allá dentro en medio de él, se le de­rretía su corazón.

Pues la esposa, en el lugar que propusimos, considerando que ella es la dama y Dios su galán y que es admirable ocasión, para que él venga a casa, el ser huerto cerrado y fuente sellada, le está convidan­do a que venga a comer fruta de sus manzanos. Como quien dice: el día que vos, esposo y querido mío, entráredes por mis puertas, nada ha de haber abierto, todo ha de estar cerrado, porque mi alma sea como aquella puerta que vio Ezequiel[10] que siempre estaba cerrada porque el príncipe entraba y salía por ella. Yo vi en Granada, en el Albaicín, en lo alto de la ciudad, una puerta cerrada y tapada a piedra lodo y pregunté porque puerta tan principal estaba de aquella manera; y me dijeron que por aquella puerta había entrado el rey don Alonso a tomar y hacerse señor de aquella ciudad y que desde enton­ces se había mandado cerrar. Ojalá hiciese esto y conociese esto el religioso: que, pues su Dios y Señor se apoderó de su alma y entró en ella por la puerta de su corazón, que se tapase y lodase para de allí en adelante para que no se abriese a las criaturas. Que su Dios bien sabe entrar estando esta puerta así cerrada, según lo que acabamos de decir que dice Ezequiel. Y lo propio había de ser de los ojos, la lengua y los demás sentidos.

  1. Dos dificultades

Ahora dos dificultades se me ofrecen sobre este lugar de los Can­tares al propósito de lo que vamos hablando. La primera: ¿Cómo el esposo dice a su esposa que es huerto cerrado y fuente sellada?, ¿por qué no hizo comparación de otras cosas, pues las había de mayor precio que huerto y fuente? Pues pudiera llamarla, como Cristo dice en su parábola, tesoro escondido (Mt 13,44), o montón de trigo cercado de lirios. Y ¿por qué, cuando este propio esposo la llama montón de trigo, le echa la cerca de lirios[11] y, cuando la llama huerto y fuente, le echa cerradura y sella? ¿Es, por ventura, de menos estima el tesoro que el huerto y el montón de trigo que la fuente?

La segunda dificultad es por qué habiéndole dicho el esposo a la esposa que es huerto cerrado y fuente sellada le convida a comer y a que coma fruto de sus manzanos y no le convida a beber de la fuente sellada y cerrada. ¿Por ventura es por lo que acá dice el español: que no se puede convidar con agua? ¿o porque, habiendo el esposo entrado un día a su querida en sus bodegas, le dio a beber rico vino añejo de ordenada caridad[12], y ella se afrenta de convidarlo a le dar agua? Paréceme que esa no es razón, porque convidando a comer se ha dar de beber y, si no bebe vino el convidado, no es afrenta dar agua; y si el que convida no tiene vino, bien es suplida la falta con agua. Y mas, que no sería mala, pues es fuente sellada; que sólo se cierra y sella la fuente cuya agua es de estima y valor. Y así no me parece inconve­niente esta esposa, convidando a manzanas a su huerto, convidara a beber de su fuente cerrada. Si no es que, como acá se dice, que tras fruta no se ha de beber agua, y así no quiso convidar con ella. Tampo­co esto me convence, porque si no se había de beber agua fuera bien estuviera proveída de buen vino. Veamos qué misterio tiene esto.

  1. Respuesta a la primera dificultad

A la primera dificultad -por qué más, habiendo de echar sello y cerraduras a su esposa, la llama huerto y fuente que tesoro o montón de trigo u otra cosa que hay de grande estima y valor- digo que cosa no hay de tanto peligro como estas dos cosas, huerto y fuente.

Huerto que con su fruta está convidando a chicos y a grandes que entren dentro, unos a recoger fruta, otros a comerla y otros a recrear­se; y no hay pasajero, por prisa que lleve a su camino y viaje, que no dé gana de entrar un ratillo, enviar al criado por fruta y algo de lo que el tal huerto tiene, ni hay pastor que no quiera y desee tirar el ca­yado y apalear el arbolillo, ni muchacho que no guste de apedrearlo. Pues cosa que tanto peligro tiene, cerrarlo, guardarlo. Y más, que es huerto de manzanas que, sin verlas, ellas se descubren y muestran y dan a conocer, convidan, incitan y despiertan el gusto para las haber de comer. Pues cosa de tanto peligro, cerrarlo, taparlo y guardarlo. Mas, tendrá el otro en el campo cosas de grande estima y lo dejará abierto y sin guarda; y tendrá un huertecillo y le echará tres o cuatro tapias en alto y su buena cerradura. La razón de ello es porque las cosas de estima cualquier persona hace escrúpulo de tomarlas contra la voluntad de su dueño; y si ve un manzano, una higuera o huerto, repara en cosechas unas pocas de manzanas.

¡Ah!, si esto pasa -dice el esposo- bien será, esposa mía, que remediemos y nos aseguremos de tantos peligros haciéndole cerca de nuestro huerto. Que el tesoro no hay que echarle cerraduras, que ése está debajo la tierra y no se topa tan presto; ni hay tantos que lo busquen, porque les ha de costar trabajo el buscarlo y el hallarlo, porque no se parece ni tiene olor por donde se pueda rastrear. Y el montón de trigo tiene valor y no habrá quien se atreva a hurtarlo, aunque la cerca sea de rosas ni lirios, pero estas otras cosas, como son de menos valor, no se repara en agarrarlas. Y yo -dice el esposo- que no sólo tengo de mirar por la hacienda de mi esposa, que tiene valor como lo tiene el tesoro escondiéndolo, pero por las cosas muy livianas, como son las cosas de poca consideración, como son unas pocas de manzanas que con pequeño o ningún escrúpulo se toman.

Que es decir que en su esposa no sólo quiere escondidos los pensa­mientos sepultándolos en lo escondido de su corazón, ni solas las obras escondidas de suerte que no sepa la mano izquierda lo que hace la derecha[13], pero las palabras, que son fruta de poca consideración, el mirar y escuchar, que es como fruta de manzano, que ellas propias se descubren y convidan a los pasajeros que escuchen y oigan y con los ojos están convidando y hablando a que se esperen y detengan, ya que por ser estas cosas más agradables, ya por ser cosas en que poco se reparan y menos escrúpulo se hace. Por eso, habiendo de venir el esposo a casa, es bien que se eche cerca y cierren y guarden los manzanos, que son las palabras y demás [distracciones como enseñó Jesús: Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola. María ha elegido la parte buena, que no le será quitada (Lc 10,41-42)], de suerte que, seamos huerto y jardín cerrado.

Llamó también a su esposa fuente cerrada, porque también tiene grandes peligros: enturbiase y echase a perder con grande facilidad una fuente clara y dulce, y cuanto es de valor y estima para una ciu­dad, tanto es despreciada y de poca estima para la gente común, pues por experiencia vemos el cuidado que una ciudad tiene en guardar y cerrar cosas semejantes y, por el contrario, el destruirla y perderla los particulares, pareciéndoles que es agua que poco importa, importan­do mucho, que se ha visto muchas ciudades destruirse y acabarse por falta de agua o por no ser tal cual conviene. Y así, considerando su esposo a su querida como el agua -que así llamó la otra mujer [de Te- coa] a David: Oh rey mi señor. Todos hemos de morir; como el agua que se derrama en tierra no se vuelve a recoger… (2Sam 14,9.14)-; somos como el agua, que nos corremos y con facilidad nos perdemos, desestimamos, vertemos, enturbiamos y ensuciamos, no reparando en lo que tanto vale y Dios estima. Pues considerando Su Majestad este valor de un alma, de sus palabras, de su mirar y pensar -que en el hombre todo esto corre como el agua-, no se contentó con cerrar, sino que también le echó sello, llamando a su esposa fuente sellada, como cosa que es el sello, que promete más seguridad. Pues sobre la cerradura el sello asegura de que nadie se atreva a falsear la llave, pues en el tal serían dos delitos: quitar el sello y abrir la cerradura.

¡Oh buen Dios, y qué bien se echa de ver la estima que haces de un alma y de sus cosas! Pues las cosas que ella no guarda, las que ella derrama y vierte como el agua -no reparando en que sus palabras y mirar corre y se enturbie y llegue el ganado que guarda el mundo a beber a esta fuente, aprovechándose todos de sus palabras, trato y conversación y las demás cosas acerca de que ejercita sus potencias y sentidos- tú, Señor, estimas estas cosas tan desestimadas del alma, que en tu esposa y en la persona que de veras quiere ser tuya, la cie­rras y sellas, de suerte que nadie pueda falsear semejante cerradura, porque, si estos pensamientos de quien muchas veces el hombre no hace caso se enturbiasen y sus palabras, etc., bastante sería para que se destruyese toda el alma a quien Dios ha edificado como ciudad suya.

Uso es de guerra, y en la Sagrada Escritura se lee[14] haber toma­do, ocupado y apoderado de muchas ciudades por haberles quebrado los conductos por donde va guiada el agua a la tal ciudad. Y así, si a estos tales ciudadanos les fuera posible cerrar y cercar el camino que aquella agua llevaba, es cierto lo hicieran, aunque les costara gran­dísimo trabajo, pues es cierto que del corazón, como dice Cristo[15], salen como de fuente pensamientos, palabras y obras. Pues ¿qué hace el demonio? Sabe que cuando estos manantiales van bien guiados y suben según la rectitud de la razón al entendimiento, memoria y voluntad, sustentan el alma. Procura quebrar estos conductos y caños para que no suban estos pensamientos a Dios, sino que, vertidos por esos campos, se vayan tras las criaturas y, ocupados en ellas, el alma muera de sed. Pues, viendo esto nuestro celestial esposo -que el alma y el hombre, en cuanto agua y fuente, tiene tantos peligros- echóle cerradura y sello para que ni una palabra hable que no vaya bien ordenada. Y el alma, cuando se ve en este dichoso estado, convida a su esposo que venga a su huerto a recoger fruta.

  1. Respuesta a la segunda dificultad

A la segunda dificultad. preguntamos la causa por qué, siendo la esposa huerto cerrado y fuente sellada, que así la llama el esposo, no convida a su esposo a beber de la fuente, pues lo convida a co­mer fruta del huerto. Digo que pudo ser porque en las manzanas hay comida y hay bebida, pues sabemos en muchas tierras hacen vino que llaman sidra de manzanas, y pudo ser que la esposa, diciéndole tomase manzanas, le dijese tomase recado para comer y beber, para hacer de ellas plato y copa, dando a entender que en esto se diferen­cian las obras de los buenos a las de los hipócritas. Que las obras de los hipócritas, como solo dan lo exterior, no conformando con ello lo interior, son obras secas y sin jugo de santos y buenos pensamientos y recta intención. Pero las obras del alma santa y esposa de Cristo, en ellas hay comida de actos exteriores y hay bebida de santos y buenos pensamientos.

Digo, lo segundo, que convidarlo a que tome manzanas y no a que beba fue una admirable y divina sabiduría, porque en esto se diferencia la fruta de los manzanos al agua que corre de la fuente: que la fruta está encima de la tierra y no se puede comunicar por vías secretas, como el agua, que, por los mineros y entrañas de la tierra, sin que nadie la vea, camina muchas leguas y se os entra en vuestra casa y rompe la tierra en vuestro jardín y, sin que nadie la vea, se os aparece en la parte escondida que vos queréis.

No es nuevo llamar a las obras del hombre la Escritura «fruto», pues dice Cristo: Por los frutos los conoceréis (Mt 7,16). De donde dijo dos cosas a nuestro propósito: llamar a las obras frutos y decir que son frutos que se ven, que no se pueden tapar ni encubrir, pues por ellas se da cada uno a conocer. Pues estas obras que están por de fuera -dice la esposa a su esposo- atento que tienen tanto peligro de los ojos de los hombres, que porque no se las roben y hurten, que venga él y las tome y ponga en seguro; que los pensamientos, que son como el agua, que por mineros secretos sin que ladrones los puedan robar ni hurtar con su soberana y divina ayuda, ella procurara dar con ellos en los cuartos para retirarse, jardines y casas, que es donde Dios está. Y así, no es mucho que convide a que haga obras y que los pensamientos que se están escondidos a estos peligros que corran y se vayan ellos por esas vías secretas a donde está Dios merendando y comiendo las santas obras que la tal alma hace.

  1. Debemos tomar conciencia de la importancia de estas enseñanzas

Ojala acabásemos de considerar esta doctrina y viésemos los peli­gros a que están sujetos nuestros frutos, para pedirle a Dios él venga a tomarlos y llevarlos, teniendo nosotros cuidado, con su ayuda, de estar siempre derramando nuestros pensamientos y guiándolos sin que nadie lo sepa y entienda donde Su Majestad está. Que no. haya tantas puertas abiertas que, entrando quien quisiere, todo se nos vuelva trulla[16] y, no reparando en que el dueño de este huerto tiene puesto su gusto en estas manzanas, pareciéndoles es fruta de poca importancia, quiera cualquier pasajero echarle mano y desfru­tarnos nuestro jardín; y estando cerrado, la fruta será comida y bebida secreta, pues también esta sellada la fuente, y quedaran obras y pensamientos secretos. para sólo Dios[17].

  1. En el Magisterio de la Iglesia[18]

No se puede omitir evocar aquí a la beata Virgen María, que aco­gió en sí al Verbo de Dios, y «plena de fe concibió primero a Cristo en su espíritu que en su seno»[19]. Huerto cerrado, fuente sellada, puerta cerrada (cf. Ct 4,12; Ez 44,1-2), esa es «en la fe y en la caridad figu­ra y excelentísimo modelo» de la Iglesia[20]. La Virgen Santísima es también ejemplo eminente de la vida contemplativa.

Ésta es la hermosa invitación que Dios nos hace a cada uno de nosotros: ¡Ser Huerto cerrado impenetrables al mal! y ¡Ser Fuente sellada imposible de ser ensuciada! cada uno según su propia voca­ción. De modo que Dios se encuentre en nuestro interior como en el Paraíso, como en el Jardín del Edén. O sea, es la invitación personal de Dios llamándonos a la santidad propia de hijos de Él.


[1]  San Juan de Ávila, Audi, filia. Obras Completas, Tomo I, BAC, Madrid 2000, 444-445.

[2]  Agrega en un párrafo semejante en página 663.

[2]  San Juan de Ávila, Lecciones sobre la Epístola a los Gálatas. Obras Completas, Tomo II, BAC, Madrid 2000, 96-91.

[3]     San Juan de Ávila, Lecciones sobre la Epístola a los Gálatas. Obras Completas, Tomo II, BAC, Madrid 2000, 96-97.

[4]     San Juan Bautista de la Concepción, Obras Completas, Tomo III, BAC, Madrid 1999, 536-542.

[5]  Ct. 4, 12.

[6]     Sal 72, 25-26: «quid enim mihi est in caelo et a te quid volui super terram defecit caro mea et cor meum Deus cordis mei et pars mea Deus in aeternum» (Vg).

[7]  Sal 21,15: «sicut aqua effusus sum et dispersa. factum est cor meum tamquam cera liquescens in medio ventris mei» (Vg).

[8]     Por lo menos para…

[9]     Natural, evidente.

[10]     Cf. Ez 46,2.8.12.

[11]     Cf. Ct 7,3.

[12] Cf. Ct 2,4.

[13]     Cf. Mt 6,3.

[14] Cf. Jdt 7,11 (Vg).

[15] Cf. Mt 15,9.

[16]     Es decir, bulla, gritería.

[17]     Ver también San Juan Bautista de la Concepción, Obras completas, Tomo I, BAC; Madrid 1999, 693-694.

[18] Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica Instrucción Venite seorsum, del 15/08/1969; cf. Enchiridium della Vita Consacrata, Ancora 2001, 2143.

[19] San Agustín, Sermo 215, 4; PL XXXVIII, 1074.

[20] Cf. Concilio Ecuménico Vaticano II, Constitución dogmática sobre la Iglesia «Lumen gentium», 21/11/1964, 60-65.